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\"Las fiestas de Navidad. Tradiciones y costumbres\". El Belén en Madrid y su Comunidad. Madrid:...

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Pradilla (dibujo) y Rico (grabado). La Plaza Mayor de Madrid en Noche-Buena . La Ilustración Española y Americana . Madrid, 24 de diciembre de 1872. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín. Pradilla (dibujo) y Rico (grabado). La Plaza Mayor de Madrid en Noche-Buena. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 24 de diciembre de 1872. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín. BELENES MADRID.indd 90 25/03/15 19:39
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Pradilla (dibujo) y Rico (grabado). La Plaza Mayor de Madrid en Noche-Buena. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 24 de diciembre de 1872. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

Pradilla (dibujo) y Rico (grabado). La Plaza Mayor de Madrid en Noche-Buena. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 24 de diciembre de 1872. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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La Plaza Mayor de Madrid era, des-de tiempo inmemorial, el mercado más popular durante el periodo de

Navidad y Año Nuevo, no siendo “buen

madrileño el que deje de visitarla duran-

te esta época especial de la grandeza

comercial-culinario-gastronómica de la

corte”1. Aunque “penetrar en la Plaza

Mayor de Madrid, en estos dias, es lo

mismo que decidirse á volver á casa con

el cuerpo magullado á fuerza de apre-

turas y achuchones; con los tímpanos

averiados por los gritos de los chicuelos,

los pregones de los que venden y el infer-

nal estruendo de panderos, chicharras y

tambores; con un cargamento de vive-

res bajo el brazo, y una ruinosa brecha

en el bolsillo”2. Las producciones de todo el país se almacenaban en este recinto, por lo que se encontraba todo “lo que

necesita el gastrónomo más exigente, si

lleva la bolsa bien repleta, por supuesto,

y va decidido á gastar lindamente su di-

nero”3.

Los vendedores de la plaza, al aire libre o bajo toldos de lona, hule o estera y en

cajones de mal unidas tablas, ofrecían sus más variados productos. Vestían “chaqueta de terciopelo, faja y polainas de cuero negro y pañuelo anudado a la cabeza; encima, el sombrero ancho; y las mozas, con falda de campana de estameña, moño trenzado y pegado a la nuca, cruzado por al&leres y peine-tas, medias blancas de velludo y zapa-tos recios”4. Vendían pavos de las dos Castillas, corderos de Navarra, gallinas peladas de Vizcaya, chorizos de Extrema-dura, carnes saladas de Galicia, conejos y capones, “que son gallos contempo-ráneos del que oyó cantar San Pedro, y que seguían siendo gallos dos horas antes de aparecer en el mercado”5. Pes-cados como los besugos de Laredo y Coruña. Manteca de la Vega de Pas y queso fresco de Villalón. Gran cantidad de frutas, como naranjas de Valencia y Murcia, granadas de Murcia y Menor-ca, melones de Añover, peras, manza-nas, uvas, batatas, hortalizas de Aran-juez, aceituna aliñada de Córdoba y de Sevilla. Todo tipo de frutos secos, como pasas de Andalucía, higos, dátiles de

LAS FIESTAS DE NAVIDAD. TRADICIONES

Y COSTUMBRES

Ángel Peña MartínHistoriador del Arte

1 MARTÍNEZ. “La Plaza…”, p. 758.2 “Noche-buena”. En El Globo. Madrid, 24 de diciembre de 1881, p. 1.3 MARTÍNEZ. “La Plaza…”, p. 758.4 GUTIÉRREZ-SOLANA, pp. 118-120.5 RIBOT, pp. 403 y 404.

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Elche, avellanas alcarreñas, de Levante

y Asturias, bellotas, nueces de la Alca-

rria, castañas de la Vera de Plasencia,

piñones y almendras que, machacadas,

han de dar su sabroso jugo a la sopa de

almendra. Vinos de Yepes, Tarancón y

Arganda, junto con una repleta gama de

dulces, como turrón de Jijona y de guir-

lache de Zaragoza, miel de la Alcarria,

jalea, alajú, mazapanes de Toledo, almí-

bares de las Comendadoras de Granada

y yemas azucaradas de las monjas de

San Leandro de Sevilla, “aunque algunos

tengan la respetable antigüedad del día

de San Isidro, por lo menos”6.

En la Plaza Mayor, mientras los madri-

leños realizaban sus compras, sonaba

la música alegre de tamboriles y chicha-

rras, rabeles y panderetas, zambombas

y gaitas, destacándose, por encima de

F. Ruiz (dibujo) y Laporta (grabado). Plaza Mayor de Madrid, en las !estas de Navidad. El Museo Universal. Madrid, 21 de diciembre de 1867. Fotografía de Jesús Evaristo Casariego. Madrid, Museo de Historia (Nº. Inv. 19117). Fotografía: © Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia.

6 MARTÍNEZ. “La Plaza…”, p. 758.

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todos ellos, la ciega de los villancicos7, tipo antiquísimo y popular en esta coro-nada villa, que pregonaba las coplas de Nochebuena, cantando por vía de mues-tra, con voz aguardentosa y al compás de destemplada vihuela.

En la Plaza Mayor, junto al resto de mer-cados madrileños, se llenaba la cesta con los productos típicos de la gastro-nomía navideña. La cena tradicional de Nochebuena en Madrid se componía de la sopa de almendras, el besugo y el pavo, junto con los mazapanes de Tole-do, como bien ilustró Ortego8. Muestra

de la importancia de mantener estos platos en el menú navideño, es que llegó a decirse que podía entenderse una Na-vidad sin besugo, pero no una Navidad española y mucho menos madrileña9, porque, a #nales del siglo XIX, una fami-lia que no come besugo en Nochebuena, es una familia indigna de vivir en Madrid, una familia pobre y en la atmósfera de la capital no caben los que no cuentan con elementos de vida10.

Al mercado de los maragatos y a la pla-za de los Mostenses, centro principal de contratación de toda clase de pescado

7 MARTÍNEZ. “Nuestros grabados”, p. 371.8 Ortego. La preparación del pavo y la sopa de almendra. El Museo Universal. Madrid, 25 de diciembre de 1858,

p. 192.9 ROYO VILLANOVA, pp. 28-30.10 CONTRERAS Y CAMARGO, pp. 6 y 7.

Plaza Mayor en Madrid. La Ilustración Católica. Madrid, 25 de diciembre de 1887. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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que llegaba a Madrid, acudían sus ciu-dadanos a comprar el besugo, que fres-co y sano llegaba a la ciudad, gracias al paso acelerado, que a fuerza de vara, tomaban las recuas, poniendo en prácti-ca el refrán “besugo mata mulo”. Y por la Puerta de Toledo llegaban las grandes masas de pavos, que venían como con alegría de verse en tan gran ciudad, sin caer en la cuenta de su pavoroso porve-nir. En 1899 el consumo de pavos que se hacía en la ciudad durante la Pascua, era de unos cincuenta a sesenta mil, cantidad no tan pequeña como a prime-

ra vista pudiera parecer, si se tiene en

cuenta que la carne de este animal no era del gusto de todos, sino que, por el contrario, contaba con pocos partidarios en la gastronomía elevada11.

En las con"terías y tiendas de géneros coloniales se podían encontrar durante la Navidad mazapanes de Toledo en for-ma de anguilas, coronas, perros, pante-ras, leones, águilas, cruces de Calatra-va y hasta retratos de Garibaldi. Turrón de Jijona, de guirlache de Zaragoza, de frutas, de yema, de rosa, de sustancias y esencias in"nitas, cajas de pasas de Málaga, de higos de Fraga, de bruños de Portugal, frutas en conserva, salchicho-

11 HUERTAS, p. 3.

José Luis Pellicer y Ferrer. Plaza Mayor de Madrid. 1891. Tinta negra y plumilla sobre papel, 21 x 29,7 cm. Texto: Al Sr D. Manuel Polcard y Tió / felicita las Pascuas de Navidad / su afmo. / J. L. Pellicer / Barcelona 1891. Madrid, Museo de Historia (Nº. Inv. 2005/19/1). Fotografía: © Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia.

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nes de Vic, lengua de Hamburgo, acei-tunas sevillanas, picantes encurtidos, mantequillas de Astorga e innumerables botellas de vinos y licores del reino y ex-tranjeros. Alimentos que constituían “el

más poderoso estímulo á la gula y al des-

pilfarro, y se necesita estar muy delicado

del estómago, ó tener muy poco dinero

para resistir la tentación de administrar-

se algo de lo que el práctico almacenista

ofrece de la mejor voluntad al transeunte

de buen gusto”12.

La plaza de Santa Cruz, era el bazar

de los Nacimientos, donde “se tra$ca

y chalanea con el cielo, se vende á Je-

rusalem por dos pesetas, se compra

un rebaño de ovejas por doce cuartos,

y una pollada por un par de reales”13. En este lugar, se podían encontrar gran

cantidad de modelos en cartón, papel, madera, corcho y barro. Santa Cruz era el punto de encuentro de la sociedad ma-drileña, sobre todo de los niños, expec-tantes durante todo el año, en el que el padre de familia, so pretexto de elegir las #guras para el entretenimiento de sus hijos, satisfacía los caprichos que no pudo conseguir en su infancia. Si bien es cierto, la acumulación de personas era

12 FRONTAURA. “La Noche-buena”, pp. 387-391.13 AGUILERA, pp. 210 y 211.

Ortego (dibujo) y Noguera (grabado). Jesús Evaristo Casariego (fotografía). La Plaza Mayor de Madrid en Pascua de Navidad. El Museo Universal. Madrid, 23 de diciembre de 1860. Fotografía de Jesús Evaristo Casariego. Madrid, Museo de Historia (Nº. Inv. 19013). Fotografía: © Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia.

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tan grande, que Mesonero Romanos lle-gó a expresar: “¡Quién será bastante a

pintar las angustias, las pisadas, los tra-

bajos, en �n, de todas clases que padecí

el tiempo que estuve en aquel in�erno

con el nombre de la Cruz! ¿Será cierto,

decía yo entre mí, que en un pueblo culto

y civilizado se tenga por diversión apiñar-

se en un círculo tan estrecho, pudiendo

apenas rebullirse?”14, aunque para los más “no se vuelve con más alborozo de

una romería, ni se va con mayor ánimo

a un paraíso”15.

Al lado de los tinglados de "guras, había otros puestos llenos de verdor y de fo-llaje, que parecían auténticos trozos de

bosque, en los que se encontraban pello-

nes de musgo oloroso y tierno, brazadas

de heno amarillento, ramos de laurel, de

carrascas y troncos de pino con la heri-

da del hacha aún fresca, procedentes de

la sierra madrileña16.

Seguramente, la mejor descripción del ambiente de esta plaza sea la efectua-da por Fernández Bremón en 1875: “los

chicos tienen sus pensamientos en Bet-

lem, sueñan despiertos con los magos,

el ángel que da la noticia á los pastores,

y su imaginación crea expléndidos naci-

mientos. Gozo al ver sus caritas inocen-

tes, con los ojos y la boca muy abiertos,

mirando con avidez esos paisajes de bul-

to que exhiben en los puestos. Aquellas

rocas jaspeadas, aquellas cordilleras

blancas, las cascadas de cristal, la arena

y el musgo pegados con cola en el car-

tón: las casitas de barro, los pastores

comiendo gachas y los pavos mayores

14 MESONERO, pp. 10 y 11.15 TOLEDO, pp. 3 y 4.16 IRIBARREN, p. 3.

Ortego (dibujo) y Rico (grabado). La Familia. Vuelta de la Plaza Mayor. El Museo Universal. Madrid, 25 de diciembre de 1858. Fotografía de Jesús Evaristo Casariego. Madrid, Museo de Historia (Nº. Inv. 19014). Fotografía: © Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia.

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que los hombres. No importa que haya

anacronismos y que los pastores de Na-

zareth vistan como los pastores de la

Alcarria: que se mezcle una vegetación

tropical con otra propia de los polos: que

contra las reglas de la perspectiva, las

�guras del fondo tengan mayor tamaño

que las del primer término. La buena

voluntad de los muchachos convierte

en buenas cualidades los defectos; las

patas de alambre de las vacas; el gallo,

del tamaño de un avestruz, que cubre el

tejado de la casa del mesonero: el sue-

lo reluciente: todo son bellezas: cuanto

más brochazos verdes y azules decoren

el paisaje, el efecto es más seguro. […] Los pastores arrecidos se calientan á

dos pasos del segador que corta haces

de trigo: más allá se vendimia, y los rosa-

les, cargados de !ores, alegran la vista

en un país nevado. Castillos y puentes

á la moderna, sayones romanos que

degüellan criaturas: peregrinos y buho-

neros: guerreros y santos, todos mez-

clados, suben y bajan por las cuestas

empinadas, ó se albergan en los huecos

de las peñas. El musgo, la paja de heno,

ramas de encina, de pino y de ciprés,

rodean aquel país extraño, en cuyo cielo

abierto luce la tradicional estrella de hoja

de lata, de espléndida y brillante cola” 17.

17 FERNÁNDEZ. “Santa…”, pp. 1 y 2.

J. Araujo. La Plaza Mayor en Pascuas de Navidad. 1885. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1886. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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En 1907 la disposición tradicional del peñasco nevado, que surcaban sendas de menuda arena, por las que descen-dían los pastores con sus ofrendas y los Reyes Magos a caballo, seguidos de sus servidores y camellos, continuaba inalte-rable, en los que lo simultáneo y anacró-nico carecía de importancia. En los de más lujo solía �gurar el molino de viento, cuyas aspas giraban y la fuente con jue-gos de agua, como ilustró Méndez Brin-ga18.

Pocos años más tarde, Caro Baroja, nos dejó también el relato de su vivencia in-fantil en el mercado de Santa Cruz, con el que podría sentirse identi�cado cual-quier madrileño: “había allá hacia 1925 una gran variedad de �guras: casi todas venían de Murcia. Algunas muy �nas de Granada, como barrillos andaluces del XIX. Desde las mas atarugadas y gro-seras, pintadas con colorines brillantes, a las más delicadas, había también dife-rencia de precio sensible. Pero allí esta-ban desde los personajes de los Evange-lios (y aún de los Evangelios Apócrifos) hasta la castañera, la mujer que hila con su gato aislado, el hornero, la vieja de la zambomba, el pastor solitario, o los grupos: la Sagrada Familia frente a la posada, el molinero, la Anunciación a los pastores, el hombre con su yunta. Toda la vieja sociedad campesina del Sur se podía encontrar representada en �gu-ras y grupos, con independencia de la formación física o de acuerdo a un ca-non del Nacimiento navideño. También objetos familiares: representaciones toscas de molinos de viento, como los de la Mancha (con mala interpretación del mecanismo), norias, cocinas al aire libre, como las de la Huerta, etc. […] Se comprenderá, pues, la alegría e ilusión que tenía yo, a los nueve y diez años, cuando mi abuela y mi padre me daban una cantidad de pesetas en plata muy respetable según mi cuenta y acompaña-do y aun asesorado por la Julia iba calle Mayor arriba, a ver nacimientos, y lle-gaba al mercado de Santa Cruz, a com-pletar, a ampliar mi colección de �guras. Los grupos eran lo que más me tenta-ban, y así llegué a tener muchos que me servían de juguete durante el invierno, aunque mi abuela solía querer que ce-rrara el ciclo, con arreglo a las fechas

Juan Comba. Tipos populares de Madrid: la ciega de los villancicos. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1890. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

18 Narciso Méndez Bringa. La Plaza de Santa Cruz en Navidad. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1910, p. 363.

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canónicas y que guardara las �gurillas

protocolariamente”19.

Pasaban los años y salvo diferencias de poca importancia, la plaza de Santa Cruz ofrecía el mismo aspecto de antaño y la artesanía de las �guritas de barro man-tenía su tradicional tendencia, sin revelar todavía adelantos, que, como sabemos, ciertamente resultaron peligrosos20.

A mediados del siglo XIX, el jaleo de ar-

mar el nacimiento comenzaba en las casas acomodadas de Madrid el diecio-cho de diciembre, día de la Virgen de la

O. El nacimiento en los hogares, en el que lo simultáneo y lo anacrónico care-cía de importancia, constituía un even-to de tipo social. A partir de esa fecha, se empezaban a recibir las invitaciones para ver los nacimientos, cuyas luces estaban encendidas desde el anoche-cer hasta las ocho, hora de la cena21. Aunque, esta costumbre fue decayendo según desaparecieron de este mundo los “respetables señores mayores que se entretenían con estas inocentes dis-tracciones”, y se dejó la tarea de armar nacimientos a los muchachos, ya que “la

Ortego (dibujo) y Rico (grabado). La preparación del pavo y la sopa de almendra. El Museo Universal. Madrid, 25 de diciembre de 1858. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

19 CARO BAROJA, pp. 102 y 103. Nacimiento que aún hoy se conserva en la Casa Itzea, en Vera de Bidasoa (Navarra).

20 TOLEDO, pp. 3 y 4.21 UN MADRILEÑO. “Los Nacimientos”, pp. 7 y 8.

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fabricación del Nacimiento en las casas

donde hay niños, es la diversion de los

mayores, prohibiéndose á los primeros,

con frecuencia, aproximarse á las mon-

tañas de carton cubiertas de musgo y

arenilla, para que no destruyan aquella

obra maestra”22.

Decaimiento, al que, sin duda, también contribuyó la “exótica costumbre del Ar-

bol de Noel”, que adoptada a !nales del siglo XIX por las clases aristocráticas madrileñas, una aristocracia desnacio-nalizada, sustituyó en los salones a los

nacimientos. Ya en la temprana fecha de 1905, se decía que “para ver lo clásico

en este género sería preciso penetrar en

los conventos”23 y llegados a 1925, los nacimientos no estaban ya de moda y las casas de la sociedad madrileña en que se mantenía esta tradición eran raras24.

Entre la alta sociedad madrileña, desta-có el nacimiento de la Casa Ducal de Me-dinaceli, que todos los años se instalaba en el palacio familiar de la plaza Colón esquina Génova, por donde des!laba la Familia Real, la aristocracia y el pueblo

22 FERNÁNDEZ. “Crónica general”. En La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1876, pp. 378 y 379.

23 Idem.24 MASCARILLA, pp. 68-70.

Rivero (fotografía). Madrid. Pavos y turrones en la Plaza Mayor. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1912. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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madrileño. Sus �guras, originarias de Nápoles, hoy en paradero desconocido, fueron encargadas en 1784 por el du-que de Santisteban al Ayuda de Cámara del Príncipe de Nápoles, don José Villa. Un año después, partía desde Nápoles el nacimiento, junto con otro para el Príncipe de Asturias, en una embarca-ción francesa que debía hacer escala en Marsella, empaquetado a nombre del Jefe de la Real Casa de SS. MM., don Vicente Moresqui, quién debía sacar de las balas que las cubrían de los golpes las piezas que había comprado el duque y entregárselas a su representante. Jun-to a las �guras del misterio venían dos ángeles turiferarios, otro que anunciaba la buena nueva a los pastores, seis que-rubines, seis pastores adorantes, tres para el anuncio, ocho para la taberna y diez de camino hacia el portal. Entre los animales destacaban quince cabras y ovejas, cinco toros, cuatro vacas, un vitelo y un perro de ganado. Una vez lle-gadas las piezas a España, el duque se

mostró complacido ya que eran del mis-

mo estilo y material que las remitidas al

Príncipe de Asturias, por lo que escribió

de nuevo a don José Villa para que le

enviara los Reyes Magos junto con otros

pormenores y le dijese el importe de todo

el nacimiento, que llegó a 50.000 reales

de vellón por el primer envío y ochocien-

tos ducados por el segundo. Terminadas

las �guras, fueron embarcadas en la nave del capitán Francisco Trápani, con bandera española, en el puerto de Por-

tici para el de Alicante. A su llegada a

Madrid tanto gustaron, que en 1790 se

encargaron al mismo escultor italiano,

José Antonelli, según �gura en algunos de los recibos entregados en Nápoles, cien piezas más25.

Otro de los nacimientos más famosos de Madrid fue el de doña Trinidad von

Scholtz Hermensdorff, duquesa de Par-

cent, quien exponía en su Palacio de la

Calle Ancha de San Bernardo su magní�-co nacimiento napolitano, compuesto por trescientas sesenta �guras, “allegado

con largueza de medios y �no gusto”26.

Ortego. Tipos y costumbres de Noche-Buena. Los del pueblo. Texto: Cuando al pueblo no le faltan / colación y Nacimiento / ¿dónde habrá más alegría / que en el pobre hogar del pueblo? El Museo Universal. Madrid, 21 de diciembre de 1867. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

25 PEÑA MARTÍN. “El gusto…”, pp. 257-275.26 SÁNCHEZ CANTÓN, p. 3.

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Nacimiento que en 1920 fue expuesto parcialmente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y siendo ya propiedad de su hija, la Princesa de Hohenlohe, en la Biblioteca Nacional de Madrid por la Sociedad Española de Ami-gos del Arte en las Navidades de 1942, en los sótanos de Galerías Preciados en 1943 y en 1950 en el Museo Nacional de Artes Decorativas27.

Nacimientos de los salones de Madrid a los que debe sumarse el del conde de Ca-sal, del que las noticias son muy parcas y cuyas �guras en cera, se creía, erró-neamente, en 1906 que eran las que habían pertenecido a Lope de Vega28.

En Madrid siempre se celebró alegre-mente la Nochebuena. El pueblo, tocan-do por las calles tambores y panderos, y aumentando el estrépito con los desa-gradables sonidos de la lata de petróleo golpeada con un palo. La clase media, en familia y en torno al nacimiento y la aristocracia con suntuosa cena, en la que se reunían los comensales después de haber oído en el oratorio de la casa la Misa del gallo. Celebraciones brillan-temente ilustradas por Xaudaró en la historieta Una casa en Nochebuena29. Analicemos pues, las tres formas tradi-cionales de festejar el nacimiento del hijo de Dios entre los madrileños.

El pueblo tocaba zambombas, tambores, panderetas y rabeles en los barrios ba-jos de Madrid, como en Lavapiés, donde radicaba la célebre parroquia de la Chin-che, llamada así por la fecundidad de sus feligresas, en la que no había en es-tos días chico sin tambor, sin rabel o sin zambomba, con ayuda de los cuales se prometían romper la cabeza a su familia y a toda la vecindad. Estruendo para los oídos que fue muy criticado, “¿Por qué la más hermosa #esta de la cristiandad, la del nacimiento del Mesías, ha de ser tan amable con el estómago y tan huraña con los oídos? ¿Por qué dispone para el primero hermosas aves, sabrosos peces y ricos mazapanes, y para los segundos gruñidoras zambombas, roncos tambo-

27 Ochenta y nueve �guras de este nacimiento fueron subastadas el 26 de mayo de 1979 por Sotheby’s España, en la subasta de la casa y contenido de El Quexigal, lotes 240 a 256. Parte las mismas, fueron adquiridas por los Hermanos García de Castro Márquez, cuyo belén en 1996 fue adquirido por el Estado con destino al Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

28 “Figuras de nacimiento”. En Blanco y Negro. Madrid, 22 de diciembre de 1906, pp. 10 y 11.29 Joaquín Xaudaró y Echau. Una casa en Nochebuena. Blanco y Negro. Madrid, 27 de diciembre de 1902, p. 18.

Santa Cruz. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1908. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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res y desa�nados rabeles?”30. También los muchachos del barrio de Maravillas, celebraban a su modo el nacimiento de Nuestro Señor armando ruido y gue-rreando. Para ello portaban tambores al cinto, que abultaban más que ellos, zambombas, rabeles y calderos, cubier-tos con gorras de cuartel de sus padres, dispuestos a rechazar cualquier invasión de los barrios fronterizos, con la honda a la cintura y los bolsillos llenos de pie-dras. Montaban guardia en la casa del cura, al que ofrecían sus servicios para

solemnizar la Misa del Gallo o la de Los

Pastores. Recorrían el barrio cantando coplas llenas de requiebros a la Virgen y al Niño Jesús, encendían fogatas en medio de las calles y contaban alrededor de la lumbre historias de moros y cris-tianos, martirios y milagros de santos, hazañas de sus mayores en la guerra de la Independencia, cuentos de brujas y de aparecidos. Escena que recogieron Ortego en El Museo Universal31 y Cecilio Plá en La Ilustración Española y Ameri-

cana32.

Narciso Méndez Bringa. La Plaza de Santa Cruz en Navidad. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1910. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

30 ROURE. “Zambombas…”, p. 15.31 Ortego. Delicias de Navidad. Los de Maravillas. El Museo Universal. Madrid, 25 de diciembre de 1858, p.

188.32 Cecilio Plá. Costumbres populares. Esta noche es Nochebuena… La Ilustración Española y Americana. Madrid,

22 de diciembre de 1896, p. 373.

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Esa noche “todos los barrios de Madrid salen de madre”33, la Puerta del Sol pa-recía una mascarada, cruzada por gru-pos de gente que bailaba, mujeres con el pelo suelto y la falda caída y hecha jiro-nes, dando sartenazos, tocando almire-ces y panderos, armando gran estruen-do, que además se subían a los faroles y los apagaban. Por el Paseo del Prado bajaba gente con hachones encendidos y cencerros al cuello y collares de bes-tias puestos en la cabeza. Había quienes llevaban la montura y los arreos de su mula a la espalda y escaleras llevadas entre dos al hombro con botas de vino atadas en los tramos. Entre la algarabía y chillidos, los panaderos y los cajistas no trabajaban aquella noche, y en los ta-

lleres se corría la juerga y la diversión. En todos los hogares, los artesanos y los seres más infelices participaban y disfru-taban de esta loca alegría. Las botas de vino y las comilonas en los bancos de Re-coletos, en las aceras de la calle Alcalá, el Botánico, los sitios oscuros. Se apiña-ban los grupos, y las rondas de guitarras y cantores, mezclándose el vocerío y los cantos canallescos hasta quedarse ron-cos, mientras que el copeo en las taber-nas no paraba.

En 1822 el cronista Quin relata como la noche de Nochebuena “grupos de hom-bres, mujeres y niños recorren las ca-lles con antorchas, muchos de ellos ar-mados de panderetas que hacen sonar

La Plaza de Santa Cruz. Comienzos del siglo XX.

33 GUTIÉRREZ-SOLANA, pp. 118-120.

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con energía mientras avanzan en una especie de procesión que tiene algo de bacanal. Una tradición local a�rma que los pastores que visitaron Belén el día de la Natividad llevaban instrumentos pare-cidos, con los que expresaban el senti-miento de alegría que los embargaba por haber recibido la nueva del nacimiento del Salvador” 34.

A las doce de la noche, en todas las igle-sias de Madrid se celebraba la misa del gallo. En cuanto sonaban las doce cam-panadas, el sacerdote salía de la sacris-tía ya revestido y se acercaba al altar, iluminado y preparado para la ocasión. El órgano entonaba un himno de júbilo y empezaba la misa, durante la que se

interpretaban varias piezas de música nacional, entre ellas la muñeira. Pero lo más sobresaliente de esta ceremonia, eran los grupos de gente que llevaban horas recorriendo las calles y que entra-ban con sus guitarras, tambores, pitos, castañuelas y panderetas en las iglesias y acompañaban con sus instrumentos las melodías del órgano, además de dar gritos, insultos y saltos peligrosos. De increíble se cali&ca “la desenfrenada li-cencia que impera en las iglesias bajo el nombre de alegría”, como podemos observar en una ilustración de Le Petit

Journal35.

La clase media, cenaba en familia y en torno al nacimiento comprado en la pla-

34 Recogido por THOMAS, p. 377 y 378.35 Curieuse tradition de Noel en Espagne. En Le Petit Journal. 29 de diciembre de 1912. Núm. 1.154,

contraportada.

Taller murciano. Pastora. Siglo XIX. Barro cocido y policromado. Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

Figuras de nacimiento de la Casa Ducal de Medinaceli. La Ilustración Española y Americana, 22 de diciembre de 1911. Fotografía: Muñoz de Baena.

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za de Santa Cruz, que no era un simple elemento decorativo del hogar, sino el centro de la festividad, ante el que reuni-dos, la noche de Nochebuena, la familia, y los niños en particular, “disparan sus villancicos / delante del Nacimiento, / á los vivos resplandores / de las velitas de cera / que entre arbustos y pastores / se crían en la pradera; / y acompañando sus trinos / con las zambombas impías, / revientan á los vecinos / durante unos cuantos días”36. Escena que fue recogida por Joaquín Sorolla en el gouache Esta noche es Nochebuena37, en el que sus hijos María, Elena y Joaquín en el interior

del hogar, ante el Nacimiento, tañen con

inocente alegría los pastoriles instrumen-

tos. También Luis Menéndez Pidal en el lienzo Nochebuena en familia38 muestra a su propia familia reunida en torno al nacimiento, en su residencia madrileña de la calle Ayala. Sus hijos Luis, Rosa-rio, María y Ramona cantan y tocan la pandereta ante el Nacimiento, mirando ensimismados las #gurillas de barro del portal de Belén, mientras la esposa del pintor, Josefa Álvarez Aramburu, toca el piano y el aya, que se ocupa de la niña más pequeña, Jose#na, se une al coro.

Martín Santos Yubero. Nacimiento de la Sociedad de Amigos del Arte en el Palacio de Bibliotecas y Museos. 25/12/1942. Fotografía. Madrid, Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Fondo Fotográ#co M. Santos Yubero (Signatura 31512). Fotografía: © Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

36 PÉREZ ZÚÑIGA. “Los Nacimientos”, pp. 17 y 18.37 Joaquín Sorolla Bastida. Esta noche es Nochebuena. 1898. Gouache sobre cartón, 44 x 59 cm. Granada,

Instituto Gómez Moreno de la Fundación Rodríguez-Acosta.38 Luis Menéndez Pidal. Nochebuena en familia. 1903. Óleo sobre lienzo, 61 x 81 cm. Colección Vicente

Masaveu Menéndez-Pidal.

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Entre la aristocracia madrileña son me-

recedoras de especial recuerdo las ce-

nas de Nochebuena de María Buchental, quien reunía en su mesa a solterones recalcitrantes, viudos que no habían re-incidido, hombres solos, en �n, “de esos

que tienen el mal gusto de hacer, en los

años en que más se necesita de los cui-dados y del cariño, hogar de los salones o del casino”. Memorables son también

las cenas de Nochebuena celebradas

por la condesa de Montijo, la duquesa

de Medinaceli, los marqueses de Alca-

ñices, la duquesa de la Torre, la conde-

sa de Villalba y su hijo el conde de Izmir

o Barbarita Riquelme. Quizás, las más

suntuosas fueran las de los duques de

Fernán-Núñez, a las que las damas acu-

dían con traje de baile y mantilla blanca, que caía desde la cabeza hasta velar con sus encajes el escote. Veladas, asistían a la misa que se decía en la capilla del palacio, y después, despojándose de la

mantilla, lucían sus galas en los salones y en la galería hasta que la hora de la cena las congregaba en la magni�ca se-

Ortego (dibujo) y Rico (grabado). Delicias de Navidad. Los de Maravillas. 1858. El Museo Universal. Madrid, 25 de diciembre de 1858. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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rré, donde se servía la cena, en mesas colocadas debajo de plantas tropicales, entre limoneros y naranjos y al son de una armoniosa e invisible orquesta. Tras la cena, como en el palacio de los mar-queses de Argüelles, se celebraba hasta el amanecer el baile, con gran satisfac-ción del elemento joven aristocrático.

En muchas de estas casas aristocráti-cas, y especialmente en la de la marque-sa de Squilache, se reunía a los amigos para oír la Misa del gallo, adorar al Niño Dios en su cuna y saborear después la

sopa de almendra. Terminada la misa, el sacerdote junto con dos acólitos vesti-dos con sotana de seda, roquete y escla-vina, portando velas encendidas, y dos mocetones con librea de gala, peluca y casacón, que le escoltaban llevando grandes cirios, daba a besar los pies del Niño a las damas, que arrodilladas le pe-dían mercedes y favores, como muestra un dibujo de Méndez Bringa39.

Características de la Navidad madrileña fueron las Tertulias literarias, en las que se improvisaban villancicos y toda clase de composiciones alusivas a la !es-ta, dedicadas a cantar aguinaldos y vi-llancicos al recién nacido en Belén, entre las que destacó la del marqués de Mo-lins, con cuyas composiciones se formó un periódico titulado El Belén, dedicado exclusivamente a defender las prerroga-tivas y gollerías de la Nochebuena, cuyos raros ejemplares eran ya en 1894 una joya bibliográ!ca40.

En el domicilio del marqués de Molins se celebró en la Navidad de 1851 una justa poética, en 1853 un expediente, en 1855 un epistolario y en 1856 una guirnalda poética, composiciones, que reunidas en un tomo, fueron publicadas bajo el título de Las Cuatro Navidades. En 1857 llegó a ser periódico, con el tí-tulo de El Belén. En la Navidad de 1859 se publicó el Romancero de la Guerra de África, impreso por el Gobierno y vendi-do en provecho de los heridos de aquella campaña. Todas esas obras fueron pu-blicadas en su momento, a excepción de El Belén. La forma de periódico que se le dio en 1857, insubsistente y efímera, de la que se hicieron dos numerosísimas ediciones destinadas a una obra de be-ne!cencia, hizo que, a ruego de muchos, se reimprimiese en 1886 en forma de libro.

39 Narciso Méndez Bringa. Misa de gallo. Blanco y Negro. Madrid, 29 de diciembre de 1894, p. 38.40 KASABAL. “La Nochebuena en los Salones”, pp. 37-39.

Cecilio Plá. Costumbres populares. Esta noche es Nochebuena… La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1896. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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Ocupaban la presidencia de El Belén, la condesa de Villa-leal, madre del mar-qués de Molins, el Obispo de Córdoba, el príncipe y la princesa Pío, la duquesa de Uceda y sus hijos, doña Enriqueta Roca de Togores, la Señora de Roca y su hija, la condesa viuda de Berberana y su hija, don Juan Roca y los hijos de los dueños de la casa. La redacción se componía de cincuenta poetas y artistas, represen-tantes de tres generaciones literarias, entre los que destacaban Antonio Alcalá Galiano, Francisco Martínez de la Rosa, Juan Eugenio Hartzenbusch, Ventura de la Vega, Mariano Roca de Togores, Mo-desto de Lafuente, Campoamor, Amador de los Ríos, Federico de Madrazo, Pedro de Madrazo, Carlos de Haes, Juan Vale-ra, Gutiérrez de los Ríos y Pedro Antonio de Alarcón.

No podía faltar en estas fechas el Agui-naldo y los regalos, demostración del mutuo afecto, del agradecimiento y la esperanza. Familias e individuos se ob-sequiaban recíprocamente con lujosas cajas de mazapán toledano y marrons glacés, botellas de manzanilla y del es-pumoso vino de Epernay. Pero la codicia o la necesidad, sin embargo, se apode-raron de esta fórmula amistosa, convir-tiendo el saludo en un ataque, y la felici-tación cristiana en un acto de tendencias paganas. Ese saludo, que se contestaba en otro tiempo deseando también las Pascuas más dichosas, hoy sólo tiene la contestación No llevo suelto41, por-que “Pedigüeño que me dices: / «¡feli-ces pascuas, felices!» / ¿Cómo quieres que las tenga / si con targetas los unos, / los otros con una arenga, / no me

Daniel Perea. Las Navidades. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 22 de diciembre de 1875. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

41 FERNÁNDEZ. “Crónica…”, pp. 386 y 387.

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dejais ¡importunos! / para una taza de caldo? / ¡Basta, basta de aguinaldo!”42. Los aguinaldos se convirtieron en la gran calamidad de los días de Pascua, porque perseguían donde quiera que se fuera, y si no se iba a ninguna parte también perseguían, porque venían a casa, “¡No cesa la campanilla! / Me fugaré de la villa / Si esto en Madrid se consiente”.

Con el objeto de echar los años y los estrechos, se reunían en Madrid los amigos y las familias las vísperas de Año Nuevo y del día de Reyes por la no-che. Para ello se compraban tarjetas en blanco y versos o motes impresos, que servían para el objeto indicado, en algu-no de los innumerables puestos que se podían encontrar en las esquinas de las calles de Madrid. Diversión dada a cono-cer mediante voces anunciando ¡Motes nuevos para damas y galanes!, como de-liciosamente ilustró Méndez Bringa43. En las tarjetas en blanco se anotaban los nombres de las damas y caballeros que se querían incluir, y metidos en una urna o en otro objeto que hacía sus veces, se colocaban separadas las tarjetas fe-meninas de las masculinas, sacando a la suerte una cédula de cada uno, de los que se dice que han caído de año, quedando obligado el caballero a obse-quiar a la señora con este motivo. Do-blados también los motes y encerrados como las tarjetas, se sacaban del mis-mo modo a la suerte para cada señora y caballero, excitando muchas veces la hilaridad de los concurrentes las frases amorosas y las extravagancias que se ponen por este medio en boca de los que han salido de año. Costumbre muy arraigada entre la sociedad madrileña, “mas mientras en muchas casas / Hay gente que goza echando / Los estre-chos, y celebra / Los consorcios más extraños, / Y pasa ratos muy buenos / Leyendo versos muy malos. / Que en papeles de colores / Publican vates de á cuarto”44.

A mediados del siglo XIX era costumbre en Madrid la celebración de la !esta de los Manolos o Manueles, destacan-do la procesión del Santo Niño Dios del

42 BRETÓN, p. 8.43 Narciso Méndez Bringa. Escenas madrileñas. Estrechos para damas y galanes. Publicado en Blanco y Negro.

Madrid, 8 de enero de 1898, p. 15.44 PÉREZ ZÚÑIGA. “Á esperar…”, pp. 11 y 12.

Ortego (dibujo) y Laugier (grabado). Aguinaldo a los suscritores de El Museo Universal. Texto: Los frutos de la Pascua al hombro lleva / pero jamás los prueba / ¡que es de muchos la suerte yo discurro / igual á la del burro! El Museo Universal. Madrid, 23 de diciembre de 1860. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

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Remedio organizada por la Cofradía de Nuestra Señora de la Caridad y del San-to Niño del Remedio. La procesión salía de la parroquia de San Luis Obispo, en la calle Montera, y se dirigía por Carretas y Atocha hasta el Hospital General, en el que los hermanos de la Cofradía servían una comida de enfermos. A partir de 1865 los bene�ciarios de esta tradición pasaron a ser los niños del Hospicio, lo que hizo variar el itinerario de la proce-sión que iba por Montera, Alcalá, Peli-gros, Clavel, Infantas, Hortaleza y Her-nán Cortés hasta Fuencarral.

A esperar los Reyes, “extravagante y mal tolerada farsa”45 que a lo largo del siglo XIX se celebraba en Madrid la no-che víspera del día Reyes, consistente en el engaño más o menos efectivo o simulado de los asturianos o gallegos recién venidos a la capital, cuya supues-ta ignorancia les hacía servir de juguete a los pilluelos de la corte bajo el pretexto de llevarlos a esperar a los Reyes Ma-gos, que habían de venir aquella noche repartiendo monedas de oro y plata a todo el que los encontrase. Así, a lo lar-go de la tarde varios grupos de carbo-neros, chisperos, tahoneros y mozos de esquina cruzado el pecho de cuerdas, empezaban a diseminarse por todos los ángulos de la ciudad. No había fuente ni puesto de vino donde no se parasen “a remojar la palabra”46, ya que como de-cía la copla, “Ya llegan los Santos Reyes. / Toma la bota Damián, / que cuanto más vino bebas / antes los verás en-trar”.

Dos mil hijos de Pravia y de Pilona salían a esperar a los Reyes Magos, ridícula-mente ataviados con esteras y coronas, con enormes escaleras al hombro y ha-chones en las manos, seguidos de la tur-

ba vocinglera de los embromadores con cencerros y cuernos, junto con otros objetos propios para hacer ruido, dando aullidos, saltos y cabriolas, llegados a un extremo de la población, y hecha la pan-tomima de subirse en la escalera para ver si se les descubre con el auxilio de los hachones encendidos, sale de entre la turba de carboneros, tahoneros y mo-zos una voz que asegura que vienen los

Roca de Togores y Carrasco, Mariano et alii. El Belén. Periódico publicado en la Nochebuena de 1857 por la tertulia literaria del Marqués de Molins. Madrid: s. n., 1886. Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

45 MESONERO, Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. 200. Obras de don Ramón de Mesonero Romanos. II…, pp. 315 y 316.

46 VILLANUEVA. “Costumbres…”, p. 14.

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Reyes por la puerta opuesta de la pobla-ción, a la que se encaminan después, y luego a otra y otras, hasta que rendidos de cansancio suelen ir a parar a alguna taberna donde concluye la �esta mas o menos entrada la noche47.

Quizás la mejor descripción de la �esta sea la de Pérez Zúñiga: “Después de ce-

nar la víspera / Del día de Reyes Magos,

/ Se reunían en la calle / Dos docenas

de gaznápiros, / Se armaban de hachas de viento, / Trincaban á un pobre diablo / Recién venido á la corte / Desde Mon-

forte ó Betanzos, / Y hacían al marusiño

/ Que fuera corriendo barrios / Con la

esperanza en el alma, / Y un gran cen-

cerro colgando, / Y mucho mosto en el

vientre / Y una escalera en las manos.

/ Para ver á los monarcas / De Oriente

en sus dromedarios.

Al llegar á cierto sitio, / Le decían al

incauto: / «¡Por allí, por allí vienen!» / El majadero, de un salto, / Llegaba de la escalera / Hasta el último peldaño. / Y al ver que nadie venía / Más que algún sereno mago / Ó alguna gentil pa-reja / De guardias de Oriente urbanos, / Era objeto de las burlas / De aquella turba de bárbaros, / Que, dando gritos salvajes, / Le llevaban á otro barrio, /

José Castelaro y Perera. La noche de Reyes en la Puerta del Sol. 1839. Óleo sobre lienzo, 67 x 97 cm. Madrid, Museo de Historia (Nº. Inv. 4014). Fotografía: © Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia.

47 MADOZ, p. 1076.

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Donde, frente á una taberna. / Repetían el bromazo”48.

Gallegos y asturianos que terminaban la noche en sus casas desesperados por no haber visto a los Reyes Magos, mien-tras que el resto “de la alegre comitiva suele pasar la noche en brazos de su madre adoptiva, la tierra, hasta que la escoba de los barrenderos viene á sa-carlos de tan dulce estasis”49. Lo que !nalmente provocó que la !esta fuera duramente criticada, por impropia de un pueblo civilizado, “parece ageno de un pueblo culto y de los adelantos del siglo

ver reproducidas escenas, propias solo de los tiempos del oscurantismo”50. Me-sonero llegó aún más lejos, pidiendo al Gobierno que no la tolerase más, porque “no tiene ningún motivo de alabanza, ni

aun de disculpa, ni por su origen, ni por

su objeto, ni por sus resultados, ya que esta soez e irracional costumbre suele

concluir con los descalabros y quimeras

de todas las diversiones de la plebe”51.

Muchos fueron los artistas que recogie-ron esta costumbre madrileña de salir la noche del cinco de Enero en busca de los Reyes Magos, como José Castela-

Ortego (dibujo) y Noguera (grabado). La venida de los Reyes Magos. El Museo Universal. Madrid, 8 de enero de 1860. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

48 PÉREZ ZÚÑIGA. “Á esperar…”, pp. 11 y 12.49 VILLANUEVA. “Costumbres…”, p. 14.50 MADOZ, p. 107651 MESONERO, Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. 200. Obras

de don Ramón de Mesonero Romanos. II…, pp. 315 y 316.

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ro y Perea, que en el lienzo La noche

de Reyes en la Puerta del Sol52, sitúa la escena en la Puerta del Sol, apare-ciendo al fondo la desaparecida Iglesia del Buen Suceso y a la derecha la Real Casa de Correos. La venida de los Reyes fue también ilustrada por Ortego para El

Museo Universal53 y Picolo para Blanco y

Negro54, situándola en la carrera de San Jerónimo, ante el Congreso de los Dipu-tados, a cuyo fondo se advierte la Iglesia de Los Jerónimos.

Será a lo largo del siglo XIX, cuando la Fiesta de Reyes lentamente se vaya con%gurando tal y como hoy la conoce-mos. Es en este momento, cuando se puso de moda, entre los niños de la alta sociedad madrileña, la costumbre de es-

cribir las cartas a los Reyes Magos con sus peticiones. Escena que fue recogida en 1900 por Joaquín Sorolla y Bastida en el gouache Cartas a los Reyes Ma-gos55, en el que muestra, en el come-dor de su casa madrileña, a su mujer Clotilde junto a sus hijos escribiendo las cartas a Sus Majestades, porque, “¿Qué niños antes de acostarse el 5 de Enero ignoran que en aquella noche los Reyes de Oriente, que hace veinte siglos adora-ron en Bethleem al Niño Jesús, empren-den su viaje anual con el exclusivo objeto de traer regalos a los niños? Algunos de estos, precavidos de suyo, no se limitan a colocar el calzado en espera del obse-quio, sino que acompañan una cartita en que mani$estan à SS. MM. Magas su predilección por determinado juguete”56.

52 José Castellano y Perea. La Noche de Reyes en la Puerta del Sol. 1839. Óleo sobre lienzo, 67 x 97 cm. Madrid, Museo de Historia.

53 Ortego. La venida de los Reyes Magos. El Museo Universal. Madrid, 8 de enero de 1860, p. 43.54 Manuel Picolo. Á esperar los Reyes. Blanco y Negro. Madrid, 7 de enero de 1893, p. 11.55 Joaquín Sorolla y Bastida. Clotilde con los hijos, día de Reyes. 1900. Gouache y óleo sobre papel, 36,5 x 53 cm.

Madrid, Museo Sorolla.56 CUENCA. “Nuestros grabados”, pp. 3 y 11.

Joaquín Sorolla y Bastida. Clotilde con los hijos, día de Reyes. 1900. Gouache y óleo sobre papel, 36,5 x 53 cm. Madrid, Museo Sorolla (Nº. Inv. 00486). Fotografía: © Museo Sorolla.

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Eduardo Gimeno y Canencia jugó con el mundo de la ensoñación infantil en el cuadro La noche de Reyes, creencias in-

fantiles57, que presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1866, obtu-vo mención honorí"ca de Segunda Clase.

La mañana del 6 de Enero era el mo-mento mágico en el que los niños abrían los regalos que Sus Majestades habían dejado la noche anterior. Las familias de éstos, con el objeto de satisfacer las as-piraciones de sus pequeños seres queri-dos, se prestaban “hasta á servir de in-

termediarios en la entrega de los dones

que los Magos, ocupadísimos, apenas

tienen tiempo de distribuir á domicilio”, como cariñosamente explicaba Cuenca el asunto del dibujo de Joaquín Sorolla Los regalos de los Reyes58.

Parte de estas tradiciones aún hoy se mantienen vigentes, aunque con cier-tas modi"caciones, mientras que otras, afortunadamente, han desaparecido y al-gunas nunca hubieran debido perderse. Concluimos este, necesariamente breve, recorrido por las costumbres y tradicio-nes navideñas en Madrid, con una cere-monia casi litúrgica, como era, a media-dos de diciembre, sacar de la gran caja de cartón los pastores del Nacimiento. “Nadie podía tocar aquello, salvo mi pa-

dre, que iba entresacando del lecho de

viruta y serrín las #gurillas, y mi madre,

que las iba limpiando con un plumero tan

suave y pequeño que parecía un extraño

pajarillo, y las colocaba en las mesetas y

estribaderos del “monte”, o en la expla-

nada que rodeaba el portal. Los niños

mirábamos, respetuosos aquellas #nas

Cecilio Pla. La víspera de Reyes. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 8 de enero de 1906. Fotografía: Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

57 Eduardo Gimeno y Canencia. La noche de Reyes, creencias infantiles. 1886. Óleo sobre lienzo, 90 x 120 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado.

58 CUENCA. “Los regalos…”, p. 3.

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imágenes de barro policromado, que

despertaban de su letargo de once me-

ses, o acaso resucitaban para ser colo-

cadas en los mismos lugares que el año

pasado, donde habrían de estar también

al año siguiente, si Dios quería”59.

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59 SOUVIRON, pp. 46 y 47.

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