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Filosofía del lenguaje

Date post: 25-Jan-2023
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FREGE - Sentido referencial en nombres propios y en enunciados. La teoría descriptiva de la referencia, impulsada por Frege, recoge el hecho de que se debe distinguir dos componentes en el significado de las expresiones lingüísticas: el sentido y la referencia, o con otro tipo de expresiones, connotación y denotación, intensión y extensión. La importancia, a este respecto, de los nombres propios es obvia, pues sin este recurso lingüístico no podríamos hablar de las cosas particulares. Por ello, la relación entre un nombre y su portador es el prototipo de la relación de referencia. Frege reflexiona sobre los nombres propios a partir de sus enunciados de identidad, como son los siguientes: 1) “El Gaudisanque es el Gaudisanque”. 2) “El Gaudisanque es el Everest”. El primer enunciado es verdadero porque se establece la identidad de una cosa consigo mima; es verdadero a priori. Sin embargo, para poder decir si el segundo enunciado es verdadero o falso hace falta tener conocimientos extralingüísticos, deberíamos saber que el Gaudisanque también es el Everest; es verdadero a posteriori. Ahora bien, si las teorías prefegenianas tuvieran razón, los términos ‘Gaudisanque’ y ‘Everest’ tendrían como única función representar a la montaña en el lenguaje y, por tanto, los dos enunciados serían equivalentes. Pero lo que
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FREGE

- Sentido referencial en nombres propios y enenunciados.

La teoría descriptiva de la referencia, impulsada por

Frege, recoge el hecho de que se debe distinguir dos

componentes en el significado de las expresiones

lingüísticas: el sentido y la referencia, o con otro tipo

de expresiones, connotación y denotación, intensión y

extensión.

La importancia, a este respecto, de los nombres propios es

obvia, pues sin este recurso lingüístico no podríamos

hablar de las cosas particulares. Por ello, la relación

entre un nombre y su portador es el prototipo de la

relación de referencia. Frege reflexiona sobre los nombres

propios a partir de sus enunciados de identidad, como son

los siguientes:

1) “El Gaudisanque es el Gaudisanque”.

2) “El Gaudisanque es el Everest”.

El primer enunciado es verdadero porque se establece la

identidad de una cosa consigo mima; es verdadero a priori.

Sin embargo, para poder decir si el segundo enunciado es

verdadero o falso hace falta tener conocimientos

extralingüísticos, deberíamos saber que el Gaudisanque

también es el Everest; es verdadero a posteriori. Ahora

bien, si las teorías prefegenianas tuvieran razón, los

términos ‘Gaudisanque’ y ‘Everest’ tendrían como única

función representar a la montaña en el lenguaje y, por

tanto, los dos enunciados serían equivalentes. Pero lo que

Frege viene a decir en lo que conocemos como el

“rompecabezas de Frege”, es que un signo, además de llevar

asociado un referente, también tiene un sentido concreto.

Por ello, la diferencia entre estos dos términos, se deriva

de que, a pesar de tener la misma referencia (la montaña)

tienen distinto sentido.

Este sentido toma la forma de lo que desde Russell se

conoce como descripción definida. Pero Frege llamaba a

estas descripciones definidas ‘nombres propios’ y a éstos,

‘verdaderos nombres propios’.

Además, Frege precisa la relación entre una expresión

lingüística, su sentido y su referencia de diversas

maneras: en primer lugar, nos dice que el sentido de un

nombre propio puede variar de una persona a otra, lo que

puede permitirse siempre que la referencia siga siendo la

misma. En segundo lugar, que un nombre propio para poder

funcionar necesita que intervenga siempre al menos un

sentido, pues la relación del signo con su referente nunca

puede ser directa. Y por último, que a todo signo le puede

corresponder más de un referente, aunque también puede

ocurrir que un signo no tenga ningún referente (Don

Quijote).

Por tanto, el sentido es una forma de representar la

referencia. Ahora bien, como cada uno de nosotros puede

tener un sentido distinto de un signo, podemos decir que el

sentido ilumina parcialmente la referencia. En definitiva,

el sentido actúa como una vía para llegar a la referencia.

En el caso de los enunciados asertivos completos, Frege

afirma que contienen un pensamiento, es decir, un contenido

objetivo “apto para ser propiedad común de muchos”.

Se plantea si ese pensamiento es el sentido o la referencia

del enunciado. Parte de que el enunciado tiene una

referencia, y que ésta es el resultado de la suma de sus

componentes. Por ello, si sustituimos uno de los

componentes por otro que tenga la misma referencia, la

referencia total del enunciado no cambia y por tanto, el

valor de verdad tampoco. Con esto, Frege quiere llegar a

decirnos que la referencia del enunciado es su valor de

verdad (verdadero o falso), es decir, los enunciados

verdaderos remiten a lo que hay en el mundo, y los falsos a

lo que no hay.

Sin embargo, con el sentido no ocurre lo mismo. Si

cambiamos uno de los componentes, el sentido total también

cambiará.

Además, al igual que ocurría con los nombres propios, puede

darse que algunos enunciados con sentido carezcan de

referencia (“Ulises fue dejado en Ítaca profundamente

dormido). Este tipo de enunciados, es decir, con un nombre

propio vacuo en función de sujeto, no tiene referente.

Habíamos visto que el referente de un enunciado es su valor

de verdad, pero en estos casos, no hay referencia, pues si

no señalas nada con el sujeto, no estás hablando de nada

sobre el mundo, y por tanto, es ajeno a la verdad o

falsedad.

- ¿Cómo se articulan los principios de composicionalidad

y contexto en Frege?

Uno de los principios básicos fregeanos es el que el

significado de las palabras hay que buscarlo en el

contexto, no en las palabras aisladas. Para Frege, como

después lo será también para Wittgenstein, los enunciados

los entendemos porque conocemos el significado de sus

componentes, de las palabras que construyen la oración.

Este hecho explica la productividad del lenguaje: a partir

de un número de palabras, podemos crear un número infinito

de enunciados. Frege da cuenta de esta característica del

lenguaje incorporando lo que se conoce como “principio de

composicionalidad”: el sentido y la referencia de una

expresión compleja dependen del sentido y la referencia de

sus componentes.

Con esto, Frege no quiere decir que una palabra no

signifique nada por sí misma, pues también hay que

comprender cómo cada palabra contribuye al significado de

las oraciones de las que entre a formar parte. Si por

ejemplo, de la oración “El Micalet está siendo restaurado”,

un hablante competente del castellano nos pregunta qué es

el Micalet y le decimos que es la torre de la catedral de

Valencia, ya entenderá el enunciado, pues lo que le faltaba

era el sentido del nombre propio. Pero si eso mismo nos lo

pregunta un marciano, además de comprender el sentido del

nombre propio, también deberá saber cómo contribuye el

nombre propio al significado de la oración.

Podemos derivar por tanto, que por lo que se refiere al

reconocimiento del significado de una oración por parte de

un hablante castellano, el sentido de las palabras tiene

prioridad sobre el sentido de la oración. En el caso del

marciano, debido al desconocimiento de la regla general de,

en este caso, un nombre propio, la prioridad es de las

oraciones, puesto que después de comprender como funciona

esa categoría podrá entender el significado de las

palabras.

RUSSELL

- Teoría de las descripciones definidas.

La teoría de las descripciones definidas de Russell

surge por su insatisfacción ante la solución que Frege dio

a los casos de los enunciados que tienen en posición de

sujeto nombres vacuos. Para Frege, en estos casos el

enunciado carecía de valor de verdad, pues su análisis

semántico en términos de sentido y referencia le exigía un

referente, y por ello, si no lo tienen, tampoco poseen

valor de verdad.

Russell lo va a resolver de otra manera. Si los nombres

propios sólo pueden funcionar si media un sentido, es

decir, una descripción definida, entonces los nombres

propios son meras abreviaturas de las descripciones

definidas.

Por ello, en el caso de las oraciones en las que figura una

descripción definida en función de sujeto, Russell afirma

que podemos entender este tipo de oraciones sin saber a qué

individuo se está refiriendo la descripción definida, como

ocurre en el siguiente ejemplo: “La primera alumna que se

matriculó este curso es campeona de ajedrez”. Aunque no

conocemos la identidad de esa persona, sí podemos

comprender el contenido de la oración. De este modo,

demuestra Russell que las descripciones definidas (“La

primera alumna que se matriculó este curso”) no funcionan

como términos referenciales, es decir, no designan a un

individuo u objeto concreto de la realidad

extralingüística, y por tanto, no incorporan a dicho

individuo u objeto al discurso.

La teoría de Russel parte también del principio de que, en

oraciones como “La actual reina de Inglaterra es rica”, el

sujeto gramatical no coincide con el sujeto lógico, pues no

nos encontramos ante una estructura de sujeto y predicado,

como lo muestra el hecho de que cualquier persona pueda

entender la oración aunque desconozca quién es la reina de

Inglaterra. Esto demuestra que la descripción definida no

tiene como función la de designar a un determinado

individuo, sino que es un signo incompleto que carece de

significado autónomo. Su contribución al significado de la

oración se explica a través de tres enunciados: 1) Existe

una persona que es la actual reina de Inglaterra, 2) sólo

una persona es reina de Francia y 3) esta persona es rica.

Según Russell, la oración será verdadera si todos esos

enunciados son verdaderos. Sin embargo, la oración “El

actual rey de Francia es calvo”, será falsa, pues si

hacemos el mismo análisis que anteriormente, veremos que el

primer enunciado, “existe una persona que es el actual rey

de Francia”, es falso. Nos encontramos en este caso, ante

una oración que tiene en posición de sujeto una descripción

definida vacua con valor de verdad falso. Recordemos que,

para Frege, oraciones como éstas carecían de valor de

verdad. Sin embargo, la consideración de Russell que decía

que las descripciones definidas no son términos

referenciales le permite atribuir valores de verdad a este

tipo de enunciados. Por ello mismo, la propuesta de Russell

es compatible con el principio del tercio excluso, que

establece que un enunciado, o bien es verdadero o lo es su

negación, pero no lo sería con la teoría de Frege, pues si

este tipo de oraciones carecen de valor de verdad, también

carece de valor de verdad su negación.

No obstante, las tesis de Russell sobre el carácter no

referencial de las descripciones definidas platean dudas en

los casos en los que sí existe un individuo que se ajuste a

la descripción definida que figura como sujeto gramatical,

como en este ejemplo: “El actual presidente de Estados

Unidos es aficionado al jazz”. Parece que aquí sí sería

posible hablar de una relación de referencia entre la

descripción definida y el individuo llamado Bill Clinton.

Sin embargo, Russell no dice que esto sea así, sino que lo

que ocurre es un caso de denotación: el individuo Bill

Clinton es la denotación de “El actual presidente de

Estados Unidos”, no su referente. Es decir, para Russell,

el significado de la descripción definida contribuye a

determinar el valor de verdad de la proposición, y como

resultado de esta verdad de la proposición, puede decirse

que denota a Bill Clinton. En el caso de Frege, la

proposición sería verdadera si puedo predicar con verdad de

Bill Clinton que es aficionado al jazz.

- Nombres lógicamente propios en Russel. ¿Por qué los

nombres propios en sentido usual (gramatical) no son

lógicamente propios?

Para Russell, las descripciones definidas no son términos

referenciales, pues no designan a un individuo u objeto

concreto de la realidad extralingüística, y por tanto, no

incorporan a dicho individuo u objeto al discurso.

Sin embargo, sí existe para Russell una forma de nombrar, y

es con el uso de los nombres lógicamente propios, es decir,

con el uso del pronombre demostrativo neutro usado por

hablante para referirse a un dato sensorial en presencia de

aquello que lo provoca.

Russell sigue pensando que los nombres propios designan

particulares. Lo que cambia en su concepción de los nombres

propios son los particulares que éstos designan y, por

tanto, también cambia el tipo de expresiones que pueden

clasificarse como nombres propios. Un particular para

Russell no es una persona, un perro o una ciudad, sino los

datos sensoriales que recibimos cuando contemplamos un

objeto. Por ejemplo en “esto es blanco”, “esto” tiene como

referente el dato sensorial percibido por hablante mientras

contempla el trozo de tiza, y este dato sensorial es un

particular. Si el pronombre demostrativo tuviera como

referente el trozo de tiza que el hablante está mirando en

ese momento, la oración “Esto es blanco” sería equivalente

a “Este trozo de tiza es blanco”; en este caso, “esto” no

sería un nombre propio, puesto que el trozo de tiza no es

un particular. Los particulares son, por tanto, privados y

evanescentes, difieren de un individuo a otro y sólo

persisten lo que dura la experiencia del sujeto.

Russell funda su epistemología sobre la distinción entre el

conocimiento directo y el conocimiento por referencia (o

descripción): según Russell tenemos conocimiento directo de

algo cuando sabemos directamente de ello, sin ningún

intermediario. Por ejemplo, puedo conocer directamente los

datos de los sentidos que constituyen la apariencia de mi

mesa. Pero el conocimiento de mi mesa como objeto físico no

es directo, si no que la conozco a través de los del

conocimiento de los datos de los sentidos, pero no

directamente.

Por tanto, sólo podemos nombrar un particular, algo de lo

que tenemos conocimiento directo.

Entonces, deberíamos preguntarnos qué es lo que sucede con

los nombres propios en sentido usual. Para Russell, éstos

describen, pero en ningún momento podrán nombrar. Nombrar

es señalar mediante un signo lingüístico, siendo así la

relación entre el nombre y su portador directa. Esta

asociación directa entre el lenguaje y una entidad

extralingüística sólo es posible cuando el nombre designa

el dato sensorial que el hablante está experimentando, es

decir, una entidad particular percibida directamente. Por

ello, una entidad compleja (nombre propio en sentido usual)

resulta imposible nombrarla, puesto que sólo somos capaces

de identificarla gracias a las descripciones que conocemos

de ella. Es decir, con un nombre propio en sentido usual no

identificamos al referente porque un signo lingüístico nos

lo señala, sino porque se ajusta a las descripciones que

sabemos acerca de él.

De modo que, mientras que para Frege conseguimos nombrar

entidades particulares gracias a la mediación del contenido

descriptivo (sentido) asociado al nombre, para Russell esa

mediación imposibilita tanto el que se pueda seguir

hablando de particulares, como el que se pueda seguir

considerando la relación entre el signo y la entidad como

una relación de nombrar.

STRAWSON

- Primer argumento sobre supuestos existenciales.

Strawson formuló una crítica a la teoría de las

descripciones definidas de Russell que supone una vuelta al

planteamiento fregeano del problema. Como Frege, Strawson

reivindica el carácter referencial de las descripciones

definidas, poniéndose así en contra de Russell. Éste

defendía que las oraciones con una descripción definida en

posición de sujeto gramatical sí tenían valor de verdad,

pero que éstas descripciones definidas no tenían un

carácter referencial. Para él, solo los nombres lógicamente

propios podían nombrar a un particular.

Strawson va a rebatir las teorías de Russell teniendo en

cuenta no sólo el plano semántico, sino también el

pragmático. Al contrario que Russell, Strawson piensa que

una oración es verdadera o falsa dependiendo de su contexto

de uso, no de su consideración abstracta. Así por ejemplo,

la oración “El actual presidente del gobierno lleva bigote”

será falsa si se emite en la actualidad, pues Rajoy no

tiene bigote, pero sería verdadera si se hubiera emitido en

2007 para referirnos a Aznar.

En opinión de Strawson, el error de Russell radica en

atribuir a las oraciones y descripciones definidas

características que pertenecen al uso de las mismas.

Mientras que Russell argumenta a favor de la asignación de

valores de verdad a las oraciones que tienen una

descripción definida como sujeto, Strawson defiende que

esto es algo que sólo se puede plantear respecto de un uso

particular de una oración.

En cuanto a las descripciones definidas hace un análisis

paralelo: tampoco se pueden considerar al margen del

contexto de uso, pues dependiendo del uso que hagamos de la

oración, la descripción definida tendrá un referente u

otro, o no tendrá.

En cuanto a los supuesto existenciales establecidos por

Russell para decir si una oración es verdadera o falsa,

Strawson se opone igualmente, pues dice que dar las

condiciones que han de cumplirse para que la aserción sea

verdadera o falsa es confundir los dos planos que han de

mantenerse separado.

Bajo el punto de vista de Strawson, si alguien nos dijera

“El rey de Francia es sabio”, la respuesta más obvia por

nuestra parte sería decir “¡Pero si no hay rey de Francia!

y no “Eso es falso”. De este modo quiere demostrar

Strawson, que en oraciones como estas no se plantea la

cuestión de si esa oración es verdadera o falsa, no se

contradice el enunciado de que el rey de Francia es sabio.

Se deriva de este planteamiento que si la relación entre

“El rey de Francia es sabio” y “Hay rey de Francia” fuera

de implicación lógica, la afirmación “No hay rey de

Francia” se interpretaría como una negación de “El rey de

Francia es sabio”.

DONNELAN

- Uso atributivo y referencial de las descripciones

definidas en Donnelan y su relación con referencia

semántica y referencia del hablante en Kripke.

Donnelan va a defender la distinción entre dos usos de de

las descripciones definidas: referencial y atributivo.

Quiere mostrar así que una misma descripción definida, en

una misma oración, puede funcionar atributiva o

referencialmente dependiendo del contexto de uso. Veamos

esta distinción con un ejemplo: “El asesino de Samuel

Gandhi está loco”. Si desconocemos la identidad del asesino

y alguien emite esta oración, ésta equivaldría a “El

asesino de Samuel Gandhi, quienquiera que esté sea, está

loco” y, en este caso la descripción definida está usada

atributivamente, ya que el hablante dice algo acerca del

individuo que se ajusta a la descripción definida. Pero

ésta funcionará referencialmente si tenemos este otro

contexto: supongamos que el sospechoso del asesinato es

Primitivo Killer y está sentado en el tribunal para que le

juzguen, y entonces alguien que le observa dice a otro que

está a su lado “El asesino de Samuel Gandhi está loco”.

Aquí, la descripción definida es un recurso para

identificar concretamente a Primitivo Killer, y por ello,

cualquier otra descripción definida (“Primitivo Killer” o

“El señor del jersey de rojo”) sirve para señalarle, lo que

no podría ocurrir en el uso atributivo, pues es necesario

que el individuo de quien se hable sea el asesino de Samuel

Gandhi.

Ahora imaginemos otra situación: Samuel Gandhi no fue

asesinado, sino que se suicidó. Si esto fuera así, en el

primer caso que hemos visto, puesto que la locura se

predicaba del asesino, no se puede decir que se haya

llevado a cabo una predicación ni que se haya dicho algo

verdadero.

En el segundo caso, aunque no exista un asesino sí se habrá

llevado a cabo una predicación (verdadera o falsa), pues en

ese contexto nos referíamos a Primitivo Killer, fuera el

asesino de Samuel Gandhi o no.

Por tanto, para Donnelan, las descripciones definidas

vacuas sí pueden predicar con verdad o falsedad acerca de

algo aunque ningún particular se ajuste a la descripción.

Sin embargo, no toma una posición firme sobre si estas

oraciones serían verdaderas o falsas.

Sin embargo, Kripke no piensa como Donnelan y va a hacer

unas aclaraciones en cuanto a su teoría.

Para Kripke, Donnelan está equivocado en cuanto a la

consideración de que se pueden analizar los usos

(atributivo y referencial) de una oración. Según Kripke,

los usos de una oración no son susceptibles de análisis; el

sentido de una oración, considerado como el contenido de la

misma es lo único que se puede analizar, y esto es lo que

hizo Russell. Bajo su punto de vista, si la oración no es

sintácticamente (o semánticamente) ambigua, sólo tiene un

análisis; decir que tiene dos análisis distintos es

atribuirle una ambigüedad sintáctica o semántica.

Kripke utilizará el término “designador” como un término

que abarca a nombres propios y a descripciones definidas.

El referente semántico de un designador será aquel que

determinan las convenciones lingüísticas. Y junto a este

referente semántico está el referente del hablante, que es

el objeto acerca del cual el hablante quería hablar y

respecto del cual cree que cumple las condiciones para ser

el referente semántico del designador.

Ahora bien, Kripke no dice que Donnelan estaba

absolutamente equivocado, sino que este uso referencial no

es algo que sólo puedan hacer las descripciones definidas,

sino que también se manifiesta en el uso de los nombres

propios. Por ejemplo, dos amigas ven a una mujer, Irene

Fuster, que la confunden con su amiga Violeta Iron. Una

amiga le pregunta a la otra ¿qué hace Violeta? Y la otra le

contesta: cambiar la rueda del coche. Violeta Iron es el

referente semántico e Irene Fuster el referente del

hablante.

Los hablantes de una lengua siempre tienen la intención

general de usar los designadores de acuerdo con su

referencia semántica. En una situación concreta, un

hablante tiene la intención específica de referirse a un

objeto determinado, esto determinará el referente del

hablante. Ambas intenciones pueden coincidir o no, y el

hablante puede cometer errores o no en la identificación

del referente.

SEARLE

- Teoría de las descripciones.

El análisis que propone Frege de los nombres propios es

fiel al espíritu fregeano, según el cual sólo podemos

nombrar objetos particulares en virtud de las descripciones

asociadas a los mismos.

El punto de partida para Searle es que para él los nombres

propios no abrevian descripciones definidas de un

particular, sino que funcionan como “perchas” en las que

colgar descripciones. Por tanto, si mañana nos enteramos de

que Aristóteles no fue fundó el Liceo, ni fue el maestro de

Platón y otras cosas más, entonces la pregunta sería

¿existió Aristóteles? Searle diría aquí que aunque algunas

de las descripciones definidas que pertenecen a Aristóteles

sean falsas, podemos seguir refiriéndonos a él bajo la

forma de Aristóteles, pues todas sus descripciones no serán

falsas. Searle dice que necesariamente tiene que subexistir

un subconjunto suficiente significativo de descripciones

definidas verdaderas del portador, pero no sabe exactamente

cómo de grande tiene que ser ese subconjunto.

Si fuera como Frege dice, al enterarnos que una de las

descripciones de Aristóteles es falsa, el portador

cambiaría, pues según él, los nombres propios son

abreviaciones de las descripciones definidas. En el caso de

Searle no ocurre esto, sino que al considerar que las

descripciones definidas se pueden “colgar y descolgar” el

portador seguirá siendo el mismo. A este respecto es

importante tener en cuenta que es evidente que los nombres

propios son continuos, es decir, permanecen a través del

espacio y el tiempo para nombrar siempre al mismo

particular y, por ello, con la concepción de Frege de las

descripciones esto no se daría así.

Al contrario que Frege, Searle concibe que las

descripciones definidas están unidas disyuntivamente, de

modo que aunque uno de los miembros de la disyunción sea

falso, el enunciado total es verdadero, por eso no pasa

nada aunque nos enteremos de que Aristóteles no era

exactamente quien creíamos.

Searle se va a plantear también la cuestión de si los

nombres propios tienen significado. Para ello, se va a

poner frente a la teoría milliana, según la cual los

nombres propios sólo tienen referencia. Según esta teoría,

un enunciado como “Asterix no existe”, al carecer de

referente, carece también de significado. Sin embargo,

todos podemos entender el enunciado. Según esta

interpretación, todos los enunciados existenciales

negativos carecen de significado, y todos los enunciados

existenciales afirmativos significativos son verdaderos, lo

que es una conclusión incorrecta.

En las teorías descriptivas, como los nombres propios

tienen necesariamente un sentido, la interpretación de los

enunciados existenciales no presenta problemas.

KRIPKE

- Teoría de la referencia directa de los nombres

propios.

En las teorías de la referencia directa se defiende la

posibilidad de la referencia como una relación entre el

signo y el objeto que no viene mediada por ningún tipo de

contenido descriptivo. Es decir, la expresión lingüística

consigue denotar el objeto de la realidad extralingüística

directamente.

Mientras Frege se centraba en dar cuenta de cómo el

lenguaje puede expresar el pensamiento, Kripke hace

depender el significado de las expresiones lingüísticas de

nuestras prácticas sociales y de nuestra relación con el

mundo.

Mientras que las en las teorías descriptivas de la

referencia, lo que el hablante conoce acerca del referente

constituye el sentido que sirve además para fijarlo, Kripke

pretende mostrar que no es necesario que el hablante

conozca las características del referente para poder

señalarlo, y que tampoco es necesaria la relación entre el

nombre y la mayoría de las propiedades que se atribuyen al

portador. Veámoslo con un ejemplo: si pensamos en un nombre

propio como “Thomas Jefferson”, seguramente la única

descripción que podemos tener los españoles es “Un

presidente de los Estados Unidos”. Y supongamos que decido

saber más cosas de él, por ello voy a una librería y pido

un libro sobre Jefferson. Vemos que, hemos conseguido

nombrar a un particular sin usar una descripción definida.

Además, vemos que el hecho de que un nombre propio señale a

un particular no depende del conocimiento de los hablantes

sobre ese nombre propio. En el caso de que tuviéramos una

descripción definida errónea, el proceso de señalar también

se cumpliría con éxito. Al nombre propio “Cristóbal Colón”

la mayoría de personas le atribuye esta descripción “Primer

europeo que pisó suelo americano”. Sin embargo, esto no es

verdad de ese nombre propio, pero aún así seguimos

refiriéndonos a Cristóbal Colón. Las teorías de las

descripciones definidas dirían que el referente de ese

enunciado es el americano que realmente sí pisó suelo

americano, pero cuando algo emite este enunciado en

realidad está señalando al referente “Cristóbal Colón”.

Lo que ha hecho Kripke es separar la referencia y el

sentido. Aunque no conozcamos el sentido conseguimos hacer

referencia. Con una descripción definida podemos encontrar

su referente, y si luego descubrimos que esa descripción

definida no era verdadera de Cristóbal Colón, no caigo en

contradicción, puedo seguir hablando de Cristóbal Colón

aunque todas sus descripciones definidas sean falsas. Lo

mismo ocurre aunque el referente de la descripción definida

sea un personaje de leyenda.

En opinión de Kripke, la relación entre un nombre y las

descripciones a él asociadas no puede considerarse como una

relación de sinonímia. Una descripción puede usarse para

fijar el referente de un nombre, pero, una vez fijado, el

nombre funciona como designador rígido, pudiendo incluso

darse que la descripción definida usada sea falsa.

Como designador rígido, Kripke entiende un término que

designa al mismo particular en todos los mundos posibles.

Pero, ¿qué es un mundo posible? La descripción de una

situación que podría haberse dado en el mundo, pero que sin

embargo, no se ha dado. Por ejemplo el enunciado

“Aristóteles no escribió la Ética a Nicómaco” es un mundo

posible, en el que el nombre sigue designando al mismo

particular, es decir, Aristóteles.

Sin embargo, una descripción definida es un designador no

rígido, pues no señala al mismo particular en todos los

mundos posibles. Así, el nombre “Mario Vargas Llosa” puede

llevar consigo la descripción “El ganador del premio Noble

en 2010”. No obstante, el ganador podría haber sido otro,

por tanto, una descripción definida no señala al mismo

particular en todos los mundos posibles.

Pero, ¿cómo suceden las cosas en el mundo real? Para

explicarlo, Kripke introduce dos conceptos: bautismo

inicial y cadena causal de comunicación. El primero, hace

referencia al evento que tiene como resultado que un nombre

propio quede asociado a un particular. Toda la gente que

tiene contacto con ese particular empieza a llamarlo por su

nombre. Otros hablarán de él aunque no lo conozcan, y de

este modo, su nombre se va extendiendo. Esto es lo que hace

que alguien hable de Aristóteles aunque no lo conozca, pues

su nombre le ha llegado a través de una cadena de

comunicación.


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