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Migrantes y formación de la clase obrera en EEUU
Gerardo Necoechea
John Bodnar, The Transplanted. A History o( Immigrants in Urban America, Bloomington, Ind.: Indiana University Press, 1985, 294 pp.
L os historiadores norteamericanos dedicados al estudio de la migración continuamente han figurado a la vanguardia de sus colegas. Al inicio de la década de 1940, Oscar Handlin introdujo categorías de otras ciencias sociales y fuentes poco tradicionales en su estudio ejemplar sobre los irlandeses en Boston. Tres décadas más tarde, Herbert Gutman rompió los moldes de la historiografía existente al relacionar la inmigración con el proceso de formación de la clase obrera. John Bodnar presenta ahora una síntesis sólidamente cimentada en la amplia producción monográfica de la nueva historia social en las últimas dos décadas. Su erudito libro es un primer punto terminal en la reinterpretación de la historia de la inmigración que, a su vez, coloca la historia estadounidense de 1830 a 1930 bajo una nueva luz.
El índice del libro descubre el panorama temático que ha ocupado a decenas de historiadores: las causas de la emigración, los lazos de parentesco y los patrones migratorios, los inmigrantes en el trabajo y el conflicto industrial, la hetereogeneidad social de la comunidad de inmigrantes, la iglesia y la religiosidad, y la cultura y política de los inmigrantes. La
bibliografía, una selección de los trabajos secundarios consultados por el autor, enumera alrededor de 300 títulos.
The Transplanted expone primero los hallazgos más novedosos. El autor urde los elementos de familia y trabajo con la expansión del capitalismo. Su intención es demostrar, primero, que la experiencia de confrontar al capitalismo precedió al contacto con las urbes norteamericanas y, segundo, que la preocupación de los inmigrantes por mantener sus lazos familiares y comunales definió su actuación en la nueva situación de asalariados industriales.
En su extensa discusión sobre los países de origen, Bodnar muestra los efectos de la expansión capitalista. El estudio del lugar de origen de los inmigrantes desapareció virtualmente de la literatura, después del excelente trabajo de Handlin sobre Irlanda. Le sustituyó una escueta elaboración de los factores de atracción en Estados Unidos como causas principales de la emigración. Bodnar argumenta que los factores de expulsión explican mejor las causas y la estructura de la emigración. La expansión de la agricultura comercial y la concentración de tierras, el desplazamiento de los artesanos por la incipiente industria capitalista y el crecimiento demográfico se conjugaron para provocar el despoblamiento. El proceso varió en el tiempo y en el espacio, afectando diversamente a diferentes países y a diferentes regiones dentro de cada país.
Bodnar le devuelve su complejidad a las causas sociales de la emigración. Los primeros en empacar no fueron los más pobres sino los artesanos y propietarios de una heredad familiar. El flujo migratorio creció en la medida en que la agricultura comercial y el crecimiento demográfico desequilibraron las relaciones sociales en el campo y la relación de los hombres con la tierra. Entonces salieron los desposeídos y jornaleros de todo tipo. La transformación capitalista, y no la pobreza, estructuró la corriente migratoria: reducida al inicio, se incrementó hasta convertirse en oleada masiva y decreció gradualmente hasta estabilizarse o finalizar.
El libro también propone un nuevo entendimiento de las motivaciones de los emigrantes. En su mundo importaban mucho las relaciones familiares. Todos los aspectos de la vida giraban en torno a las unidades domésticas, cuya función primordial era la sobrevivencia. Para lograr su cometido, la unidad doméstica debía adaptarse a cambios en su circunstancia. Bodnar argumenta por eso que son inadecuados los modelos explicativos basados en la oposición tradición-modernidad y en el ensanchado horizonte de esperanzas. La emigración, afirma, fue una decisión pragmática basada en la evaluación de las condiciones económicas contemporáneas y las necesidades familiares. Los flujos de idas y regresos subrayan la importancia del pragmatismo en la decisión.
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La unidad doméstica acomodaticia, como la denomina Bodnar, primero desarrolló circuitos de migración interna. Los individuos forjaron así una experiencia migratoria. Con el tiempo establecieron redes diseminadas en el espacio geográfico, anudadas por los lazos de parentesco. La información y ayuda provistas por estas redes conformó la manera en que, posteriormente, arribaron a Estados Unidos. El estímulo para este paso fue el incremento en la demanda de mano de obra descalüicada, consecuencia de los cambios estructurales en la industria norteamericana. El desarrollo desigual de esta demanda, combinado con la tradición de redes migratorias, explica la congregación de un grupo nacional en una industria en particular o, incluso, en un departamento de una fábrica.
Los patrones migratorios descritos permitieron que surgiera una economía familiar en el seno de las urbes industriales norteamericanas. Los inmigrantes habían vivido, en sus pueblos natales, en un contexto de grupos familiares. Recurrieron a las mismas relaciones para cooperar en el nuevo ámbito industrial. Bodnar denomina economía familiar a la forma en que individuos emparentados entre sí organizaron su poder de trabajo y de ingreso para poder sobrevivir y reproducirse. En consecuencia, el parentesco fungió también como mecanismo integrador al trabajo.
Muchos escritos habían visto conservadurismo en la conducta laboral de los inmigrantes. Bodnar, por el contrario, argumenta que ellos trajeron consigo una tradición de trabajo y protesta y que esta última se manifestó de diversas maneras, dependiendo de si poseían oficios y de la estructura social y de trabajo que
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encontraron. El nuevo ámbito industrial los enfrentó a conflictos, tanto salariales como de las condiciones de trabajo y control sobre sus tareas laborales. Las opciones para responder a estas situaciones conflictivas eran tres: hacerlo solos, en combinación con obreros nativos o mediante la adopción de una ideología radical. Las dos últimas ocurrieron sólo ocasionalmente entre1830y1930. El desarrollo capitalista creó un desfase entre los intereses, ámbitos de trabajo y cultura de los trabajadorescalüicados y delos inmigrantes carentes, la mayoría, de oficio. Tanto sindicatos como socialistas dirigieron sus esfuerzos organizativos hacia los primeros y no los segundos. Pero ello no signüicó que la clase obrera inmigrante fuera pasiva o conservadora. Por elcontrario,protestaron, pero acorde a la lógica de su economía familiar y vida comunitaria y no a la de las relaciones industriales. Será hasta la década de los treinta cuando inmigrantes y sindicalistas coincidan en el objetivo de asegurar la permanencia en el empleo.
En los capítulos siguientes expone problemáticas que han sido el pan de cada día de la historiografía: las asociaciones mutualistas, la religión, las fricciones intragrupales y la movilidad social. Bodnar reconceptualiza la discusión para demostrar que la conciencia étnica permitió el crecimiento de una clase media que finalmente propició la armonía y cohesión de la comunidad de inmigrantes. Demuestra también que la adquisición de casa propia permitió la estabilidad comunitaria. Conciencia étnica y propiedad estaban vinculados a la reproducción de la economía familiar.
Las comunidades de inmigrantes no eran socialmente homogé-
neas. Los individuos se separaban y agrupaban obedeciendo a criterios y jerarquías traídas de su viejo mundo. Las asociaciones de ayuda mutua que florecieron entre todos los grupos inmigrantes mostraban con nitidez estas divergencias y convergencias. Las primeras asociaciones congregaron a individuos de la misma localidad. Las asociaciones, además de ayuda material, desarrollaron actividades culturales y sociales que nutrían la conciencia étnica. Los líderes de estas organizaciones pertenecían a estratos sociales medios, principalmente artesanos e intelectuales, interesados en alcanzar posiciones de prestigio. La conciencia étnica, que trascendía divisiones y localismos, y la competencia por membrecía y prestigio, condujo a la ¡lparición de organizaciones nacionales dirigidas por individuos ambiciosos. No sorprende, entonces, que muchos de estos individuos fueran empresarios. Los empresarios inmigrantes portaron consigo experiencia comercial, recursos materiales y una mentalidad abierta a explotar las oportunidades ofrecidas por la estructura económica local. La mayoría empezaron en pequeños establecimientos ligados al mercado de necesidades de los inmigrantes; algunos exitosamente se graduaron en el nivel de grandes empresarios. Líderes y empresarios pertenecieron, en su lugar de origen, a sectores medios; en el nuevo mundo, afianzaron y desarrollaron su posición de clase media inmigrante.
Una distancia social, y a veces física, apareció entre la clase media y la clase obrera inmigrante. Sin embargo, ambos grupos compartían el interés por el bienestar familiar y comunitario. La clase media podía predicar, en un lenguaje comprensible al resto de la
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comunidad, sobre trabajo duro y eficiente, armonía social y orgullo étnico. La conciencia étnica se convirtió en el nexo que permitía a la pequeña élite y a la mayoría obrera perseguir sus intereses en el medio de la comunidad inmigrante.
Bodnar coloca a la religión y a la iglesia dentro de este contexto comunitario. La interpretación convencional adscribía un carácter monolítico a la iglesia y un fervor conservador e instintivo a los feligreses. Bodnar muestra que la religiosidad entre los inmigrantes respondía a necesidades y funciones sociales y no a su carácter de refugio de la tradición contra fuerzas modernizantes. La iglesia, por su parte, no estaba exenta, sino marcada por las fricciones y rivalidades de la comunidad secular. El faccionalismo minó la autoridad eclesiástica al tiempo que otras instituciones competían exitosamente por moldear la futura conducta de los inmigrantes.
Tras analizar la estructura social y las instituciones de la comunidad, el autor pasa a uno de los problemas favoritos de los historiadores norteamericanos: la movilidad. El proceso modelo de la historia inmigrante, claramente planteado por Handlin en The Uprooted, llevaba al inmigrante de un mundo campesino tradicional y estático al mundo moderno y afluente de la clase media. Bodnar sintetiza gran cantidad de estudios cuya conclusión es opuesta: los inmigrantes y sus hijos permanecieron en la condición de asalariados en fábricas u otras actividades. Quienes ascendieron, le debieron más a la experiencia y el oficio que trajeron consigo al emigrar que a las oportunidades de la sociedad norteamericana.
Bodnar coincide con los estudiosos de la movilidad geográfica,
en que los inmigrantes constantemente se mudaban dentro de una misma ciudad o circulaban de un lugar a otro del país. Sin embargo, no encuentra una relación causal entre este movimiento y la movilidad social. Esta transitoriedad de los individuos no inhibió el surgimiento de comunidades estables. La estabilidad y la residencia a largo plazo se lograron gracias a la facilidad para convertirse en propietarios de una casa. Bodnar explica la propensión de los inmigrantes a adquirir bienes inmuebles como una posible adaptación del deseo campesino por poseer tierras y por la importancia que el hogar tiene como centro de la vida familiar. En fin, no hay evidencia de que las supuestas promesas del "American way of life" se hayan cumplido ni de que los inmigrantes contemplaran como metas propias la afluencia económica y el ascenso social.
Por último, Bodnar se pregunta cómo los inmigrantes forjaron una cultura que confiriera significado a la experiencia de su vida. El autor responde fijándose, primero, en las éanciones, las danzas, las leyendas y las celebraciones rituales. Encuentra que los inmigrantes no sólo conservaron la riqueza de sus expresiones culturales sino que las mismas actividades de solaz eran un acto creativo de resistencia. También resistieron la cruzada de reformadores e industrialistas por americanizarlos y apropiarse de la socialización de los niños por medio de la educación. Ya fuera negándose a extender los años de escolaridad de los hijos o prefiriendo escuelas religiosas y étnicas a las públicas, los inmigrantes trataron de retener control sobre su futuro. Bodnar aborda, en tercer lugar, la política. Ciertas cuestiones etnoculturales movilizaron a los inmigrantes en-
tre 1830 y 1930 pero , sobre todo, sus lealtades políticas se formaron en la cotidianeidad del nivel local. La separación entre la política del lugar de trabajo y la política fuera de él contribuyó a que, en la medida que los inmigrantes participaban en la política formal, lo hicieran dentro del engranaje de la maquinaria política partidista. El vínculo era el "boss", un patrón o cacique político que otorgaba favores a cambio de votos (ya fuera para demócratas o republicanos). Bodnar considera esta relación patrón-cliente una extensión de la economía familiar, por lo que concluye que los inmigrantes llevaron su preocupación por la familia y la comunidad a la política. Estos elementos muestran una cultura forjada mediante la amalgama de nuevas y viejas realidades.
La importancia de los lazos familiares y comunitarios queda demostrada a través del libro. La elaboración que Bodnar hace sobre estos conceptos, sin embargo, no está exenta de problemas. En primer lugar, su análisis conceptualiza a la familia ahistóricamente. La familia pasa de un ámbito a otro como institución funcional dentro de circunstancias dadaS. Bodnar no analiza sus cambios en la estructura y funcionamiento, primordialmente el cambio del núcleo doméstico como unidad de producción y reproducción a unidad solamente de reproducción. Este cambio debió repercutir en el reordenamiento de las relaciones sociales ya en el ámbito del capitalismo industrial. En segundo lugar, al indicar la función de la conciencia étnica en la consolidación de la comunidad de inmigrantes, Bodnar oscurece las divisiones sociales dentro de la comunidad. Efectivamente, la conciencia étnica diluyó las fric-
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ciones entre la élite y la mayoría trabajadora. El uso de un lenguaje y símbolos similares crearon consenso pero, en ciertas situaciones conflictivas, debieron aparecersignificados y funciones diferentes adscritas a la etnicidad, acorde a las experiencias vividas. De igual manera, Bodnar minimiza la heterogeneidad del grupo inmigrante al analizar su cultura. La cultura forjada en las tensiones de la vida cotidiana creó nuevas visiones del mundo, difícilmente semejantes para la clase media y la trabajadora. Estas divergencias hicieron complejos el entendimiento y la acción política entre los inmigrantes, razón para no contentarse con reducir la política a la participación formal en los engranajes partidistas. Existían formas de acción política informal y comunitaria. A través de ellas, la clase obrera inmigrante llevaría sus preocupa-
ciones por el trabajo y la familia al escenario político, al margen de los canales partidistas. En este sentido, la interesante y sugerente discusión sobre trabajo y protesta resulta parcial. Bodnar no analiza la relación del desfase en la integración de los inmigrantes a las relaciones industriales con la naturaleza de otros grupos radicales, como la IWW que tuvo gran auge entre los inmigrantes; o con el nacionalismo étnico que movilizó grandes contingentes y los ligó al movimiento obrero y radical norteamericano. El saldo de esta experiencia nos ayudaría a comprender los cambios en la concepción y establecimiento de relaciones sociales entre los inmigrantes y la confluencia hacia el radicalismo y el sindicalismo de la década de 1930. Estos puntos débiles en la discusión sugieren la necesidad de colocar la experien-
De cómo los sentimientos también hacen historia
Verónica Zárate
Susan Mary Alsop, Alegrfa y escándalo de un Congreso. Viena, 1814-1815, Traducción de Juan José Utrilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, (Colección Popular, 334), 316 pp.
L a historia no sólo se escribe a partir de cuestiones económicas, políticas o diplomáticas. Igualmente importante son las innumerables variantes que constituyen las relaciones sociales. Este
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texto de Susan Mary Alsop aborda una de esas variantes no siempre aceptadas por los dogmáticos. Con un estilo que recordaría las historias noveladas o las novelas históricas, por ejemplo las de Jean Plaidy, este libro utiliza como pretexto, acaso como hilo conductor, lo sucedido en París, Londres y Viena en 1814-15. No hay que esperar que se nos describa detalladamente los acuerdos diplomáticos a que llegaron los ministros de Rusia, Austria, Inglaterra y Prusia -la cuádruple alianza-
cia de la inmigración, como pieza clave, en el proceso formativo de las clases sociales, en particular de la clase obrera norteamericana.
The Transplanted responde a los llamados a sintetizar la amplia producción monográfica. El autor hila e interpreta siguiendo la dinámica entre los requerimientos de un capitalismo en expansión y las estrategias de vida de la gente común. El proceso delineado integra la industrialización y la urbanización con los lazos familiares, el trabajo, la religión, la resistencia cultural y la heterogeneidad de los grupos inmigrantes. Las fallas del libro resultan de las deficiencias en la historiografía y de su carácter pionero. Su importancia reside en plantear un nuevo paradigma. Con él tendrán que lidiar quienes ahora aborden el estudio de la inmigración en la historia de Estados Unidos.
o de la intervención que tuvo el representante francés en la fijación de los destinos de los pueblos que alguna vez fueron tocados por la mano imperial de Napoleón, o las cuestiones territoriales de Italia y Alemania o la fijación de reglas diplomáticas. Sólo se mencionan de paso, a manera de recapitulación y para preparar las frases de exaltación a un congreso que intentó meter en orden a un continente asolado por la guerra.
En cambio lo que sí se encuentra en este libro es la descripción