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Migrantes formación de la clase obrera en EEUU · 2013-05-15 · producción monográfica de la...

Date post: 12-Feb-2020
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-------------------------------------------------------------------RE)Enq)----- Migrantes y formación de la clase obrera en EEUU Gerardo Necoechea John Bodnar, The Transplanted. A History o( Immigrants in Urban America, Bloomington, Ind.: In- diana University Press, 1985, 294 pp. L os historiadores norteamerica- nos dedicados al estudio de la migración continuamente han fi- gurado a la vanguardia de sus co- legas. Al inicio de la década de 1940, Oscar Handlin introdujo categorías de otras ciencias socia- les y fuentes poco tradicionales en su estudio ejemplar sobre los irlandeses en Boston. Tres décadas más tarde, Herbert Gutman rom- pió los moldes de la historiografía existente al relacionar la inmigra- ción con el proceso de formación de la clase obrera. John Bodnar presenta ahora una síntesis sólida- mente cimentada en la amplia producción monográfica de la nueva historia social en las últi- mas dos décadas. Su erudito libro es un primer punto terminal en la reinterpretación de la historia de la inmigración que, a su vez, coloca la historia estadounidense de 1830 a 1930 bajo una nueva luz. El índice del libro descubre el panorama temático que ha ocupa- do a decenas de historiadores: las causas de la emigración, los lazos de parentesco y los patrones mi- gratorios, los inmigrantes en el trabajo y el conflicto industrial, la hetereogeneidad social de la comunidad de inmigrantes, la igle- sia y la religiosidad, y la cultura y política de los inmigrantes. La bibliografía, una selección de los trabajos secundarios consultados por el autor, enumera alrededor de 300 títulos. The Transplanted expone pri- mero los hallazgos más novedosos. El autor urde los elementos de familia y trabajo con la expansión del capitalismo. Su intención es demostrar, primero, que la expe- riencia de confrontar al capitalis- mo precedió al contacto con las urbes norteamericanas y, segun- do, que la preocupación de los inmigrantes por mantener sus la- zos familiares y comunales definió su actuación en la nueva situación de asalariados industriales. En su extensa discusión sobre los países de origen, Bodnar mues- tra los efectos de la expansión ca- pitalista. El estudio del lugar de origen de los inmigrantes desapa- reció virtualmente de la literatura, después del excelente trabajo de Handlin sobre Irlanda. Le sustitu- una escueta elaboración de los factores de atracción en Estados Unidos como causas principales de la emigración. Bodnar argu- menta que los factores de expul- sión explican mejor las causas y la estructura de la emigración. La expansión de la agricultura comer- cial y la concentración de tierras, el desplazamiento de los artesa- nos por la incipiente industria capitalista y el crecimiento demo- gráfico se conjugaron para provo- car el despoblamiento. El proceso varió en el tiempo y en el espa- cio, afectando diversamente a diferentes países y a diferentes regiones dentro de cada país. Bodnar le devuelve su comple- jidad a las causas sociales de la emigración. Los primeros en em- pacar no fueron los más pobres sino los artesanos y propietarios de una heredad familiar. El flujo migratorio creció en la medida en que la agricultura comercial y el crecimiento demográfico des- equilibraron las relaciones sociales en el campo y la relación de los hombres con la tierra. Entonces salieron los desposeídos y jorna- leros de todo tipo. La transforma- ción capitalista, y no la pobreza, estructuró la corriente migratoria: reducida al inicio, se incrementó hasta convertirse en oleada masiva y decreció gradualmente hasta estabilizarse o finalizar. El libro también propone un nuevo entendimiento de las moti- vaciones de los emigrantes. En su mundo importaban mucho las re- laciones familiares. Todos los as- pectos de la vida giraban en torno a las unidades domésticas, cuya función primordial era la sobre- vivencia. Para lograr su cometido, la unidad doméstica debía adap- tarse a cambios en su circunstan- cia. Bodnar argumenta por eso que son inadecuados los modelos explicativos basados en la oposi- ción tradición-modernidad y en el ensanchado horizonte de esperan- zas. La emigración, afirma, fue una decisión pragmática basada en la evaluación de las condiciones económicas contemporáneas y las necesidades familiares. Los flujos de idas y regresos subrayan la im- portancia del pragmatismo en la decisión. 187
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Migrantes y formación de la clase obrera en EEUU

Gerardo Necoechea

John Bodnar, The Transplanted. A History o( Immigrants in Urban America, Bloomington, Ind.: In­diana University Press, 1985, 294 pp.

L os historiadores norteamerica­nos dedicados al estudio de la migración continuamente han fi­gurado a la vanguardia de sus co­legas. Al inicio de la década de 1940, Oscar Handlin introdujo categorías de otras ciencias socia­les y fuentes poco tradicionales en su estudio ejemplar sobre los irlandeses en Boston. Tres décadas más tarde, Herbert Gutman rom­pió los moldes de la historiografía existente al relacionar la inmigra­ción con el proceso de formación de la clase obrera. John Bodnar presenta ahora una síntesis sólida­mente cimentada en la amplia producción monográfica de la nueva historia social en las últi­mas dos décadas. Su erudito libro es un primer punto terminal en la reinterpretación de la historia de la inmigración que, a su vez, coloca la historia estadounidense de 1830 a 1930 bajo una nueva luz.

El índice del libro descubre el panorama temático que ha ocupa­do a decenas de historiadores: las causas de la emigración, los lazos de parentesco y los patrones mi­gratorios, los inmigrantes en el trabajo y el conflicto industrial, la hetereogeneidad social de la comunidad de inmigrantes, la igle­sia y la religiosidad, y la cultura y política de los inmigrantes. La

bibliografía, una selección de los trabajos secundarios consultados por el autor, enumera alrededor de 300 títulos.

The Transplanted expone pri­mero los hallazgos más novedosos. El autor urde los elementos de familia y trabajo con la expansión del capitalismo. Su intención es demostrar, primero, que la expe­riencia de confrontar al capitalis­mo precedió al contacto con las urbes norteamericanas y, segun­do, que la preocupación de los inmigrantes por mantener sus la­zos familiares y comunales definió su actuación en la nueva situación de asalariados industriales.

En su extensa discusión sobre los países de origen, Bodnar mues­tra los efectos de la expansión ca­pitalista. El estudio del lugar de origen de los inmigrantes desapa­reció virtualmente de la literatura, después del excelente trabajo de Handlin sobre Irlanda. Le sustitu­yó una escueta elaboración de los factores de atracción en Estados Unidos como causas principales de la emigración. Bodnar argu­menta que los factores de expul­sión explican mejor las causas y la estructura de la emigración. La expansión de la agricultura comer­cial y la concentración de tierras, el desplazamiento de los artesa­nos por la incipiente industria capitalista y el crecimiento demo­gráfico se conjugaron para provo­car el despoblamiento. El proceso varió en el tiempo y en el espa­cio, afectando diversamente a diferentes países y a diferentes regiones dentro de cada país.

Bodnar le devuelve su comple­jidad a las causas sociales de la emigración. Los primeros en em­pacar no fueron los más pobres sino los artesanos y propietarios de una heredad familiar. El flujo migratorio creció en la medida en que la agricultura comercial y el crecimiento demográfico des­equilibraron las relaciones sociales en el campo y la relación de los hombres con la tierra. Entonces salieron los desposeídos y jorna­leros de todo tipo. La transforma­ción capitalista, y no la pobreza, estructuró la corriente migratoria: reducida al inicio, se incrementó hasta convertirse en oleada masiva y decreció gradualmente hasta estabilizarse o finalizar.

El libro también propone un nuevo entendimiento de las moti­vaciones de los emigrantes. En su mundo importaban mucho las re­laciones familiares. Todos los as­pectos de la vida giraban en torno a las unidades domésticas, cuya función primordial era la sobre­vivencia. Para lograr su cometido, la unidad doméstica debía adap­tarse a cambios en su circunstan­cia. Bodnar argumenta por eso que son inadecuados los modelos explicativos basados en la oposi­ción tradición-modernidad y en el ensanchado horizonte de esperan­zas. La emigración, afirma, fue una decisión pragmática basada en la evaluación de las condiciones económicas contemporáneas y las necesidades familiares. Los flujos de idas y regresos subrayan la im­portancia del pragmatismo en la decisión.

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La unidad doméstica acomoda­ticia, como la denomina Bodnar, primero desarrolló circuitos de migración interna. Los individuos forjaron así una experiencia mi­gratoria. Con el tiempo establecie­ron redes diseminadas en el espa­cio geográfico, anudadas por los lazos de parentesco. La informa­ción y ayuda provistas por estas redes conformó la manera en que, posteriormente, arribaron a Esta­dos Unidos. El estímulo para este paso fue el incremento en la de­manda de mano de obra descalüi­cada, consecuencia de los cambios estructurales en la industria nor­teamericana. El desarrollo desigual de esta demanda, combinado con la tradición de redes migratorias, explica la congregación de un gru­po nacional en una industria en particular o, incluso, en un depar­tamento de una fábrica.

Los patrones migratorios des­critos permitieron que surgiera una economía familiar en el seno de las urbes industriales nortea­mericanas. Los inmigrantes habían vivido, en sus pueblos natales, en un contexto de grupos familiares. Recurrieron a las mismas relacio­nes para cooperar en el nuevo ám­bito industrial. Bodnar denomina economía familiar a la forma en que individuos emparentados en­tre sí organizaron su poder de trabajo y de ingreso para poder sobrevivir y reproducirse. En con­secuencia, el parentesco fungió también como mecanismo inte­grador al trabajo.

Muchos escritos habían visto conservadurismo en la conducta laboral de los inmigrantes. Bod­nar, por el contrario, argumenta que ellos trajeron consigo una tradición de trabajo y protesta y que esta última se manifestó de diversas maneras, dependiendo de si poseían oficios y de la es­tructura social y de trabajo que

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encontraron. El nuevo ámbito in­dustrial los enfrentó a conflictos, tanto salariales como de las con­diciones de trabajo y control sobre sus tareas laborales. Las opciones para responder a estas situaciones conflictivas eran tres: hacerlo solos, en combinación con obreros nativos o mediante la adopción de una ideología radical. Las dos últimas ocurrieron sólo ocasionalmente entre1830y1930. El desarrollo capitalista creó un desfase entre los intereses, ámbi­tos de trabajo y cultura de los trabajadorescalüicados y delos in­migrantes carentes, la mayoría, de oficio. Tanto sindicatos como socialistas dirigieron sus esfuerzos organizativos hacia los primeros y no los segundos. Pero ello no signüicó que la clase obrera in­migrante fuera pasiva o conserva­dora. Por elcontrario,protestaron, pero acorde a la lógica de su eco­nomía familiar y vida comunitaria y no a la de las relaciones indus­triales. Será hasta la década de los treinta cuando inmigrantes y sin­dicalistas coincidan en el objetivo de asegurar la permanencia en el empleo.

En los capítulos siguientes ex­pone problemáticas que han sido el pan de cada día de la historiogra­fía: las asociaciones mutualistas, la religión, las fricciones intragrupa­les y la movilidad social. Bodnar reconceptualiza la discusión para demostrar que la conciencia étni­ca permitió el crecimiento de una clase media que finalmente propi­ció la armonía y cohesión de la comunidad de inmigrantes. De­muestra también que la adquisi­ción de casa propia permitió la estabilidad comunitaria. Concien­cia étnica y propiedad estaban vinculados a la reproducción de la economía familiar.

Las comunidades de inmigran­tes no eran socialmente homogé-

neas. Los individuos se separaban y agrupaban obedeciendo a crite­rios y jerarquías traídas de su viejo mundo. Las asociaciones de ayuda mutua que florecieron entre todos los grupos inmigrantes mostraban con nitidez estas divergencias y convergencias. Las primeras aso­ciaciones congregaron a indivi­duos de la misma localidad. Las asociaciones, además de ayuda material, desarrollaron actividades culturales y sociales que nutrían la conciencia étnica. Los líderes de estas organizaciones pertene­cían a estratos sociales medios, principalmente artesanos e inte­lectuales, interesados en alcanzar posiciones de prestigio. La con­ciencia étnica, que trascendía divisiones y localismos, y la com­petencia por membrecía y presti­gio, condujo a la ¡lparición de organizaciones nacionales dirigi­das por individuos ambiciosos. No sorprende, entonces, que mu­chos de estos individuos fueran empresarios. Los empresarios in­migrantes portaron consigo expe­riencia comercial, recursos mate­riales y una mentalidad abierta a explotar las oportunidades ofre­cidas por la estructura económica local. La mayoría empezaron en pequeños establecimientos liga­dos al mercado de necesidades de los inmigrantes; algunos exitosa­mente se graduaron en el nivel de grandes empresarios. Líderes y empresarios pertenecieron, en su lugar de origen, a sectores medios; en el nuevo mundo, afianzaron y desarrollaron su posición de clase media inmigrante.

Una distancia social, y a veces física, apareció entre la clase me­dia y la clase obrera inmigrante. Sin embargo, ambos grupos com­partían el interés por el bienestar familiar y comunitario. La clase media podía predicar, en un len­guaje comprensible al resto de la

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comunidad, sobre trabajo duro y eficiente, armonía social y orgullo étnico. La conciencia étnica se convirtió en el nexo que permitía a la pequeña élite y a la mayoría obrera perseguir sus intereses en el medio de la comunidad inmi­grante.

Bodnar coloca a la religión y a la iglesia dentro de este contex­to comunitario. La interpretación convencional adscribía un carác­ter monolítico a la iglesia y un fer­vor conservador e instintivo a los feligreses. Bodnar muestra que la religiosidad entre los inmigrantes respondía a necesidades y funcio­nes sociales y no a su carácter de refugio de la tradición contra fuer­zas modernizantes. La iglesia, por su parte, no estaba exenta, sino marcada por las fricciones y riva­lidades de la comunidad secular. El faccionalismo minó la autori­dad eclesiástica al tiempo que otras instituciones competían exi­tosamente por moldear la futura conducta de los inmigrantes.

Tras analizar la estructura so­cial y las instituciones de la comu­nidad, el autor pasa a uno de los problemas favoritos de los histo­riadores norteamericanos: la mo­vilidad. El proceso modelo de la historia inmigrante, claramente planteado por Handlin en The Uprooted, llevaba al inmigrante de un mundo campesino tradicio­nal y estático al mundo moderno y afluente de la clase media. Bod­nar sintetiza gran cantidad de estu­dios cuya conclusión es opues­ta: los inmigrantes y sus hijos permanecieron en la condición de asalariados en fábricas u otras ac­tividades. Quienes ascendieron, le debieron más a la experiencia y el oficio que trajeron consigo al emigrar que a las oportunidades de la sociedad norteamericana.

Bodnar coincide con los estu­diosos de la movilidad geográfica,

en que los inmigrantes constante­mente se mudaban dentro de una misma ciudad o circulaban de un lugar a otro del país. Sin embar­go, no encuentra una relación causal entre este movimiento y la movilidad social. Esta transitorie­dad de los individuos no inhibió el surgimiento de comunidades estables. La estabilidad y la resi­dencia a largo plazo se lograron gracias a la facilidad para conver­tirse en propietarios de una casa. Bodnar explica la propensión de los inmigrantes a adquirir bienes inmuebles como una posible adap­tación del deseo campesino por poseer tierras y por la importan­cia que el hogar tiene como cen­tro de la vida familiar. En fin, no hay evidencia de que las supuestas promesas del "American way of life" se hayan cumplido ni de que los inmigrantes contemplaran co­mo metas propias la afluencia económica y el ascenso social.

Por último, Bodnar se pregunta cómo los inmigrantes forjaron una cultura que confiriera significado a la experiencia de su vida. El au­tor responde fijándose, primero, en las éanciones, las danzas, las leyendas y las celebraciones ritua­les. Encuentra que los inmigrantes no sólo conservaron la riqueza de sus expresiones culturales sino que las mismas actividades de solaz eran un acto creativo de resisten­cia. También resistieron la cruzada de reformadores e industrialistas por americanizarlos y apropiarse de la socialización de los niños por medio de la educación. Ya fuera negándose a extender los años de escolaridad de los hijos o prefiriendo escuelas religiosas y étnicas a las públicas, los inmi­grantes trataron de retener con­trol sobre su futuro. Bodnar abor­da, en tercer lugar, la política. Ciertas cuestiones etnoculturales movilizaron a los inmigrantes en-

tre 1830 y 1930 pero , sobre todo, sus lealtades políticas se formaron en la cotidianeidad del nivel local. La separación entre la política del lugar de trabajo y la política fuera de él contribuyó a que, en la me­dida que los inmigrantes partici­paban en la política formal, lo hicieran dentro del engranaje de la maquinaria política partidista. El vínculo era el "boss", un pa­trón o cacique político que otor­gaba favores a cambio de votos (ya fuera para demócratas o repu­blicanos). Bodnar considera esta relación patrón-cliente una exten­sión de la economía familiar, por lo que concluye que los inmigran­tes llevaron su preocupación por la familia y la comunidad a la po­lítica. Estos elementos muestran una cultura forjada mediante la amalgama de nuevas y viejas rea­lidades.

La importancia de los lazos fa­miliares y comunitarios queda demostrada a través del libro. La elaboración que Bodnar hace so­bre estos conceptos, sin embargo, no está exenta de problemas. En primer lugar, su análisis concep­tualiza a la familia ahistóricamen­te. La familia pasa de un ámbito a otro como institución funcional dentro de circunstancias dadaS. Bodnar no analiza sus cambios en la estructura y funcionamiento, primordialmente el cambio del núcleo doméstico como unidad de producción y reproducción a unidad solamente de reproduc­ción. Este cambio debió repercu­tir en el reordenamiento de las relaciones sociales ya en el ámbi­to del capitalismo industrial. En segundo lugar, al indicar la fun­ción de la conciencia étnica en la consolidación de la comunidad de inmigrantes, Bodnar oscurece las divisiones sociales dentro de la comunidad. Efectivamente, la conciencia étnica diluyó las fric-

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ciones entre la élite y la mayoría trabajadora. El uso de un lenguaje y símbolos similares crearon con­senso pero, en ciertas situaciones conflictivas, debieron aparecersig­nificados y funciones diferentes adscritas a la etnicidad, acorde a las experiencias vividas. De igual manera, Bodnar minimiza la hete­rogeneidad del grupo inmigrante al analizar su cultura. La cultura forjada en las tensiones de la vida cotidiana creó nuevas visiones del mundo, difícilmente semejantes para la clase media y la trabaja­dora. Estas divergencias hicieron complejos el entendimiento y la acción política entre los inmigran­tes, razón para no contentarse con reducir la política a la participa­ción formal en los engranajes par­tidistas. Existían formas de acción política informal y comunitaria. A través de ellas, la clase obrera inmigrante llevaría sus preocupa-

ciones por el trabajo y la familia al escenario político, al margen de los canales partidistas. En este sentido, la interesante y sugerente discusión sobre trabajo y protes­ta resulta parcial. Bodnar no anali­za la relación del desfase en la integración de los inmigrantes a las relaciones industriales con la naturaleza de otros grupos radi­cales, como la IWW que tuvo gran auge entre los inmigrantes; o con el nacionalismo étnico que movi­lizó grandes contingentes y los ligó al movimiento obrero y radi­cal norteamericano. El saldo de esta experiencia nos ayudaría a comprender los cambios en la concepción y establecimiento de relaciones sociales entre los inmi­grantes y la confluencia hacia el radicalismo y el sindicalismo de la década de 1930. Estos puntos débiles en la discusión sugieren la necesidad de colocar la experien-

De cómo los sentimientos también hacen historia

Verónica Zárate

Susan Mary Alsop, Alegrfa y escándalo de un Congreso. Viena, 1814-1815, Traducción de Juan José Utrilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, (Colección Popular, 334), 316 pp.

L a historia no sólo se escribe a partir de cuestiones económicas, políticas o diplomáticas. Igual­mente importante son las innu­merables variantes que constitu­yen las relaciones sociales. Este

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texto de Susan Mary Alsop abor­da una de esas variantes no siem­pre aceptadas por los dogmáticos. Con un estilo que recordaría las historias noveladas o las novelas históricas, por ejemplo las de Jean Plaidy, este libro utiliza como pretexto, acaso como hilo con­ductor, lo sucedido en París, Lon­dres y Viena en 1814-15. No hay que esperar que se nos describa de­talladamente los acuerdos diplo­máticos a que llegaron los minis­tros de Rusia, Austria, Inglaterra y Prusia -la cuádruple alianza-

cia de la inmigración, como pieza clave, en el proceso formativo de las clases sociales, en particular de la clase obrera norteamericana.

The Transplanted responde a los llamados a sintetizar la amplia producción monográfica. El autor hila e interpreta siguiendo la di­námica entre los requerimientos de un capitalismo en expansión y las estrategias de vida de la gen­te común. El proceso delineado integra la industrialización y la urbanización con los lazos fami­liares, el trabajo, la religión, la resistencia cultural y la hetero­geneidad de los grupos inmigran­tes. Las fallas del libro resultan de las deficiencias en la historio­grafía y de su carácter pionero. Su importancia reside en plantear un nuevo paradigma. Con él ten­drán que lidiar quienes ahora abor­den el estudio de la inmigración en la historia de Estados Unidos.

o de la intervención que tuvo el representante francés en la fija­ción de los destinos de los pueblos que alguna vez fueron tocados por la mano imperial de Napoleón, o las cuestiones territoriales de Ita­lia y Alemania o la fijación de reglas diplomáticas. Sólo se men­cionan de paso, a manera de reca­pitulación y para preparar las fra­ses de exaltación a un congreso que intentó meter en orden a un continente asolado por la guerra.

En cambio lo que sí se encuen­tra en este libro es la descripción


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