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P. ALBERICH M. ALTERMATT OCIST LA LITURGIA (Oficio...

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82
COLLEGIUM INTERNATIONALE SANCTI BERNARDI IN URBE P. ALBERICH M. ALTERMATT OCIST LA LITURGIA (Oficio Divino) Centro de la existencia monástica Apuntes y notas para el Curso de Formadores de la Orden Cisterciense (Pro manuscripto) Curia General de la Orden Cisterciense ROMA - 2001
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COLLEGIUM INTERNATIONALE SANCTI BERNARDI IN URBE

P. ALBERICH M. ALTERMATT OCIST

LA LITURGIA

(Oficio Divino)

Centro de la existencia monástica

Apuntes y notas para el

Curso de Formadores de la Orden Cisterciense

(Pro manuscripto)

Curia General de la Orden Cisterciense

ROMA - 2001

2

I

La Liturgia (oficio divino): Centro de la existencia monástica

Curso para los Formadores de la Orden Cisterciense

2000 / 1

P.Alberico Altermatt O.Cist.

Hauterive - Eschenbach

Introducción:

La Liturgia como centro del “triple acorde benedictino”.

Según la Regla de nuestro padre San Benito (+ nacido hacia el

560/575), la jornada monástica comporta esencialmente tres ocupa-

ciones: la oración (liturgia /oficio divino); la lectio divina y el traba-

jo. Estos tres elementos, que constituyen el tema de nuestra clase,

forman lo que se ha llamado “triple acorde benedictino”. Son compa-

rables a tres círculos concéntricos: el círculo central es la liturgia. Me

parece que esta imagen, muy sugestiva, ilustra no solamente el signifi-

cado central de la liturgia en la vida monástica, sino también la inter-

dependencia y la necesaria armonía entre estas tres actividades.

La Liturgia tiene en la Regla de san Benito un lugar preferente, ésta

realidad no tiene necesidad de ser experimentada hoy en esta aula,

porque es evidente para quienes han hecho su profesión monástica

según la regla de san Benito.

Sobre 73 capítulo de la Regla, se cuenta 13 (del 8 al 20) que tratan ex-

clusivamente de la celebración de la liturgia (oficio divino) -

concretamente de la celebración de la oración de las Horas- y esto se

hace hasta los más mínimos detalles. Como fundamento se pone este

principio: No se anteponga nada al oficio divino (nihil operi Dei

3

praeponatur) (RB.,43,3). De hecho, es la Liturgia que da a la jornada

monástica su estructura y su ritmo. Esto explica que se ha llegado a

designar al monje / la monja como homo liturgicus , título que por

otra arte puede ser discutido1. El benedictino italiano Don Giuseppe

Anelli, en un artículo sobre La vida monástica como existencia teoló-

gica, escribe lo siguiente: La vida monástica ha aparecido como un

acto de adoración, el monje es “un ser rompe su corazón por Dios”

(Martin Buber, “que no se aparta del deber de amar Dios” (Pascal)

“que no rehuelle ante el difícil trabajo de ser cristiano” (Kierkega-

ard). Esta existencia teológica del hombre que vive en la fe y por la

gracia, es necesariamente litúrgica y de alabanza (servicio de devo-

ción) -RB.,18,24 el servicio al que ellos se han dedicado) es su voca-

ción específica. Eres tu Señor que nos empujas a gozar alabándote

porque tu nos has orientado hacia ti y nuestro corazón no descansa

hasta que no encuentra reposo en tí (S.Agustín, Confesiones, 1,1,1).

El hombre es el ser que alaba a Dios por sus justos juicios (super iudi-

cia iustitiae tuae -RB.,16,5)2

La primera cuestión que se desprende es esta: la liturgia, ¿qué es?

Como se la puede definir y que significación tiene para la Iglesia, pa-

ra la vida eclesial y, particularmente, para la vida monástica benedic-

tina? En un primer capítulo, tentaremos de responder a estas cuestio-

nes necesarias para abordar nuestro tema. En un segundo capitulo, nos

interesaremos por nuestra historia, por nuestra espiritualidad cis-

terciense, principalmente por los primeros siglos de la orden y vere-

mos que lugar tenía entonces la liturgia en el monacato cisterciense. Y

ya que, según Martín Heidegger (+ 1976), el origen queda por llegar

(El porvenir está por venir) - Herkunft bleibt Zukunft-, la procedencia

permanece en el futuro, será cuestión a tratar en el tercer y último

capítulo del papel de la liturgia en nuestra vida cisterciense actual,

así como el papel que nos toca en el terreno litúrgico para hoy y para

1 Cf. A.NOCENT, Il monaco homo liturgicus?, in San Benedetto agli uomini

d’oggi. Miscellanea di estudi per il XV centenario de la nasita di san Benedet-

to=Benedictina 28 (1981) 603-616.

2 G. ANELLI, Vita monástica esistenza teologica, in San Benedetto agli uomini

d’oggi (cf. note 1), 311-361, ici. 342-343 et 357 (traduction par Géronde)

4

mañana, según la enseñanza del Concilio Vaticano II y de la reforma

litúrgica post-conciliar. Y en esto se abre una posibilidad de “ecume-

nismo cisterciense”.

1. La liturgia como manifestación auténtica de la Iglesia y de la

comunidad monástica.

Ser’a muy interesante ahora ponernos cada uno nosotros la cuestión

siguiente: ¿Qué es la liturgia? (esto sería ciertamente una de las cues-

tiones sobre las que convendría reflexionar en los grupos de trabajo).

Temo que alguno no pueda dar prontamente una definición de la li-

turgia que exprese verdaderamente lo esencial y que corresponda a

los criterios actuales de la teología y de la ciencia litúrgica (porque la

liturgia es hoy en día una verdadera ¡ciencia!).

¿Por qué? Porque todos nosotros corremos el riesgo de hacernos to-

davía una idea demasiado limitada de lo que es la liturgia. Conserva-

mos de ella una idea demasiado reducida (estética). Estamos tentados

fácilmente de confundir la liturgia con el culto, los ritos, las ceremo-

nias. ¡Pero esto no es mas que un aspecto de la liturgia! Se empieza

percibir lo que es la liturgia leyendo, por ejemplo, las obras siguientes

(espontáneamente cito aquí algunas entre una serie de obras notables,

todas recientes que no se quieren presentar como científicas):

Jean CARBON, Liturgia de base, París, Editions du Cerf, 1980.

Michael KUNZLER, La Liturgie de l’Eglise. AMATECA, Manuel de

théologie catholique, vol.X, Louxembourg, Ed. St Paul / Paris, Ed. du

Cerf, 1997 (edición original alemana, Paderborn, 1995).

Joseph RATZINGER, Der Geist der Liturgie. Eine Einführung. Her-

der Verlag: Freiburg-Basel-Wien 2000. (en espera de una traducción

francesa!!).

El Movimiento litúrgico del siglo XX y el Concilio Vaticano II

(1962-65) han comprendido y definido de una manera nueva la natura-

leza, el espíritu y la significación de la liturgia. La Constitución Sa-

5

crosactum Concilium (La sagrada Liturgia), promulgada en el año

1963, puede ser considerada como el documento mas bello y la más

completa doctrina que la Iglesia haya publicado sobre la liturgia en el

curso de sus 2000 años de historia.

1.1 Definición de liturgia según la Constitución sobre la Liturgia.

El término “liturgia” designa una noción bastante rica y compleja; por

otra parte no ha sino adoptado en Occidente hasta el fin del siglo 18.

De origen griego, la palabra “leitourgia” esta formada por lasos laos/

leiton = pueblo, y ergon (en latino = opus) = obra de servicio. Puede

tener dos otras significaciones: “obra pública”, obra del pueblo (geni-

tivo subjetivo) o bien “obra para el pueblo” (genitivo objetivo). En el

terreno profano, “leitourgia” significaba un servicio público, una

“prestación”; era también utilizado para una celebración religiosa que

concernía a todo el pueblo. En el uso bíblico (judaísmo helenístico,

Setenta) el término ha designado el culto y el servicio del templo. Lle-

gando a ser, muy pronto, en la tradición cristiana, el término propio

para la asamblea de servicio divino o la celebración del servicio divi-

no (en la Iglesia de oriente, tiene, actualmente, el sentido restringido y

preciso de celebración eucarística)3.

En el nº 7 de la Constitución sobre la Liturgia, el Concilio Vaticano II

describe la liturgia como un diálogo, un intercambio vital entre Dios

y el hombre, como un a acción sagrada (actio sacra) y como una obra

(ejercitación). En este dialogo comunicativo, la iniciativa viene siem-

pre de Dios: es Dios que se dirige al hombre, o, como se dice en teo-

logía, el aspecto de katabase, el aspecto soteriológico de la liturgia. En

resumen, se trata de la santificación y de la salvación del hombre. So-

lamente después viene la línea ascendiente (de anabase, de latría); has-

ta el Concilio Vaticano II, esta línea ha sido muy acentuada y a veces

todavía lo es. El aspecto de anabase o de latría, es la liturgia en cuanto

alabanza, intercesión, celebración, en fin como glorificación de Dios.

3 Cf. M. KUNZLER, Die liturgie der Kirche, Paderbom 1995 (= AMATECA. Lehr-

bücher zur katholischen Theologie, vol. X), 35-39; en français: M. KUNZLER, La

lirturgie de l’Eglise, Luxembourg-Paris 1997 (=AMATECA. Manuel de théologie

catholique, vol, X).

6

Pero es preciso, para empezar, el “descenso” de Dios (katabase) para

permitir la “subida” del hombre “anabase”). En otros términos: antes

de que el hombre haga alguna cosa para Dios, es Dios el que hace algo

por el hombre. La liturgia, en esta perspectiva nueva y mas universal,

es la Obra de Dios (en latín Opus Dei) en el hombre, para el hom-

bre (genitivo subjetivo) y la Obra del hombre para Dios (en latín

Opus Dei, pero esta vez comprendido como genitivo objetivo)4. Esto

se puede ilustrar por este diseño y al mismo tiempo completarlo por el

aspecto horizontal:

DIOS

1 3

2

HOMBRE

La primera iniciativa en la obra: diálogo de salvación viene siempre

de Dios (1). La intervención salvadora de Dios despierta en el hombre

un eco. El hombre es tocado por esto y esta experiencia le vincula de

nuevo a sus hermanos (2). Beneficiados todos los hombres por la sal-

vación de Dios, ellos responden por medio de la alabanza y de la ac-

ción de gracias (3). Nosotros reencontramos esta dinámica y esta con-

catenación en los tres tipos de textos constitutivos de la liturgia:

Lecturas: Dios se dirige al hombre en su Palabra (1)

Cantos: Reacción del pueblo tocado por la Palabra (2)

4 Ibid. 36; cf. W. HAHNE, Gottes Volksversammlung. Die Liturgie als Ort lebendi-

ger Erfahrung, Freiburg-Basel-Wien 1999, 83-88; A. ALTERMATT, Les principes

théologiques de la liturgie restarée par le deuxième Concile du Vatican. La réforme

liturgique comme tàche permanente, in: Ñiturgie (Bulletin de la C.F.C.) 84 (1993) 2-

40, ici: 5-6.

7

Oraciones: Respuesta de alabanza, acción de gracias, adoración (3)5

Estas dos orientaciones complementarias de la liturgia: línea descen-

diente (santificación del hombre) y línea ascendiente (glorificación de

Dios) pertenecen, después del ultimo Concilio a la definición funda-

mental de la Liturgia que se describe en el nº 7 de la Sacrosanctum

Concilium (sobre La Sagrada Liturgia) así: La liturgia es el ejercicio

de la función sacerdotal de Jesucristo, ejercicio en el que la santifica-

ción del hombre (línea descendiente) esta significada por unos signos

sensibles y se realizada de una manera propia en cada uno de ellos,

en la que el culto público integral (línea ascendiente) es ejercida por

el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, por la Cabeza y por los

miembros.

En consecuencia, toda celebración litúrgica, en tanto que es obra

(opus) de Cristo sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia, es la ac-

ción sagrada (actio sacra) por excelencia, de la que ninguna otra ac-

ción (actio) de la Iglesia puede esperar la eficacia con el mismo título

ni el mismo grado (nº7).

La obra de la salvación realizada por Jesucristo, Verbo de Dios encar-

nado, es el fundamento y la fuente de la liturgia. Esta obra (ergon,

opus) esta explicada en el nº 5 de la Constitución sobre la liturgia co-

mo obra de la Redención de los hombres y de la perfecta glorificación

de Dios, que habían preludiado las grandes obras divinas en el pue-

blo de la Antigua Alianza;. El centro de esta obra de salvación y por

consiguiente también de la liturgia, en la que Cristo Salvador esta

presente y actuante, está constituida por el misterio pascual de su

bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de

su gloriosa ascensión. Es a este misterio pascual que Cristo quiere

hacer participar su Iglesia, en la fuerza del Espíritu Santo (Constitu-

5 Cf. Ph. HARNONCOURT, Te Deum Laudamus. Lobpreis Gottes-eine Grundform

christlicher Existenz, in: A.A. HAUSSLING (ed), Vom Sinn der Liturgie, Dussel-

dorf 1991 (=Schriften der Kath. Akademie in Bayern, vol. 140), 86-117, esquisse:

89.

8

ción nº 6) 6

. Toda la liturgia finalmente no es otra cosa que la cele-

bración conmemorativa del misterio pascual (y esto vale especial-

mente para la celebración de nuestra Liturgia de las Horas). Este con-

cepto, muy teológico y patrístico de la liturgia y de la celebración

litúrgica, es el gran descubrimiento del Concilio Vaticano II del cual

el benedictino alemán Odo CASEL (+1948) ha sido un eminente pio-

nero7.

El objeto de la celebración litúrgica siendo la Obra de la salvación en

Cristo, el misterio pascual, su contenido es vasto y muy diversificado.

Esto debe ser absolutamente tomado en consideración en la concep-

ción de la liturgia. En el centro de las acciones sagradas se sitúa, como

un sol, la Eucaristía. Alrededor de ella resplandecen los otros sacra-

mentos y los sacramentales (bendiciones y consagraciones). A la litur-

gia pertenecen todavía, en primer lugar, la Oración de las Horas /

Opus Dei y las celebraciones de la Palabra, mientras que los ejerci-

cios de devoción (ejercicios piadosos) no forman parte de la liturgia

propiamente dicha8.

En las regiones de habla alemana se ha difundido, desde hace algún

tiempo la palabra “Gottesdienst”, Servicio divino (una traducción del

término tradicional Opus Dei); de hecho tiene el mismo sentido que

“Liturgia”, término más frecuentemente empleado en los documentos

oficiales y en los libros9.

6 Cf. art. Liturgie, in: R.BERGER, Neues pastoralliturgisches Handlexikon, Frei-

burg-Basel-Wien 1999,309-311; W. HAHNE, Gottes Volkrsversammlung (cf. note

4), 171-174.

7 Cf. W. HAHNE, Gottes Volksversammlung (cf. note 4), 204-208; art. Pascha,

Pascha Mysterium, in R. BERGER, Neues pastoralliturgisches Handlexikon (cf. no-

te 6), 395-396.

8 Cf. art. Liturgir (cf. note 6), 310-311; M. KUNZLER,Die Liturgie der Kirche (cf.

note 3), 36-38.

9 Cf. art. Gottesdienst, in: Lexikon für Theologie und Kirche IV, 3 1995, 891; art.

Liturgie, in: Lexikon für Theologie und Kirche VI, 3 1997, 969.

9

1.2 La liturgia, función fundamental de la Iglesia

Actualmente se habla, en eclesiología y en teología pastoral, de tres

funciones esenciales o de tres actividades fundamentales de la Iglesia,

que son designadas por los términos griegos: Martyria (anuncio de la

Palabra, testimonio, misión), Leitourgia (liturgia, oración) y Diako-

nia (servicio al prójimo, obras de caridad, solidaridad). Los tres, y

muy particularmente la liturgia, tienden hacia la comunión de los cre-

yentes (communio / koinonia), que a veces, está unida a los otros tres

elementos10

. Como por el “triple acuerdo benedictino” (los tres círcu-

los concéntricos): oración, lectio divina, trabajo, es la liturgia la que

también aquí es el circulo central de las tres actividades de la Iglesia.

Ella es la forma fundamental de la vida eclesial. En una frase de gran

contenido, hecha célebre, y citada a menudo, la Constitución sobre la

Liturgia declara en el nº10 lo siguiente: La liturgia es la cima (el cul-

men) al que tienden la acción de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuen-

te de donde procede toda su fuerza. Todos los trabajos apostólicos

(Martyria y Diakonia) tienden a lo que todos, hechos hijos de Dios por

la fe y el bautismo, se congregas, alaban a Dios en medio de la Iglesia,

participan en el sacrificio y comen la cena del Señor. Todavía no se

había comprendido jamás en la Iglesia una cosa parecida!).

En el nº 7, ya había sido dicho: La Liturgia, ninguna otra acción de la

Iglesia la iguala, cuya eficacia con el mismo título llegar al mismo

título ni al mismo grado. La celebración de la liturgia presupone y

contiene todo a la vez el anuncio de la palabra, el testimonio (Mar-

tyria). Al mismo tiempo, la celebración litúrgica es el punto de partida

de la vida al servicio del prójimo (Diakonia), ella no cesa de estimu-

larla. Es lo que enseña el Concilio en el nº 9 de la misma Constitución:

La liturgia no llena toda la actividad de la Iglesia; pues, antes que los

hombres puedan acceder a la liturgia, es necesario que ellos hayan

10 Cf. D. WEDERKEHR, art. Grundfunktioenen christlicher Gemeinde, in: Lexikon

für Theologie und Kirche IV, 3 1995, 1072; K. Koch, Kirche: Wohin gehst du?,

Freiburg Schweiz-Konstanz 1995, 39-48; A. ALTERMATT, Lesprincipes théologi-

ques de la liturgie restaurée (cf. note 4), 2; H. ZIRKER, Ekklesiologie, düsseldorf

1984 (=Leitfaden Theologie, vol. 12), 186-210.

10

sido llamados a la fe y a la conversión (Martryria)...En cuanto a los

que ya creen, ella les debe siempre predicar la fe y la penitencia; de-

be, además, disponerles a los sacramentos, enseñarles a observar to-

do lo que Cristo ha prescrito, y a comprometerles a todas las obras de

caridad, de piedad y de apostolado (Diakonia).

Pero, inmediatamente, en el nº 10 añade: Sin embargo, la liturgia es la

cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia, y al mismo tiempo la

fuente de donde procede toda su fuerza...11

1.3 La liturgia, función esencial de la comunidad monástica

Si la liturgia es una función esencial de la Iglesia y si ella es el cul-

men y la fuente de toda la acción de la Iglesia, esto vale con mayor

fuerza para nuestras comunidades monásticas. Por otra parte, tanto

más cuanto que la tradición monástica siempre ha considerado el mo-

nasterio como una pequeña Iglesia (ecclesiola)12

.

¿Acaso Cister, nuestra madre, no ha sido llamada Iglesia de Cister ec-

clesia cisterciensis13

? Encontramos este título en los documentos pri-

mitivos, tanto para Cister como para todas las abadías cistercienses.

11 Cf. W. HAHNE, Gotees Volksversammlung (cf. note 4), 78-82.

12 Cf. E. V. SEVERUS, Gemeinde für die Kirche, Gesammelte Aufsätze zur Gestalt

und zum Werk Benedikts von Nursia, Münster Westfalen 1981, 116-138 (Das Mo-

nasterium als Kirche); G. HOLZHERR, Hoffnungszaichen; ecclesiola ex et in eccle-

sia, in: R. LIGGENSTORFER/B. MUTH-OELCHNER (éd), Anleitungen und Re-

zepte für eine Kirche der Hoffnung. Festschrift zum 50. Geburtstag von Bischof Dr.

Kurt Koch, Freiburg Schweiz 2000, 55-61

13 Cf. par exemple la “Summa Carta Caritatis”, chap 4; “Exordium Parvum”, prolo-

gue, Origines cisterciennes. Les plus anciens textes, Paris 1998, 101, 44; H.

BREM/A.M. ALTERMATT (ed.), Einmütig in der Liebe. Die frühesten Quellentex-

te von Cîteaux, Langwaden-Brepols 1998 (=Quellen und Studien zur Zisterzienserli-

teratur, vol 1) 40, 60.

11

1.4 La liturgia y su lugar central en la Regla de san Benito

Consideremos ahora el valor y la función que san Benito reconocía a

la liturgia, situándonos en la óptica del Concilio. Podemos estar más

que sorprendidos por la considerable concordancia que descubrimos

entre la enseñanza de la Regla y la doctrina del Vaticano II.

Benito utiliza, para la liturgia, diferentes términos y por tanto vemos

que, en la Regla de san Benito, casi únicamente es la liturgia de las

horas (liturgia horarum) que entra en cuestión, ya que la celebración

diaria de la Eucaristía todavía no era conocida. Las expresiones que se

encuentran en la Regla son por ejemplo, oficium divinum (el servicio

divino: RB, 43,1), devotionis servitium el servicio al que están dedi-

cados: RB.,18,24), pensum (officium) servitutis ( el trabajo de nues-

tro servicio: RB.,16,2;49,5;50,4) oratio (oración 20,4-5) y principal-

mente, evidentemente, opus Dei / opus divinum (oficio divino:RB

43,3.10; 19,2). Los términos “officium”, “servitium” y “opus” equiva-

len a la palabra griega “ergon” que nosotros hemos visto en la defini-

ción de Leitourgia: el servicio (con relación sobreentendida de servi-

cio público, comunitario). El término opus Dei, que san Benito ha

recibido de la tradición patrística, tiene un doble contenido:

a) la obra (el servicio) que Dios realiza en el hombre, par el hombre(

genitivo subjetivo)

b) la obra (el servicio) que el hombre lleva término para Dios, ante

Dios (genitivo objetivo).

Es de esta manera que el término opus Dei corresponde exactamente a

la doble orientación de la liturgia, tal como la ha definido el Concilio

Vaticano II: la línea descendiente (acción de Dios) y la línea ascen-

dente (respuesta y acción del hombre). En la antigua tradición de la

Iglesia, opus Dei designaba el conjunto de la liturgia, e igualmente

toda la existencia cristiana y monástica que tiene su centro unificador

en la oración y la alabanza de Dios. Desgraciadamente con el tiempo

el sentido del término se ha restringido hasta no designar mas que la

12

liturgia de las horas; este es ya el caso hallado en la regla de san Beni-

to. Esta concepción subsiste en nuestros días: pues cuando hablamos

de opus Dei (en el terreno de la liturgia!), pensamos en la liturgia de

las horas, en el oficio. Por el contrario, nuestro padre San Benito, en la

célebre máxima de RB.,43,3: No anteponer nada a la obra de Dios

(Nihil operi Dei praeponatur), comprende todavía el opus Dei en un

sentido mucho más extenso y teológico. Podemos constatarlo compa-

rando esta frase con dos otros pasajes de la regla cuya formulación se

semeja a esta: No preferir nada al amor de Cristo (RB 4,21 Nihil

amori Dei praeponere) y No prefieren absolutamente nada a Cristo

(RB.,72'11 Christo omnino nihil praeponant). El paralelo Opus Dei /

Christus es impresionante y teológicamente, esto no es sorprendente ,

pues la liturgia, como la celebración del Misterio de Cristo es uno de

los lazos más profundos del encuentro de Cristo y de la unión con

Él14

.

Y, si se puede decir que el Vaticano II ha redescubierto la importancia

fundamental de Pascua (ver Constitución sobre la Liturgia nnº

102,106-110), reconocemos que en esto él encuentra una realidad vi-

viente del tiempo de la Regla de san Benito. Pascua juega un papel

importante en la Regla. Pensemos solamente en esta bella directiva de

Benito en el capítulo de la Cuaresma: Que el monje espere la santa

Pascua (Sanctum Pascha) en la alegría espiritual (RB 49,7). En el

monasterio, las estaciones son contadas de Pascua a Pascua (ver RB 8

y 48). A propósito de esto, el Abad benedictino Sebastiano BOVO

4+7 recalca: Las estaciones privadas de su función natural y liberadas

de sus sentidos cíclico y fatal, para ordenar la vida de la comunidad

monástica enteramente según el ritmo de los Misterios de Cristo y de

la Iglesia. Todo transcurre de pascua a pascua15

. El mismo domingo,

14 Cf. S.BOVO, Salmodia corale e preghiera nella Regola en el libro dei Dialoghi

in: San Benedetto agli uomini d’oggi (cf. note1), 439-455, ici: 441-445 (Opus Dei:

origini e significato); I. SCICOLONE, La liturgia nella Regola di S. Benedetto, in

ibid, 591-602, ici: 592. Cf. aussi A.A. HAUSSLING, “Ergo nihil Operi Dei praepo-

natur (RB 43,3)” Relecture eines benediktinischen Axioms, in: Itinera domini. Ge-

sammelte Aufsätze aus Litrugie und Mönchtum (=Festschrift zum 80. Geburtstag

von Emmanuel v. Severus OSB), Munster Westfalen 1988, 157-174.

15 S. BOVO, Salmodia corale e preghiera nella Regola (cf. note 14), 445-446 (tra-

13

como Pascua semanal, recibe en la Regla un lugar particular, como lo

muestra principalmente la distribución del oficio16

.

Nuestro Padre san Benito da a la jornada monástica una estructura pu-

ramente litúrgica, un ritmo litúrgico, que, ciertamente, el ha recibido

en gran parte de la Iglesia antigua y del monaquismo antiguo, pero en

el que él introduce una nota muy personal. La repartición litúrgica de

la jornada, el la fundamenta sobre dos versículos del salmo 119 (118):

el versículo 62, aplicado a la oración nocturna del monje y de la monja

A medianoche me levantaba para alabarte (RB 16,4), y el versículo

164, para designar las Horas litúrgicas del día Siete veces por día yo

he proclamado tu alabanza (RB., 16,1.3). Esto ha dado al esquema de

los momentos diarios de oración (que sería tomado de nuevo exacta-

mente por los Cistercienses): una vez en la noche, siete veces durante

el día. Para Benito, la cifra siete había, por otra parte, conservado una

significación simbólica: significa la plenitud del tiempo y envía a la

oración continua que Jesús ha pedido a sus discípulos. Así, en el

evangelio de Lucas: Jesús les dijo una parábola sobre la necesidad

para ellos de orar constantemente y no desanimarse (Lucas, 18,1).

Igualmente el apóstol Pablo dice a los tesalonicenses: Orad sin cesar

(1Tes.5,17)17

.

Es verdad que san Benito no da ninguna exposición teológica sobre la

oración, pero se encuentra en la regla unas indicaciones sobre el clima

y la orientación de la oración, especialmente en el capitulo 19: Sobre

la actitud en la salmodia (De disciplina psallendi) y en el capitulo 20

Sobre la reverencia en la oración (De reverentia orationis). La ora-

ción es para él la suprema expresión de la fe en la presencia de Dios

(ver RB 19), ella constituye lo propio de la vida monástica: estar en la

presencia de Dios. A propósito de esto, el Padre Abad benedictino

duction Géronde)

16 Cf. A. ALTERMATT, Le dimanche “Car nous tennos le dimanche comme me-

morial de la Résurrection pascale” [La célebration du dimanche selon la Règle du

Maïtre et la Règle de saint Benoït], in: Liturgie (Bulletin de la C.F. C) 88 (1994) 18-

37; 89 (1994) 120-142; 90 (1994) 197-211.

17 Cf. A. DE VOGÜE, “Septies in die laudem dixi tibi”. Aux origines de línterpréta-

tion dún texte psalmique, in: Regula Sancti Benedicti Studia ¾ (1975), 1-5.

14

Christian Schütz escribe: Orar, es, conscientemente y lo mas posible,

ponerse, entrar en presencia de Dios. En cuanto a la imagen que ellos

se hacen de Dios, la Regla y los antiguos monjes ponen claramente el

acento sobre la presencia de Dios, y no sobre el pasado o el futu-

ro...En la oración, la vida llega a ser, en la perspectiva de Dios ac-

tualmente presente, celebración, acción de gracias, acción salvado-

ra18

.

La armonía fundamental de la liturgia monástica benedictina (opus

Dei) está constituida por los motivos: alabanza, adoración y acción

de gracias. San Benito, en RB.,16,5, fundamenta las Horas del día so-

bre este motivo: Ofrezcamos pues unas alabanzas e nuestro Creador

(referamus laudes Creatori nostro) por los juicios de su justicia.

Oración y liturgia son finalmente para el doxología trinitaria, como

lo vemos en RB 9,7, donde se dice: Cuando el cantor entona el Gloria

Patri, todos se levantaran de su silla por honor y reverencia debidos a

la sana Trinidad. Dom Christian Schütz piensa, por consiguiente, que

el sentido del Opus Dei es de rendir a Dios, el sólo Santo, esta gloria

que es él mismo y que él tiene, esta gloria que resplandece en la crea-

ción como en la historia de la salvación, y todo particularmente en

Jesucristo19

.

Si ya, en el monasterio, uno de los fines asignados a la actividad

económica es de glorificar Dios en todas las cosas (ut in omnibus glo-

rifictur Deus, RB 57,8), cuanto más esta glorificación debe ser el fin

de la santa Liturgia (Opus Dei!).

2. El lugar y la significación de la liturgia en el monaquismo cis-

terciense.

Los Cistercienses, de quienes sabemos -por el conjunto de los docu-

mentos primitivos- aquello que mas apreciaban era seguir perfecta-

18 Ch. SCHÜTZ/Ph. RATH (Hg.) Der Benediktinerorden. Gott suchen in gebet und

Arbeit, Mainz 1994, 78-79.

19 Ibid. 79

15

mente la Regla de san Benito en toda su pureza (puritas Regulae) y su

integridad (integritas regulae), se han sujetado fielmente a las pres-

cripciones de la Regla, particularmente en lo concerniente a la liturgia

monástica. En el capitulo XV del Exordio Parvo, en efecto, leemos:

Tomando la rectitud de la Regla (rectitudo Regulae) como norma pa-

ra dirigir todo el curso de su vida, se conformaron a ella y siguieron

sus pasos tanto para las observancias eclesiásticas (eclesiásticas =

litúrgicas) como para las otras. Habiendo pues dejado el hombre vie-

jo se alegraron de haberse revestido del hombre nuevo (Ef.,4,22-24;

Col., 3,9-10) -Orígenes cistercienses, p.62) Es con razón que el P; Jo-

seph M. Canivez OCSO (+19527 ha escrito: El principio generador

de la fundación de Cister fue también el principio generador de la li-

turgia cisterciense20

. Veía en esto el ideal de los primeros cistercien-

ses: vivir la Regla de san Benito en su sentido original y en su integri-

dad. Nuestros padres, en efecto, han asumido integralmente la liturgia

monástica benedictina, tal como la organizan los capitulo 8 - 20 (y 45,

47, 50, 52) de la Regla, pero ellos lo han hecho en su espíritu, y es el

espíritu de una REFORMA!

2.1 Cister como una reforma litúrgica

El monaquismo cisterciense comienza con una reforma de la liturgia!.

Sobre este hecho tenemos unos conocimientos bastante precisos (gra-

cias a los preciosos manuscritos descubiertos en el siglo 220 (concre-

tamente después de 1930/1950) y a los estudios y búsquedas que han

sido y son objeto por parte de especialistas: P. Konrad KOCH OCist.

(+1955) de Himmerod, Abad Bernardo KAUL OCist de Hauterive,

P.Bruno GRIESSER O.Cist (+19657 de W Wettingen-Mehrerau,

P.Beda LACKNER OCist. de Zirc-Dallas y principalmente el P.

Crisógono WADDELL OCSO de Gethsemani (USA)21

. Los mas anti-

20 J. M. CANIVEZ, Le rite cistercien, in: Ephemerides Liturgicae 63 (1949) 276-

311, ici: 284.

21 Sur la première réforme liturgique à Cîteaux cf. A.M. ALTERMATT, Die erste

Liturgiereform in Cîteaux (ca. 1099-1133), in: Rottenburger Jahrbuch für Kirchen-

geschichte 4 (1985) 119-148, ici: 120-121; id, die Liturgie des frühen Cîteaux und

ihre Spuren im Denken uns Fühlen de resten Zisterzienser, in: Zistercienserakade-

mie Mehrerau-LangWden-Berl in, Berichtsheft des 2. Symposions vom 16-17. Aprii

16

guos documentos conocidos sobre Cister son parte de una reforma

litúrgica muy radical, introducida ya bajo el abadiato de Alberico

+1108), pues en plena fase de fundación, y terminada bajo el abadiato

de Esteban (+1134).

Fue puesta en práctica muy sistemáticamente según unos principios

claros hasta tal punto que un especialista de la litúrgica el P. Angel A.

HŠussling OSB, de Maria Laach, ha tentado de considerarla como la

primera reforma litúrgica “moderna” en la historia de la liturgia

occidental22

. El programa de reforma propuesta) de los padres funda-

dores de Cister encontró en la reforma de la litúrgica su primera reali-

zación concreta. Este solo hecho muestra hasta que punto ellos esti-

maban la liturgia! Pienso que nosotros somos suficientemente con-

sientes de ello hoy en día principalmente porque no conocemos bas-

tante esta primera reforma litúrgica, por la que Cister ha empezado.

Por otra parte los historiadores han puesto de relieve como un fenó-

meno interesante, el hecho que las épocas de reformas en la historia de

la Iglesia caminan a la par con las reformas litúrgicas y son estimula-

das también por ellas23

.

La primera selección que los fundadores habrían hecho es la supresión

radical de numerosas incrustaciones de oraciones y de oficios que, en

el curso de los siglos y sobre todo después de Benito de Aniano +821),

el reformador y “fundador” del monaquismo benedictino, habían am-

pliado el oficio divino previsto por la Regla de san Benito. Concreta-

mente, cada día, estos añadidos representaban un centenar de salmos

que se añadan a los 37 (39) salmos previstos por la Regla. En esta

época, había allí una práctica corriente en casi todas las partes entre

los monjes “negros” tradicionales y no solamente en Cluny, como se

afirma todavía a menudo. Partiendo del principio de la pureza de la

Regla (puritas Regulae), los primeros cistercienses, tenían que ocasio-

1999. die Identität der Zisterzienser aus dem Geist ihrer Liturgie gestem und heute,

Lsngwaden 1999 [2000], 15-28.

22 A. A. HAUSSLING, Liturgiereform. Materialien zu einem neuen Thema der li-

turgiewssenschaft, in: Archiv für liturfiewssenschaft 31 (1989) 1-32, ici: 25.

23 Cf. H. ZIRKER, Ekklesiologie (cf. note 10), 191.

17

nar un conflicto. Es verdad que sobre ciertos puntos, la tradición esta-

ba tan anclada que ellos hicieron concesiones al hecho inconmovible.

Por ejemplo ellos conservaron el oficio diario de difuntos o también

el capitulo diario y principalmente la misa conventual diaria que no

tiene su fundamento en la Regla de san Benito (y también la misa ma-

tutinal). Algo mas tarde ellos introdujeron el Oficio Parvo de la Vir-

gen24

. En el capítulo XII del Exordio Parvo, tenemos una alusión a es-

ta ruptura de la tradición, cuando se dice: Ellos han roto los usos (con-

suetudines) de ciertos monasterios, juzgándose demasiado débiles pa-

ra llevar un peso tan grande (imbecillitatem suam ad tantum pondus

sustinendum imparem judicantes). Por otra parte, hasta aquí, este

fragmento ha sido traducido de manera del todo errónea, porque se ha

leído “judicantium” en lugar de “judicantes”25

. Testimonio mucho

mas tardío, el Exordium Magnum expone más ampliamente, en su

primer libro, en el capitulo 20, las rebajas masivas de los primeros

Cistercienses con relación a la liturgia monástica tradicional. Da justi-

ficación de ello. Esto constituye para nosotros un texto importante: En

primer lugar (primitus), decidieron observar fielmente lo que ordena

la Regla (traditiones) por la medida (modus) y la disposición del ofi-

cio divino y rechazar (reicere) absolutamente todos los salmos, ora-

ciones y letanías que sus padres habían añadido (appendicia) de su

propia iniciativa (pro velle suo) y si descrecían (minus discreti pa-

tres); tuvieron en efecto la sabiduría para comprender que estas adi-

ciones, por razón de la fragilidad humana, son mas nocivas que sa-

ludables a los monjes pues su multiplicidad (multiplicitas) hace que,

no solamente los tibios (fastidiosi) sino también los fervorosos (stu-

diosi) o se eximan de ellas mas que con enojo (omnino tepide) y ne-

gligencia (negligentes). Después, mirando la Regla con sus ojos,

examinaron minuciosamente todos sus capítulos (diligenti examina-

24 Cf. A. Schmidt, Zusätze als Problem des monastischen Stundengebetes im Mitte-

lalter, Mùnster Westfalen 1986 (=Beiträge zur Geschichte des alten Mönchtums uns

de Benediktinerordens, vol 36), surtout 67-96 (Cîteaux); A. M. ALTERMATT, Die

erste Liturgiereform in Cîteaux (cf. note 21), 123, 145.

25 Cf. Ch. WADDELL, Narrative and Legislative Texts from Early Cîteaux. Latin

Text in Dual Edition with English Translation and Notes, Cîteaux-Commentarii cis-

tercienses 1999 (=Studia et Documenta, vol. IX), 249 (ligne 12); A.M. AlTER-

MATT, Die erste Liturgiereform in Cîteaux (cf. note 21), 132 (note 81)

18

tione ventilantes) y decretaron de rechazar enteramente de su manera

de vivir (conversatio) todo lo que estaba en oposición con ella (ex in-

tegro alienare26

). (Exordium Magnum, I, 20,13-14 Ed; Brepols et

Cîteaux 1998, p.38).

2.1.2 Las etapas de la primera reforma litúrgica de Cister

No es, evidentemente, posible, tratar aquí con detalle de esta reforma

litúrgica de gran amplitud emprendida por nuestros Padres al principio

de Cister. Se puede buscar en los estudios publicados a este respecto

amplia información27

. Nos limitamos aquí’ a recordar el desarrollo

cronológico y los actos principales! Uno de los primeros documentos

referentes a la liturgia de Cister es una larga carta dirigida por el Abad

benedictino Lambert de Pothières al Abad Alberico de Cister28

. La

fuerza de este texto que Alberico había dirigido este sabio gramático

para pedirle como acentuar y comprender correctamente ciertas pala-

bras del salterio latino. Se reconoce ya allí, la fuente de la autenticidad

de los textos y de un justo desarrollo de las celebraciones litúrgicas

que caracteriza los primeros Cistercienses.

Una primera, e importante, etapa de la reforma litúrgica fue la audaz

revisión de la Biblia latina emprendida muy verosímilmente bajo el

abadiato de Alberico, continuada y acabada por Esteban? Para este

trabajo, se sabe, fueron consultados algunos rabinos. Esto fue un tra-

bajo pesado que duró poco mas de diez años, desde 1099 a 1109; vista

la importancia primordial de la Biblia, de la Palabra de Dios, para la

celebración de la litúrgica y ya, simplemente, para la vida monástica,

es comprensible que la obra de reforma de los Cistercienses haya in-

vertido tanto para obtener un texto de la Biblia tan fiable y auténtico

como fuera posible. El fin de esta revisión de la Biblia -que acabara

26 Exordium mágnum cisterciense sive narratio de initio cisterciensis Ordinis, ediert

von B. GRIESSER, Rome 1961 (Series Scriptorum S.O. Cist. vol. 2), 75; traduction:

Le grand Exorde de Cîteaux ou récit des débuts de l’Ordre cistercienm Turnhout-

Cîteaux 1998,38.

27 Cf. plus Aut. note 21.

28 Edition de cette lettre: J. MARILIER, Chartes et documents concernant l’abbaye

de Cîteaux (1098-1182). Rom 1961 (=Biblioteca cisterciensis, vol 1), 41-46 (nº17)

19

en lo que ha sido llamado la Biblia de San Esteban Harding- y su

método casi moderno y científico, son expuestos por Esteban en su

Prologo a Monitum29

.

Hacia 1108-113 (115/119), los Cistercienses adoptaron el himnario

ambrosiano de Milán. En esto se esforzaron por seguir fielmente la

Regla de san Benito que en muchas ocasiones utiliza el termino “am-

brosiano” en lugar de la palabra “himno”. Y, como el autor de estos

himnos es san Ambrosio (+397), obispo de Milán, es allí que nuestros

fundadores fueron a buscar los himnos para Cister. Lo sabemos de

manera cierta por el Prologo o Monitum del Himnario cisterciense es-

crito por san Esteban30

.

En la misma época, es decir entre 1108 y 113 (1133), los primeros

Cistercienses han copiado en Metz sus libros litúrgicos de canto

(gradual y antifonario) e introdujo en Cister la tradición musical de

Metz. Esta ciudad tenía entonces la reputación de conservar una de las

tradiciones más antiguas de canto gregoriano. Esto es los que incitó a

nuestro Padres a acercarse allí31

.

Según el P; Crisógono Waddell OCSO, que ha estudiado estas cues-

tiones de una manera profunda, los monjes enviados a Roma a fin de

obtener del Papa Pascual II (+1118) el “Privilegio romano”, han traído

de allí a Cîteaux el Sacramentario gregoriano (Misal)32

.

29 Cf. Orígenes cisterciennes (cf. note 13), 137-140; H. BREM/ A. ALTERMATT

(ed.), Einmütig in der Liebe (cf. note 13), 210-213.

30 Orígenes cisterciennes (cf. notes 13), 141-143; H. BREM/ A. ALTERMATT

(ed.), Einmütig in der Liebe (cf. note 13) 208-209.

31 Cf. A. M. ALTERMATT, Die erste Litrugiereform in Cîteaux (cf. note 21), 132-

133, 142; CH. WADDELL,The Origin and Early Evolution of the Cistercian Antip-

honary in Memory of Thomas Merton, éd. Par M.B. Pennington, Spencer 1970

(=Cistercian Studies Series, Bd. 3), 190-223, ici: 193-204; A. ODERMATT, Der Li-

ber ordinaries der Abtei St. Arnulf vor Metz, Freiburg Schweiz 1987 (=Spicilegium

Friburgense, vol 31), 23s.

32 Cf. Ch. WADDELL, The Early Cistercian Experience of Liturgy, in: Rule and

Life. An Interdisciplinary Symposium, ed. Par M.B. Pennington, Spencer 1971

(=Cistercian Studies Series, vol. 12) 77-116, surtout 94, id; Two Early Cistercian

“Libelli missarum”. Edition of Texts with Notes and Commentaries, Abbaye de

20

Así se constituyó, en el curso de los años que van de 1099 y 1133, fi-

nal del abadiato de Esteban, lo que se podría llamar la liturgia cister-

ciense. Con el correr de los años, la practica monástica y litúrgica del

primitivo Cister ha sido fijada por escrito e regulada hasta los míni-

mos detalles, lo que ha dado las Consuetudines, llamadas también, en

nuestra tradición, los Ecclesiastica Officia. tenemos de ellas, después

de 1989, una magnífica edición latino-francesa, dotada de notas subs-

tanciales y de índices33

. Al lado de los Ecclesiastica Officia, uno de

los testimonios mas completos de la primera reforma litúrgica de Cis-

ter es el libros denominado Breviario de San Esteban Harding (hacia

1132), descubierto en 1939 en Berlín por el P.Konrad KOCH OCist

(+1955). Esto son principalmente las obras que nos dan una buena in-

formación sobre la vida litúrgica de los fundadores de Cister.

Si nos fijamos en que esta reforma litúrgica se ha efectuado durante la

fase de fundación, en los primeros años de Cister, cuando la comuni-

dad era relativamente poco numerosa, se valora mas el gasto conside-

rable de fuerzas y de tiempo que esto exigió, si pensamos por ejemplo

a los largos viajes (Milán, Roma, Metz), qué supuso esto, uno queda

más que maravillado. Pero, justamente, toda esta reforma de la liturgia

en los inicios de Cister demuestra hasta qué punto la liturgia era im-

portante para nuestros Padres!

2.1.3 Los cuatro principios de la primera reforma litúrgica de Cis-

ter.

Cister, movimiento de reforma benedictina, comenzó a realizar su ide-

al con una reforma radical de la liturgia monástica benedictina here-

dada del pasado; Como el P.Crisógono Waddell lo ha mostrado, esta

liturgia remontaba a través de Molesmes (casa de origen de Cister),

por Montier-la-Celle (cerca de Troyes), el monasterio de profesión de

Roberto de Molesmes, fundador de Cister (+1111), hasta Marmoutier

Gethsemani (Trappist, Kentucky) 1991 (=Cistercian Liturgy Series, vol. 19).

33 D. CHOISELET/P. Vernet, Les “Eclesiástica Oficia” cisterciens du Xllème siè-

cle. Texte latin selon les manuscrits edites de Trente 1711, Ljubjana 31 et Dijon 114.

Versión française, Reiningue 1989 (=La documentation cistercienne, vol 22)

21

(en Tours), la venerable abadía de san Martín, que renovada en el si-

glo 10 había recibido la impronta de Cluny34

. En la reforma litúrgica

de Cister se encuentra pues aplicada, de manera ejemplar, el ideal de

reforma especifica de los primeros cistercienses. Los cuatro principios

que se distinguen claramente en esta reforma litúrgica son los cuatro

principios que inspiran toda la reforma cisterciense.

El primer principio, muy determinante, es -como nosotros lo hemos

dicho ya muchas veces- el de la “integritas regulae”, la determina-

ción de seguir integralmente la Regla de san Benito.

El segundo principio que, a mi parecer, caracteriza todo particular-

mente los Cistercienses es el de la autenticidad, la preocupación por

la verdad de los textos, de su fiabilidad, pero también, mas genérica-

mente, la preocupación por la autenticidad de la vida monástica en to-

do lo que la constituye. Todo debe desarrollarse según las reglas (del

arte)! En el Prologo al Antifonario cisterciense, san Bernardo (+1153)

rinde testimonio a los Padres fundadores de Cister: Ellos han velado

con un religioso celo a no cantar para la alabanza divina más que los

fragmentos reconocidos más auténticos (id quod magis authenticum

inveniretur)35

.

El tercer principio es aquel de la simplicidad, que hemos considera-

do hasta nuestros días como la tendencia quizá las más típica del mo-

naquismo cisterciense. Principalmente sobre este punto, los Cister-

cienses eran “hijos de su tiempo”, es decir que estaban sensibilizados

por la llamada a la simplicidad y a la pobreza entrada en la Iglesia en

los siglos 11 y 12 por las influyentes movimientos de pobreza evangé-

lica (vida evangélica y apostólica) que querían seguir pobres al Cristo

pobre36

. El principio de la simplicidad no se traducía solamente por un

34 Cf. Ch. WADDELL, The Pre-Cistercian Background of Cîteaux and the Cister-

cian Liturgy, in: Goad and Mail. Studies in Medieval Cistercian History, vol. 10, ed.

Par E.R. LDER, Kalamazoo 1985 (Cistercian Studies Series, vol 84), 109-132.

35 Origenes cisterciennes (cf. note 13), 145-147.

36 Cf. “Exordium Parvum”, chap 15,9; ibid. 64; H. BREM/A. M. ALTERMATT

(ed), Einmütig in der Liebe (cf. note 13), 88/89. Cf. E. WERNER, Pauperes Christi.

Studien zu sozialreligiösen Bewegungen im Zeitalter des Reform-papsttums, Darms-

22

“estilo de celebración” litúrgica simple, sino también por el despoja-

miento del arte sagrado y de la arquitectura de las iglesias concernien-

te a la simplicidad de los cálices y a los ornamentos litúrgicos, en el

capitulo XVII del Exordium Parvum (reúne una suma de decisiones de

los Capítulos generales) son introducidas por esta frase: Velaron des-

pués para que en la casa de Dios, donde ellos deseaban servir a Dios

con devoción día y noche, no hubiera nada que oliera a ostentación

(soberbia) o superflua vanidad (superfluitas), nada que algún día pu-

siera en peligro la pobreza (paupertas) guardiana de las virtudes, que

ellos habían escogido de manera espontanea (Exordium Parvum cap.

XVII, Orígenes cistercienses. Los textos más antiguos, París, Cerf

1998, p.66-67). No es que se tratase de cosas exteriores para los pri-

meros Cistercienses sino de interioridad. La voluntad hacia la reduc-

ción37

constatada en la arquitectura de los monasterios cistercienses se

verifica igualmente en todo el campo de la liturgia, principalmente si

se la compara con la liturgia monástica benedictina contemporánea (s.

XII).

El cuarto principio, en fin, es aquel de la unidad. Amor, unidad y

paz: tales fueron las columnas sobra las que se edificó Cister, como

los testimonia la Carta de caridad. En, una de sus máximas mas típi-

cas dice: ...nuestra voluntad es que tengan voluntad de vivir una sola

caridad, bajo una sola Regla y según una manera semejante (una

caritate, una regula, similibusque vivamus moribus); (Carta queratitis

prior, c; III, Origines cistercienses, 1998 p.89). La Carta de caridad

concretiza después esto para lo que hace relación ala liturgia: ...que

ellos tengan el modo de vida (mores), el cano y todos los libros nece-

sarios para las horas diurnas y nocturnas as’ como para las misas, con-

forma al modo de vida e a los libro del Nuevo Monasterio (Cister)

(id). Los libros, que deben ser en todas partes los mismos, son nume-

rados en un estatuto del Capítulo general. Estos son: el misal, el texto

de los evangelios, el epistolario, el colectaneo, el gradual, el antifona-

rio, el himnario, el salterio, el leccionario, la regla y el martirologio

tadt, 3 1970.

37 Cf. H. HAHN, Die frühe Kirchenbaukunst der Zisterzienser, Berlín 1957, 97,

127s

23

(Decisiones capitulares nº X, Orígenes cistercienses nº IX, Orígenes

cistercienses, p. 126). Esto es también un índice de la alta estima de

los primeros Cistercienses por la liturgia. Es difícil de hallar una orden

religiosa de la Edad Media que hubiera concedido tanto valor a la uni-

dad, a la concordia (concordia), y también a la uniformidad (uniformi-

tas), que no lo hayan tenido los cistercienses. Esta constatación conti-

nua para los siglos posteriores hasta una Época reciente. Hacia

1180/1186 (según la ultima constatación del P; Crisógono Waddel),

los Cistercienses han creado un manuscrito-tipo, código litúrgico que

obligaba a toda la orden, conocido como el Manuscrito 114 de la Bi-

blioteca municipal de Dijon38

. Y siguiendo con este “ejemplar” que

todos los libros litúrgicos de la orden debían ser copiados o corregi-

dos. Es verdad que el ideal de la un uniformidad no ha podido ser rea-

lizado en su radicalidad, por razón de la expansión de la Orden, por el

crecimiento de sus casas y también por la expansión geográfica y cul-

tural. Los estudios emprendidos actualmente demuestran que en la

practica los principios de reforma tan estrictos de los primeros Cister-

cienses no han podido ser aplicados de manera absoluta mucho tiempo

ni en todas partes, y pronto se debieron hacer concesiones a unas cos-

tumbres locales o a corrientes de ideas contemporáneas. Ideal y reali-

dad o bien Mito y realidad, son los títulos dados voluntariamente es-

cogidos, en los últimos años, para uno estudios sobre la historia cister-

ciense39

. Pero a pesar de todo, el espíritu primitivo de nuestros Padres

ha permanecido viviente a través de los siglos.

La reforma litúrgica de los inicios de Cister, del que nosotros hemos

esbozado las grandes líneas, fue muy radical y representaba, hasta

cierto punto de vista, una ruptura con la tradición benedictina. Tampo-

co hay nada de sorprendente que los Cistercienses hayan sido pronto

mal visto y tildados de innovadores y amantes de singularidades.

38 Cf. WADDELL, Narrative and Legislative Texts from Early Cîteaux (cf. note

25), 37-39

39 Cf. J.L. LEKAI, The Cistercians. Ideals and Reality, The Kent State University

Press 1977; K. ELM/P. JOERISSEN/H.J. ROTH (ed.), Die Zisterzienser. Ordensle-

ben zwischen Ideal und Wirklichkeit, Bonn 1980 (=Schriften des Rheinischen Mu-

seumsamtes, vol. 10); J.-B. AUBERGER, L’unanimité cistercienne primitive:

Mythe ou réalité?, Achei 1986 (=Studia et Documenta, vol. 3).

24

Hubo, en el siglo 12, una serie de escritos polémicos entre los Cister-

cienses y los “monjes negros” (no solamente los Cluniacenses!). Uno

de los que han atacado con mas virulencia, la liturgia de los Cister-

cienses es el célebre Pedro ABELARDO (+1142), en su décima car-

ta40

.

2.1.4 Las otras reformas litúrgicas en los Cistercienses, a lo largo

de los siglos

La primera reforma de la liturgia tenía también sus limites. Estos apa-

recieron muy especialmente en el canto, que los primeros Cistercien-

ses, en búsqueda de la tradición más auténtica, habían encontrado en

Metz, y que daba visiblemente lugar a un gran descontento. Esta tradi-

ción musical de Metz era demasiado fuera de lo acostumbrado y no

satisfacía a muchos puntos de vista. Después de la muerte de Esteban

(+1134) -que, manifiestamente, se le había querido manipular! - el

capítulo general decidió revisar este canto y encargó de ello al Abad

de Claraval, Bernardo. Él, por su parte, confió este trabajo a unos

músicos competentes de la orden, los hermanos que se encuentra y

que fueran los mas hábiles en el arte y en la práctica del canto (qui in

arte et usu canendi instructores atque peritiores inventi sunt!41

.

El primer paso en esta reforma musical cisterciense fue la puesta en

practica de una teoría musical cisterciense: Regulae de arte música.

Su autor, según los descubrimientos mas recientes, es un tal Guido

d'EU (Guido Augiensis), que habría sido abad de Cherlieu42

. El fruto

de esta reforma, conocida bajo el nombre de “reforma bernardina”,

acabada en 1147, fue lo que se ha llamado el canto cisterciense. La

mayor parte de los himnos “populares”, no ambrosianos, descartados

por la primera reforma, han reencontrado un lugar en el repertorio.

40 Vgl. CH. WADDELL, Peter Abelard’s Letter 10 and Cistercian Liturgical Re-

form, in: Studies in medieval Cistercian History, vol. 2, ed. Par J.R. SOMMER-

FELDT, Kalamazoo 1976 (=Cistercian Studies Series, vol. 24), 75-86.

41 Cf. BERNARD VON CLAIRVAUX, Prologue à l’antiphonaire cistercien (cf.

note 3)

42 Cf. C. MAÎTRE, La réforme cistercienne du plain-chant. Etude d’un traité théo-

rique, Brecht 1995 (=Studia et Documenta, vol. 6).

25

Muchos oficios han sido introducidos (por ejemplo el de santa Maria

Magdalena), y Fiestas de la Virgen Maria sido enriquecidos por textos

sacados del Cántico de los Cánticos, lo que revela evidentemente la

influencia de san Bernardo. El principio de la “ratio” jugó un papel

muy importante en esta segunda reforma de la liturgia (1134-1147),

que debía marcar fuertemente la orden hasta el Concilio Vaticano II43

.

Una tercera reforma litúrgica, de menor importancia, tuvo lugar en

1180-1182. Se trataba solamente de una simplificación y de un reto-

que de ciertos textos y formularios litúrgicos. Además toda una serie

de nuevas fiestas han hecho entonces su aparición en el calendario cis-

terciense44

.

La cuarta reforma litúrgica, por el contrario, ha sido mucho mas

consecuente. Fue emprendida en el siglo XVII, a continuación del

Concilio de Trento (1545-16563). Es entonces que los libros cister-

cienses de liturgia han sido fuertemente “romanizados”. Pero gra-

cias a la sabiduría del abad general Claude VAUSSIN (+1670), la or-

den no ha abandonado completamente su liturgia propia. Después de

una larga lucha, se llegó a un compromiso, lo cual aparece también en

el titulo de los nuevos libros litúrgicos: Breviarium cisterciense yuxta

Romanum (1656) 45

o Missale cisterciense yuxta novissimam Romani

recognitum correctionem (1657). A mitad siglo 19, después de mu-

chas discusiones sobre su legitimidad, la liturgia cisterciense (-

romana) recibió finalmente una nueva aprobación por parte de la Con-

gregación de Ritos en 1869 y del Papa Pío IX (+1878) en 187146

. La

43 Cf. Ch. WADDELL, Chant cistercien et liturgie, in: Bernard de Clairvaux. His-

toire, mentalités, spiritualité, Paris 1992 (=Sources Chrétiennes, vol. 380), 99ss.

44 Cf. Ch. WADDELL, The Early Experience of Liturgy (cf. note 32), 99ss.

45 Cf. A.A. KING, Liturgies of the Religious Orders, London 1955 [62-156: Cister-

cian Rite], 78-89.

46 Cf. ibid, 90; C. BOCK, Les codifications du droit cistercien, Westmalle 1956,

167-170. Pour la période de 1892 jusqu’au Concile Vatican II cf. A.A. KING, Litur-

gies of the Religious Orders (Cf. note 45), 90-93; C. BOCK, Les codifications du

droit cistercien, 172-189; B.WIDMANN, Die neuen Choralbücher des Cisterciense-

rordens, in: Cistercienser Chronik 16 (1904) 120-123, 184-188, 213-217, 280-284;

17 (1905) 24-28, 53-58, 83-92, 147-149, 299-304, 335-346.

26

orden de los Cistercienses de la estrecha Observancia, nacida en 1892,

deseo hacer revivir la antigua liturgia cisterciense; se esforzó por revi-

sar los libros del coro que habían sido “contaminados” a lo largo de

los siglos y los editó en su propia imprenta de Westmalle (Bélgica).

Una misma preocupación por retornar a la liturgia cisterciense carac-

teriza ciertas comunidades de nuestra orden, particularmente aquellas

que pudieron hacer revivir sus antiguas abadías: Boquen (1936), Hau-

terive (1939), Poblet (1940).

Finalmente vino la quinta y ultima reforma litúrgica, después del

Concilio Vaticano II. Comportaría una completa reestructuración de la

liturgia monástica cisterciense. Trataremos de ella en el capítulo 3.

Este breve vuelo a vista de pájaro muestra cuanto a lo largo de su his-

toria los Cistercienses se han preocupado por la liturgia, de su adapta-

ción a las prescripciones de la Iglesia y a las necesidades de cada épo-

ca.

2.2 El horario cotidiano en un monasterio cisterciense del Medioe-

vo

Los Ecclesiastica Officia, del siglo 12 nos dan una visión muy deta-

llada del horario de los primeros tiempos de Cister. Las Vigilias noc-

turnas y las siete Horas del día le dan una estructura estable. El P. Odo

DUCOURNEAU OCSO (+1929), basándose sobre los Ecclesiastica

Officia ha reconstruido el horaria de esta jornada donde todo está de-

terminado por la luz del sol. Empezaba al levantarse hasta el acostar-

se; las horas cuyo numero permanecía no cambiado (12) tenían una

durada variable según las sesiones y por este hecho, se desplazaban

sin cesar con relación a la hora media. Tomaremos a modo ejemplo el

horario durante el verano47

.

47 O. DUCOURNEAU, Essai de reconstitution des variations de l'horaire des pre-

miers cisterciens en été et en hiver, in: R. THOMAS, La journée monastique, Paris

1982 (= Pain de Cîteaux), en appendice. Cf. A.M. ALTERMATT, "Siebenmal am

Tage singe ich dein Lob". Die liturgische Tagesordnung in einer Zisterzienserabtei

27

HORARIO CISTERCIENSE – S. XII – XIII – XIV

(VERANO)

Solsticio

de verano

final de ju-

nio

Dos meses

después

20-25 agosto

OBSERVACIONES

Levantarse

Vigilias

Fin de las

Vigilias

Intervalo

Laudes

Fin de lau-

des

Intarvalo

Prima

Capítulo

Trabajo

Fin del tra-

bajo

Intervalo

1,45

2,00 aprox.

3,00

algunos

min

3,10 aprox.

3,45

4,00

4,40 aprox.

7,15

2,40

2,50

4,00

algunos mi.

4,10 aprox.

4,50

5,00

5,40 aprox.

7,45

8,15

Una hora antes de la aurora

Un poco después del aman.

Transcurre 1h. Cant. de Vig.

“brevísimo intervalo”

“incipiente luz”

“incluye los laudes dif. has-

ta la salida del sol.

Salida del sol (1ª hora)

Seguido de Pr.15m. aprox

Seguido de Capítulo.

Al 1ra

señal de Tercia (30m,

antes)

Media hora

Antes de terminar la 3ªh.

(4ª hora) seguido de Tercia

einst und heute, in: P. RUCKERT/D. PLANCK (ed.), Anfänge der Zisterzienser in

Sudwestdeutschland. Politik, Kunst und Liturgie im Umfeld des Klosters Maul-

bronn, Stuttgart 1999 (= Oberheinische Studien, vol. 16), 247-263, surtout 255-259;

A. ALTERMATT, Liturgia e vita quotidiana cistercense, in: Un'abbazia Lombarda:

Morimondo. La sua storia e il suo messaggio, ed. par la "Fondazione Abbatia Sancte

Marie de Morimundo", Abbiategrasso 1998, 39-60. - La source pour la reconstitu-

tion de l'horaire cistercien au moyen âge est le chap. 83 des "Ecclesiastica Officia"

(cf. note 33), 236-241.

28

Tercia

Misa

Fin de la

Mis

Lectio

Sexta

Comida

Fin de la

comi-

da.Desc

Despertar

Nona

“Biberes”

Trabajo

Fin del tra-

bajo

Intervalo

7,45

8,00 aprox.

8,50 ,,

8,50

10,40

10,50

11,30

13,45

14,00

14,15

aprox.

14,39 ,,

17,30

8,30

9,15 aprox.

9,15 ,,

10,50

11,00

11,40

13,30

13,45

14,00 aprox.

14,15 ,,

16,30

“Usque ah horam quasi

sextam”

Seguido de Sexta

Poco antes de la mitad de la

hora octava.

“Mediante la octava hora”

Seguido de Nona

Seguido de “Biberes”

Hacia el final de la 10ª h.

Aproximadamente 30m.

Durante la undécima h.

Vísperas

Final de

Visp. Cena

Fin de la

cena, interv.

Lect. antes

de Comp.

Completas

Descanso

18,00

18,45

19,15

19,30

19,50

20,00

17,00

17,45

18,15

18,30

18,50

19,00

Comprendido el oficio de

difuntos.

Primera hora de la noche

29

Sobre esta distribución de la jornada cisterciense, quisiera hacer dos

observaciones importantes. Si se la compara a la de la regla de san

Benito, dos elementos añadidos saltan a la vista: la Misa conventual y

el capitulo que los Cistercienses mismos, derogando sus principios,

han incidido en su programa cotidiano. Es aceptado históricamente

que el monaquismo primitivo y los monasterios del tiempo de san be-

nito no conocían la celebración diaria de la Misa. La Eucaristía no

era celebrada mas que el domingo. Durante la semana, una corta ce-

remonia de Comunión tenía lugar después de Sexta: el Abad distri-

buía a los monjes el Cuerpo y la Sangre de Cristo48

. La Misa conven-

tual diaria fue introducida en los monasterios en la época carolingia

(clericalización del monaquismo). En el año 1000, esta práctica era ya

corriente y los primeros Cistercienses no se han atrevido a romper esta

tradición. Curiosamente han adoptado todo el sistema “basilical” de

las Misas, es decir: la Misa conventual diaria, doblada por una Misa

privada diaria, a las que se añadía, en los días de fiesta, una segunda

misa conventual, llamada Misa matutinal. La instauración de este sis-

tema desequilibrado la “triple armonía” benedictina: Oración -Lectio

divina - Trabajo. En cuanto al capitulo diario tenido después de Pri-

ma, se trataba de una celebración paraliturgica, con la lectura del Mar-

tirologio, de la Regla y del necrologio, la doctrina del Abad (comen-

tario de la Regla o sermón) y acusación de las faltas (culpas). Este “of-

ficium capitulo”, oficio de capítulo, establecido igualmente en la épo-

ca carolingia por Benito de ANIANO (+821) fue también una carga

que contribuyó a romper el equilibrio del horario primitivo49

. Pero,

durante el trabajo de la recolección, los Cistercienses se tomaron

igualmente la libertad de omitir la Misa conventual, o también de

48 Quant à la célébration eucharistique chez les moines cf. A. DE VOGÜE, Les

premiers moines et l'Eucharistie, in: L'Eucharistie (= Connaissance des Pères de l'E-

glise, n° 77), Montrouge 2000, 43-54; A.M. ALTERMATT, Le dimanche (cf. note

16), 26-27, 197s.; A.A. HAUSSLING, Mönchskonvent und Eucharistiefeier. Eine

Studie über die Messe in der abendländischen Klosterliturgie des frühen Mittelalters

und zur Geschichte der Messhäufigkeit, Münster Westfalen 1973 (= Liturgiewis-

senschaftliche Quellen und Forschungen, vol. 58).

49 Cf. le chap. 70 des "Ecclesiastica Officia" (cf. note 33), 202-209, 439-440 (note

130); cf. P. SCHEPENS, L'office du Chapitre à Prime, in: Recherches de science re-

ligieuse 11 (1921) 222-227.

30

cantar el oficio mas rápidamente (!), o bien -como la Regla misma lo

prevé- celebrar las horas menores en el lugar de trabajo50

. Si se añade

al oficio coral la Misa conventual y el capitulo de la mañana, esto da

alrededor de seis horas de celebración litúrgica comunitaria por día

en la semana (en verano las Vigilias son menos largas) y alrededor de

siete horas los domingos y fiestas; A esto se añade evidentemente todo

el tiempo de preparación. En el curo de los siglos siguientes, los Capí-

tulo generales se han visto obligados sin cesar a ajustar la distribución

de la jornada según las necesidades del tiempo y también según las

capacidades de las comunidades51

.

2.3 La liturgia: una de la principales fuentes de la espiritualidad y

de la literatura cisterciense

Dado que la celebración litúrgica es verdaderamente el centro de las

tres principales actividades de la jornada cisterciense-benedictina,

ejerce evidentemente una gran influencia sobre la espiritualidad y la

cultura de los monjes y de las monjas. La liturgia es el clima en el que

ellos viven. Dom Jean Leclercq OSB (+1993), en sus numerosos tra-

bajos sobre la espiritualidad monástica, no ha cesado de decir como la

liturgia impregnaba el universo espiritual de los monjes. El lo subraya

muy particularmente en su libro “El amor de las letras y el deseo de

Dios”52

, hecho ya un clásico. Atrae también la atención sobre el hecho

que la liturgia era el lugar privilegiado (lo es siempre) donde los mon-

jes y monjas reencontraban (reencuentran) la Sagrada Escritura y los

escritos de los Padres de la Iglesia, lo que hace de ella una fuente

muy importante de formación monástica. En el citado libro, en el

capitulo 10, titulado El poema de la liturgia, Dom Leclercq escribe:

En parte es por ella (la liturgia, y en ella, que los monjes entran en

contacto con la Escritura y los Padres, penetrándose de los grandes

religiosos tradicionales. pero esto fue en ella igualmente que su cultu-

50 Cf. les chap. 75 und 84 des "Ecclesiastica Officia" (cf. note 33), 218-225, 242-

245, 452 (note 184).

51 Cf. J.L. LEKAI, The Cistercians (cf. note 39), 364-377, surtout 365.

52 J. LECLERCQ, L'amour des lettres et le désir de Dieu. Initiation aux auteurs mo-

nastique du moyen âge, Paris 1990.

31

ra encontró uno de sus terrenos de expresión privilegiado; por ella, a

propósito de ella, comprendieron sus textos mas numerosos53

. El ha

demostrado también como todo, en la vida monástica se refiere a la li-

turgia: arte, arquitectura, poesía, aritmética, astronomía y economía.

Además él ha iluminado el parentesco entre “culto” y “cultura” y de-

cía: La liturgia ha marcado con su impronta toda la cultura monásti-

ca54

. En su pequeño y notable libro sobre san Bernardo, “San Bernar-

do y el espíritu cisterciense” se encuentra la fórmula genial que puede

ser aplicada a toda la literatura y la espiritualidad cisterciense de los

primeros siglos (y parcialmente también a los siglos siguientes): Los

sermones de san bernardo son un subsuelo bíblico y un trasfondo

litúrgico55

. No se sabría caracterizar mejor los textos de nuestros (an-

cianos) autores (y autoras), textos que aparecían como verdaderos mo-

saicos de citas y de reminiscencias de la Biblia, de la liturgia y de los

Padres.

Los escritos de los antiguos autores cistercienses son substituidos en

gran parte de predicaciones (sermones) y sobre todo de Sermones para

el año litúrgico. Según la tradición de la Orden, los días de fiesta, el

Abad estaba obligado a pronunciar un “sermón” en el capitulo sobre el

misterio de la festejado56

. He aquí porque poseemos una serie de ser-

mones litúrgicos, que han sido, es verdad, revisados y, en general, co-

rregidos. Pensemos en los 128 Sermones per annum de san Bernardo,

en los 53 sermones conservados del bienaventurado Guerrico de Igny

(+1157), en los sermones de Elredo (+1167), de Isaac Estrella (+hacia

1169), de Hermann de Reun 412¡ siglo), de Hellinando de Froidmont

(+1223), y la lista se podría alargar. San Bernardo también ha com-

puesto él mismo texto litúrgico, como el oficio de san Victor (aunque

este no sea particularmente su género). Otros autores como Guillermo

de Saint Thierry (+1148) o a Balduino de Ford (+1190) han publicado

53 Ibid. 219.

54 Ibid. 233; cf. ibid. 233ss.; 236ss.

55 J. LECLERCQ, Saint Bernard et l'esprit cistercien, Paris 1980 (= Maîtres spiri-

tuels, vol. 36), 29.

56 Cf. le chap. 67 des "Ecclesiastica Officia" (cf. note 33), 190-191, 467 (note 467).

Vgl. A. FRACHEBOUD, Les premiers spirituels cisterciens, Paris 1982 (= Pain de

Cîteaux), 53ss.

32

unos tratados sobre el sacramento del Altar. Un autor anónimo del si-

glo 12!12 ha escrito un comentario sobre el Himnario cisterciense,

como lo ha hecho también mas tarde Mateo de Kšnigsaal (+1427)57

.

Siempre ha habido Cistercienses para escribir sobre la liturgia. Entre

ellos hay que nombrar al Cardenal Juan Bona (+1674), uno de los pio-

neros de la ciencia litúrgica.

La liturgia y los textos litúrgicos son constantemente presentes en los

escritos de monjas y místicos, particularmente, por ejemplo, en las

santas de Helfta: Matilde de Hackeborn (+1299) y Gertrudis la Grande

(+1302).

Una buena clave para comprender la concepción cisterciense de la li-

turgia y su significado par la vida en el monasterio nos es dada por el

P.Amadeo Hallier, en su libros sobre san Elredo Un educador monás-

tico (Paris,1959). El P.Hallier ha escrito: Si se quiere saber con cla-

ridad la importancia de la vida litúrgica para la educación espiritual

del monje, basta analizar ciertos sermones de las grandes fases de la

historia de la salvación y se hace de ellos la aplicación práctica, per-

tinente, al itinerario del alma individual. Y se le comprendería mejor

entonces cuanto en el monasterio, la lectura de la Sagrada Escritura,

las predicaciones en el capitulo, las celebraciones litúrgicas están en

conexión íntima, incorporadas a la unidad viviente. Pasando de la

Iglesia al claustro, estos monjes del Medioevo son alimentados por el

mismo verbo de Dios; lo que ellos contemplan “realizado” en los mis-

terios litúrgicos, lo reconocen “anunciado” en los Libros Sagrados...

Lo que es “proclamado” por la Palabra divina esta “representado”

por una acción sagrada. (pp.116 ss). A partir de ahí, se puede decir

que la liturgia era para el monje Cisterciense del Medioevo un lugar

57 J.M. BEERS (ed.), A Commentary on the Cistercian Hymnal (Explanatio super

hymnos quibus utitur Ordo cisterciensis), Gainsborough 1982 (= Henry Bradshaw

Society, vol. 102); K. LAUTERER, Der Hymnenkommentar Matthäus von Königs-

saal, in: Cistercienser-Chronik 73 (1966) 33-43, 71-75.

58 Cf. G. WAINWRIGHT, Der Gottesdienst als 'Locus theologicus', oder: Der Got-

tesdienst als Quelle und Thema der Liturgie, in: Kerygma und Dogma 28 (1982)

248-258; G. LUKKEN, La liturgie comme lieu théologique irremplaçable, in: Ques-

tions liturgiques 56 (1975) 95-112.

33

teológico “locus theologicus”, es decir una fuente fundamental de su

teología y de su espiritualidad58

.

3. La liturgia en nuestra vida cisterciense de hoy

Si comparamos nuestras condiciones de vida a las de las generaciones

que nos han precedido, constatamos que vivimos en otro mundo, en

una situación muy diferente de la suya. Muchas cosas han sufrido mu-

chos cambios y continúan cambiando, alguna vez incluso a un ritmo

acelerado. Estos cambios tocan todos los campos: eclesial, social,

político, económico, técnico, científico. El Concilio Vaticano II ha

desencadenado y realizado un “aggiornamento” de la vida religiosa -y

precisamente en el campo litúrgico- tal que como no se había visto

jamás en el curso de los dos milenios de la historia de la Iglesia. La

reforma litúrgica que ha seguido al Concilio ha sido seguramente la

más radical de toda la historia. Preparada por los notables trabajos del

Movimiento bíblico, patrístico y litúrgico del siglo 20, así como por la

renovación de la teología, el Concilio Vaticano II ha llegado a una vi-

sión nueva, mas profunda y esencial, de la Liturgia, y la ha expuesto

en la Constitución sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium. Encon-

tramos en ella los dos mayores criterios para una renovación de la li-

turgia de la Iglesia: por una parte la fidelidad a los orígenes, a la “sana

Tradición” (sana traditio) y por otra parte la vida concreta de cristia-

nas y cristianos en el mundo de hoy59

.

Tal como el Concilio nos lo ha pedido, también a nosotros, la liturgia

de nuestros monasterios ha sido fundamentalmente renovada en el

curso de los últimos 35 años. Sobre dos puntos, el patrimonio litúrgico

secular de nuestra orden fue profundamente modificado: el latín fue

remplazado por la lengua vernácula y el esquema benedictino del ofi-

cio casi abandonado. Para medir la importancia de este cambio, recor-

demos que estas disposiciones estaban en vigor desde siglo 6º 49ºs.).

59 Cf. A. ALTERMATT, Les principes théologiques de la liturgie restaurée (cf. note

4).

34

Uno de los principios decisivos de nuestras reformas ha sido: Menos

cantidad para mayor calidad. Es así como fueron instauradas por to-

das partes nuevos esquemas simplificados de la celebración de la Li-

turgia de las Horas, que debían ser mejor adaptadas a la situación ac-

tual de los monasterios. Habida cuenta de la internacionalidad de las

Ordenes cistercienses, el principio de la uniformidad que les era tan

querido, debió apartarse ante el pluralismo, que corresponde efecti-

vamente a la realidad de nuestro tiempo. En numerosas regiones, prin-

cipalmente las francófonas y anglófonas (pero menos en los países

germanófonos), esta vasta reforma litúrgica ha suscitado una creativi-

dad nunca vista hasta ahora. Hay que mencionar aquí el magnífico

trabajo realizado por la “Comisión Francófona Cisterciense” (CFC) y

en relación con ella, por la interesante revista Liturgia.

La obra de la renovación ha conducido igualmente a una colaboración

entre los monasterios, a nivel regional e inter-regional y entre las or-

denes monásticas. Se puede igualmente decir que la revisión y la re-

forma litúrgica de nuestras Ordenes (OCSO y OCist). Las comisiones

litúrgicas respectivas tienen entre ellas buenos contactos y ciertos li-

bros litúrgicos han sido realizados en común. El más bello fruto de es-

te ecumenismo cisterciense en la liturgia es el Ritual cisterciense,

aparecido en 1998, y que fue aprobado por el Capitulo general de cada

una de las Ordenes y por la Santa Sede. Todo permite pensar que con-

tinuaremos en esta línea, tanto mas que ya algunos proyectos están a

la vista (por ejemplo la realización de un Liber usuum adaptado a

nuestro tiempo y a nuestras sensibilidades actuales, en el que se re-

unirían los usos cistercienses).

Entre los cuatro principios primordiales que habían determinado la re-

forma litúrgica de los primeros Cistercienses, dos solamente han que-

dado en vigor: la simplicidad y la autenticidad (de hecho no siempre

ni en todos los sitios!).

Tenemos hoy una liturgia renovada, viviente, fácilmente compren-

sible y realizable. La gran reforma litúrgica pedida por el Vaticano II

esta acabada. Nos queda profundizar las celebraciones litúrgicas, los

35

textos y los cantos y principalmente para mejor penetrar el espíritu de

la liturgia tal como esta descrito en la Constitución Sacrosanctum

Concilium. A este fin, es indispensable una sólida formación litúrgica

y no solamente en el comienzo de la vida monástica, sino a lo largo de

toda la vida, como un trabajo permanente. Después del Concilio esto

nos ha sido pedido por todos los documentos romanos sobre la litur-

gia, documentos a los que hacen eco las directrices trices de n nuestras

ordenes. Para esta formación litúrgica, nos disponemos hoy -y esto

en todas nuestras lenguas- de una serie de excelentes manuales, libros

que tratan de todos los campos y aspectos de la liturgia, y particular-

mente también de revistas litúrgicas notables. Los Cistercienses de la

estrecha observancia tienen también dos publicaciones: el periódico

Liturgia ya citado y la revista americana Liturgy, redactada por el

P.Crisóstomo Waddell. Ciertos Institutos nacionales de Liturgia o de

Teología ofrecen también cursos de liturgia r correspondencia60

.

La liturgia, en cuanto que es un acontecimiento y obra de naturaleza

teológica y comunicativa-dialogal, reviste numerosos aspectos: antro-

pológico, sociológico, bíblico, teológico, patrístico, histórico y todavía

otros. Todos estos aspectos son para tomarlos en consideración pro-

fundizarlos. Para que nosotros ayudemos a ellos hay hoy interesantes

estudios. Estos últimos años; hay principalmente la dimensión antro-

pológica de la liturgia que ha atraído la atención: liturgia como acto de

comunicación, como acción expresiva y simbólica. Para nosotros,

monjes y monjas, “profesionales” de la liturgia, es la visión teológica

-espiritual de la liturgia y de su celebración que nos interesa mas: por

ejemplo la Teología de la Liturgia de las Horas que ocupa un amplio

lugar en nuestra vida. Sería también muy útil para nosotros estudiar

unos temas nuevos tales como “Liturgia, lugar de experiencia de vi-

60 Cf. ibid. 37-40.

36

da61

” o “Alabanza de Dios como sentido de vida”62

, como “orienta-

ción de vida” o “Liturgia, celebración y fiesta”63

.

Nos encontramos hoy ante un problema nuevo que nos concierne tam-

bién y que Romano GUARDINI (+1968), conocido pionero de la re-

forma litúrgica ha llamado la aptitud litúrgica del hombre moderno

(y el mismo era muy pesimista a propósito de esto!). El hombre de

hoy tiene dificultad en hallar acceso a la liturgia de la Iglesia, pues le

encuentra ya difícilmente el camino hacia la religión y hacia la fe de la

Iglesia. En nuestros días, la frase esta también formulada diversamen-

te: La liturgia es todavía apta para llegar al hombre (menschenfä-

hig)64

?. Hay cuestiones muy serias que también nosotros debemos po-

nernos.

El “aggiornamento” de la vida cisterciense que ha seguido al último

Concilio, ha conducido a nuestras ordenes a redefinir el lugar y la sig-

nificación de la liturgia para nosotros, hoy. Han tenido que repensar el

equilibrio entre la liturgia, la lectio divina y el trabajo. Esta cuestión se

ha puesto con tanta mas agudeza para que problemas del todo nuevos

surgieran en, nuestro tiempo a propósito de estos últimos elementos:

la lectio y el trabajo, sobretodo el trabajo. Es por esto que nos agradar-

ía, como conclusión, echar una ojeada sobre algunos documentos ofi-

ciales de nuestras Ordenes que tratan de la liturgia en nuestra vida. Es-

to será, al mismo tiempo, un buen resumen de lo que nosotros hemos

visto hasta aquí.

61 Cf. W. HAHNE, Gottes Volksversammlung (cf. note 4).

62 Cf. P. HUGGER, Meine Seele, preise den Herrn. Gotteslob als Lebenssinn,

Münsterschwarzach 1979 (= Münsterschwarzacher Kleinschriften, voi. 4); Ph.

HARNONCOURT, Te Deum laudamus (cf. note 5).

63 Cf. W. HAHNE, "De arte celebrandi" oder Von der Kunst Gottesdienst zu feiern.

Entwurf einer Fundamentalliturgik, Freiburg-Basel-Wien 1990.

64 Cf. R. GUARDINI, Per Kultakt und die gegenwäch 14 (1964) 101-106 und in: R.

GUARDINI, Liturgie und liturgische Bildung. Romano Guardini, Werke, Würzburg

1966, Mainz-Paderborn 2 1992, 9-17. Vgl. Art. Liturgie-fähigkeit, in: R. BERGER,

Neues pastoralliturgisches Handlexikon (cf. note 6), 312. - Quant à la "capacité

humaine" de la liturgie cf. W. HAHNE, Gottes Volksversammlung (cf. note 4), 88;

B. KRANEMANN/E. NAGEL/E. NUBOLD (ed.), Heute Gott feiern. Liturgiefähig-

keit des Menschen und Menschenfähigkeit der Liturgie, Freiburg-Basel-Wien 1999.

37

3.1 La liturgia en los documentos oficiales de nuestras Ordenes.

Después del Concilio, con ocasión de sus Capítulos generales nuestras

dos ordenes han recordado el valor de la liturgia para nuestra vida y

dado una directrices para su renovación.

3.1.1 La liturgia en las Constituciones de OCSO

Las Constituciones de la OCSO tratan de la liturgia en los números 1 -

20. La Constitución 17.1 dice: En la celebración litúrgica el fin espiri-

tual de la comunidad aparece de manera del todo especial; el sentido

profundo de la vacación monástica y de la comunión de los hermanos

(ver las hermanas) se firman y acrecientan. La Palabra de Dios es es-

cuchada allí cada día, el sacrificio de alabanza es ofrecido a Dios

Padre; allí se participa en el misterio de Cristo y en la obra de nues-

tra santificación por el Espíritu santo se realiza allí.

El parágrafo 17.3 esta consagrado a la celebración del domingo, la

Constitución 18 a la celebración de la Eucaristía; La frase final sub-

raya la dimensión eclesial de la celebración de la Eucaristía: En efecto,

por la participación al misterio pascual del Señor, los hermanos están

mas estrechamente unidos entre ellos y con toda la Iglesia.

La Constitución 19, sobre la obra de Dios, es muy iluminadora: Que

nada sea antepuesto a la obra de Dios. Porque la Liturgia de las

Horas es celebrada por la comunidad que cumple en unión con la

Iglesia la función sacerdotal de Cristo, ofreciendo a Dios el sacrificio

de alabanza e intercediendo por la salvación del mundo entero.

Este “servicio de intercesión” de los monjes y monjas es un aspecto

importante del Opus Dei y nosotros somos más sensibles a él de cuan-

to hasta hoy no lo hemos sido.

El parágrafo 2 aparece como una respuesta a una doble cuestión: ¿cual

es la relación entre oración litúrgica y oración personal y cual de ellas

debe tener prioridad? Estas cuestiones no se planteaba de la misma

38

manera entre los hermanos y hermanas que nos han precedido. He

aquí lo que dice la Constitución 19.2: La liturgia de las Horas es una

escuela de oración continua y un elemento muy importante de la vida

monástica. Es trabajo del abad (de la abadesa) estimular a los her-

manos (y hermanas) el celo por la Obra de Dios (Opus Dei).

La misma idea se encuentra en la Constitución 20: Por el constante

recuerdo de Dios, los hermanos prolongan la obra de Dios (Opus De-

i) a lo largo de todo el día. También el Abad (la abadesa) debe velar

para que cada uno(cada una) tenga ampliamente tiempo para dedi-

carse a la lectio y a la oración. Todos tienen la necesidad de crear

una atmósfera en el monasterio que sea propicio al silencio y al reco-

gimiento65

.

La “Ratio institutionis”(Programa de estudios) de 1990 toma de nuevo

estas directivas en el nº 966

.

3.1.2 La liturgia en la Declaración del Capitulo general O. Cist de

1969

Es el documento oficial más importante de la O.Cist., que trata de la

liturgia y de su importancia en, la vida cisterciense es la Declaración

del Capítulo general de la orden cisterciense sobre los elementos

principales de la vida cisterciense actual de 1969.

Este documento será nuevamente considerado y adaptado en el

próximo Capitulo general de este año 2000. Los números 59 - 64 tra-

tan de la vida de oración, y por tanto también de la liturgia, que es

también considerada en estrecha relación con la oración privada y la

lectio divina. En el nº 60 leemos: Pero los monjes -como resalta toda

la tradición monástica y de la enseñanza de la Iglesia- son llamados

de manera especial a continuar en la Iglesia la oración de Cristo.

65 Constitutions OCSO, in: Cîteaux. Documents contemporains émanant des Chapi-

tres Généraux de l'Ordre Cistercien de la Stricte Observance, Cîteaux 1991 (= Tex-

tes et Documents, vol. 4), 34-39.

66 66 Ibid. 285.

39

Ellos lo hacen por la celebración de la misa y del oficio divino, que

deben ocupar un primer plano en sus vidas; lo hacen también por me-

dio de todas las otras formas de oración, de una manera que les es

propia, penetran toda la vida.

Aquí hay que poner de relieve dos importantes puntos:

- La celebración de la liturgia esta confiada por la Iglesia, de manera

especial, a los monjes y monjas;

-Ellos continúan así la oración de Cristo.

El nº 61 subraya el valor eminente de la celebración eucarística. El

nº 62 trata nuevamente de la renovación del oficio divino y recomien-

da buscar una armonía entre la liturgia y los otros elementos de la vi-

da monástica: Es preciso, por consiguiente, que nuestra vida cotidia-

na favorezca la celebración fructuosa de la liturgia y que, por su la-

do, la estructura de la liturgia y sus ritos sean tales que puedan ali-

mentar y animar nuestra vida cotidiana. En efecto, unas jornadas de-

masiado cargadas ahogarían la liturgia, y unas ceremonias litúrgi-

cas, mantenidas a pesar de su inadaptación a la mentalidad moderna,

harían estériles nuestras celebraciones67

.

Es un texto muy realista, atento a los monasterios que ejercen activi-

dades pastorales o educativas.

Dado que la O Cist se compone de diversas Congregaciones, el tema

de la liturgia se encuentra en las Constituciones de cada una de ellas.

La Congregación de Mehrerau, a la que pertenecen la mayor parte de

los monasterios de Alemania y de Suiza, y algunos monasterios aus-

triacos, ha publicado en 1995, con sus Constituciones, unos Funda-

mentos espirituales que contienen un capítulo (el c.4) muy bello y

muy bien hecho sobre la Oración, liturgia, lectio divina. En las Consti-

67 Texte allemand de la "Déclaration du Chapitre général de l'Ordre cistercien sur

les éléments principaux de la vie cistercienne d'aujourd'hui, in: D.J. NIMMERVOLL

(ed.), Die Zisterzienser in Österreich. Dokumentation, Zisterzienserabtei Wilhering

1990, 40-41 (traduction frangaise par Hauterive).

40

tuciones mismas, se lee en el articulo 95: El Oficio divino es el centre

de la vida de la Iglesia y del monasterio. Nada le debe ser antepues-

to...Es el lugar de expresión privilegiado de nuestro don total al Señor

y la fuente principal que la nutre constantemente. Es la fuerza que

edifica la comunidad monástica68

.

Me gustaría terminar mi exposición sobre la Liturgia (Opus Dei):

centro de la existencia monástica citando la Declaración de la O

Cist que expresa una idea de fondo del Concilio Vaticano II. La mis-

ma idea está también expresada con convicción por un documento be-

nedictino, el Thesaurus Liturgiae Horarum monasticae (Romae

1977). Se trata de esto, que me parece muy importante: nuestra litur-

gia monástica no es nuestra liturgia, es la liturgia de la Iglesia entera.

Por consiguiente es necesario que n nuestros oficios divinos sean unas

celebraciones abiertas69

. He aquí pues para concluir, una última cita

de la Declaración: La unidad de nuestra vida resultaría de la compe-

netración de diversos elementos que acabamos de indicar. La acción

litúrgica de nuestros monasterios será ante todo la lámpara que arde,

luce e resplandece sobre toda la Iglesia local. Es preciso que nuestras

celebraciones atraigan a los fieles de los alrededores a participar ac-

tivamente en ellas y ofrezcan al pueblo cristiano una fuente abundante

de vida espiritual.

68 Die Zisterzienserkongregation von Mehrerau. Geistliche Grundlagen-Konsti-

tutionen-Geschichte-Klöster, hg. im Auftrag des Kongregationskapitels, Zisterzien-

serabtei Mehrerau 1995, 93. cf. ibid. 42-49 (4. Gebet, Liturgie und heilige Lesung).

69 Thesaurus Liturgiae Horarum Monasticae, ed. par le Secrétariat de l'Abbé Primat

OSB, Rome 1977.Traduction allemande de la présentation générale de la "Liturgie

Monastique des Heures": Die Feier des Stundengebetes. Monastisches Stundenbuch

für die Benediktiner des deutschen Sprachgebietes, vol. 1: Advent und Weihnachten,

St. Ottilien 1981, 109-141, surtout 134-135

(22. Die Offenheit der Feier). En français?

II

LA REFORMA DE LA LITURGIA

DE LOS PRIMEROS

CISTERCIENSES

"Id quod magis autheticum…"

Alberich Martin Altermatt

Curso para los Formadores O.Cist. 2001

Los Cistercienses -un movimiento de reforma benedictina del siglo XI

/ XII-pertenecían hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) a las cinco

Ordenes de la Iglesia que se distinguieron por su propio Rito litúrgico.

Ahchdale A.King ha explicado y descrito ampliamente la Liturgia

propia de esta Orden en su obra clásica "Liturgias de las Ordenes Re-

ligiosas"70

. Pero el hecho de que los inicios de la Liturgia Cisterciense

estuvieran fundados sobre una reforma muy radical y ponderada de la

Liturgia tradicional monástico-benedictina, que fue emprendida ya por

los Abades fundadores Alberico (+1108) y Esteban Harding (+1134) y

que según el juicio de Ángel A. Háussling tal vez podría haber sido

incluso "la primera reforma moderna de la Liturgia"71

, esto ha llegado

a ser conocido en sus particularidades solamente en la investigación

más reciente.

Introducción

Panorama sobre los estudios más recientes

Importantes y sensacionales hallazgos de manuscritos han conducido,

desde los años treinta del siglo XX, a un conocimiento nuevo y más

70 A.A. King, Liturgies of the Religiosus Orders, London-New York-Toronto 1955.

“Cistercian Rite!: 62-156 (Bibligrafia sobre la la Liturgia Cisterciense: 155-156).

71A.A. Häussling, Liturgiereform. Materialien zu einem neunen Thema der Litur-

giewissenschaft, in: Alw 31 (1989) 1-32, hier:14.

42

profundo de la historia de los inicios de la Orden y también de su Li-

turgia primitiva72

.

El descubrimiento, al comienzo de la II guerra mundial (1939-1945),

del llamado breviario de Esteban en la biblioteca estatal prusiana de

Berlin por obra de Konrad Koch (+ 1955)73

y del manuscrito tan im-

portante del 1711 para la primitiva historia cisterciense en la bibliote-

ca de la ciudad de Trento por obra de Jean Leclercq (+1993), en el año

195274

, ha hecho posible un acceso directo a las fuentes de la primera

reforma de la Liturgia de los Cistercienses. Desde entonces, princi-

palmente Bernhard Kaul, Bruno Giesser (+1965), Beda Lackner y de

manera particular Chrysogono Waddel, han examinado sobre estos

nuevos fundamentos la Liturgia primitiva de los Cistercienses75

. Por

otra parte en la época mas reciente, en lo que hace relación a los Be-

nedictinos especialmente Kassius Hallinger (+1991)76

, Albert

Schmidt77

y Ángel A. Háussling78

, han revisado con sus estudios

72 Cfr. P. Zakar. Los Origenes cistercienses. Breves observaciones sobre los estu-

dios de los últimos quince años (1954-1969), en: Notizie cistercensi 3 (1970) 1-17;

89-111; 189-199; J-B Auberger, L’unanimité cistercienne primitive: Mythe ou réa-

lité, anchel 1986 (=Cisteaux: Studia et documenta 3): A. Altermatt. Le patrimoine

cistercien. Introduction aux documents historiques, juridiques et spirituels les plus

importants, en Citeaux 38 (1987) 264-308.

73 K. Koch, Vollständiges Brevier aus der Schreibstube des hl. Stephan, in ASOC 2

(1946) 146-147; R.Pourtoit. Un bréviaire cistercien du temps de s. Etienne Harding,

in COCR 20 (1958) 80.

74 J. Leclercq. Une aniennerédactn coutume cisterciennes in: RHE 4 (52)172-76.

75 Cfr. la visión conjunta de las más importantes publicaciones de estos autores en

A.M. Altermatt, La primera reforma de la liturgia en Cister (ca. 1099-1133), en: rot-

tenburger Jahrbuch für Kirchengeschichte 4 (1985) 119-148, especialmente: 120-

121; cfr. la literatura mencionada en las notas siguientes.

76 Cfr. sobre todo K. Hallinger, Überlieferung und Steigerung im Mönchtum des 8

bis 12. Jahrhunderts, in: Eulogia Miscellanea liturgica. FS für B. Neunheuser, rom

1979 (=STAns 68/AnLit 1), 125-187. Textos originales fundamentals para el cono-

cimiento de la Liturgia monástica de la Edad Media ofrece este texto de K. Hallin-

ger, empezado e inédito CCMon, Siegburg 1963 segg.

77 A. Schmidt, Zusätze als Problem des monastischen Stundengebetes im Mittelal-

ter, Müster 1986 (=BGAM 36).

78 A.A. Häussling, Mönchskonvent und Eucharistiefeier. Eine Studie über die Mes-

se in der abendländischen Klosterliturgie des frühen Mittellalters und zur Geschichte

der Messhäufigkeit, Münster 1973 (=LQF 58).

43

científicos la historia de la Liturgia monástica del primero y alto Me-

dioevo, de tal manera que hoy nos podemos hacer una idea mejor del

ambiente monástico de los primeros Cistercienses y de su Liturgia.

Frente a la investigación actual, el presente estudio se ocupa de la

primera reforma de la Liturgia de los Cistercienses, esto es, de su fun-

cionamiento, de sus principios y de su influencia en el Monaquismo

Benedictino contemporáneo donde ella provocó conmociones y halló

un rechazo. En este tratado está presente en primera línea -como la

fuente- el "Officium Divinum", la Liturgia de las Horas. En las obser-

vaciones conclusivas deben estar también esbozadas las reformas más

tardías de la Liturgia de los Cistercienses.

La reforma de la Liturgia de los primeros Cistercienses es parte de su

programa de reforma monástica y, porque el servicio divino (Opus

Dei) es el centro de la vida Benedictina, la Liturgia era el primer

"ámbito" donde los monjes fundadores de Cister empezaron a realizar

su ideal de reforma. ¿Cómo se llegó a la fundación de Cister y al na-

cimiento de la Orden Cisterciense?

1. LOS INICIOS DE CISTER - LA REFORMA CISTERCIENSE

La fundación de Cister y el nacimiento de la Orden Cisterciense se

explican, dentro de la historia del monaquismo Benedictino, con lo

que Ángel A. Háussling refiriéndose a las reformas de la Liturgia ha

llamado un "cambio de paradigmas"79

.

En el campo religioso, político y eclesial este cambio de paradigmas

coincide, en el siglo XI / XII, con el período histórico eclesial tan im-

portante de la reforma gregoriana y, en su contexto, con el movimien-

to "vida angélica y apostólica" (retorno al evangelio "puro" y al ideal

de la Iglesia primitiva), comprendió también el monaquismo Benedic-

tino tradicional y lo condujo a una crisis80

. De esta "crisis del mona-

quismo" (crisis du cénobitisme), como Jean Leclercq (+1993) la ha

79 Cfr. A.A. Häussling, Liturgiereform (como nota 2), 25.

80 Para la reforma gregoriana cfr. HKG III/1 (1966), 401 sg; N. Brox u.a. (Hg), Die

Geschichte des Christentumx. Religión, politik, Kultut V, Freiburg- Basel-Wien

1994, especialemente: 33-178.

44

llamado, surgieron las "nuevas" Ordenes, entre las cuales también los

Cistercienses81

.

El movimiento de reforma Cisterciense tuvo su punto de partida en la

abadía Benedictina de Molesme, fundada en 1075, en los límites entre

Borgoña y Champagne, cuya evolución se verificó diversamente de

como el abad fundador Roberto (+1111), animado por nuevos ideales,

la había imaginado. Molesme, llegó a ser una abadía madre de un ver-

dadero grupo de monasterios Benedictinos de estilo tradicional muy

influyente y ligada a las estructuras feudales del tiempo82

. Después de

varias tentativas internas de reforma sin éxito, el Abad Roberto y con

él veintiún monjes salieron de Molesme en el año 1098 para estable-

cerse en Cister el 21 de marzo, fiesta del santo Padre Benito de Nursia

(+ cerca de los años 560 - 575), esta es la fecha de fundación que nos

ha llegado. El monasterio que erigieron en Cister (en latín "Cister-

cium", de donde viene el nombre de "Cistercienses"), en un "lugar de-

sierto" (eremus) a 24 kilómetros al sur de Dijon, en Borgoña: inicial-

mente ellos lo llamaron -y esto de modo del todo consciente según su

programa- el "Nuevo Monasterio" (Novum Monasterium)83

. El Abad

Roberto, requerido por sus monjes, debió por orden de la Iglesia, des-

pués de un año, casi seguramente en verano de 1099, regresar a Mo-

lesme, donde murió en 1111 como Abad benedictino. Los monjes de

Cister eligieron a su prior Alberico (+1108) como su nuevo Abad84

. El

construyó el Nuevo Monasterio y lo hizo poner bajo la protección de

la Sede Apostólica. Su sucesor, el inglés Esteban Harding (+1134),

81 J. Leclerq, La crise monachisme aux Xle et XIIe siècles, in: Bisi 70 (1958) 19-41;

J. van Engen, The “Crisis of Cenobitisme” reconsidered: Benedictine Monasticism.

Forms of Religious Life in Western Europe in the Middle Ages, London 1989.

82 Cfr. B. Lackner, The Eleventh-Century Background of Citeaux, Washington

1972 ( = Cistercian Studies Series 8), 217-274; L. Berti/C. Petit/P. Wahlen, Moles-

me en vallée de Laigne. Histoire et environnement d'un terroir entre Bourgogne et

Champagne, Molesme 1998.

83 Cfr. J.L. Lekai, The Cistercians. Ideals and Reality, The Kent State University

Press 1977; A. Schneider u.a. (Hg.), Die Cistercienser. Geschichte-Geist- Kunst,

Köln 1986.

84 Sugli Abati fondatori di Citeaux cfr. B. Lackner, The Eleventh-Century Back-

ground of Citeaux (come nota 13) e A. Masoliver, Roberto, Alberico y Esteban

Harding: Los orìgenes de Cister, in: StMon 26 (1984) 275-307.

45

Abad desde 1108 hasta su dimisión en el año 1133, dio a la naciente

Orden Cisterciense en la conocida "Charta Caritatis". que fue confir-

mada en 1119 por el Papa Calixto II (+1124), la Constitución jurídica,

que se mostraría como su verdadera fuerza y que incluso fue presenta-

da por el IV Concilio de Letrán (1215) como modelo también para las

otras Ordenes85

. Con la entrada en el monasterio de Bernardo de Fon-

taines (Dijon), conocido como Bernardo de Claraval (+1153) y de sus

treinta compañeros en el año 1113 empezó la rápida expansión de Cis-

ter. Todavía en el mismo año podía ser fundada la primera abadía hija,

La Ferté. En 1114 siguieron Pontigny y un año después, en 1115, los.

dos monasterios "más florecientes" de la Orden: Claraval y Mori-

mond. Estas cuatro abadías hijas de Cister, las llamadas abadías pri-

migenias, tuvieron en la Constitución Cisterciense un lugar privilegia-

do. En el año en que murió San Bernardo, es decir en 1153, ya exist-

ían por toda Europa e incluso fuera 352 monasterios cistercienses86

.

Alrededor de 1120 surgió, no demasiado lejos de Cister, el primer

monasterio de monjas cistercienses: (Le) Tart. Los monasterios de

monjas cistercienses, cuyo período floreciente fueron los siglos XIII y

XIV, forman con los monasterios de monjes la Orden Cisterciense87

.

Misión del Capítulo General anual de Cister, la más alta instancia de

la Orden, era fijar jurídicamente las intenciones de los padres funda-

dores y valorar las circunstancias de cada tiempo y la progresiva evo-

lución. Por esto se explica porque, ya en el siglo XII, la "Carta Carita-

tis" y otros textos fundamentales de la orden existen en tres redaccio-

85 Para la "Carta caritatis" cfr. P. Zakar, La legislazione cistercense e le sue fonti

dalle origini al 1265, in: I Cistercensi e il Lazio. Atti delle giornate di studio dell'isti-

tuto di storia dell'arte dell'università di Roma (17-21 maggio 1977), Rom 1978, 127-

134; H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.), "Einmütig in der Liebe". Die frühesten Que-

llentexte von Citeaux. Antiquissimi textus cistercienses lateinisch-deutsch, Langwa-

den- Turnhout 1998, 20-25 (Einleitung); 38-45; 97-115; 177-201.

86 Cfr. R. Locatelli, L'expansion de I'ordre cistercien, in: Bernard de Clairvaux. His-

toire, mentalités, spiritualité, Paris 1992 (= SC 380),103-140.

87 Cfr. B. Degler-Spengler, Zisterzienserorden und Frauenklöster. Anmerkungen

zur Forschungsproblematik, in: K. Elm/P. Joerissen (Hg.), Die Zisterzienser. Or-

densleben zwischen Ideal und Wirklichkeit. Ergänzungsband, Köln 1982 (= Schrif-

ten des Rheinischen Museumsamtes 18),213-220; J. Bouton, Les moniales cister-

ciennes, 4 Bde., Grignan (Abtei Aiguebelle) 1986-1989.

46

nes diversas, que reflejan estos cambios88

.

Con estos inicios de Cister coincide, pues, la primera reforma da la Li-

turgia de los Cistercienses, y esto debe maravillamos tanto más cuanto

que la comunidad fundadora era relativamente pequeña y pobre, y la

fundación de un monasterio como también la actuación sistemática de

una reforma de la Liturgia precisamente en esta fase son proyectos

muy costosos.

2.EL CAMINO DE LA PRIMERA REFORMA DE LA LITUR-

GIA DE LOS CISTERClENSES (1099 - 1134)

Como era (y es) costumbre para las fundaciones de monasterios, los

monjes fundadores trajeron consigo, de Molesme a Cister, los libros

necesarios para la celebración de la Liturgia y todo lo referente a ella.

De esto no hay ninguna duda y está demostrado también en las fuentes

primitivas89

. Esta dotación litúrgica era, en otros términos, la Liturgia

monástico-benedictina tradicional, que Chrysogono Waddell ha re-

construido recientemente con buenas razones para Molesme. a través

de la abadía benedictina da Montier-la- Celle, junto a Troyes, monas-

terio de profesión del Abad Roberto (+1111), el fundador de Molesme

y Cister, hasta la venerable abadía de Martín, Marmoutier en Tour.

que en el siglo X fue renovada y tomó su impronta de Cluny90

. Antes

que él, también Bruno Soheinder (+1997) había intentado explicar la

proximidad de las Constituciones de Cister a la herencia cluniacense,

pero en una línea de tradición que va desde la importante abadía bene-

dictina de Saint-Bénigne en Dijon a través de Saint-Michel de Tone-

88 Cfr. A. Altermatt, Le patrimoine cistercien (come nota 3), 275-281, 284-285,

287-288, 290-292.

89 Cfr. A. Altermatt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6), 131,133-

134; cfr. las siguientes notas.

90 C. Waddell, The Pre-Cistercian Background of Citeaux and the Cistercian Litur-

gy, in: E.R. Elder (Ed.), Goad and Nail. Studies in Medieval Cistercian History 10),

Kalamazoo 1985 (= Cistercian Studies Series 84),109-132; C. Waddell, The Sum-

mer-Season Molesme Breviary, 4 volumi, Abbazia Gethsemani (Trappist, Kentuc-

ky) 1984/1985 (= Cistercian Liturgy Series 10-13), Edicción con introducción y co-

mentario (vol. 1). Cfr. debajo nota 40.

47

rre, en donde Roberto antes fue Abad, y a través de Molesme hasta

Cister91

.

Uno de los primerisimos documentos que se refieren a la Liturgia de

Cister es una carta mas larga, de alrededor de 1100, que el Abad be-

nedictino Lambert de Pothiéres envió al Abad Alberico (+ 1108) de

Cister92

. Del documento escrito se puede deducir que el Abad Alberi-

co se había dirigido a este gramático conocidamente hábil para apren-

der de él como debían ser tomadas e interpretadas de manera justa

ciertas palabras del salterio latino. Ya aquí se manifiesta la preocupa-

ción de los primeros Cistercienses por la autenticidad de los textos y

por la justa ejecución de las celebraciones litúrgicas.

2.1. LA REVISIÓN DE LA BIBLIA (BIBLIA DE ESTEBAN)

ALREDEDOR DE 1099-1109

Uno de los primeros grandes pasos de la reforma de la Liturgia en Cis-

ter parece haber sido la revisión del texto latino de la Biblia, o sea de

la Vulgata. Este atrevido y exigente proyecto se inició sin duda ya ba-

jo el abadiado de Alberico (+1108), probablemente bajo la dirección

de Esteban Harding. Cómo y según qué criterios y métodos, presumi-

blemente modernos, fue emprendido este trabajo de la corrección de la

Biblia, está descrito en el "monitum" o prólogo, todavía conservado,

del Abad Esteban Harding (+1134), de la versión de la Biblia revisa-

da, que pudo haber sido realizada alrededor del año 110993

. De este

texto hay que saber que los Cistercienses, para acercarse a la "verdad"

(veritas), pidieron ayuda incluso a los "Hebreos", por tanto rabinos,

probablemente de Troyes. Esta versión de la Biblia cisterciense es

conservada todavía hoy y conocida como la "Biblia de Esteban" (Bi-

91 B. Schneider, Citeaux und die benediktinische Tradition. Die Quellenfrage des

Liber usuum im Lichte der Consuetudines monasticae, Rom 1961 ( = Sonderdruck

aus ASOC 16 [1960] und 17 [1961].

92 Edition in: J. Marilier, Chartes et documents concernant I'abbaye de Citeaux

(1098-1182), Rom 1961 (= Bibliotheca cisterciensis 1),41-46 (Nr. 17); cfr. Para es-

to: A. Altermatt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6), 134-135.

93 Texto latino y traducción alemana en: H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.), "Einmütig

in der Liebe" (como nota 16), 210-213 (introducción: 206).

48

blioteca de Dijon, manuscrito 12 –15 (cuatro volúmenes), cuyas mi-

niaturas por otra parte se cuentan entre las más bellas de su tiempo.

Detrás de esta revisión de la Biblia está el primitivo deseo de los pri-

meros Cistercienses, de usar textos lo mas fiables “y verdaderos” (ve-

racior) posible para la vida monástica y para la celebración de la Li-

turgia, de la que precisamente la Biblia es la fuente primaria. Pero pa-

rece que la Biblia de Esteban no se impuso como última norma para

los textos escritos de los Cistercienses94

.

2.2 LA ADOPCIÓN DEL HIMNARIO AMBROSIANO (alrede-

dor de los años 1108-1113 [1115/1119]).

Del Abad Esteban nos ha llegado también un ulterior “Monitum”, pe-

ro que sin embargo sólo fue descubierto alrededor del año 1914: la in-

troducción del himnario cisterciense95

. Este escrito no es claramente

datable, pero procede del tiempo entre el 1108 y el 1113 (1115/1119).

Contiene una informaciones muy interesantes, concretamente que los

monjes Cisterciense han copiado en Milán el himnario ambrosiano y

lo han adoptado para la Liturgia Cisterciense. De esto el Abad Esteban

también da el motivo, es éste: “estos himnos ambrosianos nos los

prescribe, para el canto, nuestro Santo Padre y maestro Benito en su

Regla, que nosotros hemos decidido, con el mayor celo, seguir”96

. De

hecho la expresión “ambrosianum” está en los capítulos 9,4 (Vigi-

94 Cfr. A. Lang, Die Bibel Stephan Hardings, in: CistC 51 (1939) 247-256, 275-

281, 294-298; 52 (1940) 6-13, 17-23, 33-37; C. Oursel, La bible de saint Etienne

Harding et le scriptorium de Citeaux (1109-vers 1134), in: Citeaux 10 (1959) 34-43;

Y. Zaluska, L'enluminure et le Scriptorium de Citeaux au Xlle siècle, Citeaux 1989

(= Citeaux. Studia et documenta 4), 63-111, 191- 200; M. Cauwe, La Bible d'Etien-

ne Harding. Principes de critique textuelle mis en oeuvre aux livres de Samuel, in:

RBen 103 (1993) 414-444. Para ver el contexto de esta revisión de la Biblia que se

relacciona con la correcciones carolingias dela Biblia, cfr. P. Riché/G. Lobrichon

(Ed.), Le Moven Age et la Bible, Paris 1984 (= Bible de tous les temps 4),73-75.

95 Cfr. P. Blanchard, Un monument primitif de la Règle cistercienne, in: RBen 31

(1914) 35-44. Texto latino y traducción alemana en: H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.),

"Einmütig in der Liebe" (como nota 16), 208-209 (introducción: 206). Edición

del’Himnario cisterciense ambrosiano con introducción y comentario (vol.1): C.

Waddell, The Twelft-Centurv Cistercian Hvmnal, 2 vol. Abadia Gethsemani (Trap-

pist, Kentucky) 1984 ( = Cistercian Liturgv Series 1-2).

96 H. Brem/A.M. Altermatt, "Einmütig in der Liebe" (como nota 16),209.

49

lias), 12,4 y 13,11 (Laudes) y 17,8 (Vísperas) de la Regla de Benito

para el himno de estas horas. Aunque hoy se sabe, que de los 34 (35)

himnos del himnario primitivo cisterciense, solamente 14 se pueden

atribuir verdaderamente a san Ambrosio (+387)97

, se trató para los

primeros Cistercienses en su reforma de la Liturgia, de tomar la Regla

de S. Benito a la “letra”. Como quiera que sea, el himnario ambrosia-

no de Milán que los monjes de Cister ha difundido al norte de los Al-

pes, ha permanecido hasta la época más reciente la base del himnario

cisterciense, aunque muy cambiado en el curso de los siglos.

2.3 LA ADOPCIÓN DE LA TRADICIÓN MUSICAL DE METZ

(entre el 1108 y el 1133 [1109-1113])

Metz, estrechamente relacionada con los nombres y la obra de los Li-

turgistas Crodegango (+766) y Amalario (+alrededor del 850), tuvo en

tiempo de los primeros Cistercienses todavía la fama de poseer una de

las más auténticas tradiciones del canto gregoriano98

. Por este motivo

ellos copiaron en Metz –presumiblemente en la Abadía de S. Arnul-

fo99

- los libros de canto litúrgicos (Antifonario y Gradual) y los intro-

dujeron en Cister. Esta noticia nos la da Bernardo de Claraval (+1153)

en su prólogo al Antifonario cisterciense del 1147100

, pero sin indicar

97 Cfr. J. Fontaine (ed.), Ambroise de Milan. Hvmnes. Texte établi, traduit et an-

noté, Paris 1992; L. Migliavacca, Gli inni ambrosiani. Poesia e musica al servizio

del culto divino, Milano 1997.

98 Cfr. C. Waddell, The Origin and Earlv Evolution of the Cistercian Antiphonarv.

Reflections on two Cistercian Chant Reforms, in: M.B. Pennington (ed.), The Cis-

tercian Spirit. A Svmposium in Memorv of Thomas Merton, Spencer 1970 ( = Cis-

tercian Studies Series 3), 190-223, qui: 193-204; C. Schweizer, Zisterziensische

Choralreform. Zur Rolle des Bernhard von Clairvaux und zur Bedeutung der Choral-

reform, in: CistC 94 (1987) 144-163,qui: 145-149; C. Waddell, Two Earlv Cister-

cian ‘Libelli missarum'. Edition of Texts with Notes and Commentaries, Abbazia del

Gethsemani (Trappist, Kentucky) 1991 ( = Cistercian Liturgy Series 19), XXIII-

XXXI; C. Maître, La réforme cistercienne du plain-chant. Étude d'un traité théori-

que, Brecht 1995 (= Citeaux. Studia et documenta 6),38-52.

99 Cfr. C. Waddell, ebd. 214-218; A. Odermatt, Der Liber ordinarius der Abtei St.

Arnulf vor Metz (Metz, biblioteca civil, Ms. 132,alrededor del 1240), Freiburg

Schweiz 1987 (= Spicilegium Friburgense 31),23-24.

100 Texto latino y tradución alemana, en: G.B. Winkler (Ed.), Bernhard von Clair-

50

cuando ocurrió esto exactamente. Seguramente esto aconteció siendo

Abad Esteban Harding (+1134), esto es, entre el 1108 y el 1133, es

decir, como muchos autores piensan, más bien en sus primeros años

de abadiado: 1108-1113101

. La tradición de canto de Metz, por la que

lo reformadores de Cister habían optado según el principio de autenti-

cidad, hoy se puede reconstruir solo difícilmente102

, porque en la se-

gunda guerra mundial muchos manuscritos litúrgicos fueron quema-

dos. Pero esta tradición no se pudo sostener durante mucho tiempo

porque se demostró ser demasiado insólita y con demasiados errores.

Después de la muerte de Esteban Harding (+1134) por eso los Cister-

cienses crearon, sobre la base de una teoría propia, que estuviese de

acuerdo con la naturaleza de la música, su nueva tradición coral (se-

gunda Reforma de la Liturgia o también reforma Bernardiana), que es

la llamada canto cisterciense.

2.4 LA ADOPCIÓN DEL SACRAMENTARIO GREGORIANO

(¿alrededor del 1100?).

Chrysogonus Waddell sostiene que los Cistercienses, que fueron alre-

dedor del 1100 donde el Papa Pascual II (+1118) para obtener la bula

papal para Cister, llevaron de Roma a Cister también el sacramentario

vaux. Sämtliche Werke lateinisch/deutsch, Vol. 2, Innsbruck 1992, 228- 231. Com-

mento su questo testo di C. Waddell, in: The Works of Bernard of Clairvaux, Vol. 1

(Treatises 1), Spencer 1970 (= Cistercian Fathers Series 1), 151-160 e C. Waddell,

The Origin and Early Evolution of the Cistercian Antiphonary (como nota 29),193-

195. Cfr. debajo, nota 58 y nota 59.

101 De hecho está indicado por la adopción de la tradición musical de Metz el año

1109, cfr. cfr. C. Schweizer, Zisterziensische Choralreform (como nota 29), 146; C.

Maître, La réforme cistercienne du plain-chant (come nota 29), 39: está datada en el

periodo del 1109-1113 (año de fundación de La Ferté, , la primera Abbazia-hija de

Citeaux).

102 C. Waddell, The Origin and Earlv Evolution of Cistercian Antiphonary (como

nota 29), 209-218, demuestra como la versión del canto primitivo cisterciense, que

se apoya en la tradición de Metz, puede ser reconstruida. Para la tradición manuscri-

ta de Metz, cfr. A. Odermatt, Der Liber ordinarius der Abtei St. Arnulf vor Metz

(como nota 30),21-28.

51

Gregoriano103

. De sus estudios comparativos ha resultado precisamen-

te que los textos de oración (Orationes) de la Liturgia de la Misa cis-

terciense provienen del tipo de sacramentario Gregoriano del

“Hadrianum”104

.Los restantes libros de Liturgia, los que los primeros

Cistercienses no habían adoptado de Metz, Milán, Roma, procedían de

la tradición monástico-benedictina de Molesme, o sea,principalmente,

el Salterio, el Leccionario, el Calendario (Martyrologium), el Epistola-

rio y el Evangeliario; pero simplificaron estos libros y los pusieron de

acuerdo con sus ideales de reforma105

.

2.5 LOS “ECLESIÁSTICA OFICIA” – “Consuetudines” de Cis-

ter (del 1130/1135)

Durante un prolongado tiempo los usos de la vida cisterciense y de las

celebraciones litúrgicas fueron recopilados, puestos en práctica, y fija-

dos. La primera redacción de los usos cisterciense (las “Consuetudi-

nes” o también “Usus cistercienses”), cuyo origen gradual se remonta,

por consiguiente a los primeros inicios de Cister, puede datarse alre-

dedor de los años 1130-1135 (Manuscrito 1711 de la biblioteca muni-

cipal de Trento). En la tradición cisterciense estas Consuetudines se

llaman “Eclesiástica Officia”106

. En ellas se describe en todo sus

pormenores y se regula la jornada concreta monástica y litúrgica, de

modo que son una de las más considerables fuentes de información

para la vida de los primeros Cistercienses107

. La Liturgia, su prepara-

103 C. Waddell, The Early Cistercian Experience of Liturgy, in: M.B. Pennington

(Hg.), Rule and Life. An Interdisciplinary Symposium, Spencer 1971 (= Cistercian

Studies Series 12), 77-116, qui: 94; N. Renaud, Les livres liturgiques cisterciens.

Étude historique et canonique, en: COCR 4 (1937) 99-100 .

104 C. Waddell, Two Early Cistercian 'Libelli missarum' (come nota 29), 1-106

(Edición con indicaciones de las fuentes para cada texto).

105 Cfr. C. Waddell, The Early Cistercian Experience of Liturgy (como nota 34), 82

segg ., 94-96.

106 Edición de las tres tradiciones del texto de las "Ecclesiastica Officia" en el siglo

XII , con introducción y comentario: D. Choiselet/P. Vernet, Las 'Ecclesiastica Offi-

cia' cisterciens du Xllème siècle. Texte latin selon les manuscrits édités de Trente

1711, Ljubljana 31 et Dijon 114. Version française, Reiningue 1989 ( = La docu-

mentation cistercienne 22).

107 Cfr. B.K. Lackner, Early Cistercian Life as Described in the”Ecclesiastica Offi-

52

ción, estructura y celebración están presentes en estas, en todos sus

ámbitos: la Liturgia de las horas (como en la Regla de Benito siete ve-

ces al día y una vez de noche), la Liturgia de la Misa, diversos Sacra-

mentos (Confesión, Unción de los enfermos), ritos monásticos (inicia-

ción al Noviciado, Profesión, exequias), Consagraciones y Bendicio-

nes y la Liturgia doméstica monástica (Capítulo de la mañana, Ora-

ción en las comidas, etc). Aquí se encuentra también una descripción

exhaustiva del Rito de la Misa cisterciense (Ordo Missae)108

, para el

cual Paul Tirot, de modo semejante al de los Cartujos, intentó presen-

tar en un trabajo más reciente la dependencia del Rito de la Misa anti-

guo cluniacense y de los “Ordine Romani” 9 y 10, mientras que hasta

ahora, en general, se ha puesto el Rito cisterciense en relación con la

tradición litúrgica de Lyón, pero sin poderlo demostrar109

. Los monjes

de Cister por otra parte, parece haber mantenido, sin duda desde su

fundación, el sistema difundido en el monacato tradicional benedicti-

no de entonces, de la Misa conventual y privada diariamente, de la

Misa por la mañana, aunque con una cierta libertad110

.

cia”, in: J.R. Sommerfeldt (Ed.), Cistercian Ideals and Reality, Kalamazoo 1978 (=

Cistercian Studies Series 60),62-79.

108 D. Choiselet/P. Vernet, Les 'Ecclesiastica Officia' (como nota 37), 156-170

(Cap. 53:Misa conventual), 171-181 (capítulos integrantes), 180-185 (Cap. 59: Misa

privada), 184-187 (Cap. 60: Misa matutina). Para el antiguo Rito de Misa cistercien-

se, cfr. F. Schneider, Vom alten Messritus des Cistercienser Ordens = Serie de artí-

culos en: CistC 38 (1926) - 40 (1928); F. Schneider., L'ancienne Messe cistercienne,

Tilburg 1929; B. Kaul, Auf den Spuren des alten Cisterzienserritus in Spanien, in:

CistC 54 (1947) 226-235; 55 (1948) 218-232; A.A. King, Liturgies of the Religious

Orders (como nota 1), especialmente: 137-149; E. Krzewitza, Das heilige Messopfer

nach dem alten Cisterzienserritus, in: CistC 63 (1956) 66-72.

109 P. Tirot, Un ‘ Ordo Missae’ monastique: Cluny, Citeaux, La Chartreuse, Rom

1981 ( = BEL.S 21). Ebd. 103-105: como C. Waddell (cfr. arriba nota 21) él sigue la

cadena de la tradición da Marmoutier, reformada por Cluny en el siglo X, a través de

Montier-la-Celle y Molesme a Citeaux.sieht er die Traditionskette von Marmoutier,

von Cluny im 10. Jahrhundert reformiert, Ober Montier-la-Celle und Molesme nach

Citeaux. Cfr. arriba, nota 21.

110 Para el sistema de Misa de los Cistercienses cfr. nota 39 e O. Nussbaum, Klos-

ter, Priestermönch und Privatmesse. Ihr Verhältnis im Westen von den Anfängen bis

zum hohen Mittelalter, Bonn 1961 ( = Theoph. 14); A.A. Häussling, Mönchskonvent

und Eucharistiefeier (como nota 9);A.A. Häussling, Art. Basilika-Klöster, en: L ThK

2 (1994), 64-65.

53

2.6 EL BREVIARIO DE ESTEBAN COMO TESTIGO DE LA

PRIMERA REFORMA DE LA LITURGIA EN CISTER (alrede-

dor del 1132)

Al inicio de la segunda guerra mundial Konrad Koch (+1955), Cister-

ciense de Himmelrod, encontró en la biblioteca pública prusiana de

Berlín un manuscrito litúrgico, que pudo identificar como el más anti-

guo breviario cisterciense datándolo alrededor del año 1132, todavía

durante el gobierno del Abad Esteban Harding (+1134). Por ello le dio

el nombre de “Breviario de Esteban”111

.

Como los mencionados “Eclesiástica Oficia” este manuscrito de

Berlín es el testimonio más importante y directo de la primera, y al

mismo tiempo completa reforma de la Liturgia de Cister y confirma

casi todas las informaciones, que se pueden obtener de las otras fuen-

tes cistercienses y no cistercienses. Se trata en este códice de un Bre-

viario plenario por así decir completo, no musicalizado, manual, que

evidentemente estaba destinado para la oración privada (en la enfer-

mería o también de viaje). El Breviario de Esteban podría ser, entre

los manuscritos litúrgicos de la Edad Media todavía conservados, el

más antiguo, completo, no musicalizado Breviario pleno en sentido

moderno112

. Desgraciadamente la edición iniciada por Bruno Griesser

(+1965) hasta ahora no ha sido concluida.

111 Cfr.nota 4 (K. Koch und R. Pourtoit). Descripción más precisa del Breviario di

Esteban (Berlin, Staatsbibliothek Preussischer Kulturbesitz, Ms. Lat. oct. 402) en

A.M. Altermatt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6), 126-127; para

los orígenes del manuscrito cfr. C. Waddell, Notes toward the Biography of a Ma-

nuscript, en: E.B. King/J.T. Schaefer/W.B. Wadley (Ed.), Monks, Nuns, and Friars

in Mediaeval Society, Sewanee, Tenn. 1989, 133- 152. – Studi sul Breviario di Ste-

fano: K. Koch, Das Kalendar des Stephan- Breviers, in: CistC 57 (1950) 85-96; B.

Griesser, Das Lektionen- und Perikopensystem im Stephans-Brevier, en: CistC 71

(1964) 67-92.

112 Cfr.T.A. Schnitker/D. v. Huebner, Art. Brevier (breviarium), in: LMA 2 (1982),

640-641.

54

2.7 LA REDUCCIÓN EN MASA DE LAS ORACIONES Y DE

LOS OFICIOS AÑADIDOS

Por los documentos y fuentes hasta aquí mencionados, precisamente

de los “Eclesiástica Officia” y del Breviario de Esteban, se puede

comprender, que los primeros cistercienses han dejado caer las ora-

ciones y los oficios agregados monásticos heredados de la tradición

aniana y preaniana, que en el curso de los siglos fueron añadidos al

Oficio benedictino, y esto porque ellos mismos no estaban anclados en

la Regla de Benito. De la lista de quince oraciones especiales, que Al-

bert Schmidt enumeró en su estudio sobre las “Añadiduras como pro-

blema de la Liturgia de las horas monástica en la Edad Media”, los

pioneros de la reforma Litúrgica de Cister suprimieron al menos

diez113

. La reducción afectó en primera línea a los muchos salmos

añadidos, que entonces eran por lo menos una cantidad diaria de 100

salmos, que eran salmodiados además de la verdadera estructura de

oración benedictina (37/39 salmos al día)114

. Pero como la tradición

claramente les pesaba demasiado, contra el principio de su Regla ellos

mantuvieron totalmente: el Oficio de difuntos, la profesión de fe

apostólica y el Credo de Atanasio, el Oficio Mariano (éste fue admiti-

do después de la mitad del siglo XII, al principio para rezo privado y

sólo en el siglo XIII para el rezo en común) y las Conmemoraciones

(Sufragios)115

. Sin embargo los Cistercienses, para no alterar el curso

del Oficio prescrito por la Regla de Benito, pusieron estas añadiduras

o inmediatamente antes o bien después de la celebración de la Liturgia

de las horas116

. Prescindiendo de una alusión en el capítulo XII del

“Exordium parvum” (relato de la fundación de Cister, alrededor de

113 A. Schmidt, Zusätze als Problem des monastischen Stundengebetes im Mittelal-

ter (come nota 8), 9-17.

114 Cfr. K.Hallinger, Überlieferung und Steigerung im Mönchtum des 8. bis 12.

Jahrhunderts (come nota 7),146.

115 Cfr. A. Schmidt, Zusätze als Problem des monastischen Stundengebetes im Mit-

telalter (como nota 8), 67-96.

116 Cfr. C. Waddell, The Earlv Cistercian Experience of Liturgy (como nota 34),

88-89.

55

1134?)117

, se encuentra sólo en un texto cisterciense aproximadamente

del 1190, la afirmación de que los primeros Cistercienses rechazaron

las oraciones añadidas transmitidas. Se trata de un párrafo del “Exor-

dium magnum”, redactado por Konrad von Eberbach (+1221), donde

esta ruptura con la tradición monástica encuentra el siguiente intere-

sante fundamento:

“En primer lugar decidieron seguir las modalidades (modus) y el or-

den (ordo) del servicio divino en todo según las tradiciones (traditio-

nes) de la Regla. Por ello rechazaron (reicere) todas las añadiduras

(appendicia) de los salmos, oraciones y letanías, que habían sido aña-

didas voluntariamente (pro velle suo) por los Padre que actuaron con

poca discreción (minus discreti patres). En consideración a la debili-

dad de la naturaleza humana, comprendieron, que estas redundaban no

tanto en salvación, sino más bien en detrimento de los monjes, ya que

por su multiplicidad (multiplicitas), no sólo los monjes cansados (fati-

diosi), sino incluso los monjes celosos (studiosi), los ejecutaban con

tanta tibieza (omnino tepide) y con tanta negligencia (negligenter). De

entonces en adelante tuvieron (siempre) la Regla ante sus ojos y some-

tieron cada capítulo a un cuidadoso examen (diligenti examinatione

ventilantes). Todo lo que parecía ir contra la Regla, decidieron de ale-

jarlo del todo de ellos (ex integro alienare) y de su vida monástica

(conversatio)”118

.

Estas indicaciones confirman la hipótesis de que la reducción de las

añadiduras de oraciones y Oficios tradicionales debe haber sido uno

de las más urgentes disposiciones en la reforma de la Liturgia en los

inicios de Cister. Los primeros Cistercienses se mantuvieron también

del todo en esta línea rechazando en las Procesiones, entonces tan per-

117 "Exordium parvum", Cap. 12,6: "Éstos rechazaron las costumbres (consuetudi-

nes) de algunos Monasterios, porque consideraban sus fuerzas poco consistentes,

demasiado débiles, para sopotar semejante peso”:A.M. Altermatt, Die erste Liturgie-

reform in Citeaux (como nota 6), 132 (con nota 81).

118 B. Griesser (Ed.), Exordium magnum cisterciense sive narratio de initio cister-

ciensis Ordinis, Rom 1961 ( = Series scriptorum S. Ordinis cisterciensis 2),75 (Libro

1, Cap. 20,16-25) [Mia traduzione].

56

fectas, secuencias y tropos119

. Pero como en otros campos, ellos tam-

bién aquí han adaptado con el tiempo sus ideales de reforma litúrgica

bastante radicales y han debido adaptarlas a las circunstancias e influ-

jos del lugar y del tiempo120

.

3. Los cuatro principios de la primera reforma de la LITURGIA

de los Cistercienses

En la reforma de la Liturgia monástico-benedictina, que los primeros

Cistercienses tomaron de su Monasterio procedente de Molesme, se

guiaron, como ha demostrado claramente hasta ahora la visión general

sobre la andadura de su trabajo de reforma, por principios muy claros,

que se pueden establecer en cuatro puntos. Éstos caracterizan natural-

mente el entero monacato cisterciense, que surgió como una de las co-

rrientes de reforma benedictina de la Edad Media.

3.1 El principio de la “integritas Regulae”

Justamente el historiador de la Orden Joseph-Marie Canivez (+1952)

escribió una vez: “El principio de vida de la fundación de Cister era

también el principio de vida de la Liturgia cisterciense”121

. Con esto él

entendía la vuelta a la “pura” Regla de Benito (puritas Regulae) y su

íntegra observancia. Después de informaciones y testimonios comple-

tos cistercienses y no cistercienses del siglo XII era precisamente este

el verdadero móvil para la fundación del “Nuevo Monasterio” (novum

monasterium) de Cister122

. Una de las más antiguas demostraciones de

119 Cfr. A.A. King, Liturgies of the Religious Orders (como nota 1), 131-133,139;

C. Waddel, The Early Cistercian Experience of Liturgy (como nota 34), 98.

120 Cfr. arriba nota 46. A. Schmidt, ebd. 96, que ha profundizado la historia de las

oraciones y Oficio añadidos en la Orden cisterciense, escribe concluyendo: “En el

contexto, el comportamiento de los Cistercienses frete a los Oficios añadidos ha sido

el de un cierto rechazo”.

121 J.-M. Canivez, Le rite cistercien, in: EL 63 (1949) 276-311, qui: 284: "Le prin-

cipe générateur de la fondation de Citeaux fut également le principe générateur de la

Liturgie cistercienne".

122 Cfr. L.J. Lekai, The Early Cistercians and the Rule of Saint Benedict, in: MLJb

17 (1982) 96-107; W.E. Goodrich, The Cistercian Founders and the Rule: Some Re-

considerations, in: JEH 35 (1984) 358-375.

57

esto, es el prólogo de Esteban Harding (+1134) al Himnario, que los

Cistercienses, sobre todo por motivo de la Regla, fueron a coger en

Milán. En el prólogo él habla entre otras cosas de la “integridad de la

Santa Regla (integritas sancte regule)”, “que nosotros como veis,

hemos traído a este lugar con grandes esfuerzos (haud parvo sudore!)

y constituido en nuestra ley”. Al final de la exhortación define a los

Cistercienses precisamente como “los que amáis el ideal de nuestro

Santo Padre (Benito)y lo realizáis y lo difundís (patris nostri sancti

propositi amatores et imitatores ac propagatores existentes)”123

. Tam-

bién en una de los relatos sobre la fundación de Cister, en el “exor-

dium parvum”, se dice, refiriéndose especialmente a la Liturgia:

“Después de esto aquel Abad (Alberico) y sus Hermanos decidieron

juntos, realizar, por fidelidad a sus votos, la Regla de S. Benito en

aquel Monasterio (Cister) y observarla unánimemente... Para ellos la

fidelidad a la Regla vino a ser la directiva (rectitudo regule) de toda su

vida, siguieron sus leyes ya sea en el ámbito litúrgico ya sea en los

otros ámbitos, y se ajustaron del todo en conformidad con ella”124

.

La aplicación del principio de la Regla significó bajo distintos puntos

de vista una ruptura de los Cistercienses con la tradición monástico-

benedictina que, como he mencionado, se notaba sobre todo en la su-

presión de casi todas las numerosas añadiduras a la Liturgia de las

horas. Contra una opinión difundida no se puede hablar de una inter-

pretación literal de la Regla, a pesar de la indiscutida fidelidad de los

primeros Cistercienses a la Regla; mucho más vigía el principio que

Kolumban Spahr así ha formulado: “1. Todo según la Regla. 2 Nada

contra la Regla. 3 Algunas cosas más allá de la Regla” y al cual él

hizo la importante anotación: “Sin embargo el 1º y 2º punto no pueden

ser tomados en sentido absoluto. El hombre antiguo y medieval no era

123 Cfr. arriba nota 27.

124 "Exordium parvum", Cap. 15,2 e 4: H. Brem/A.M. Altermatt (Ed.), "Einmütig

in der Liebe" (como nota 16) 87 (con nota 261).

58

un ‘Peregrino del Absoluto’”125

. Esta clarificación se reforzaría con

particulares de la práctica litúrgica de los monjes de Cister126

.

3.2 El principio de la autenticidad

Es evidente que los Cistercienses, desde el principio, estaban muy

preocupados por usar para la celebración de la Liturgia y para la reali-

zación de la vida monástica solo libros y redacciones de textos autén-

ticos y válidos y por hacerlo todo como regla de “arte”. Bernardo de

Claraval (+1153) da este testimonio de la primera generación de los

Cistercienses:

“Entre otras cosas que nuestros Padres, los fundadores de la Orden

Cisterciense, emulaban de la mejor manera, estaba también el hecho

que tomaban en consideración de cantar con mucho cuidado y con la

más grande reverencia lo que se demostraba más auténtico en la ala-

banza a Dios (id quod magis authenticum inveniretur)”127

.

“Authenticum”, un término que es típico para el tiempo de la reforma

gregoriana y el renacimiento del siglo XII, contenía para los Cister-

cienses todo aquello que podía significar “auctoritas”, “ratio” y “veri-

tas”128

. La indicación más antigua del esfuerzo Cisterciense por la au-

tenticidad y la exactitud se encuentra en la carta del Abad Lambert

von Pohières al Abad Alberico (+1108) sobre la justa acentuación e

interpretación de palabras latinas del salterio. El principio de la auten-

ticidad impulsaba a los primeros monjes de Cister a empezar su traba-

jo de reforma con la revisión del texto de la Biblia, procurarse su

Himnario en Milán, su Antifonario y Gradual en Metz, su Sacramenta-

125 K. Spahr, Die Regelauslegung im "Neukloster", in: FS zum 800-Jahr- Gedächt-

nis des Todes Bernhards von Clairvaux, hg. von der Osterreichischen Cistercienser-

kongregation vom Heiligsten Herzen Jesu, Wien-München 1953, 21-30, aquí: 25.

126 Cfr. A.M. Altermatt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6), 144-

146.

127 Cfr. arriba nota 31 (Pero mi traducción).

128 Cfr. C. Waddell, The Reform of the Liturgy from a Renaissance Perspective, in:

R.L. Benson/G. Constable (Ed.), Renaissance and Renewal in the Twelfth Century,

Cambridge/Massachusetts 1982,88-109.

59

rio en Roma y su texto de la Regla en Montecasino.

3.3 El principio de la simplicidad

Simplicidad y pobreza eran uno de los deseos más importantes de la

corriente “vida evangélica y apostólica” de los siglos XI y XII, que los

Cistercienses hicieron suyo con una cierta radicalidad, para seguir

“como pobres a Cristo pobre”129

. La simplicidad es válida hasta hoy

como una característica esencial de la reforma cisterciense130

. Proba-

blemente bajo el influjo de San Bernardo (+1153) el Capítulo General

de la Orden dictó normas muy severas en lo referente a la sobriedad

de la arquitectura y el arte monástico y sacro, y sobre todo del entero

estilo de vida monástica. Por cuanto respecta a los objetos sacros

litúrgicos y los ornamentos litúrgicos, los Cistercienses adoptaron los

siguientes reglamentos:

“Además estaban decididos a no dejar nada en la casa de Dios, en la

que querían servir a Dios día y noche con reverencia, que pudiera ma-

nifestar soberbia y sobreabundancia (superfluitas) o que pudiera poner

en peligro la pobreza (paupertas), custodio de la virtud, elegida libre-

mente. Por eso no querían conservar cruces de oro o de plata, sino

sólo cruces de madera pintadas, nada de candelabros, excepto uno sólo

de hierro; los turíbolos debían ser simplemente de bronce o también

de hierro, las casullas de algodón o también de lino, sin seda, oro o

plata, e igualmente las albas y los amitos debían ser sólo de lino y no

tener ni seda ni oro o plata.

Ellos renunciaron del todo a las capas pluviales de todo tipo, dalmáti-

cas y túnicas. Pero mantuvieron –en lugar del oro- cálices de plata,

que debían ser, según la posibilidad, dorados, y las cánulas de plata

para la comunión (fistula) -igualmente, en lo posible, dorados-.

También las estolas y los manípulos debían ser sólo de seda, sin oro ni

129 "Exordium parvum", Cap. 15,10: H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.), "Einmütig in

der Liebe" (como nota 16),89. Inoltre: E. Werner, Pauperes Christi. Studien zu so-

zialreligiösen Bewegungen im Zeitalter des Reformpapstums, Darmstadt 1970.

130 Cfr. J.-B. Chautard, La simplicité caractéristique de Citeaux, Citeaux 1928.

60

plata.

Los manteles de altar debían ser según explicita prescripción de lino y

sin bordados, la vinajeras del vino en cambio sin oro ni plata131

.

El mismo “Exordium parvum”, del cual se ha tomado la cita, data es-

tas rigurosas prescripciones en los años de abadiado de Esteban Har-

ding (+1134), por consiguiente en los años 1108-1133, mientras que el

estudio actual lo sitúa más bien alrededor del 1130132

. La “voluntad de

reducción” de los Cistercienses133

constatada en la arquitectura del

Monasterio, es asimismo eficaz en el entero ámbito de la Liturgia, que

después se evidencia sobre todo, si se confronta Cister con Cluny y las

demás Abadías y centros del monacato benedictino de entonces; por

ejemplo, respecto a las oraciones y oficios añadidos o también los ri-

tos de la misa134

. Los valores monásticos antiguos de la humildad, po-

breza, simplicidad y sobre todo también de la interiorización debían

ser aplicados precisamente a la Liturgia y su Celebración.

3.4 El principio de la unidad

Caridad, unidad y paz, -estas eran las exigencias fundamentales de la

formación de la Orden Cisterciense, como lo atestigua la “Carta cari-

tatis”. En ella se expresa así una de la frases más importantes:

“...mucho más queremos vivir una sola caridad, bajo una sola Regla y

según los mismos usos (una caritate, una regula, similibusque vivamus

moribus)”135

.

En concreto esto significa: “Los usos (mores) de los Cistercienses, su

131 "Exordium parvum", Cap. 17,5-9: H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.), "Einmütig in

der Liebe" (como nota 16), 93.

132 Cfr. C. Rudolph, The "Things of Greater Importance". Bernard of Clairvaux's

'Apologia' and the Medieval Attitude Toward Art, Philadelphia 1990, 180-191.

133 Cfr. H. Hahn, Die frühe Kirchenbaukunst der Zisterzienser, Berlin 1957, 97,

127seg.

134 Cfr. los trabajos mencionados arriba en las notas 7-9.

135 "Carta Caritatis Prior", Cap. 3: H. Brem/A.M. Altermatt (Hg.), "Einmütig in der

Liebe" (como nota 16), 103.

61

canto y todos los libros necesarios para la Liturgia de las Horas de día

y de noche y para la Misa deben concordar con los del ‘Nuevo Monas-

terio’ (Cister)”136

. Los libros que en todos los lugares deben ser igua-

les, están enumerados por un Estatuto del Capítulo General, precisa-

mente: “Misal, Epistolario, Evangeliario, el libro de las Colectas, Gra-

dual, Antifonario, la Regla, el Himnario, el Salterio, el Leccionario y

el calendario”137

. La disponibilidad de la mayoría de estos libros litúr-

gicos era también una condición fundamental para la fundación de un

nuevo Monasterio138

. Para garantizar y promover la unidad de la Li-

turgia en la Orden, los Cistercienses idearon, entre el 1173 y el 1191,

para toda la Orden, un códice regular vinculante (ejemplar manuscrito

- tipo), que en parte, se conserva todavía hoy en el manuscrito 114 de

la biblioteca municipal de Dijon139

. Dicho manuscrito contenía 11 li-

bros diferentes, necesarios para la celebración de la Liturgia, y tam-

bién el texto de la Regla y de los “Eclesiástica Officia” (Consuetudi-

nes). Las partes de éste códice, establecidas para el canto litúrgico, se

han perdido.

El ideal de la “uniformitas” y “concordia” cistercienses, al que difí-

cilmente una Orden medieval había atribuido tan gran valor como los

Cistercienses, sólo con dificultad, prescindiendo de los primero dece-

nios, podía imponerse y mantenerse. A pesar de todo el Capítulo Ge-

neral y las visitas han exhortado siempre continuamente a esta unidad.

4. La reacción del monacato benedictino contemporáneo a la re-

forma de la Liturgia de los primeros Cistercienses.

Todo el procedimiento de fundación de Cister, el “Nuevo Monaste-

rio”, como salida de un Abad –Roberto (+1111)- con 21 Monjes de

136 Ibd.

137 Estatuto 3 de las "Instituta Generalis Capituli apud Cistercium" (alrededor del

1130), ibd. 123.

138 Estatuto 12 de las "Instituta Generalis Capituli apud Cistercium", ibd. 127.

´Vienen enumerados: Misal, Regla, libro de los usos (liber usuum), Salte-

rio,Himnario, libro del las Colectas, Antifonario y Gradual.

139 Cfr. Y. Zaluska, L'enluminure et le Scriptorium de Citeaux au Xlle siècle (como

nota 25), 165-167, 253-254; R. Grégoire, L'homéliaire cistercien du manuscrit 114

(82) de Dijon, en: Citeaux 28 (1977) 133-207.

62

una Abadía benedictina tan estable y apreciada como Molesme y co-

mo realización de un programa de reforma radical, debía ser como una

provocación para el monacato benedictino tradicional. Precisamente la

reforma de la Liturgia, conducida por principio muy claros, significa-

ba bajo algún aspecto una ruptura con la tradición benedictina. Las re-

acciones no faltaron, tanto más que el elocuente Bernardo de Claraval

(+1153) fue cada vez más el sostenedor y defensor del monacato cis-

terciense. La carta a su primo Roberto (1125) y principalmente su

“apología” (1125), al mismo tiempo defensa de la reforma cisterciense

y critica contra el monacato benedictino sobre todo el cluniacense,

provocó toda una serie de escritos polémicos, en los cuales se trataba

siempre también de cuestiones litúrgicas140

. Por los representantes del

monacato tradicional, los Cistercienses son completamente desacredi-

tados como “innovadores” (novatores, novi monachi, novicia religio),

más aún como “inventores temerarios de novedades” (temerarii novi-

tatum adinventores) y “originales” (singularitas)141

.

Representativa de tales escritos polémicos puede ser consultada la car-

ta 10, detallada, del famoso Abelardo (+1142) a Bernardo de Claraval

(+1153). El motivo de esta carta era una visita, que Bernardo hizo en-

tre el 1131 y el 1135 al Monasterio Le Paraclet, donde Eloísa (+1164),

la amante de Abelardo, era Abadesa. Aquí él se escandalizó en el can-

to del Padre nuestro en la insólita oración del pan: “panem nostrum

supersubstantialem da nobis hodie”, que Abelardo había introducido.

Informado por Eloísa sobre este hecho, Abelardo, que se sentía tacha-

do de innovador, escribió a Bernardo este escrito apologético, cuyo

140 Para los escritos polémicos cfr. A.M. Piazzoni, Crisis monástica y polémica en-

tre cistercienses y cluniacenses: alguna voces de los monjes en: Ben 29 (1982) 91-

122; 405-436; A.H. Bredero, Cluny et Citeaux au douzième siècle. L'Histoire d'une

controverse monastique, Amsterdam-Maarssen 1985.

72. Cfr. A.M. Altermatt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6), 136,

139 (Ordericus Vitalis).

141 Edición y comentario en: E.R. Smits, Peter Abelard. Letters IX-XIV, Groningen

1983,239-247 (Edition), 120-136; el texto latino está también en: PL 178,335-340.

También: C. Waddell, Peter Abelard's Letter 10 and Cistercian Liturgical Reform,

in: J.R. Sommerfeldt (Ed.), Studies in Medieval Cistercian History 2, Kalamazoo

1976 ( = Cistercian Studies Series 24), 75-86.

63

sentido de fondo dice: ¿Cómo puedes tu acusarme de novedad, desde

el momento que vosotros mismos –Cistercienses- sois conocidos co-

mo innovadores? Según el principio que la práctica (usus) no puede

ser sin sentido (ratio) y el uso (consuetudo) no puede ser antepuesto a

la verdad (veritas), Abelardo reprocha a los Cistercienses una larga se-

rie de insólitos usos litúrgicos, que él considera como “novitates” y

“singularitates”. Según su opinión, los Cistercienses perseveran en su

fidelidad a la Regla de Benito, en el principio de razón (ratio), de tal

forma que mantienen su Oficio contra la costumbre (consuetudo) de

todas las iglesias, tanto de los Clérigos como la de los Monjes, de esta

forma se ponen en contra de la tradición. Después él escribe un entero

elenco de extrañezas cistercienses:

en lugar de los himnos difundidos por doquier, los Cistercien-

ses cantan himnos nunca escuchados, insuficientes y descono-

cidos para casi todas las Iglesias (himnos ambrosianos);

en la vigilias de los días de feria y festivos tienen siempre el

mismo himno (“Aeterne rerum conditor”), hasta en Navidad,

Pascua, Pentecostés y en otras fiestas solemnes; también en la

Liturgia de las Horas tienen poca elección;

las oraciones y los sufragios de los Santos son para ellos des-

conocidas, como si el mundo no tuviese necesidad de sus ora-

ciones y ellos mismos no tuviesen necesidad de la intercesión

de los Santos;

si bien sus Iglesias están dedicadas a la Madre de Dios, los

Cistercienses no celebran ni su memoria (commemoratio) ni la

de los Santos;

las Procesiones no están entre ellos en honor;

contra el uso común de la Iglesia, los Cistercienses cantan el

Aleluya hasta empezar la Cuaresma y no solamente hasta el

domingo de Septuagésima;

contra una antigua tradición no recitan la Profesión de fe

Apostólica ni en Prima, ni en Tercia y el Symbolum de Atana-

sio (Quicumque) solo los domingos;

los Cistercienses van tanto contra los usos como contra la

razón, cuando ellos en el Triduo Sacro no adoptan el Oficio

romano; así ellos cantan en estos días tristes el invitatorio, los

64

himnos y el Gloria al Padre, que son expresión de la alegría.

Abelardo por otra parte, es plenamente consciente de que todas estas

innovaciones cistercienses, que él enumera y que corresponden a los

hechos, se han de reducir al principio de su fiel observancia a la Regla

(quos institutio Regulae novum opus de veteri facere compellit)142

.

Pero la Liturgia cisterciense no provocó únicamente critica, fue tam-

bién admirada y no quedó sin influjo, principalmente sobre aquellas

corrientes de reforma y ordenes benedictinas, que se dejaron influen-

ciar por las corrientes de renovación religiosa del siglo XI y XII.

También en Cluny se dejaron sentir con la reforma bajo el Abad Pe-

trus Veneravilis (+1156) alrededor de los años 1146/1147 impulsos

cistercienses143

. C. Waddell también ha demostrado el influjo cister-

ciense del Monasterio Le Paraclet fundado por Abelardo144

.

5. La primera y las otras reformas de la Liturgia cisterciense: una

visión de conjunto.

El movimiento de reforma benedictino de los Cistercienses –en

ningún modo el único en los siglos XI y XII, pero sin embargo uno de

los más importantes y organizados- aplicó poco después de la funda-

ción de Cister en el año 1098 sus ideas de reforma a la transformación

y renovación de la Liturgia heredada de la tradición monástico-

benedictino. Los primeros Cistercienses emprendieron en este sentido

una reforma de la Liturgia sistemática y claramente concebida quizá

verdaderamente la primera ‘moderna reforma de la Liturgia’- que es-

taba determinada por los cuatro principios que caracterizan completa-

mente también su entera obra de reforma: 1. el principio de la obser-

142 Cfr. Para las iinovaciones cisterciense mencionadas por Abelardo: A.M. Alter-

matt, Die erste Liturgiereform in Citeaux (como nota 6),137-138 e C. Waddell, Pe-

ter Abelard's Letter 10.

143 Cfr. A. Schmidt, Zusätze als Problem des monastischen Stundengebetes im Mit-

telalter (como nota 8), 42-46.

144 C. Waddell, Hymn Collections from the Paraclete 1 (Introduction and Commen-

tary), Abbazia Gethsemani (Trappist, Kentucky) 1989 (= Cistercian Liturgy Series

8), 86-104. Nella sua serie: Cistercian Liturgy Series C. Waddell ha pubblicato pa-

recchi libri liturgici del Monastero Le Paraclet.

65

vancia integral y genuina de la Regla de Benito (el más importante); 2.

el principio de la autenticidad y veridicidad; 3. el principio de la sim-

plicidad y pobreza (una de las grandes aspiraciones de la reforma gre-

goriana y de las corrientes de renovación religiosa de entonces) y 4. el

principio de la unidad y caridad. En sustacia ellos no crearon nada

nuevo, más bien reformaron lo “antiguo” conforme a su nueva visión

según sus criterios e ideales, cosa que en base al principio de la Regla

y de la autenticidad, con tales exigencias, podía conducir propiamente

a una ruptura con la tradición. Razón (ratio), verdad (veritas), autori-

dad (auctoritas), naturaleza (natura): éstos son los conceptos clave de

los documentos de reforma cistercienses y los fundamentos de sus

principios de reforma. De forma interesante los reformadores de Cister

tomaron en consideración todavía un ulterior principio, que en este

contexto puede maravillar, y precisamente: la debilidad de la naturale-

za humana (fragilitas infirmatatis humanae), que no puede ser excesi-

vamente cansada, también en el servicio litúrgico145

.

Esta primera reforma de la Liturgia de los Cistercienses, que aconteció

durante la fase de construcción de la Abadía-madre y de la orden sur-

gida de ella, representaba una empresa muy exigente y dispendiosa,

que requería una buena proyección y perfecta colaboración. El trabajo

de reforma requería también mucho tiempo, ya que se alargó por trein-

ta años. El verdadero término de la primera reforma de la Liturgia,

según la tradición manuscrita, es datable sólo alrededor del 1130, aun-

que los libros litúrgicos más necesarios en el tiempo de la fundación

de las cuatro primeras Abadías-hijas de Cister, por lo tanto en los años

1113-1115, podían ya haber sido usados. Con ello se había puesto el

fundamento de la Liturgia cisterciense.

La segunda reforma de la Liturgia tuvo lugar ya poco después de la

muerte del Abad Esteban Harding, que era el alma de la primera re-

forma, en el año 1134. Esta lleva la escritura de Bernardo de Claraval

(+1153), a quien fue también transmitida por la Orden. El motivo de

esta reforma era la creciente reprobación de la tradición musical de

Metz, que los primeros Cistercienses, en su aspiración a la autentici-

dad, habían adoptado. Según el testimonio de Bernardo, las melodías

145 Cfr. arriba nota 49.

66

y el texto se demostraron "como imperfectas (vitiosus), demasiado

simples (incompositus nimis) y decadentes en casi todo lo que exigían

(per pmnia contemptibilis)"146

. Se impuso por lo tanto una reforma ra-

dical, para la cual Bernardo consultó a especialistas, "hermanos que en

el arte y experiencia del canto eran considerados de modo especial

bien formados y expertos (qui in arte et usu canendi instructiores at-

que peritiores inventi sunt)”147

. Presupuesto para semejante reforma

era esta vez una teoría musical que se basaba sobre el principio cister-

ciense de la “ratio”, “natura” y “recta canendi scientia”, es decir las

“Regulae de arte musica”148

atribuidas por la investigación actual a un

cierto Guido von Eu (Guido Augensis), no conocido con exactitud,

que debe haber sido Abad de Cherlieu. Sobre este fundamento surgió

la así llamada “reforma de la música benardiana”, el verdadero coral

cisterciense, que se ha mantenido hasta hoy por todos los siglos y que

fue estudiado de nuevo por los musicólogos en los últimos años149

.

También el himnario sufrió un cambio, por el hecho de que los him-

nos “populares” eliminados en la primera reforma, en gran parte fue-

ron introducidos de nuevo y repartidos entre Tercia y Completas y por

otra parte los largos himnos ambrosianos de las Vísperas fueron divi-

didos entre las Vigilias y los Laudes. Se acogieron también nuevos

Oficios (por ejemplo para las fiestas de los Evangelistas y de María

Magdalena) y las fiestas de María fueron enriquecidas con textos del

bíblico Cántico de los cánticos, lo que revela el influjo de Bernardo150

.

Esta segunda reforma de la Liturgia, con la que los estudios hasta la

época más reciente se han ocupado casi exclusivamente de la Liturgia

146 Cfr. arriba nota 31.

147 Ibd.

148 Edición traducción francesa e introducción:C. Maître, La réforme cistercienne

du plain-chant (como nota 29), 108-233 (Edición). Para cuatro ulteriores documen-

tos en el campo de esta reforma de la música cfr. ebd. 65-69; C. Schweizer, Zister-

ziensische Choralreform (como nota 29), 145.

149 El trabajo clásico es aquel de S. Marosszéki, Les origines du chant cistercien.

Recherches sur les réformes du plain-chant cistercien au Xlle siècle = ASOC 8

(1952); sobre todo recientemente: C. Veroli, La revisión musical bernardiana y el

Gradual cisterciense, en: ACi 47 (1991) 1-141 (7-13: Bibliographie); 48 (1992) 3-

104; 49 (1993) 147-256. Cfr. la nota siguiente.

150 Cfr. C. Waddell, Chant cistercien et liturgie, in: Bernard de Clairvaux (como

nota 17: R. Locatelli), 287-306, especialmente: 300-303.

67

de los Cistercienses, muestra los límites de los principios de la refor-

ma (especialmente del principio de autenticidad), de cuyos estudios

era dictada la primera reforma. Con la segunda reforma, el momento

de la “ratio” tiene una función muy importante.

La tercera reforma de la Liturgia, que sin embargo no es muy im-

portante, acaeció aproximadamente sobre el 1180-1182. Se trató úni-

camente de una simplificación y reelaboración de ciertos textos y for-

mularios litúrgicos. Además se introdujo una serie de nuevas fiestas

en el calendario cisterciense151

Mucho más incisiva sin embargo fue la cuarta reforma de la Litur-

gia después del Concilio de Trento (1545-1563). Bajo la presión de

los Monasterios, que se cuidaban del cuidado de las almas, especial-

mente en Italia, por una parte y por el interés a los nuevos libros litúr-

gicos romanos y por otra parte, se llegó a una romanización de la Li-

turgia cisterciense. Se debe a la inteligencia del Abad general Claude

Vaussin (+1670), que la orden no renunció a su propia Liturgia, pero

después de una larga lucha encontró una solución de compromiso, que

compare también le título de los nuevos libros de liturgia cisterciense,

por ejemplo: “Breviarium cisterciense justa Romanum” (1656) o tam-

bién “Missale cisterciensi justa novissimam Romani recognitum co-

rrectionem” (1657)152

.

Después de una larga discusión sobre la legitimidad de la Liturgia

propia cisterciense (-romana) alrededor de la mitad del siglo XIX, ésta

de nuevo fue confirmada por la Congregación de los Ritos y en el

1871 también por el Papa Pío IX (+1878). La Orden de reforma de los

Cistercienses de la Estrecha Observancia (Trapenses) fundada en el

1892 se dedicó de lleno a la revisión de los libros corales cistercienses

contaminados en el curso de los siglos y los publicó de nuevo en la

propia imprenta de la Orden de Westmalle (Bélgica).

151 Cfr. C. Waddell, The Early Cistercian Experience of Liturgy (como nota 29),

99-100.

152 Cfr. A.A. King, Liturgies of the Religious Orders (como nota 1), 78-89; C.

Bock, Les codifications du droit cistercien, Westmalle 1956 = Edición separada por

una serie de articulos en: COCR 9 (1947) -18 (1956),106-121.

68

Esto aconteció sobre todo en el siglo XX en colaboración con la Or-

den cisterciense153

. Sobre todo los Cistercienses de la Estrecha Obser-

vancia se ha preocupado mucho por la recuperación de la antigua Li-

turgia cisterciense. En los Monasterios cistercienses nuevamente

abiertos de Boquen (Francia, 1936), Hauterive (Suiza, 1939) y Poblet

(España, 1940) se procuró a propósito de cuidar y estudiar de nuevo la

primitiva Liturgia de los Cistercienses154

.

La quinta y última reforma de la Liturgia es la que ha aportado

grandes cambios después del Concilio Vaticano II (1962-1965). Am-

bas Ordenes Cistercienses acogieron plenamente el espíritu de la re-

forma de la Liturgia155

. Renunciaron en principio al antiguo rito cis-

terciense y adoptaron para la Celebración de la Eucaristía y de los Sa-

cramentos, los libros oficiales romanos, cuando necesario, con las co-

rrespondientes adaptaciones. Por cuanto respecta a la Liturgia de las

Horas, todos los Monasterios han, por así decir, pasado del Oficio in-

tegro benedictino a formas nuevas, simplificadas, de la Liturgia de las

Horas monásticas. Este paso requerido por las circunstancias del tiem-

po y condiciones de vida actual significó por primera vez en la historia

del monacato benedictino y cisterciense la ruptura con una secular tra-

dición y para los Cistercienses la renuncia del principio tan determi-

nante para los Padres fundadores de la “integritas Regulae”156

. Frente

al pluralismo hoy en todas partes propagado y recomendado por las

Ordenes Cistercienses, también este principio de la unidad (uniformi-

tas), tan importante para los primeros Cistercienses, ha perdido com-

pletamente su valor, aunque aún hoy entre las competencia del Capítu-

lo General está el de reforzar la unidad. Los otros dos principios de la

153 Cfr. C. Bock, ibd. 172-189; B. Widmann, Die neuen Choralbücher des Cister-

cienserordens, en: CistC 16 (1904) 120-123, 184-188, 213-217, 280-284; 17 (1905)

24-28, 53-58, 83-92, 147-149, 299-304, 335-346.

154 Cfr. A.A. King, Liturgies of the Religious Orders (como nota 1), 93, 120, 123,

150, 151 (Boquen); 87, 93, 96, 124, 150, 151 (Hauterive); 93, 150; B. Kaul, Litur-

gische Reformbestrebungen im Zisterzienserorden, en: LuM 14 (1955) 103-118.

155 Cfr. A. M. Altermatt, Die Liturgiereform in unserem Orden (del 1963), en: Nun-

tia. Mitteilungsblätter der Liturgischen Kommission O.Cist. 1 (1982) 4- 36;

P.Vernet, Die Liturgiereform bei den Trappisten, ebd. 37-49.

156 Cfr. T. A. Schnitker, Der ‚Thesaurus Liturgiae Horarum monasticae’ und seine

Bedeutung für die Liturgiewissenschaft, en: LJ 28 (1978) 45-56.

69

reforma de la Liturgia primitiva cisterciense, autenticidad y simplici-

dad, eran criterios válidos en la renovación de la Liturgia exigida por

el Vaticano II. Uno de los más bellos frutos de la quinta reforma de la

liturgia cisterciense es el “Ritual cisterciense”157

elaborado junto con

los Cistercienses de la Estrecha Observancia y aprobado en el 1995

por la Congregación para el Culto Divino: una síntesis lograda de con-

servación de la Liturgia propia cisterciense y de la necesaria adapta-

ción al tiempo de hoy y a la Liturgia de la Iglesia entera.

157 Rituale cisterciense iuxta statuta Capituli generalis sive O.Cist. sive O.C.S.O.

necnon decreta sive generalia sive particularia Congregationis de Cultu Divino et

disciplina sacramentorum post Concilium Vaticanum II, Langwaden 1998.

70

III

LOS “USOS CISTERCIENSES” Y LA VIDA CISTERCIENSE

COTIDIANA

INTRODUCCIÓN:

ORIGEN Y SENTIDO DE LAS “CONSUETUDINES”

MONÁSTICAS

El ideal de la vida monástica se realiza en la vida cotidiana de

las Monjas y de los Monjes. El fundamento concreto de la vida

monástica es la Regla (regula): la idea fija escrita del ideal monástico

y de su realización cotidiana. Para el entero monacato benedictino, al

que nosotros Cistercienses, Monjes y Monjas pertenecemos, ésta es la

Regla de nuestro Santo Padre del monacato BENITO DE NURSIA

(+alrededor del 560/575), surgida en el siglo VI, en apoyo a las Reglas

ya existentes, principalmente como la Regula Magistri. Esta se ha con-

firmado como una de las Reglas más importantes del occidente. A pe-

sar de que también en la Regula Benedicti regla de vida de las Monjas

y Monjes hasta en sus detalles existan en ella grandes lagunas. Así fal-

ta en ella, por ejemplo, las disposiciones de la estructura del año litúr-

gico o indicaciones sobre la Celebración monástica de la Eucaristía

(que en la forma de nuestra Misa conventual cotidiana en aquel enton-

ces no existía todavía para nada) o también sobre la muerte y sepultura

de la monja o del monje, etc. No obstante la Regla de S. Benito, que

tuvo su origen en Montecasino (en la Italia meridional) se ha difundi-

do en el curso de los siglos por todo el occidente y hasta en otros luga-

res; es decir, en otras culturas y mentalidades, por consiguiente en

bien otras situaciones que en el país de origen de Italia. La Regla de

Benito, por una parte debió ser integrada y por otra parte debió ser

adaptada a las nuevas situaciones. Los Monasterios adquirían en base

a la propia experiencia y prueba práctica estas integraciones y adap-

taciones de la Regla y la transmitieron primero oralmente y después

71

por escrito. Este es el origen de las verdaderas Consuetudines 158

monásticas. Esta anotaciones escritas pueden tener diferentes nom-

bres: regula, ritus, ordo: Orden, ordenación (éste es el sentido origi-

nario de la palabra “ordo”, de la cual se ha sacado el concepto “Or-

den”., ordinatio: ordenación, statutum: reglamento, decisión, decre-

tum, institutum: disposición, determinación, usus: costumbre.

Determinaciones escritas de los usos benedictinos (Usus) los

hay ya a principios del siglo VII. El primer texto completo viene de

Francia, des la mitad del siglo VIII, el así dicho “Memoriale Quali-

ter”159

.

Las Consuetudines benedictinas en el verdadero sentido,

surgieron en el movimiento de la reforma monástica carolingia, cuya

alma era el Abad del reino, BENITO DE ANIANO (+821). Él es, a fin

de cuentas, el fundador del monacato benedictino como nosotros lo

entendemos hoy. Se le llama también habitualmente “BENITO II”.

Era sobre todo el Concilio (Sínodo) de Aquisgrana, que en el

año 816, establecía la base de los usos benedictinos, que se llamaron

desde ahora en adelante a lo más Consuetudines, y prescribía para to-

dos los Monasterios de Monjes del reino carolingio como una norma

vinculante160

. Aquí las Consuetudines recibieron también un carácter

expresamente jurídico. La palabra orden para la reforma monástica

conducida por Benito de Aniano (de hecho del todo similar como más

158 Para las Consuetudines cfr. L. DONNAT/W. WITTERS, Art. Consuetudines

monástica, en: Diccionario de los Institutos de Perfección II (1975), 1632-1692; K.

HALLINGER, Consuetudo. Begriff, Formen, Forschungsgeschichte, Inhalt, en: Un-

tersuchungen zu Kloster und Stift, Göyyingen 1980 (= Veröffentlichungen des Max-

Plank-Instituts für Geschichte, 68/Studien zur Germania Sacra, 14), 140-166; J. F.

ANGERER, Zur Problematik der Begriffe: Regula- Consuetudo – Observanz und

Orden, en: Studiem und Mitteilungen zur Geschichte des Benediktiner-Ordens 88

(1977) 312-323.

159 Publicado en: Hábeas Consuetudinum Monasticarum I, Siegburg 1963 (con tra-

ducción y notas).

160 Cfr. los estudios de J. SEMMLER: Zur Überlieferun der monastischen Gesege-

bung Ludwigs des Formen, in: Deutsches Archiv für Erforschung des Mittelalters...

16 (1960) 309-388; Die Beschlüsse des Aachener Konzils im Jahre 816, en: Zeitsch-

rift für Kirchengeschichte 74 (1963) [Vierte Folge X] 15-82. La entera legislación

monástica de Acquisgrana está publicada en el primer volumen del, Hábeas Consue-

tudinum Monasticarum”.

72

tarde en Cister) sonaba así: “una regula”: una Regla, precisamente la

Regla de Benito –“una consuetudo”-: los mismos usos (Consuetudi-

nes) benedictinos. En este siglo IX se introdujo en el monacato princi-

pios de BENITO DE ANIANO, que determinaban la vida monástica-

benedictina en parte hasta el día de hoy: el oficio monástico cotidiano,

la reunión cotidiana en la sala de Capítulo: el Capítulo (officium Capi-

tuli), las oraciones los oficios añadidos al Oficio benedictino. Porque

las Consuetudines, circunscritaspor el Concilio de Asquigrana de los

816 (en los años siguientes), forman el fundamento de todas las Con-

suetudines benedictinas, hay entre las Consuetudines existe entre las

distintas Ordenes benedictinas y Congregaciones un parecido, que no

siempre fueron suficientemente observadas. Así, por ejemplo, se ha

llevado, injustamente, muy relacionada con Cluny poniendo la etique-

ta en muchas cosas “cluniacense”

Las Consuetudines del tiempo carolingio y de BENITO DE

ANIANO pasaron en efecto la potente Abadía de Cluny, fundada en el

año 909/910, situada en Borgoña (no lejos de Cister), y a su unión de

Monasterios (“ordo cluniacensis”). En Cluny estas Consuetudines fue-

ron redactadas nuevamente y continuamente ampliadas y modificadas,

de manera que existen bastantes redacciones de Consuetudines clunia-

censes (se debe distinguir siempre de qué “Cluny” se habla, es decir

de cual fase de desarrollo de Cluny). Es determinante que la pertenen-

cia a Cluny fue definida completamente esencial a través de la acepta-

ción y observancia de las Consuetudines de Cluny. Se es cluniacense a

través de las Consuetudines de Cluny. Todos los Monasterios (Priora-

tos) y Abadías, que siguen las Consuetudines de Cluny, forman el

“ordo cluniancensis”: la “Orden”, la “Ordenación” de Cluny. Ahora

esto es muy típico para los innumerables centros y corrientes de re-

forma monástica-benedictina del siglo X, XI y XII, que ellos forman

asociaciones de Monasterios (“Orden”, Congregaciones), cuya unidad

y unión se fundamentan en las mismas Consuetudines. Todas las Con-

gregaciones monásticas-benedictinas, movimientos y Orden tienen sus

propias Consuetudines, por ejemplo: Calmadoli (Camaldolensis), Va-

llombrosa (Vallombrosanis), Grandmont en Francia (Granmontani),

La Certosa en Francia (Certosini), etc. Pero rambién numerosos cen-

tros de asociaciones de Monasterios, que se han desarrollado en una

73

verdadera Orden, tenían sus propias Consuetudines, por ejemplo:

Montecasino, Fleury (Saint-Benôit-surLoire), Le Bec, Farfa, Fruttua-

ria, St. Matthias y St. Maximino en Treveri, hirsau, St. Blasien, Melk,

por nombrar algunos. No sólo en la Edad Media, sino también en el

tiempo posterior y hasta nuestros días se establecieron continuamente

por escrito los usos de los Monasterios y recopilados en sus propios

libros, que pueden tener muchos nombres. Las Comunidades de los

Monasterios tenían claramente la necesidad de tener un punto de refe-

rencia vinculante para todos. Esto no es válido únicamente para las

Ordenes y Comunidad benedictina. También los Canónigos, los dife-

rentes “nuevas” Ordenes y Congregaciones tuvieron y tienen sus Con-

suetudines.

El estudio de todas estas Consuetudines monástica-benedictina

se ha vuelto desde algunas décadas, una “ciencia” propia. El conocido

historiador benedictino Kassius HALLINGER (+1991), que ha inicia-

do válidamente el estudio de las Consuetudines, principalmente a

través de su obra clásica: -“Gorze-Cluny”. Estudios sobre las formas

de vida monástica y contrastes en la alta Edad Media, 2 volúmenes,

Roma 1950/1951 (=Studia Anselmiana 22-25)-, ha creado la edición

crítica de las Consuetudines monásticas medievales: “Corpus Con-

suetudines Monasticarum”161

.

Concluyendo se puede decir, que en los usos de los Monaste-

rios, que se llaman Consuetudines, Usos o también con otros nom-

bres, se describen las formas de vivir, el “modus vivendi” de las Mon-

jas y de los Monjes. Estas recopilaciones de los usos se entienden co-

mo integraciones y adaptaciones de la Regla de la Orden (de la Regla

de Benito).

Los libros de las Consuetudines generalmente tienen una clara

estructura, precisamente: a) normas litúrgicas-ceremonial para el año

litúrgico con sus tiempos y fiestas fijas, es decir para el Oficio y la

Misa, b) normas para la Celebración de la Misa y descripciones del ri-

161 Cfr. P. ENGELBERT, Bericht über den Stand des Corpus Consuetudinum Mo-

nasticarum (CCM), en: Studien und Mitteilungen zur Geschichte des Benediktine-

rordens un siner Zweige 102 (1991) 19-24: J.F. ANGERER/J. LENZENWEGER

(Ed), Consuetudines Monasticae. Eine Festgabe für Kassius Hallinger aus Anlass

seines 70. Geburtstages, Rom 1982 (=Studia Anselmiana, 85).

74

to de la Misa, c) orden del día, cuyo curso esta descrito hasta el final,

d) las etapas de la Monja y del Monje; Noviciado, Profesión, enfer-

medad, muerte y sepultura, e) los diferentes oficios de servicio monás-

ticos (Oficiales): sus finalidad y competencias, f) diferentes cosas. Las

Consuetudines de la edad media son una fuente informativa y muy in-

teresante para el conocimiento de la vida cotidiana en las Comunida-

des de la edad media, que se conocen muy poco y que son útiles.

I. LAS CONSUETUDINES CISTERCIENSES (ECLESIÁSTICA

OFICIA)

Nuestros Padres fundadores y los Monjes fundadores conocían

en su Abadía de origen Molesme, que con el tiempo se constituyó ca-

beza de una Congregación propia monástica, las Consuetudines anti-

guas-monásticas-benedictinas, con las necesarias adaptaciones e inte-

graciones locales. Como para todas las Abadías y Congregaciones de

aquel tiempo se dice: sus Consuetudines tiene una base común: las

Consuetudines del tiempo carolingio, fijadas por el Abad BENITO DE

ANIANO (+821). Los Monjes de Molesme que en el año 1098 funda-

ron nuestra Abadía-Madre de Cister, llevan consigo sus Consuetudi-

nes de la tradición de Molesme. Pero sin embargo Cister desde el

principio es una reforma, esto es, una reforma muy radical del mona-

cato tradicional benedictino transmitido. Como ya hemos visto, Cister

empezó con una reforma Litúrgica radical, que inició bajo la autoridad

del Abad ALBERICO (+1108) y concluyó con el Abad ESTEBAN

HARDING (+1134), Abad desde 1108/1133. En este contexto surgie-

ron también las Consuetudines de Cister, que en nuestra tradición tie-

nen el título: ECCLESIASTICA OFFICIA (traducido literalmente:

servicios/oficios eclesiales/litúrgicos. La expresión “ecclesiástica of-

ficia” parece que apareció la primera vez en ISIDORO DE SEVILLA

(+636), es decir en su libro: “De divinis officiis” (PL 83, 737-826),

donde “officium” tiene un amplio significado: Oficio litúrgico (Cele-

braciones), servicio/función liturgica. Ene ste libro Isidoro habla de

Monjas y de Monjes.

Se cree, que los usos de Cister fueron escritos alrededor del

1120-1225. El más antiguo y completo manuscrito conocido para no-

75

sotros con la “Ecclesiastica Oficia” es el manuscrito más importante

para nuestra Orden: biblioteca cívica de Trento 1711, de cual se ha

hablado ya más veces en este curso. Este manuscrito podría haber sido

escrito alrededor del 1135. En este y en todos los primeros manuscri-

tos se ve que también estos textos no han sido transmitidos separada-

mente, pero en un Corpus. El contenido del ente del texto cisterciense

es: a) introducción histórica (Exodium Cistercii/Exodium Prvum), b)

la “Carta caritatis” (en una de las tres redacciones), c) las primeras de-

cisiones del Capítulo General, d) los “Ecclesiastica Officia” (=Liber

usuum: libro de los cargos) y f) los “Usus conversorum” (los trabajos

de los hermanos conversos). El entero cuerpo del manuscrito tenía el

título: “Usus cistercensium monachorum” (usos de los Monjes Cister-

cienses: Trento 1711) o también “Consuetudines cisterciensium”

(Usos de los Cistercienses: Ljubljana 31). Al interno de esta recopila-

ción de manuscritos, los verdaderos usos cistercienses tienen el título:

“Ecclesiastica Officia”.

Uno de los deberes principales del Capítulo General anual en

Cister, que tiene en la Orden el más alto poder legislativo, era el de

adaptar la vida cisterciense a las condiciones del lugar y del tiempo.

Así el Capítulo General ha elaborado continuamente reglamentos, re-

ferente a la vida cotidiana de los Monjes y de las Monjas, ha introdu-

cido nuevos usos o cambiado antiguas costumbres. Esto tenía conti-

nuamente como consecuencia nuevas codificaciones del derecho cis-

terciense y de los usos cistercienses. Si el manuscrito de Trento del

1711 es el más antiguo y primer testimonio, el manuscrito de la biblio-

teca de la universidad de Ljubljana 31, del año 1152 aproximadamen-

te, es el testimonio de la segunda fase de desarrollo en el siglo XII.

Porque los Cistercienses ya en los primeros documentos exigían muy

fuertemente la unidad y uniformidad de la vida cisterciense en todos

los Monasterios (según el modelo de Cister: véase “Carta caritatis” y

las primeras decisiones del Capítulo General), se llegó entre el 1173 y

el 1191 a la creación del famoso Códice normal y Códice modelo, bi-

blioteca civil de Dijon 114, llamado “manuscrito-tipo”. Con este ma-

nuscrito, que comprendía los enteros libros litúrgicos, todos los libros

litúrgicos de toda la Orden debían concordar desde el principio. Hoy

sabemos, que esto era un ideal muy exigente, que sólo se podía conse-

76

guir aproximadamente. Este códice representa la tercera fase de la tra-

dición del texto cisterciense en el siglo XII. En este fueron nombrados

también los usos cistercienses, Consuetudines, en su redacción am-

pliada en los años 1184/1186 aproximadamente. Esta redacción del

texto ha permanecido hasta el siglo XVII, en parte hasta nuestro tiem-

po, esencialmente la misma, también en curso de los siglos se han

existido añadidos y cambios.

Del resto ya los primeros Estatutos del Capítulo General en

Cister prescribían que para una nueva fundación hacen falta no sólo

doce Monjes y un Abad, sino que debe haber también todos los libros

necesarios para la Celebración de la Liturgia y para la organización de

la vida monástica –y también las Consuetudines (Liber usuum, cfr,

Instituta Genralis Capituli apud Cistercium 12). Nosotros aquí tam-

bién encontramos ya hacia la mitad del siglo XII el concepto: “Liber

usuum”, que se convierte después también en uso en la tradición cis-

terciense.

Del 1989 nosotros tenemos una apreciable y útil edición lati-

no.francesa de los “Ecclesiastica Officia” de nuestra Orden, es decir

según la tradición manuscrita del siglo XII, con los tres textos: Trento

1711, Ljubljana 31 y Dijon 114:

Daniel CHOISSELET OCSO/Placide VERNET OCSO (ed),

Les “Ecclesiastica Officia” cisterciens du XIIéme siècle. Texto lati-

no según los manuscritos publicados de Trento 1711, Ljubljana 31 y

Dijon 114. Versión francesa, alegado litúrgico, notas, índice y tabla,

Abadía de Oelenberg, F-68950 Reiningue 1989 (=La documentation

cistercienne, 22).

El volumen que comprende 623 páginas está documentado de

una buena introducción, notas, explicaciones, tablas e índice.

Los Ecclesiatica Officia de esta edición, es decir los textos de

los usos cistercienses del siglo XII, comprenden 121 capítulos, que se

pueden dividir en los siguientes argumentos:

1) Capítulos 1-52: el año litúrgico con sus tiempos y

fiestas fijadas (capítulo 50-52: Oficio de los difuntos

y aniversarios de los difuntos).

2) Capítulos 53-67: el rito de la Misa cisterciense

(Misa conventual y privada)

77

3) Capítulos 68-84: la ordenación del día cisterciense

de las Vigilias hasta Completas (capítulo 84: orden

del día para el tiempo de la cosecha).

4) Capítulos 85-102: Ritos monásticos (tonsura, Pro-

cesiones, acogida de los huéspedes, viajes,[salasso],

enfermedad y muerte, Noviciado y Profesión).

5) Capítulos 103-120: oficios y servicios monásticos

(hebdomadario, cocinero, Abad, Prior, Vice-Prior,

Maestro de los Novicios, sacristán, cantor, enferme-

ro, cillero, el encargado del refectorio, el encargado

de la hospedería, portero).

6) Capítulo 121: Bendición de la mesa.

En los siglos siguientes aparecieron los Ecclesiatica Officia

cistercienses, que con el pasar del tiempo se llamaron Usos (Liber

usuum), continuamente en nuevas ediciones donde pues quedaba lo

esencial. Algunas veces solamente se publicaban también algunos ex-

tractos de determinadas partes pudiendo entonces llevar títulos corres-

pondientes. De los Ecclesiastica Officia o también Usos latinos se

hicieron también continuamente traducciones, especialmente para las

Monjas. La más antigua es la traducción antiguo-francés (romanza)

del desconocido “pauvre Martin” (del “pobre Martin”) del siglo XIII.

De las ediciones publicadas del “Liber usuum” cisterciense se ha

mencionado solamente:

o el Liber usuum Cistercensis Ordinis..., París 1531,

o el Ritual cisterciense es libro Usuum, definitionibus Or-

dinis et caeremoniali episcoporum collectum, París 1689. Esta es la

edición más conocida del “Liber usuum”, que fue publicada conti-

nuamente hasta el siglo XX (siempre con más pequeños cambios y

adaptaciones). El Ritual del 1689 aparece en el contexto de las refor-

mas litúrgicas y monásticas después del Concilio de Trento (1545-

1563). Una ulterior edición del Ritual del 1689 es aquella del año

1721. Por última vez este Ritual apareció con el mismo preciso título

en el año 1949 (en la tipografía de los Trapenses de Westmalle en

Bélgica), con una introducción del Abad General de entonces, Ed-

mundo BERNARDINI.

78

No solo la Orden como tal ha publicado tales libros, sino tam-

bién cada Congregación de los Cistercienses, cuyos textos debían co-

incidir con los libros oficiales. En el 1892 y en el 1899 por ejemplo, la

Abadía de Lérins publicó un ritual cisterciense162

.

En la Orden Cisterciense tuvieron un papel muy importante los

Conversos. Estos existían ya, es decir, antes del Cister (en Camaldoli,

en Cluny, etc), pero los Cistercienses han hecho una institución. Estos

conversos cistercienses tenían sus propios Usus conversorum, que

por suerte aparecieron en los años del Abad ESTEBAN HARDING

(+1134), Abad en Cister desde 1108 al 1133. El texto más antiguo de

los Usus conversorum es nuevamente el manuscrito de Trento 1711

(alrededor del 1135). También estos Usus son transmitidos con diver-

sas redacciones, que reflejan el grado de desarrollo correspondiente.

En el año 2000 el Trapense americano P. Chrysogonus WADDELL de

Gethsemani (Kentucky), uno de los mejores entendidos de los prime-

ros documentos de Cister, ha publicado la primera edición crítica de

los Usus conversorum (con introducción, notas y traducción inglesa):

Chrysogonus WADDELL OCSO, Cistercian Lay Brothers

Twelft-Century Usages with related Texts. Latin Text with Concor-

dance of Latin Terms, English Translations and Notes, Cister: Com-

mentarii cistercensis 2000 (=Studia et Documenta, 10, 232 páginas.

2. LOS “USOS CISTERCIENSES” HOY

El Abad General Sighard Kleiner, Abad General desde el 1953

al 1985, que era el primer Presidente de la comisión litúrgica de la Or-

den, se ha ocupado más veces de los “Usos Cistercienses” y quería

hacerlos fructuosos en sus rasgos esenciales también para nuestro

tiempo. En el año 1957 él publicó dos colecciones más pequeñas,

162 Mirada de conjunto sobre el desarrollo de Liturgia cisterciense y de sus libros:

A. A. KING, Liturgues of the Religious Orders, Londres-Nueva York-Toronto 1955,

62-156 (Cisterciean Rite); C. BOCK, Les codifications du droit cistercien, Westma-

lle 1956 (=Edición separada de una serie de artículos de los “Collectanea Ordinis

Cisterciensium Re-formatorum” del 9 [1947] hasta el 18 [1956].

¡Ulteriores indicaciones de las fuentes en mis dos conferencias precedentes!.

79

practicas, de Usos Cistercienses, que ofrecen una ayuda a los Monas-

terios y debía ser un manual, al que se le puede llamar:

1) Usos Cistercienses, tipografía del a Abadía de Casamari,

del 1957 (75 páginas)

2) Summarium rituum S. Ordinis Cistercensis, sin indica-

ción de lugar del 1957 (simplemente reproducido), 26 páginas.

Entre ambos los cuadernos fueron redactados en lengua latina,

con la consecuencia que estos textos eran conocidos en la Orden, so-

bre todo entre las Monjas, sólo muy limitadamente.

Mientras tanto tuvo lugar el Concilio Vaticano II (1962-1965).

Este ha producido profundas reformas en la vida eclesial, litúrgica y

monástica. Además de esto vinieron los años 68, que pusieron en dis-

cusión la autoridad, las instituciones y las tradiciones. También esta

mentalidad se ha transformado: hoy se tiene de nuevo más sentido por

la historia, la tradición, las costumbres. También en nuestra vida so-

cial se interesa de nuevo de las reglas de buena educación y de cortes-

ía. Se nota que hay necesidad de un mínimo de reglas de comporta-

miento, con las que se puede orientar, para hacer posible una convi-

vencia pacífica y que hace felices. También en nuestros Monasterios

ha surgido la necesidad en los últimos años, de tener de nuevo una ba-

se de Usos cistercienses, que faciliten la vida de comunidad de los

Monasterios y refuercen la unidad de la Orden. Hasta los Trapenses,

que después del Concilio Vaticano II tenían “aversión” por todo aque-

llo que regulaban los Usos, deseaban de nuevo al menos un mínimo

normas de comportamiento razonable, que se hagan observar por to-

das partes.

En el año 1994 nuestra comisión litúrgica de la Orden tuvo en

Poblet una sesión extraordinaria, a la que fueron invitados los repre-

sentantes de los Trapenses, donde esta cuestión fue discutida. No solo

esto, se ejecutaron algunas directrices.

El Abad General me ha dicho en más de una ocasión en base a

su experiencia en las visitas a los Monasterios, que debemos tener en

la Orden de nuevo u par de Usos fundamentales. De este parecer son

otros visitadores de la Orden.

80

Sobre la base de entre ambos fascículos publicados por el

Abad General Sighard KLEINER: Usos Cistercienses y Summarium

rituum S. Ordinis Cisterciensis, ambos del 1957, queremos mirar

juntos concretamente un par de puntos, de lo cuales el Abad General

Mauro Esteva considera que éstos son importantes y aconsejan como

podemos practicar hoy sensatamente los Usos transmitidos por Cister

a través de los siglos... Los participantes al Curso tienen todos en ma-

no una traducción cada uno en su propia lengua...

81

INDICE

Centro de la existencia monástica……………………………………1

La Liturgia (oficio divino)…………………………………………...2

Introducción:…………………………………………………………2

1. La liturgia como manifestación auténtica de la Iglesia y de la

comunidad monástica……………………………………………..…4

1.1 Definición de liturgia…………………………………………….5

1.2 La liturgia, función fundamental de la Iglesia……………………9

1.3 La liturgia, función esencial…………………………………….10

2. El lugar y la significación de la liturgia en el monaquismo

cisterciense………………………………………………………….14

2.1 Cister como una reforma litúrgica………………………………15

2.1.2 Las etapas de la primera reforma litúrgica de Cister………….18

2.1.3 Los cuatro principios………………………………………….20

2.1.4 Las otras reformas litúrgicas en los Cistercienses…………….24

2.2 El horario cotidiano cisterciense del Medioevo………………...26

OBSERVACIONES………………………………………………...27

2.3 La liturgia: una de la principales fuentes………………………..30

3. La liturgia en nuestra vida cisterciense de hoy…………………...33

3.1 La liturgia en los documentos oficiales de nuestras Ordenes…...37

3.1.1 La liturgia en las Constituciones de OCSO…………………...37

3.1.2 La liturgia en la Declaración del Capitulo general O. Cist de

1969…………………………………………………………………38

Curso para los Formadores O.Cist. 2001…………………………...41

Introducción………………………………………………………...41

Panorama sobre los estudios más recientes………………………...41

1. LOS INICIOS DE CISTER……………………………………...43

2.EL CAMINO DE LA PRIMERA REFORMA CISTERClENSES

(1099 - 1134)……………………………………………………….46

2.1. LA REVISIÓN DE LA BIBLIA (BIBLIA DE ESTEBAN)

ALREDEDOR DE 1099-1109…………………………………….47

2.2 LA ADOPCIÓN DEL HIMNARIO AMBROSIANO………...48

2.3 LA ADOPCIÓN DE LA TRADICIÓN MUSICAL DE METZ

(entre el 1108 y el 1133 [1109-1113])……………………………..49

82

2.4 LA ADOPCIÓN DEL SACRAMENTARIO GREGORIANO

(¿alrededor del 1100?)……………………………………………….50

2.5 LOS “ECLESIÁSTICA OFICIA” – “Consuetudines” de Cister

(del 1130/1135)……………………………………………………...51

2.6 EL BREVIARIO DE ESTEBAN (alrededor del 1132)…………53

2.7 LA REDUCCIÓN EN MASA DE LAS ORACIONES Y DE LOS

OFICIOS AÑADIDOS……………………………………………...54

3. Los cuatro principios de la primera reforma de la LITURGIA de los

Cistercienses…………………………………………………………56

3.1 El principio de la “integritas Regulae”…………………………..56

3.2 El principio de la autenticidad…………………………………...58

3.3 El principio de la simplicidad……………………………………59

4. La reacción del monacato benedictino contemporáneo a la reforma

de la Liturgia de los primeros Cistercienses…………………………61

5. La primera y las otras reformas de la Liturgia cisterciense: una

visión de conjunto…………………………….……………………..64

LOS “USOS CISTERCIENSES” Y LA VIDA CISTERCIENSE

COTIDIANA………………………………………………………..70

INTRODUCCIÓN:………………………………………………….70

ORIGEN Y SENTIDO DE LAS “CONSUETUDINES”

MONÁSTICAS……………………………………………………...70

I. LAS CONSUETUDINES CISTERCIENSES (ECLESIÁSTICA

OFICIA)……………………………………………………………..74

2. LOS “USOS CISTERCIENSES” HOY…………………………..78


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