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VERTOV Y EL CINE SOVIETICO - Miguel Angel

Date post: 02-Dec-2023
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LA PROPAGANDA SOVIÉTICA, DZIGA VERTOV “Si yo tuviera un único dólar lo invertiría en propaganda” Henry Ford Los dirigentes de la Unión Soviética comprendieron rápidamente la necesidad y los beneficios de la propaganda; sin embargo, ¿qué se entiende por propaganda? Domenach afirma que la “propaganda es polimórfica y usa recursos casi infinitos” [1], estamos ante una materia multidisciplinar y de vital importancia para todos los movimientos políticos que aspiren a tomar el poder. Martin Edwards ofrece esta definición: “Propaganda es la expresión de una opinión o una acción por individuos o grupos, deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o grupos para unos fines predeterminados[2] La propaganda era entendida en la URSS como un medio para la educación y un instrumento ideal para afianzar las características del nuevo hombre soviético. Se puede decir que la propaganda fue total y la corriente artística dominante era el “Realismo Socialista”. El cine fue una de las herramientas idóneas para la propagación del mensaje. “El padre del nuevo cine documental soviético fue sin duda Dziga Vertov, creador de la teoría “cine-ojo” o “kinoglaz”, que postulaba la captación de la realidad con un máximo de autenticidad prescindiendo de todo artificio.”[3] Dziga Vertov hace poesía con la cámara, sus planos unidos a una presentación totalmente vanguardistas muestran la calidad de la mirada de uno de los maestros de la propaganda. JUGUETES SOVIÉTICOS Juguetes Soviéticos fue la primera película de Animación de la URSS, en este cortometraje Vertov caricaturizó los principales actores de la sociedad rusa. Con una desmesura audaz nos presenta al capitalista de descomunales proporciones corporales rodeado de comida y capaz de comprar voluntades gracias a su innoble riqueza. La deshumanización del prototipo capitalista se refleja en los ojos del obrero, la verdad revolucionara asoma bajo la mirada del proletariado ruso que comprende rápidamente que lo que de verdad se esconde tras el capitalismo personalizado es un cerdo.
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LA PROPAGANDA SOVIÉTICA, DZIGA VERTOV

“Si yo tuviera un único dólar lo invertiría en propaganda” Henry Ford

Los dirigentes de la Unión Soviética comprendieron rápidamente la necesidad y los beneficios de

la propaganda; sin embargo, ¿qué se entiende por propaganda? Domenach afirma que la

“propaganda es polimórfica y usa recursos casi infinitos”[1], estamos ante una materia

multidisciplinar y de vital importancia para todos los movimientos políticos que aspiren a tomar el

poder. Martin Edwards ofrece esta definición:

“Propaganda es la expresión de una opinión o una acción por individuos o grupos,

deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o grupos para unos

fines predeterminados”[2]

La propaganda era entendida en la URSS como un medio para la educación y un instrumento ideal

para afianzar las características del nuevo hombre soviético. Se puede decir que la propaganda fue

total y la corriente artística dominante era el “Realismo Socialista”. El cine fue una de las

herramientas idóneas para la propagación del mensaje. “El padre del nuevo cine documental

soviético fue sin duda Dziga Vertov, creador de la teoría “cine-ojo” o “kinoglaz”, que postulaba la

captación de la realidad con un máximo de autenticidad prescindiendo de todo artificio.”[3] Dziga

Vertov hace poesía con la cámara, sus planos unidos a una presentación totalmente vanguardistas

muestran la calidad de la mirada de uno de los maestros de la propaganda.

JUGUETES SOVIÉTICOS

Juguetes Soviéticos fue la primera película de Animación de la URSS, en este cortometraje Vertov

caricaturizó los principales actores de la sociedad rusa. Con una desmesura audaz nos presenta al

capitalista de descomunales proporciones corporales rodeado de comida y capaz de comprar

voluntades gracias a su innoble riqueza.

La deshumanización del prototipo capitalista se refleja en los ojos del obrero, la verdad

revolucionara asoma bajo la mirada del proletariado ruso que comprende rápidamente que lo que

de verdad se esconde tras el capitalismo personalizado es un cerdo.

La preferencia ideológica bolchevique hacia los obreros industriales se ve claramente reflejada en

el film. El primer personaje “popular” que aparece y detecta el problema del capitalismo es el

obrero que intentará “pisotear literalmente” la riqueza capitalista mediante los impuestos para el

Estado. Ante la imposibilidad de realizar tal empresa en solitario, se une a él un campesino y en

fraternal unión se fusionan para devolver al pueblo lo que “sagradamente” le pertenece.

La unión de ambas clases muestra la necesidad de caminar socialmente hacia una misma

dirección, la individualidad de las clases trabajadoras sólo fomenta el triunfo del capitalismo, y el

capitalismo es la expoliación del pueblo. El mensaje ideológico es sencillo pero enmarca una

realidad superior, la del vasallaje individual al supuesto bienestar social. El dinero sustraído se

dirige al “Banco del pueblo” un ente sin rostro y anónimo, siguiendo la doctrina marxista, la

economía planificada es el fin último que debe perseguir el campesinado y el proletariado.

La iglesia también su espacio, y es invocada por el proletariado para sanar el alma capitalista, pero

está lo traiciona y sirve al capital. Es preciso tener en cuenta la iglesia ortodoxa en Rusia es una de

las fuerzas profundas[4] de la sociedad, y la principal obstrucción para la consecución del hombre

soviético. Las dos versiones de la Iglesia Ortodoxa se enfrentan rememorando las divergencias del

cisma de los viejos creyentes, Vertov iguala a ambas versiones. La Iglesia también traiciona al

poder soviético.

El ejército rojo aparece como el tercer elemento sobre el que se sustenta el poder del obrero, los

soldados obedecen al obrero comunista, son masa, y la unidad del ejército y el pueblo es esencial

para acabar con los opositores del régimen.La moral verdadera y ética la sostiene el ejercito bajo

las órdenes de la clase obrera.

La sencillez y la exageración hacen de este cortometraje una pieza indispensable para comprender

la lógica simbolista del propio Vertov. La oposición entre la colectividad como factor de estabilidad,

justicia y en última instancia felicidad contra la individualidad que sólo ayuda a “los enemigos del

pueblo”, marca la dirección social del régimen comunista. Refuerza el fin último que persigue el

Partido de Lenin, la subordinación del pueblo a las instituciones soviéticas, que en última instancia

están dirigidas por la élite del PCUS.

[1] DOMENACH, Jean-Marie: La propagande politique, Presses Universitaires de France, París,

1979, p.45

[2] EDWARDS, Violet: Group Leader´ s Guide to Propaganda Analysis. Nueva York, Columbia,

University Press, 1938, p. 40

[3] PIZARROSO QUINTERO, Alejandro: Historia de la propaganda, Eudema S.A., 1993, p.273

[4] [4]Duroselle afirma que una fuerza es una fuente dinámica que fija el carácter de las

colectividades humanas, los valores forman parte de las fuerzas que actúan sobre las

comunidades humanas “son ideas o sistemas de ideas por las cuales con mayor o menor

entusiasmo, el hombre está dispuesto a sacrificar su interés personal”; “una fuerza existe, pero no

se le ve; no percibimos más que sus efectos”. DUROSELLE, Jean-Baptiste: Todo imperio perecerá,

Teoría sobre las relaciones internacionales, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1998

Orígenes: Rusia prerrevolucionaria[editar]

Unción de Nicolás II y de Alejandra Románova como zar y zarina de todas las Rusias en la Catedral de la Dormición,

de Moscú. Acuarela de Valentín Serov. 1896.

El cinematógrafo llegó a la vieja Rusia de los zares ya en 1896, para que se rodase la

coronación de Nicolás II, que tendría lugar el 26 de mayo. Pero el afianzamiento del

cinematógrafo como espectáculo sería lento y trabajoso, pues era visto con desconfianza por

las autoridades.

La producción cinematográfica en la Rusia precomunista tendría mucha influencia de las

películas de Pathé.

Los cineastas más destacables de esa época son:

Yevgueni Bauer (Евгений Бауэр, 1865 - 1917), cuyas comedias de un cierto contenido

sexual influirían en la obra deMauritz Stiller, que a su vez influiría en la de Ernst Lubitsch.

Cartel de la película

El padre Serguéi. 1918.

Yákov Protazánov, que hizo avances muy destacables en el uso de la luz y en el de la

profundidad de la imagen, y que en 1917, antes de la revolución, dirigiría la película El

padre Serguéi, una adaptación de la novela homónima de Tolstóique ya prefiguraba las

temáticas del cine soviético revolucionario.

La Rusia socialista[editar]

Tras la revolución de 1917, a Lenin no se le escapaba la enorme trascendencia social del cine,

y afirmó: “De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”. Hay que tener en

cuenta que casi el 80% de la población rusa era analfabeta en esa época, por lo que el cine se

convertiría, junto con la radio, en el medio de comunicación más eficaz para la formación de

las masas. El gobierno revolucionario ruso nacionalizaría la industria del cine, y crearía

una escuela destinada a formar a los técnicos y a los artistas, y éstos llevarían al cine

soviético a las más altas cotas de maestría vistas hasta entonces.

La transición entre el cine del período zarista y el nuevo cine ruso fue lenta y pausada.

La guerra civil, que duró desde 1917 hasta 1921, supuso un freno al progreso y al arraigo del

nuevo cine, pero serviría de práctica a los realizadores, quienes, con sus cámaras, grabarían

desde el frente los primeros documentales. Este nuevo cine pronto tendría ocasión de

demostrar todo su vigor y su propia personalidad gracias a la obra de algunos de sus

creadores.

Ideas del cine soviético revolucionario[editar]

El ideario del cine soviético pasa por la máxima "Un cine revolucionario para la revolución". El

ideal bolchevique era mostrar al mundo el triunfo de la Revolución, y para eso no se

conformaban con mostrar lo que estaba sucediendo en la URSS, sino que creían necesario

mostrarlo de un modo revolucionario.

El acorazado Potemkin.

Así, la vanguardia soviética aplica los principios bolcheviques no sólo en sus contenidos, sino

también en sus formas. La ausencia deprotagonistas y el montaje intelectual y de atracciones

en películas como El acorazado Potemkin, de Serguéi Eisenstein, y Octubre, de Grigori

Aleksándrov (Григорий Александров) y S. Eisenstein son muestras claras de ello.

La segunda máxima del cine soviético era "La experimentación como sistema". Por primera

vez, la producción de un país se encontraba nacionalizada, y las autoridades soviéticas

ponían como requisito para la producción cinematográfica un cierto grado de experimentación,

para construir un estado revolucionario en todos los aspectos, también en el artístico. A

consecuencia de ello, en el ámbito de la nueva arte visual, la Unión Soviética fue una fábrica

constante de ideas innovadoras y de teorías cinematográficas. Elmontaje como única

herramienta exclusivamente cinematográfica, montaje intelectual y de atracciones, los Cine-

Ojo y Cine-Verdad (Киноправда) de Dziga Vértov, la investigación del límite entre ficción y

documental, el cine como instrumento de propaganda... todos ellos fueron producto de la

"Experimentación como sistema".

Pudovkin y el manifiesto[editar]

Los maestros del cine soviético publicaron en 1928 un manifiesto, firmado por Eisenstein

y Pudovkin entre otros, señalando el peligro de que la palabra y los diálogos esclavizasen la

libertad creadora del montaje. Por ello, proponían como solución el empleo antinaturalista y

asincrónico del sonido. Sin embargo, Pudovkin acabaría aceptando el sonido sincrónico (y tras

él los demás directores soviéticos), pero se resistía a admitir la decadencia del montaje. Entre

sus películas sonoras, en las que pretendía desarrollar su teoría contrapuntística del sonido en

el cine, por oposición a un empleo naturalista de este elemento expresivo, figuran El

desertor (Дезертир, 1933) y El almirante Najímov(Адмирал Нахимов, 1946). Pudovkin

continuaría con su labor investigadora y docente hasta su muerte en 1953. hay muchas cosas

mas

Alcance mundial[editar]

En definitiva, el nuevo cine soviético produjo en la teoría y en la práctica cinematográficas una

verdadera revolución expresiva de alcance mundial, sobre todo por el implacable realismo de

sus imágenes y por el magistral empleo del montaje. Este cine supuso una nueva forma de

expresión, una nueva estética. Con la escuela soviética, se incorporó al cine el drama coral de

las multitudes.

Se considera que la vanguardia soviética se deshizo hacia el año 1927, momento en que daría

paso al realismo soviético impulsado por el gobierno de Iósif Stalin.

Dziga Vértov (en ruso, Дзига Вертов) es el seudónimo de Denís Abrámovich Káufman

(Białystok, actual Polonia, 2 de enero de1896 - Moscú, 12 de febrero de 1954), director de cine

vanguardista soviético, autor de obras experimentales, como El hombre de la

cámara (Человек с киноаппаратом, 1929), que revolucionaron el género documental.

Fotograma de

El hombre de la cámara.

Índice

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Biografía[editar]

Denís Abrámovich Káufman nació en 1896 en el seno de una familia judía en Bialystok, ciudad

perteneciente en aquellos años a la Rusia zarista. En su juventud, rusificó su patrónimo,

convirtiéndolo en Arkádievich (en lugar de Abrámovich). Estudió música en el conservatorio de

Bialystok hasta que su familia, huyendo del avance del ejército alemán durante la I Guerra

Mundial, se trasladó a Moscú en 1915. Poco después, se instalaron en San Petersburgo,

donde Kaufman inició la carrera de Medicina y comenzó a escribir, tanto poesía como

narraciones satíricas y de ciencia ficción.

Interesado por el futurismo, adoptó el seudónimo de Dziga Vértov, que significa algo así como

"gira, peonza" en ucraniano. En 1918, tras larevolución, el Comité del Cine de Moscú lo

contrató para trabajar en Kino-Nedelia ("Cine-Semana", semanario cinematográfico de noticias

de actualidad soviético), en Moscú. Trabajó montando noticiarios cinematográficos durante

tres años. Entre sus compañeros estaban Lev Kuleshov, que por aquellos años estaba

llevando a cabo sus famosos experimentos de montaje, y Eduard Tissé, futuro cámara

de Serguéi Eisenstein.

Su primera película como director fue El aniversario de la Revolución (1919), seguida de La

batalla de Tsaritsyn (1920), El tren Lenin (1921) e Historia de la guerra civil (1922). En estas

películas, Vértov exploró las posibilidades del montaje, ensamblando fragmentos de película

sin tener en cuenta su continuidad formal, temporal ni lógica, buscando sobre todo un efecto

poético que pudiera impactar a los espectadores.

En 1919, Vértov y otros jóvenes cineastas, entre los que se encontraba su futura

esposa Yelizaveta Svílova, crearon un grupo llamado Kinoki (Cine-Ojo). Más tarde se les

uniría también el hermano de Vértov, Mijaíll Kaufman. Entre 1922 y 1923, Vértov y Svílova

publicaron varios manifiestos en publicaciones de vanguardia, desarrollando su teoría

delCine-Ojo. Vértov y los otros miembros del grupo rechazan de plano todos los elementos

del cine convencional: desde la escritura previa de un guion hasta la utilización de actores

profesionales, pasando por el rodaje en estudios, los decorados, la iluminación, etc. Su

objetivo era captar la "verdad" cinematográfica, montando fragmentos de actualidad de forma

que permitieran conocer una verdad más profunda que no puede ser percibida por el ojo.

Según el propio Vértov, "fragmentos de energía real que, mediante el arte del montaje, se van

acumulando hasta formar un todo global", permitiendo "ver y mostrar el mundo desde el punto

de vista de la revolución proletaria mundial".

En 1922, Vértov comenzó la serie de noticiarios Kino-Pravda (Cine-Verdad). En la serie Kino-

Pravda, Vértov filmó todo tipo de lugares públicos, en ocasiones con cámara oculta y sin pedir

permiso. El más famoso noticiario fue Léninskaya Kino-Pravda, que mostraba la reacción a la

muerte de Lenin en 1924. Durante los años 20 rodó varias películas, pero destaca sobre

todo El hombre de la cámara (Chelovek s Kinoapparátom, 1929).

El hombre de la cámara muestra un día en la vida de un operador soviético, dedicado a filmar

una ciudad soviética desde el amanecer hasta la noche. Se ha relacionado con una modalidad

de documentales urbanos que tuvo éxito en la época, las "sinfonías de grandes ciudades",

ejemplificadas por películas como Berlín, sinfonía de una gran ciudad(1927), de Walter

Ruttmann, o Lluvia (1929) de Joris Ivens. Lo que distingue a la obra de Vértov de las citadas

es la voluntad de realizar un análisis marxista de las relaciones sociales mediante el montaje.

Además, El hombre de la cámara pone el acento en el proceso de producción y consumo del

cine (rodaje, montaje y contemplación).

Tras su última obra de librería, Tres cantos a Lenin (Tri pesni o Lénine, 1934), Vértov fue

relegado por el sistema estalinista a la producción de noticieros convencionales.

Vértov era hermano del operador Mijaíll Kaufman y del director de fotografía Borís Kaufman.

El Grupo Dziga Vértov, dirigido por Jean-Luc Godard, produjo intervenciones videográficas en

Francia y en África.

EL CINE SOVIÉTICO DE LOS AÑOS 20 Y 30: UN ARMA DE PROPAGANDA

Escrito por Lázaro J. González González. Obra: Tatiana Mesa

«De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante» --Vladimir Ilich Lenin--

Es imposible conocer el cine mundial sin detenerse en la cinematografía soviética, verdadera creadora de un estilo que influye en la realización audiovisual hasta nuestros días. Pero más allá de lo que esta nos aportara en el sentido estético, las películas de la Unión Soviética se convirtieron desde el principio en importantes armas ideológicas. El cine acompañó, quizá más que nunca, los cambios sociales; devino en un medio de comunicación eficaz para las nuevas ideas revolucionarias: he ahí su importancia en el campo de la comunicación social. Después de la Revolución de Octubre, el nuevo poder se interesó por el cine casi enseguida, ante todo como medio de agitación y propaganda. Aún estaba en ciernes la famosa frase de Vladimir I. Lenin, «el cine es para nosotros la más importante de todas las artes», cuando ya se habían dado los primeros pasos para ponerlo al servicio de las ideas revolucionarias, para divulgarlas entre las masas. El cine es el único arte que en la Rusia soviética tiene ciertos logros a su favor. La afinidad entre el nuevo Estado comunista y la nueva forma de expresión es evidente. Ambos son fenómenos revolucionarios que avanzan por caminos nuevos, sin pasado histórico, sin tradiciones que aten y paralicen, si premisas de naturaleza cultural o rutinaria de ninguna especie… Es un medio de comunicación sin artificios, popular, que hace una llamada directa a las amplias masas, un instrumento ideal de propaganda, cuyo valor fue inmediatamente reconocido por Lenin. Su atractivo como entretenimiento irreprochable, es decir, históricamente sin compromiso, era tan grande desde el punto de vista de la política cultural comunista desde el principio, su estilo de libro de láminas, tan fácil de abarcar, la posibilidad de usarlo para propagar ideas a la gente sin cultura, tan sencilla, que parecía haber sido creado especialmente para las finalidades de un arte revolucionario. Con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, todos los estamentos de la vida de la Rusia pre-revolucionaria quedaron abolidos. La concepción de la sociedad, la religión, la economía, el arte y la cultura sufrieron un vuelco enorme. Tanto los objetivos trazados para el arte como los medios para producirlo, estaban ahora subordinados y determinados por los programas revolucionarios, que irían a cambiar las condiciones de vida del pueblo ruso. El cine, ya elevado a la categoría de séptimo arte, debía ser reinventado a partir de una nueva consideración: toda obra artística ha de convertirse en una herramienta para la construcción del Estado Socialista. En el vórtice de este movimiento renovador, se encontraban inquietos pintores y escultores, escenógrafos y dibujantes, hombres de teatro, dramaturgos y poetas, documentalistas y escritores, teóricos y científicos sociales. Allí los cineastas le darán al cine soviético una identidad propia y consecuente con la revolución: Dziga Vertov, Lev Kuleshov, Serguei Mijailovich Eisenstein, y Pudovkin. La nueva escuela triunfó rápidamente porque el cine en la URSS estaba organizado sobre bases

anteriormente desconocidas. Desde el decreto de 1918, el film había dejado definitivamente de ser una especulación financiera y su producción no era ya el medio de acrecentar, por el beneficio, un capital invertido. El cine se convertía por ello, esencialmente en un medio de cultura, un arte verdaderamente democrático, profundamente popular, encargado de expresar los pensamientos, los sentimientos, los deseos y las voluntades de sus millones de espectadores. Así los cineastas soviéticos aprendieron a convertirse desde los primeros años en «ingenieros de almas» y por ello su mensaje repercutió de inmediato profundamente y mucho más allá de las fronteras de la patria. Según la investigadora cubano-soviética Zoia Barash, Mijail Kresin, un viejo bolchevique, recuerda que Nadezhda Krupskaia, esposa de Lenin y jefa de uno de los departamentos del Comisariado de Educación, afirmó en noviembre de 1917: «El cine debe ser importante. Es necesario irrumpir con la cámara en las masas obreras». Y fue cumplido, agitadores y conferencistas se dirigieron a los barrios obreros de Petrogrado e impartieron charlas sobre distintos temas de la vida dentro y fuera del país, los escritores rusos clásicos y las ciencias naturales. Después de cada conferencia en la minúscula pantalla se exhibía, por ejemplo, La ondina de Pushkin, o Nido de hidalgos de Iván Turguenev. La situación del país a comienzos de la década del 20 influyó sobre la industria cinematográfica. Reinaban el hambre y el caos, la devastación por la guerra civil que se extendió de 1918 a 1922. Como consecuencia, los dueños de los Estudios y una gran cantidad de directores y actores marcharon al sur: a Crimea, al Caúcaso y a Odessa, donde trataron de continuar su labor. Algunos empresarios, para salvar sus películas, enterraban los negativos, y al ser extraídos se deshacían en las manos. Sin embargo, en Petrogrado y Moscú aún quedaban camarógrafos que, incansablemente, filmaban noticieros y documentales. Georges Sadoul, el reconocido historiador del cine, opina que la explosión soviética puede compararse únicamente con la efervescente revelación norteamericana de 1915, pero los descubrimientos y las personalidades de esta antigua escuela, que ayudaron poderosamente a Eisenstein y Pudovkin a encontrar su ruta, fueron a menudo más instintivos que conscientes y el comercio los canalizó bien pronto. En la URSS los individuos pudieron desarrollar su originalidad hasta la exageración… Se objetó a este sistema, fuera de la URSS, que el Estado, dueño de la industria había impuesto a los artistas temas de su propaganda.

«Si la propaganda es la unión de una obra con las realidades sociales y políticas, fue realmente esa la característica esencial de la escuela soviética. Pero este vínculo no es incompatible con el gran arte, pues, consciente o no, es esencial en Chaplin, Griffith o los expresionistas y la escuela francesa, por quererla negar, se encontraba afectada de impotencia. Si se quiere dar a la palabra propaganda un sentido restringido y a menudo peyorativo: la propagación de ciertos intereses --o de un cierto ideal--, no hay casi obras maestras norteamericanas, por ejemplo, que hayan sido marcadas por ella. No se advertía entonces, fuera de la URSS, porque la ideología de esos films coincidía con las ideas recibidas, proclamadas por doquier por la prensa o cierta literatura. El no conformismo soviético fue tachado de propaganda porque iba al encuentro de esa corriente. No obstante, aún los enemigos del régimen que permitió el nacimiento de esta escuela, tuvieron que reconocer que no había impedido a los talentos desarrollarse plenamente y alcanzar el arte más completo y más puro, sino muy por el contrario».(1)

Desde el principio el cine debía comprender su papel de clase, y nunca fue para el nuevo régimen un medio inocente de diversión, sino un arma ideológica importantísima, un conductor de propaganda de la política clasista, de la moral y la cosmovisión nuevas. Se exigía, además, que el novel cine revolucionario se basara en los principios y las exigencias de la clase proletaria, de su ideología y política. No podía ser cine simplemente sino cine revolucionario, que respondiera a los objetivos clasistas del proletariado y las masas trabajadoras. Esta concepción también es compartida por los propios estetas rusos, como Vitali Zhdan, quien afirma que «la historia del cine soviético como arte del realismo socialista, es inseparable de la historia de nuestro Estado, de nuestro pueblo, de nuestro partido [...] En ese camino no sólo hay éxitos y triunfos, pero en todas las etapas de su medio siglo de historia, le fue característico la elevada severidad ideológica, el espíritu innovador y la audacia en la búsqueda artística. La esencia innovadora de las primeras películas soviéticas, se determinaba principalmente por la grandeza de las ideas y de las realizaciones revolucionarias, por los principios del nuevo humanismo revolucionario [...]».

Una idea similar nos transmite Vladimir Baskakov: «Los grandes descubrimientos de Eisenstein, Pudovkin y Dovzhenko fueron fenómenos e escala planetaria y dieron al cine un segundo hálito, convirtiéndolo en arte no sólo capaz de plasmar, sino de transformar el mundo. Aquello fue la revolución en la pantalla y, al mismo tiempo, dentro del propio cinematógrafo». En la Rusia soviética el arte es considerado completamente como medio para un fin. Este utilitarismo está, desde luego, condicionado, sobre todo, por la necesidad de poner todos los medios disponibles al servicio de la propaganda comunista y de exterminar el esteticismo de la cultura burguesa que , con su “arte por el arte”, su actitud contemplativa y quietista ante la vida, según ellos dicen, implica el mayor peligro posible para la revolución social. En otro sentido, como bien reconoce Sadoul, los comienzos del cine soviético tropezaron con dificultades materiales considerables. Los ejércitos blancos, sostenidos desde el extranjero, obtenían efímeros triunfos que permitían anunciar cotidianamente “el fin del bolcheviquismo”. Estos combates, al desorganizar la economía, privaron a los cineastas soviéticos de electricidad, película, calefacción y hasta de alimentación suficiente. La realización se limitó en algunas producciones de Gardin, Chardinin, Perestiani, Chaikowsky… Kulechov, Dziga Vertov y Tissé rodaban vistas de actualidades en el frente.

El 19 de marzo de 1918, después de que el gobierno soviético se había trasladado a Moscú, se celebró la reunión de la Comisión Estatal de Educación, donde el viejo bolchevique Nikolai Preobazhenski presentó el primer informe sobre la situación en el cine, diciendo que el estado de este era catastrófico: las reservas de película virgen eran inexistentes y el control ideológico aún no había podido establecerse. Por otra parte, Nadezhda Krupskaia señaló la nocividad del cine que propagaba las ideas de la burguesía y también su moral. Después de un amplio intercambio de opiniones decidieron crear el Comité de Cine de Moscú, ubicado en la residencia de Stepan Lianozov, magnate petrolero que marchó al exilio. En la primavera y el verano de 1918 el Comité reunió a la flor y nata de la intelectualidad rusa y logró que de los cuarenta camarógrafos del país, diez trabajaran para el Comité. Ellos iban a los frentes de la guerra civil, filmaban las sesiones de los diferentes congresos de la época, las fábricas, granjas, jardines infantiles, teatros y los talleres de pintores. Así, el primer noticiero soviético, Cine-semana, se estrenó el 1ro de junio de 1918. En casi un año fueron producidas 42 entregas, principalmente con el tema de la guerra civil y se hicieron cerca de 100 películas de ese tipo. En los frentes de guerra empezó a filmar el gran camarógrafo Eduard Tissé, quien más tarde trabajaría con Serguei Eisenstein. Se filmaron cintas sobre los congresos de la Komintern, las manifestaciones masivas, la lucha contra el analfabetismo, el trabajo voluntario, las comunas de trabajo en las provincias y la construcción de monumentos a revolucionarios, escritores y científicos, llamada por Lenin «propaganda monumental». En 1919, diferentes Estudios produjeron 56 filmes, algunos de ellos adaptaciones de las obras de Turguenev, Andreev, Jack London y Hans Christian Andersen y el realizador Aleksei Razumny hizo la primera adaptación de La madre, de Máximo Gorki, la cual no pudo exhibirse por la ausencia de los materiales positivos. Durante la guerra civil se realizaron 73 filmes de agitación cuya temática se ceñía a la realidad misma y a los cambios en la vida del país, y básicamente ilustraban las consignas del Partido y del Estado como confirman algunos de sus títulos: Proletarios de todo el mundo, uníos; Todos con el fusil; Paz a las chozas, guerra a los palacios. También desenmascaraban al régimen zarista, explicaban y justificaban las nuevas leyes, mostraban la victoria de las ideas bolcheviques en del movimiento obrero.

Los organismos estatales soviéticos que realizaban encargos a Estudios privados indicaban en los contratos el género, el contenido y el enfoque ideológico de los filmes. El Comité de Cine, con las recomendaciones del Partido bolchevique, formulaba los temas y los guiones eran aprobados por el consejo artístico del propio Comité, mientras la producción de la película era verificada por los representantes del control obrero establecido en el estudio privado de acuerdo con la ley correspondiente. Algunos Estudios además de realizar filmes de ficción colaboraban en los filmes de agitación, rodados en un plazo de diez días como máximo. Ya en el otoño de 1918 el Comité de Cine de Moscú había creado una comisión especial que reforzaría el control ideológico de la cinematografía; veía las películas y decidía si podían exhibirse en los cines que aún estaban en manos privadas. De mayo a diciembre fueron vistos 422 filmes y recomendados para su exhibición solo 48, prohibidos 67 y 307 permitidos como de divertimento sin nocividad en el plano ideológico.

Además, la comisión enviaba boletines a los barrios de la capital con sus opiniones y señalaban si las películas se prohibían por razones artísticas, morales o políticas; y contaba con empleados que debían comunicar al Comité los casos de violaciones de las prohibiciones. Asimismo, un decreto especial de ese año establecía que los propietarios, vendedores, representantes de los Estudios y otras personas que exhibían nuevas películas, rusas o extranjeras, debían enviar al Comité dos ejemplares de toda la programación, así como afiches y sinopsis. La venta y la distribución sólo podía hacerse con el permiso del Comité y si violaban esta disposición, los culpables eran multados con altas sumas. También en 1919 surgen las primeras publicaciones en las que se explican las tareas que exigían al cine el Partido Comunista y el Estado soviético, como en Cinematógrafo, que se dice lo siguiente: «… el cine deberá cumplir la tarea de la educación cultural y la verdadera enseñanza de las masas: la profundización de la conciencia de clase del proletariado, el fortalecimiento de la solidaridad entre los trabajadores, el aumento del heroísmo revolucionario que caracteriza la lucha de la clase obrera por su liberación y por la liberación de toda la humanidad. La verdad y la belleza deben sustituir en la pantalla a la mentira corrupta y la fealdad adornada del pasado; el espíritu de lucha y de fe en la victoria debe invadir los corazones de los espectadores». Para el Cine Soviético, los años veinte constituyeron una forma de experimentación, pues distintos directores, entre los que se incluye Eisenstein, buscaron una manera de expresión distinta, utilizando una propaganda ideológica para vender el socialismo en Rusia, aunque después, tanto él como otros, decidieran romper con las reglas establecidas.

Algunos films de los años veinte como Las extraordinarias aventuras de Mr West en el país de los bolcheviques y Según la ley, de Lev Kuleshov; Soviet en marcha y La sexta parte del mundo, de Dziga Vertov; El acorazado Potemkin y Octubre, de Seguei Eisenstein; La madre y El fin de San Petersburgo de Visievolod Pudovkin; El arsenal y La Tierra, de Alexander Dovzhenko, fueron una etapa principal en la historia del cine, jugaron un papel importante en el desarrollo de la cultura cinematográfica mundial, poniendo los cimientos de la Escuela Cinematográfica Soviética como escuela del realismo socialista con su amplia plataforma del arte verídico y vital. Con el afán de exaltar el socialismo, se creó un apoyo a favor de quienes creían en el sistema, factor que permitió la producción de más películas a aquellos cineastas jóvenes. Después llegó el Director que marcó una época. Eisenstein con El acorazado Potemkin con la idea de propiciar el espíritu socialista, además de que aporta un lenguaje visual a la historia del cine. La película causó controversia, siendo editada inclusive en la Unión Soviética y prohibiéndose en distintos países de Europa. Además de esa, el Director destacó por las películas biográficas Aleksandr Nevsky e Ivan Grozny, las cuales fueron censuradas durante el gobierno de Stalin, como muchas otras pertenientes a la corriente, como La caza del Octubre Rojo. La consolidación de los modos narrativos cinematográficos tuvo lugar durante la década de los años veinte. Para lograrla habían sido necesarias, tanto en el cine norteamericano como en el europeo, casi tres decenios de experimentaciones, tanteos y transformaciones múltiples en el ámbito de la forma fílmica. Todos ellos acabarían cristalizando en un modelo narrativo generalizado cuyos primeros frutos pudieron verse ya en la mitad de la década anterior. Lo nuevo de los film soviéticos de los años veinte está en la representación del pueblo como la fuerza motriz principal de la historia, en sacar a la pantalla la figura monumental de la masa revolucionaria y del hombre en la revolución. Los logros hasta entonces desconocidos de medios cinematográficos de expresión e influencia artística, lo originaba el nuevo tipo de conciencia estética que determinó un nuevo enfoque del arte a la realidad. Por otra parte, Barash se refiere a la importancia de los trenes y los barcos de agitación y propaganda, que recorrían el país llevando conferencias y filmes, con la tarea de contribuir a los cimientos del poder soviético en ciudades y pueblos, enseñar, educar y controlar. También distribuían periódicos, folletos y proclamas; organizaban mítines y exhibían películas. De 1918 a1920 fueron ofrecidas en estos medios de transporte más de dos mil funciones a cerca de dos millones de espectadores. Como ya es conocido, Lenin le prestaba una gran atención al cine. En un documento de enero de 1922, Directivas acerca de la cinematografía, daba instrucciones sobre cómo proceder en la organización de la cinematografía soviética. En la programación, proponía establecer una proporción determinada: a) películas de diversión para atraer y para las ganancias (naturalmente,

sin pornografía ni contrarrevolución), y b) con el tema de la vida de los pueblos de todos los países; filmes de contenido propagandístico específico. También atendió a la importancia del control ideológico y político del contenido de las películas de ficción que pudieran, potencialmente y con métodos sutiles, propagar la ideología y la moral burguesas. Para evitar errores en este sentido recomendó emplear, en calidad de revisores o consultantes, a marxistas con experiencia. En una célebre conversación con Anatoli Lunacharski, en febrero de 1922, Lenin añadió que era inaceptable exhibir películas contrarrevolucionarias y amorales. Encomendó desarrollar la producción de filmes soviéticos inspirados en las ideas comunistas, empezando con los noticieros e incorporando paulatinamente todos los tipos y géneros. En esa ocasión también pronunció su célebre frase esculpida más tarde en todas las salas: «entre todas las artes para nosotros la más importante es el cine». El tema del cine fue tratado posteriormente en los congresos del Partido. Durante el XII Congreso se indicó la necesidad del desarrollo rápido de la producción cinematográfica, la entrega de medios financieros estatales y la utilización del capital privado; y, a la vez, se reconoció la importancia del cine en la construcción del socialismo y que los comunistas deberían ser enviados a trabajar en los organismos relacionados con este arte. A pesar de todas las medidas, la situación dentro de la cinematografía provocaba muchas quejas, tanto de los trabajadores como de los organismos partidistas, por ejemplo, se referían al exceso de películas burguesas exhibidas, que envenenaban la conciencia de las masas o corrompían a la juventud. Como rasgo curioso, Barash señala que se realizaban juicios públicos en los cuales se juzgaban filmes y no personas. Después de la muerte de Lenin, en mayo de 1924, se celebró el XIII Congreso del Partido, donde Iosif Stalin también habló del cine: «Los asuntos en la cinematografía andan mal. El cine es un medio poderosísimo de agitación entre las masas. Nuestra tarea es tomar el cine en nuestras manos». La Nueva Política Económica contribuyó a fortalecer la base material de la cinematografía. Entre 1923 y 1924 se produjeron más de cien filmes de ficción, de géneros diversos. Algunos de los realizadores que más se destacaron durante estas dos décadas fueron Lev Kulechov, Dziga Vertov, Vsevolod Pudovkin y, por supuesto, Serguei Mijalovich Eisenstein, quienes paralelamente a su labor teórica, se esforzaron en plasmar en la realización práctica de sus películas aquellos conceptos expuestos en sus teorías.

Ellos intentaron superar los principios de la narratividad griffithiana, que consideraban demasiado deudores de la moral y la estructura de la sociedad burguesa, sustituyéndolos por los del "cine de masas". Estos últimos, de una forma muy sucinta, fueron expuestos por Eisenstein en la conferencia que pronunció en La Sorbona durante su estancia en París en febrero de 1930. La titulóLos principios del nuevo cine ruso y con ella trató de reflexionar sobre las intenciones que venían guiando las producciones de la cinematografía soviética desde que quedara constituida como tal, tras el triunfo de la revolución. Dichas intenciones eran claramente pedagógicas: se trataba de instrumentalizar el nuevo arte en beneficio de la revolución, haciendo de él una herramienta didáctica que permitiera formar la conciencia revolucionaria de los espectadores. Y precisamente en aras de esa misma finalidad se estableció una planificación cuidadosa en la producción de lo que se llegó a conocer como "cine de masas", que debía rendir sus frutos dentro de los límites quinquenales establecidos. Los principios del "cine de masas", tal como son expuestos por Eisenstein, derivan, por tanto, de una pretensión de base, la de convertir el cine en pedagogía. A partir de ellos, la narración fílmica se hace didáctica en su afán de educar al sujeto social en la teoría revolucionaria. Y qué mejor modo de educar que atendiendo a los hechos del pasado. Con tal atención los temas históricos acaban convirtiéndose en recurrentes. Y es precisamente en la intersección entre esa recurrencia y la rotunda intención pedagógica de esta cinematografía donde se plasman dos de las características narrativas de este cine: la que deriva de la propia constitución del sujeto enunciador y la que se traduce en la integración de ficción y documental. La otra peculiaridad narrativa del cine soviético de esta década tiene que ver con su integración de las dos dimensiones de representación que definen el hecho fílmico: la ficción y el documental.

Según Del Rey, ambas se configuran usualmente en forma de géneros opuestos, pero en las películas realizadas durante el referido período parecen imbricarse. Él encuentra la explicación a esto, en la función pedagógica a la que se entrega esta filmografía, que prefiere mostrar con la

mayor fidelidad posible sus referentes históricos. Es decir, no se duda en reconstruirlos sin escatimar esfuerzos --buscando los emplazamientos exactos, los objetos reales y, a ser posible, hasta los auténticos protagonistas, que representan ahora aquellas hechos que vivieron en el pasado--. El caso del filme Octubre, rodado por Eisenstein en 1927, es un ejemplo modélico en ese sentido, pues para filmar muchas de sus escenas de masas, el director se valió de los personajes que habían vivido las mismas situaciones en la realidad. De ahí que en este cine se produzca una aproximación al documental, entendido no sólo como aquel filme que expone los hechos reales objetivamente, sino como el producto retórico donde la objetividad se reduce a un efecto discursivo, el llamado “efecto referencial”. Como ya había explicado, uno de los realizadores más influyentes de la década fue Dziga Vertov, director de El hombre de la cámara, su trabajo más significativo y muy reconocido por su teoría del Cine-Ojo o del Cine-Verdad. Él, a partir de su experiencia en películas de actualidad periodística, argüía como el cine debía mostrar la realidad tal cual se presentaba. De esta manera el carácter de lo real --decía-- es tan fuerte y está tan justificado en sí mismo que resulta vano, inútil e improcedente buscar transformarlo, ya sea por medio de la técnica o el arte cinematográfico o bien, por cualquier otro medio.

Entonces, a labor del cineasta, afirma Vertov, es “desmenuzar” lo existente, tomando de la realidad detalles y pormenores, en especial aquellos que juzgue mas significativos. En el Primer Manifiesto del Cine-Ojo, Vertov escribió: «Afirmamos que las viejas peliculas, noveladas, teatralizadas y similares tienen lepra. !No os acerquéis! !No las toquéis con los ojos! !Peligro mortal! !Contagio! Declaramos que el futuro del arte cinematográfico es la negación de su presente. Lanzamos un llamado para apartarse de la muerte. Depuramos el Kinokismo de los intrusos: música, literatura, teatro; buscamos nuestro ritmo sin robárselo a nadie y lo hallamos en los movimientos de las cosas (…) El hombre nuevo, liberado de la pesadez y de la torpeza, capaz de movimientos ligeros y precisos como los de las maquinas, será el sujeto de nuestra cámara filmadora».(2) Vertov comienza a trabajar en la sección de noticiarios de cine en la primavera de 1918 sin ninguna experiencia previa en el terreno cinematográfico. A los pocos meses se convierte en su jefe tras la marcha de Koltsov, el amigo que le consiguió el trabajo. Durante todo ese año y parte de 1919 se dedica al montaje de los noticiarios en Cine-Semana, así como a la realización de alguna película como El aniversario de la revolución --a partir del material recopilado hasta entonces en Moscú y Petrogrado-- y Batalla por Tsaritsin, que Vertov consideraba un estudio experimental. A finales de 1919, al desaparecer los noticiarios de Cine-Semana, Vertov, junto al operador Ermolov, también es enviado al frente sudoriental en el 13º Ejército, cerca de Luganski, en un tren acorazado. Asiste al proceso al coronel cosaco Mironov y, con lo grabado por Tissé, también quiere preparar algo sobre las actividades del ejército guerrillero de Kozhevnikov. El resultado serán dos películas experimentales que le sirven de preparación para lo que más tarde sería la Historia de la guerra civil.

El proyecto de Dziga Vertov está asociado con el Frente de izquierda, que agrupa intelectuales y artistas destacados e influyentes, quienes con sus obras de exaltada propaganda dan voz colectiva al pueblo y en el que sobresale la combativa figura del poeta Maiakovski. Son estos, artistas que partiendo del reconocimiento de la máquina como elemento transformador de la civilización, toman de ella sus principios formales y transforman en obras de arte. De ahí la validez de la expresión de Vertov: «Soy el Kinoglaz. Soy el ojo mecánico. Soy la máquina que os muestra el mundo tal como es». El objetivo de la cámara es así “preciso e inefable” y su función es situar al espectador en el centro de los acontecimientos. El Cine-Ojo muestra lo que el ojo no ve, es como un “tele-ojo”, un “rayo-ojo”, como “la vida de repente”, como “cine-verdad”. Como bien refiere Maite Aldaz, en la revista crítica de arte y pensamiento Youkali, en la obra de Vertov se suspenden las desigualdades, el trabajo del cámara o de la montadora no tienen un estatus diferenciado del de los otros trabajadores. El arte no ocupa un lugar separado de la vida, sino que, al igual que las otras tareas, la construye. Si el trabajo de hacer una película comparte el estatus de trabajo de una tejedora es porque para Vertov el ojo se ha convertido en “un ojo humano” y su objeto en un objeto humano creado para el hombre y destinado para él. El proyecto de los Kinoks consiste en hacernos conscientes de la transformación que podemos operar en lo social. El ser humano es potencia transformadora que puede crecer unida a la máquina. Y la máquina aumenta la potencialidad humana siempre que los medios de producción estén en manos

del común. Vertov, desde el cine, muestra una experiencia concreta de construcción del socialismo, interpelando al conjunto de la clase trabajadora soviética y potencialmente a la clase trabajadora internacional. Frente a la construcción evidenciada de Vertov, Riefenstahl o Ruttmann presumen de una “imparcialidad” naturalizada. Presentan sus cintas como lo real, ya sea captado de forma mecánica por la cámara o bien a través de la intuición del artista. Sin embargo, en El hombre con la cámaraVertov no utiliza el cine para construir la imagen trascendente de un dictador al que debemos unirnos en un proyecto “común” o un dios-máquina que nos engulle, sino que lo muestra como parte de un proceso de consciencia y emancipación. Ni al capitalismo ni al fascismo les interesa mostrarse como construcciones ideológicas. Se presentan a sí mismos como órdenes naturales y lógicos. Los que dominan no quieren mostrar que esa dominación es construida. Sin embargo, los dominados no tenemos otra opción. Sólo desmontando el discurso que nos oprime y, por tanto, mostrando que el discurso es siempre algo construido podemos aspirar a liberarnos, aspirar a una “lucha continua” en la que vamos saboreando nuestras pequeñas conquistas, al tiempo que entendemos las derrotas como puntos de partida desde los que seguir luchando.

La posición de Vertov y su glorificación del documental, tanto en su concepción teórica como en su práctica, dista mucho de la propia de Eisenstein, quien por su lado, y bajo sus propias teorías, aspira a crear un modelo de acción revolucionaria. Aunque ambos comparten la idea del cine como medio para explicar, construir, interpretar y exaltar la nueva realidad social de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Todos sus recursos artísticos y técnicos Eisenstein los orientó hacia los mecanismos formales que definen como “Agit-Atracción” y “Agit-Prop”, agitación y propaganda. No podemos olvidar aquí que, imbuido del fervor revolucionario, concibe el arte como un medio para la construcción de un nuevo hombre que ha de vivir bajo un Estado socialista, orientado y dirigido por el Soviet Supremo. Para su primera película, Eisenstein eligió un tema histórico y revolucionario, algo que ya había tratado en sus experiencias teatrales. No era algo inesperado: la trayectoria del movimiento obrero y su lucha desde los primeros momentos ocupó la imaginación de los artistas. En el caso de su opera prima, se decidió por el tema de la huelga (métodos y organización de las respuestas revolucionarias del proletariado a la reacción). Él exclamaba «abajo con las figuras individuales --héroes que se separan de la masa-- abajo con la cadena individual de los acontecimientos (intriga-fábula)». En efecto, en Huelga y más tarde en El acorazado Potemkin el héroe fue el colectivo, los huelguistas, la masa revolucionaria. De igual modo, El acorazado… santificaba la revolución y la mitificaba. No tenía un objetivo político, social o histórico, era de un valor y una suficiencia autónoma y sin pragmatismo alguno, no planificaba nada, y nada prometía. Al captar el alma misma de la rebelión, resultaba una materialización visible y ejemplar del espíritu revolucionario que hacía sagrada la conciencia, piedra angular para la creación de un mito. Era también una demostración documental de la procedencia superior y milagrosa de la Revolución. Asimismo, los años treinta en la historia del cine soviético se caracterizaron por su diversidad temática y de género, demostración amplia de la actualidad real, principalmente de la afirmación profunda de la entusiasta construcción del socialismo. El héroe de la pantalla es el hombre del mundo nuevo, de nuevas aspiraciones, de nueva moral. En esos años existió una burocracia en cuanto a la distribución de películas debido a problemas económicos y una revolución cultural, creada por los contenidos y técnicas propuestas en el Cine Soviético. La censura de películas con ideología capitalista y extranjeras fue la polémica más grande ente la audiencia Rusa, pues ponía en cuentamiento su libertad de expresión. En los cuarentas se manejó la temática de la Segunda Guerra Mundial y, se hicieron las primeras películas a color, entre las que se incluyen La caza del Octubre Rojo.

El cine soviético de los años treinta está dentro de la corriente del realismo socialista que caracteriza la época. Es un cine vigilado, dirigido y educador, que sigue una línea perfectamente definida: la exaltación del héroe positivo individualizado y el canto apologético a la máquina como símbolo del desarrollo industrial. Esta exaltación del héroe estaba muy relacionada, por un lado, con el aspecto educador de la propaganda soviética, es decir, el héroe era, además, un maestro, un ejemplo a seguir, un modelo de vida; y por otro lado está el culto a la personalidad que la propaganda se encargó de magnificar hasta el máximo en los años treinta. Además, símbolo y

resultado de la política staliniana fue la máquina, en concreto el tractor como signo de la mecanización del campo y resultado de los planes quinquenales, fue protagonista de películas, carteles y obras literarias. La conjunción hombre-máquina es uno de los temas preferidos de la propaganda soviética de esos años. Otro ejemplo de la utilización de los medios de propaganda en función de las tareas económicas y políticas mediante los trenes de agitación es el caso del cine-trén de Alexander Medvedkin, el cual surge en 1931 como resultado de un proyecto que presentó el propio realizador al Comisariado de Transporte del Pueblo de la Unión Soviética, quien luego dictó la orden de crear el “Cine sobre el tren”.El director reconoce en su artículo 294 días sobre ruedas: «Nos parecía muy atractivo incluir los por entonces aún torpes medios cinematográficos en esta santa lucha mediante historietas caústicas sobre cuestiones políticas. De ahí surgió la idea de crear una fábrica cinematográfica rodante con una programación insólita y un nuevo lema: Hoy filmamos, mañana exhibimos». De este modo, durante dos décadas, fue la génesis de una cinematografía, en la cual lo artístico no estaba desligado de su papel social, de canalizar la acción de las masas, servir como propaganda del nuevo sistema social.

(1) SADOUL, George 1972, Historia del cine mundial, pp. 217, Ediciones Nueva Visión, Argentina (2) PULECIO Mariño, Enrique, El cine, análisis y estética, Ministerio de Cultura de la República de

Colombia (archivo digital)

Bibliografía -ALDAZ, Maite, Sujetos, masas y máquinas en el cine de las vanguardias históricas, consultado el

primero de junio de 2011, www.youkali.net -BARASH, Zoia, 2008, El cine soviético del principio a fin, Ediciones ICAIC, La Habana. -COLECTIVO DE AUTORES, Presentamos al cine soviético, Sovexpotfilm, sin fecha ni editorial. (disponible en la Cinemateca de Cuba) -DEL REY Reguillo, Antonia, 2000, El cine soviético de los años 20. Una revisión crítica de sus

principios. Consultado el primero de junio de 2011, www.samara.com -HAUSER, Arnold, Historia social de la literatura y el arte, Editorial Pueblo y Educación, La Habana. -MEDVEKIN, Alexander, 1977, El cine como propaganda política, Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, La Habana. -NAUTY, Maria, 2009, Cine en retrospectiva: cine soviético, consultado el primero de junio de 2011, marynautiblogspot.com -PULECIO Mariño, Enrique, El cine, análisis y estética, Ministerio de Cultura de la República de Colombia (archivo digital) -SADOUL, George, 1972, Historia del cine mundial, Ediciones Nueva Visión, Argentina. -VALMASEDA, Carlos, Dziga Vertov y los trenes de agitación (1919-1921), consultado el primero

de junio de 2011, www.cinesovietico.com -VÁZQUEZ Liñán, Miguel, 2011, El cine soviético y la creación del héroe, consultado el primero de

junio de 2011, www.razonypalabra.org.mx

Historia de la guerra civil – История гражданской войны (1921) Por Carlos Valmaseda, 21 abri l , 2011%

Todas las imágenes que acompañan esta entrada proceden de documentales de la guerra civil, pero no necesariamente de

la película de Vertov.

Ficha técnica

Director: Dziga Vertov [Дзига Вертов]

Guión: Dziga Vertov [Дзига Вертов]

Operador: Varios. Se seleccionaron imágenes de varios documentales grabados por Ermolov,

Lemberg, Tissé, etc. en el transcurso de la guerra civil rusa.

Productora: VFKO

Año: 1921.

13 rollos, 3643 m. La película se ha conservado parcialmente en el RGAKFD (573,8 m.)

Antecedentes: la actividad cinematográfica deVertov entre 1918 y 1921

Ya hemos comentado en diversas ocasiones que la primera experiencia con el cine de Dziga

Vertov se produjo cuando fue contratado por su antiguo amigo Mikhail Koltsov como secretario del

departamento de noticiarios del Comité de Cine de Moscú encargados de la realización de

Kinonedelia. Allí aprende los rudimentos del oficio y pronto se convierte en un montador

experimentado. Su primera experiencia como ‘director’ consiste en el montaje de una película para

celebrar el primer año de la revolución, creada por tanto poco antes de noviembre de 1918. Se

trata de El aniversario de la revolución, para la que utiliza tanto el material del que ya dispone fruto

de su trabajo en Kino-nedelia como las grabaciones de operadores de Petrogrado y Moscú. Él

mismo comentará en diversas ocasiones la impresión que le produjo el atender a la vez a las 30

montadoras que fueron necesarias para realizar las copias suficientes para ser distribuidas con

ocasión de la festividad.

Además de su experiencia con el montaje, a partir de 1919 Vertov es enviado al frente y graba allí

diversos reportajes. Según sus propias palabras, “junto con el operador Ermolov tuve que recorrer

diferentes frentes de la guerra civil: en Rostov, en Chugüev, en el proceso de Mironov, en un tren

acorazado cerca de Luganski, en la flotilla fluvial de Raskolnikov, en un tren ardiente en la estepa

de Astrakhan, etc.” [DV2 283]. Cabe suponer que su trabajo consistía en indicarle al operador qué

era lo que había que grabar en función de un guión previo que redactaba Vertov. En 1920 participa

como jefe del vagón de cine en el tren de propaganda del VTsIK Revolución de Octubre,

recorriendo el pais proyectando películas de agitación y noticiarios. En 1921 es nombrado jefe del

departamento de cine de la sección de trenes y barcos de agitación del VTsIK. A partir de 1922

comienza a realizar Kino-Pravda, a la que ya dedicaremos más atención en una futura entrada.

Vertov bajo un cartel de "Jefe de grabación cinematográfica". No sé si fue tomada en el Comité de Cine de Moscú durante

su trabajo en Kinonedelia o en el departamento de cine de la sección de trenes y barcos de agitación del VTsIK.

Basándome fundamentalmente en la filmografía que aparece en el libro Lines of resistance: Dziga

Vertovand the twenties, ésta es la producción cinematográfica completa de Vertov en sus cuatro

primeros años:

–Cine semana, (Kino nedelia) [Кино неделия]. Producido por el Comité de Cine de Moscú.

Aparecieron un total de 43 números entre el 20 de mayo de 1918 y el 27 de junio de 1919.

Habiendo comenzado como secretario de la sección, Vertov fue el autor de los textos y director de

varios números.

–El aniversario de la revolución [Годовщина революции]. Producido por el Comité de Cine de

Moscú en 1918. Estrenada el 7 de noviembre de 1918. Dirección: Dziga Vertov y Aleksei Savelev.

12 rollos, 2710 metros. Al parecer se conserva parcialmente (4 partes, 922,1 m.) en el RGAKFD,

aunque no aparece en su catálogo en línea.

–El cerebro de la Rusia soviética [Мозг Советской России]. En realidad se trataba de la última

parte de la película anterior, El aniversario de la revolución. La particularidad era que presentaba

diversas imágenes de Lenin, y en la hagiografía incipiente tuvo gran importancia y difusión.

Al parecer también se conserva en el archivo de RGAKFD, y de nuevo no aparece en su catálogo.

–La batalla de Tsaritsyn [Бой под Царицыном]. También se conoce con los títulos La defensa

de Tsaritsyn [Оборона Царицына] y El frente de Tsarsitsyn [Царицынский фронт]. En 1919

Vertov es enviado al frente sur para la realización de noticiarios documentales. Una de las batallas

se centró en la estratégica ciudad situada a orillas de Volga conocida posteriormente como

Stalingrado y actualmente como Volvogrado. Se ha discutido bastante la competencia de los

dirigentes bolcheviques que organizaron las acciones militares rojas en la zona: Stalin y Voroshilov.

Acompañado del operador Aleksandr Lemberg, Vertov realizó una película sobre la defensa de

esta ciudad por encargo del Consejo Militar Revolucionario y el Comité de Cine de Moscú.

Probablemente la película no llegó a estrenarse.

1 rollo, 210 m. No se ha conservado.

–El juicio de Mironov [Процесс Миронова]. Mironov fue un coronel cosaco que se unió a los

bolcheviques al inicio de la guerra civil. Era uno de los comandantes de una de las divisiones de

caballería que lucharon en la zona del Don. Con el afianzamiento del Ejército Rojo las actividades

semi-independientes de estos destacamentos fueron atacadas por los dirigentes soviéticos, que

optaban por una mayor disciplina en las filas del RKKA. Mironov se negó a obedecer las órdenes

del Comité Militar Revolucionario para seguir luchando por su cuenta y fue apresado y juzgado.

Fue condenado a muerte pero recibió un indulto especial del VTsIK y volvió a la lucha. Sin

embargo, en 1921 fue nuevamente detenido y ejecutado por la Cheká. Vertov asistió a su juicio y

realizó un documental, posiblemente pensado para reforzar la idea de la necesidad de disciplina en

el ejército. Se conserva su lista de montaje entre los documentos del cineasta.

La película fue producida por el Consejo Militar Revolucionario y el Comité de Cine de Moscú en

1919. Fue dirigida por Vertov con Piotr Ermolov como operador. Se conservan fragmentos (317 m.)

en el RGAKFD [Registro 384]. En el catálogo aparece como El caso Mironov [Дело Миронова] y

la fecha es incorrecta, pues aparece como realizada en 1918. El juicio se celebró en septiembre-

octubre de 1919.

–La apertura de las reliquias de Sergio de Rádonezh [Вскрытие мощей Сергия Радонежского].

La atribución a Vertov, como ya discutimos en la entrada correspondiente, fue contestada por

Kuleshov, quién también se atribuía la autoría.

–Estrella Roja. Barco literario-instructor de agitación del VTsIK [Литературно-

инструкторский агит-пароход ВЦИК Красная Звезда]. Como ya vimos en nuestra entrada

sobre los trenes y barcos de agitación y en la que dedicamos a Vertov y los trenes de agitación,

con el material grabado por los operadores Piotr Ermolov y Aleksandr Lemberg, Vertov realizó esta

película. Los operadores solicitaron que se incluyese en los títulos de crédito a Vertov como

director, pero no fue aceptado. En aquella época aún no se aceptaba la posibilidad de que las

películas documentales tuviesen un director como las de ficción. En esa misma entrada podemos

ver el sumario de su contenido.

Producida por el Comité de Cine de Moscú en 1919, consta de 2 rollos y se conserva en el

RGAKFD [Registro 11594].

–Tren de agitación del VTsIK [Агитпоезд ВЦИКа]. Me remito de nuevo a la entrada

sobre Vertov y los trenes de agitación. No se tienen más noticias de esta película que las que da el

mismo cineasta. La película recogería sus experiencias a bordo del tren de agitación Revolución de

Octubre a principios de 1920. Según algunos escritos del cineasta, durante este periodo Vertov

también montó alguna película más sobre los trenes de agitación: El cosaco rojo; El Cáucaso

soviético…

Vertov en numerosas ocasiones recordaría sus primeros años en el cine. Me ha parecido

especialmente significativo el siguiente fragmento de una presentación pública titulada De la

historia de los kinoki de 1929.

Comienzo, camaradas, con la historia de nuestro trabajo práctico. El primer trabajo data de 1918.

Fue entonces cuando empecé en el cine y comencé el trabajo con la edición de una crónica

semanal. Se llamaba Cine Semana. Dado que no tenía experiencia los primeros números de Kino-

nedelia fueron para mí de aprendizaje, y en estos primeros números durante un largo periodo no

hice ningún intento serio de cambiar el formato visual de las crónicas. Evidentemente, esta Kino-

nedelia era en apariencia parecida a los noticiarios de Pathé que se hacían hasta Octubre y se

diferenciaba de ellos únicamente en su contenido revolucionario, se diferenciaba por el hecho de

que en la crónica se incluían hechos grabados en la época posterior a Octubre. Estos kino-nedelia

fueron en total 40 números. Su aparición era semanal y la cantidad, por lo que yo recuerdo, eran

40-45 ejemplares. Aproximadamente después del número 30 tuve que hacer mi primer gran

trabajo, que se llamó El aniversario de la revolución, en doce partes. Lo hice conjuntamente con el

camarada Savelev, literato que hizo los intertítulos de unas cuantas partes. Era la primera gran

película documental, la cual se extendía desde el periodo del derrocamiento de la autocracia

zarista a través de la Revolución de Febrero y concluía con el primer aniversario de Octubre. Se

montaron 50 ejemplares teniendo en cuenta que exactamente en el día del aniversario de Octubre

todos los ejemplares debían encontrarse en su lugar: en Siberia, en Turkestán y en Ucrania para

que esta cinta se proyectase en todas partes en el día del aniversario. El montaje se realizó de la

siguiente forma: Se sentaron 50 montadoras en una la sala, ahora de Sovkino pero entonces del

Comité de Cine y Fotografía. Era necesario estar muy concentrado. Por aquel entonces yo no tenía

suficiente experiencia. Fue difícil. Como jugar a ajedrez con muchos jugadores. Era necesario

pasar por las filas de montadoras y repartir los trozos, montando al mismo tiempo 25 ejemplares.

Fue la primera experiencia en ofrecer una crónica revolucionaria con unas dimensiones tan

grandes (12 partes). El centro de gravedad se dirigía al contenido de la película en sí, había

muchísimos intertítulos. Hay que pensar que era la primera película documental importante

posterior a Octubre.

El primer estudio decididamente experimental se llamaba La batalla de Tsaritsyn. Se hizo con un

montaje muy rápido y sin intertítulos. Era, por así decir, el antepasado de las películas

posteriores La vida de improviso y antepasado de mi última película El hombre con la cámara. La

estructura de montaje de este estudio nuestro se basaba en el lenguaje cinematográfico, y no

había palabras, no había intertítulos. El montaje ya fue profesional -o activo, de ambas formas se

puede traducir кадровый. Nota del ed.-. La medición seguía, no el sistema métrico sino el sistema

de cuadros decimal. 5, 10, 15, 20… Así aproximadamente. Prestad atención a un caso particular.

Encargué pegar los trozos del estudioLa batalla de Tsaritsyn. Mientras pasaban trozos de 3-4

metros, la montadora los pegaba. Cuando llegaba a trozos cortos de unos pocos cuadros, tiraba

estos trozos en el cesto, como pedazos casuales, como deshechos. Hubo que hacer todo de

nuevo. Sentarse otra vez durante ocho días. Reconstruirlo de nuevo. La segunda vez yo mismo me

encargue del pegado. El estudio era desacostumbradamente rápido para aquel tiempo. Tras algún

tiempo llegó la película de Griffith Intolerancia. Tras esto fue más fácil hablar. Con todo, la

presentación de la película La batalla de Tsaritsyn dió un resultado negativo en el sentido de la

posibilidad de futuros trabajos. Recuerdo que vió el estudio Ashmarin (Akhramovich). Alabó mucho

la película. Recuerdo que llegó Kuleshov. Me estrechó la mano. La película le gustó mucho. Todos

los demás, el Consejo Artístico y la Dirección, la valoraron negativamente. No podía contar con

continuar con tales experiencias.

Fui enviado pronto al frente. Trabajé circulando en trenes militares. Después participé en la

organización del Departamento de cine en el VTsIK (en el departamento de trenes de agitación).

Allí, en este Departamento de cine conduje el siguiente trabajo en un plan algo diferente: me

encargué de la organización de barcos de cine, cine móvil, vagones de cine, automóviles de cine,

etc. No quiero detenerme ahora en esto. Quiero solo apuntar que durante este periodo una película

(el operador procedía de Sovkino) que se llamaba Tren de agitación del VTsIK. En esta película

fueron aplicados nuevos métodos de montaje, pero el tempo comparado con La batalla de

Tsaritsyn era más lento, más contenido. La organización material fue muy interesante para aquel

tiempo.

La siguiente película importante fue la Historia de la guerra civil, en 13 partes, realizada para el

congreso de la Comintern. Se realizaban allí dos tareas al mismo tiempo. La película se hizo con

prisas en un plazo de tres semanas. Por eso no se terminaron todas las partes. Por lo que

recuerdo, las mejores eran Hacia Kolchak y El terror blanco.

Fuente: Дзига Вертов из наследия. Vol 2., p. 164-165.

Historia de la guerra civil: la película.

Acabamos de ver que la película fue un encargo para la celebración del III Congreso de la

Internacional Comunista. Era algo similar al trabajo que ya había realizado con motivo del primer

aniversario de la revolución: utilizar grabaciones preexistentes para crear una nueva película

documental. El III Congreso de la Comintern se celebró entre el 22 de junio y el 12 de julio de

1921. Cabe suponer que fue poco antes cuando se realizó el montaje. No hay duda de que la

película se montó con gran rapidez, aunque la memoria de Vertov flaquea en ocasiones sobre

datos concretos. Hemos visto en el texto anterior que nos habla de un plazo de tres semanas. En

otro texto de 1924 dirá que fueron 10 días. También la historia del montaje de El aniversario de la

revolución tiene alguna discrepancia. Si allí nos hablaba de 50 montadoras, en otras ocasiones

diría que fueron 30. No son detalles demasiado importantes puesto que la narración en líneas

generales es siempre la misma. También en este texto de 1924 nos dirá que “en la película Historia

de la guerra civil, debido a la extrema precipitación (13 partes en 10 días), conseguí en aquel

tiempo reunir-montar correctamente 2-3 partes, las demás fueron poco maduradas” [DV2 p. 50].

Como veremos en los materiales guardados en el archivo personal de Vertov, la película estaba

prevista en trece partes con un órden cronológico:

I. El terror blanco (1 rollo).

II. Insurrecciones blancas: Iaroslav, Astrakhan (2 rollos).

III. La lucha guerrillera (3 rollos).

IV. El frente Checoslovaco (3 rollos).

V. El frente de Kolchak (2 rollos).

VI. El frente de Denikin (1 rollo).

VII. El frente de Wrangel (1 rollo).

En virtud de las informaciones dadas por Vertov en los textos precedentes, que en sus escritos

solo aparezcan desarrolladas las primeras partes y que se haya conservado fragmentariamente,

coincidiendo con que lo conservado se corresponde precisamente a los primeros rollos, tengo

dudas de si la película se montó finalmente en su totalidad, en los 13 rollos que repetiría siempre

Vertov. Este es el sumario de su contenido que aparece en el catálogo del RGAKFD [Registro

13078. История Гражданской войны (фрагменты фильма). (1921)]:

«Talleres ferroviarios ardiendo, casa en Moscú; depósitos en Kiev durante la guerra civil.

El comisario del pueblo para temas militares L.D. Trotski interviende desde un estrado.

Casas destruídas en Iaroslav tras el aplastamiento de la insurrección de oficiales entre el 6 y el 21

de julio de 1918.

Unidades del Ejército Rojo recorren la ciudad tras el aplastamiento de la insurrección en Astrakhan.

En pie el jefe del estado mayor del aplastamiento K.A. Mekhoshin, el comunista húngaro Kovach y

otros.

Salida de un destacamento guerrillero de fuerzas revolucionarias en lanchas en un río en la

retaguardia de los checoslovacos en la región de la ciudad de Menzelinsk.

El comandante de la flotilla del Volga F.f. Raskolnikov, el ‘secretario de bandera ‘ (flag-sekretar)

L.M. Reysner, el mandatario del VTsIK en el Frente Oriental I.S. Kozhevnikov en la cubierta del

barco.

I.S. Kozhevnikov recorre una formación de soldados rojos en la estación de Volokonov.

Juicio del caso Mironov y sus cómplices, quienes se habían negado a someterse a las órdenes del

Consejo Militar Revolucionario de la República. El fiscal es el miembro del CMR del frente

Sudoriental I.T. Smigla; preside el juicio D.M. Poluian; testigos del caso F.K. Mironov intervienen

durante el juicio. Los acusados F.K. Mironov y Bulatkin responden a las preguntas.

Un grupo de jinetes, artilleros y soldados pasan por un camino durante la lucha contra el ejército de

Kolchak. Acciones militares de los soldados del Ejército Rojo en el frente de Kolchak.

Vista de edificios fabriles, del taller de una fábrica situada en una región liberada por el Ejército

Rojo de las tropas blancas. Obreros en el taller junto a hornos de fusión.»

Documentos preparatorios escritos por Vertov

Veamos pues los documentos conservados en los archivos de Vertov relacionados con la

película Historia de la guerra civil y publicados recientemente en la obra en dos volúmenes Дзига

Вертов из наследия [Dziga Vertov De la herencia]. Se trata de cuatro documentos: dos con el

subtítulo de ‘Plan de guión’, uno presentando simplemente los 16 rollos previstos y un segundo con

algunos intertítulos de las tres primeras partes;y dos más con el subtítulo ‘Intertítulos’, conteniendo

apenas algunos del primer rollo el primero de ellos, y ‘Títulos para la película’, con intertítulos de

cuatro de las primeras partes.

or Alberto Mayor Casanova KARL MARX Y LA CONFORMACIÓN DE LA

U.R.S.S.

Una de las particularidades de la revolución bolchevique fue el ferviente apoyo

que, mayoritariamente en su primera fase, artistas e intelectuales de vanguardia

brindaron al proceso que el proletariado ruso llevó adelante. El proyecto que se

construyó sobre una base ideológica marxista, se constituyó como un experimento

político y social absolutamente novedoso en términos históricos, lo cual tomó

fuerza en el mundo de la cultura que no quiso restarse a este evento. La

superación de las jerarquías sociales y la construcción de un hombre “nuevo”, sin

las ataduras atávicas que Marx señalara, fomentó un interesante espacio de

acción en el cual el mundo del arte se mostró interesado en participar. El recién

creado Estado soviético generó los espacios para que se desarrollaran una serie

de heterogéneas propuestas, todas movidas por el ideal de un arte revolucionario

de inspiración realista que no evadiera al pueblo de su participación en el proceso,

si no que por el contrario, lo instara a reflexionar y asumir conscientemente sus

derechos y responsabilidades en aras de hacer andar esta tremenda utopía social.

Las ideas que el filósofo alemán Karl Marx planteara en el siglo XIX, como una

forma de superar las vergonzosas diferencias sociales que la revolución industrial

acentuó en Europa, recién vinieron a adquirir forma en un proyecto concreto hacia

la primera mitad del siglo XX en Rusia, en una economía y un contexto social

bastante lejano a los industrializados países europeos. En términos filosóficos, lo

que el pensador alemán propone es esencialmente un nuevo sistema económico

donde los factores que concurren en la producción pertenezcan a un organismo

superior como es el Estado, el responsable de regular y controlar las actividades

propias de la sociedad. Poniendo fin con ello a las jerarquías sociales que la

propiedad privada ha venido a instalar en el grupo social, superando de este modo

la “falla arcaica” que señalaba el pensamiento ilustrado francés[1], en torno a la

propiedad privada como el gran alterador de las relaciones sociales y generador

de violencia. Esta pugna entre los dueños de los medios de producción y el

mayoritario grupo que los pone en movimiento, se transformará en una dialéctica

que en términos de Marx y Engels se constituye como el “motor de la historia”[2].

Una fuerza que tomará distintas formas a lo largo del tiempo, pero que obedece

siempre a la misma necesidad de equiparar los derechos de quienes se ven

injustamente privados de acceder a los privilegios que una clase ha limitado

exclusivamente para sí.

En términos marxistas, la “base material”, entendida como los medios que se

traducen en las fuerzas y relaciones sociales en torno a la producción, originará un

movimiento evolutivo producto de esta relación dialéctica que se desarrollará por

si misma e independiente de la voluntad individual de los hombres. Por lo tanto,

asistiríamos a tres grandes momentos en la historia de la humanidad en que la

base material, o superestructura, ha variado drásticamente producto de sus

propios requerimientos, originando con ello una estructura social diferente. El

mundo moderno se constituiría así como el tercer y último estadio de esta

evolución dialéctica[3], la aparición del capital[4] y la industrialización de los

medios de producción no hicieron más que agudizar y agravar las diferencias

sociales, con lo cual en el siglo XIX la falla arcaica se hará aún más evidente.

Marx plantea también que el hombre moderno al conocer y entender la estructura

de la historia, puede aspirar a subsanar este error ancestral marchando hacia la

construcción de un socialismo integral, es decir, hacia un mundo sin propiedad

privada.

Para ello será fundamental la unión de los trabajadores, obreros y campesinos,

junto con el trabajador minero y el estudiante con conciencia crítica, es decir, la

clase proletaria en su conjunto unida tras este ideal de transformación. Pues al

establecerse como el factor que pone en movimiento la maquinaria industrial, el

mundo proletario se alza como el componente más importante en el proceso

productivo, y su exigencia por un trato igualitario adquiere plena justificación. Una

demanda que apunta a la organización de un grupo que no reconoce fronteras,

pues los proletarios del mundo, al compartir el mismo trato y los mismos

problemas, deberían asumir también un mismo camino de unión[5], presentando

sus demandas al empresario industrial como un bloque bien disciplinado. Estas

ideas progresivamente irán permeando a la elite intelectual y al mundo obrero,

convirtiéndose en una manifiesta amenaza para la burguesía europea dominante.

Tanto así que en “El manifiesto comunista” Marx comienza precisamente

aludiendo a esta sensación de temor: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma

del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una Santa

Alianza para acorralar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los

radicales de Francia y los polizontes de Alemania”[6].

Pero las ideas de Marx no encontraron espacio en una Europa que a lo largo del

siglo XIX logró contener el impulso del proletariado y las ideas de un socialismo

integral. Será en la contingencia de la Rusia zarista que la ideología marxista

enganche fuertemente en las clases trabajadoras, que luego de varios intentos

fallidos accederá finalmente al poder total del país. Dentro de las razones que

podrían explicar la decisión que expresaron los trabajadores rusos en sus

reivindicaciones sociales, se encuentra la tardía inclusión de este país en la

modernidad industrial[7]. Lo cual abruptamente repletó las ciudades de jóvenes

obreros provenientes del mundo rural, quienes debieron enfrentar de golpe los

consabidos problemas laborales y de exclusión urbana que el explosivo aumento

de las ciudades conlleva. Junto con ello, una reforma previa ejecutada bajo el

reinado del Zar Alejandro II, otorgó mayor autonomía a las Universidades rusas,

creando un sistema de ingreso que premiaba los méritos más que el origen de

clase de los alumnos[8]. Una medida que facilitó la inclusión de los hijos de la

pequeña burguesía y las altas capas populares a la Universidad, permitiendo con

ello el acceso de las ideas revolucionarias de Marx y Engels al mundo obrero.

Pavimentando así el camino hacia la conformación de los soviets, organismos

sindicales que organizaban a los trabajadores bajo el mando de un líder que se

alzaba como interlocutor válido ante las autoridades.

El año 1905 tuvo lugar el primer atisbo de revolución en Rusia por parte del mundo

proletario, un levantamiento que a poco andar fue aplacado con fuerza y de

manera exitosa por el ejército zarista. Los líderes de esta insurrección fueron

ejecutados o exiliados a Europa o Siberia, pero el proceso de un creciente

empoderamiento social por parte de las diferentes facciones del movimiento

obrero adquirió forma al interior del país, presionando de forma progresiva por

generar un nuevo tipo de gobierno, menos elitista y más inclusivo. Los

desastrosos efectos de la I Guerra Mundial, con más de 8 millones de soldados

rusos muertos en combate, en su mayoría hijos de obreros y campesinos, no hizo

más que acrecentar el descontento social que finalmente se tradujo en una nueva

revolución en febrero de 1917. La insostenible serie de huelgas, protestas

callejeras y la plena organización de los soviets como grupo de presión, hará que

el Zar Nicolás II abdique del poder en tal momento, conformándose un nuevo

régimen de facto con un representante del mundo de los trabajadores en la cúpula

de gobierno.

Producto de este nuevo escenario político, las diferentes facciones que convivían

al interior del movimiento obrero entrarán en pugna ante las distintas miradas del

camino que éste debía seguir. El sector más conservador, el menchevique, se

mostró dispuesto a adoptar el proyecto institucional de cambios pactado con el

antiguo régimen. De hecho su líder, Alexander Kerensky, ocupó el cargo de primer

mandatario por algunos meses intentando generar los equilibrios que este periodo

de transición requería. En cambio, la facción más radical del movimiento, los

bolcheviques, al mando de Vladimir Ilich Lenin, exigían cambios profundos en el

sistema y un gobierno enteramente bajo la soberanía del mundo obrero. La

situación se fue tornando insostenible hasta que en octubre de 1917, tras un

nuevo y definitivo golpe revolucionario, los bolcheviques acabaron por hacerse del

poder total en Rusia, refundando la institucionalidad política hacia un régimen de

partido único gobernado por un primer ministro con plenos poderes. Nace así la

U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), cuyo primer mandatario

será precisamente Lenin.

Junto con el caos propio de un proceso de reformas tan profundo, este primer

periodo de la U.R.S.S. será particularmente interesante en el ámbito de la cultura.

Artistas plásticos como Kazimir Malévich o Vladimir Tatlin, músicos como Dmitry

Shostákovich y poetas como Vladímir Mayakovski, entre una larga lista de

destacados personajes, apoyaron con gran entusiasmo el proceso que se estaba

echando a andar. Prontamente se crearán varias escuelas, movimientos y

propuestas en torno al quehacer del artista y el compromiso de su producción

dentro de un sistema político como el soviético, o los modos representacionales de

un arte de carácter realista y su relación con las estéticas vanguardistas de la

época. En relación con el mundo del cine, el mismo Lenin planteará la necesidad

de crear una instancia donde se realicen filmes que promuevan los principios que

movilizan al nuevo régimen[9].

Es por ello que solo dos años después de la revolución de octubre, se funda la

Escuela de Cine de Moscú (la primera en su tipo) a cargo del cineasta Lev

Kuleshov, quien será el responsable y formador de la brillante generación de

realizadores a la que pertenecen Vsévolod Pudovkin y Serguei Eisenstein[10]. En

términos administrativos, la Escuela perteneció a una oficina del Estado soviético

que se dividía entre la formación y producción de filmes de ficción, como así

también noticiarios documentales que mantengan informada a la población. Es en

esta última oficina donde desarrolló su trabajo Dziga Vertov, y donde junto con su

grupo de realizadores desplegó sus teorías en torno al cine documental. Un

trabajo relegado a las bodegas del cine ruso luego de su muerte, pero que a lo

largo de los años ha ido captando adherentes hasta convertirse en una patente

influencia para una larga lista de cineastas, que ven en las propuestas de este

documentalista una visión profundamente transgresora y lúcida acerca de las

enormes posibilidades que el cine provee como plataforma de difusión de ideas, y

a la vez, medio artístico.

DZIGA VERTOV: DEL FUTURISMO A LA REVOLUCIÓN DEL CINE-OJO

Dziga Vertov nació en el seno de una familia judía el 2 de enero de 1896 en

Byalistok (hoy Polonia, por entonces anexada a la Rusia zarista) bajo el nombre

de Denis Arkadievitch Kaufman. Desde niño se sintió fuertemente atraído por el

arte y la poesía, para luego convertirse en un entusiasta seguidor de la música de

vanguardia y la ciencia ficción. En 1916 entra a la Universidad de San Petersburgo

a estudiar medicina, lugar donde se relacionó con las posibilidades experimentales

que el fonógrafo y el reciente medio radial permitían. Pero fundamentalmente, en

esta época el joven Denis se deja influenciar por las vanguardias europeas, sobre

todo el futurismo italiano, del cual se proclamará un entusiasta seguidor. Tan

ferviente es su adhesión que lo llevará a adoptar el pseudónimo de Dziga Vertov,

nombre con el que se reinscribe en el registro civil ruso y que deriva de un término

ucraniano que alude a una rueda que gira sin cesar[11].

Estos primeros años universitarios en la vida de Vertov coincidieron con la

revolución bolchevique, proceso al cual adhiere muy influido por las ideas de otro

futurista ruso: el poeta revolucionario Vladimir Maiakovski. El joven Vertov buscará

por ello brindar su apoyo al nuevo gobierno, primero desde sus trabajos sonoros

en su recién creado “Laboratorio del oído”[12], y luego abandonando

definitivamente sus estudios para entrar a trabajar en la oficina de montaje sonoro

del recién creado departamento de noticias del Estado soviético,

elKinonedelia. Lugar donde prontamente pasará a dirigir gran parte de los

noticiarios, aprendiendo así el oficio de cineasta, y desde donde comenzó a

concebir sus ideas sobre un cine que haga suyo los planteamientos de las

vanguardias.

El rol del Kinonedelia era retratar el proceso que Rusia vivía por aquella época,

apoyándose en una estructura visual y narrativa muy tradicional, herencia

estilística del noticiario francés Pathé (antiguos dueños de aquellas dependencias

que luego de la revolución fueron nacionalizadas). Vertov nunca se sintió

demasiado involucrado en las entregas de este informativo, criticaba el

desaprovechamiento de los recursos que el cine provee, pues el Kinonedelia no se

propuso nunca superar los estándares estéticos y los modelos de representación

de los anteriores noticiarios, “únicamente los rótulos eran soviéticos ¡El contenido

no había cambiado!” señalaba Vertov[13]. De todos modos fue en este lugar

donde conformó su definitivo grupo de trabajo junto a su esposa Elizaveta Svílova

como montajista, y su hermano Mijail Kaufman como camarógrafo, dando origen al

“Consejo de los Tres”[14].

Como parte de este grupo, Dziga Vertov publicó una importante cantidad de

ensayos y manifiestos donde fue dando forma a su idea de un cine vanguardista y

a la vez revolucionario. Para ello reflexionaba en torno al cinematógrafo como

artefacto, como invento, como máquina que permite agudizar la mirada del

hombre. En este punto su cercanía al futurismo es evidente, pues afirma que el

cine es un ojo mecánico que permite mejorar las limitadas posibilidades del ojo

humano. En conjunto con esta reflexión sobre la “máquina-ojo”, agrega un nuevo

concepto en torno a una disposición más libre al momento de organizar los

fragmentos de imágenes que este ojo registre. Es así como el montaje tendrá una

importancia central en su propuesta, al igual que para toda la Escuela de Cine de

Moscú con Lev Kuleshov y Serguei Eisenstein como representantes más

importantes, con quienes coincide en este punto[15].

Vertov ve en el montaje esa relación del fragmento que se unifica al todo en la

sensación de movimiento continuo que es el cine, al igual que la pintura futurista

que intenta conseguir el mismo efecto retratando instantes de una acción que se

relacionan conceptualmente entre sí en la composición final. Algo parecido

pretende crear con una propuesta de un cine documental que denomina cine-ojo,

es decir, una construcción que no busca crear esa sensación de unicidad que el

cine tradicional crecientemente venía proponiendo como la forma en que éste

debía organizarse como lenguaje. Para Vertov, el montaje debía respetar la

libertad que la cámara-ojo tenía al momento de aprehender el mundo, sin guiones

preestablecidos, sin puesta en escena, sin avisarle siquiera a quienes

protagonizarían estos trabajos que estaban siendo filmados. El cine-ojo pretende

recuperar ese registro fiel de la realidad que fue el cine en sus comienzos, y

devolvernos la vida “de improviso” como le gustaba llamar a su propuesta[16].

Bajo esta consigna los miembros del “Consejo de los Tres” pasaron a

llamarse kinoks, una fusión de las palabras kino (cine) y oko (palabra rusa que

significa ojo, al igual que glaz, de ahí el término kino-glaz por el cual también es

conocido el cine-ojo)[17], concepto que no solo se acotaba a ellos si no que a

todos los cineastas que adhirieran a las ideas de Vertov. Tales postulados los

pondrá en práctica ya como jefe del departamento de noticiarios del cine de la

URSS, el cual rebautiza como Kinopravda, cuya traducción literal sería cine

verdad, y que pretende avanzar hacia esa forma de presentar estos documentales

sobre la vida y el mundo soviético en un lenguaje que tiene la gracia de ser

absolutamente transversal en su forma de exponer sus contenidos. Es decir, tanto

el obrero y el campesino, como el letrado, se expondrían a la misma libertad

interpretativa ante estas imágenes que transcurren de forma tan desenvuelta

frente a la pantalla.

El trabajo más conocido e importante de Vertov es claramente “El hombre con la

cámara”, el cual data de 1929, pero previamente a este documental ya había

trabajado su estilo en otras películas que el gobierno soviético le había solicitado.

En particular serán dos los trabajos que se constituyen como primeros referentes

importantes en su carrera. El primero, de 1926, llamado “La sexta parte del

mundo”, fue un documental hecho para la Agencia de exportaciones e

importaciones del gobierno y que buscaba exponer el sistema de producción en la

URSS, la parte del mundo donde se respetaban los derechos de los trabajadores.

El documental es una suerte de danza de productos y postales de distintas zonas

de Rusia, que incluso hace uso de animaciones para lúdicamente retratar la

eficiencia de las líneas de producción de la industria soviética[18].

La visión maniquea que “La sexta parte del mundo” proponía le trajo algunos

problemas a Vertov. La caricaturización del mundo capitalista, mediante un

acelerado montaje en los primeros minutos del filme, pretendía exponer la

alienación de este tipo de sistema con trabajadores apretujados en la locomoción

pública o caminando borrachos por sucios callejones, y peor aún, un ordenamiento

paralelo en la disposición de los planos construía claras referencias entre el

capitalismo y el esclavismo (cadenas, negros, dinero, burgueses), lo cual no fue

tomado de muy buena manera por esta oficina del Estado soviético que pretendía

fomentar el comercio con las potencias del Oeste. De todos modos, en este

trabajo Vertov consiguió el objetivo de instalar sus ideas documentales en el

imaginario público y entre los directivos de la oficina de cine.

Su siguiente obra, nuevamente un encargo del Estado soviético, fue un filme que

conmemoraba un nuevo aniversario de la revolución de octubre. “El undécimo

año”, de 1928, buscaba nuevamente ostentar las bondades del sistema de la

Rusia comunista. Esta vez atendiendo a la creciente industrialización que en sus

11 años en el poder la URSS había llevado a cabo, cambiando con ello el rostro

del país, siempre ante la mirada vigilante y paternal del líder[19]. Las represas que

se elevan como un triunfo de la ingeniería local[20]y el valor de un tendido

eléctrico que se extendía por todo el territorio, se ordenaban bajo la idea de un

“pensamiento visual” que el cine-ojo planteaba con este plan de trabajo sin guión

preconcebido y una cámara que pareciera registrar al azar aquellos hechos con

los cuales se encontraba furtivamente a lo largo de todo el país.

Su siguiente trabajo, “El hombre con la cámara” será claramente su obra más

celebrada y la síntesis madura de sus teorías cinematográficas. Un trabajo que

terminará por consagrar al documentalista ruso dentro de los realizadores más

innovadores e importantes de su época, pero que paradójicamente marcó un triste

hito en su carrera, pues de ahí en adelante su figura y trabajo comenzarán a

declinar distanciándolo de las autoridades que terminaron por confinarlo a un

anónimo trabajo de montajista. Tal debacle se debió, entre varias razones, a que

sus próximas películas sonoras no aportaron nada significativamente nuevo a su

obra a pesar de sus teorías y experimentos previos en el campo del sonido. En tal

sentido, su documental de 1930, “Entusiasmo: Sinfonía Donbassa” es un buen

ejemplo de tales limitaciones. El filme buscaba reproducir nuevamente esa idea de

sinfonía urbana que venía trabajando previamente bajo esta idea de captar “la vida

de improviso” en una ciudad, pero ahora con el recurso del sonido directo, el cual

pretendía crear una atmósfera de mayor verosimilitud acentuando la cuota de

realismo de cada registro.

Los comentarios del medio audiovisual, en su mayoría negativos, no se hicieron

esperar. El principal enjuiciamiento consistía en que el sonido se constituía como

un mero accesorio al montaje visual, sin sumar información nueva o diferente que

verdaderamente aportará a lo que veíamos en las imágenes. Pero fue su siguiente

documental el que debió soportar los embates más duros del régimen soviético.

“Tres cantos a Lenin”, de 1934, fue el trabajo que Vertov dedicó a los 10 años de

la muerte de Lenin y que lo mandaría definitivamente al ostracismo de las mesas

de edición de las oficinas del Estado. Dividida en tres actos y con un montaje de lo

más convencional, los diálogos son escasos y el uso del sonido esporádico (en

una época en que todos los filmes ya eran sonorizados). Pero quizás el principal

error de Vertov fue sincerar demasiado sus preferencias políticas al elevar y

vanagloriar de manera rotunda al antiguo líder, confinando a un segundo plano a

un Stalin que solo se limita a posar rígidamente junto al féretro de Lenin en el

único plano que se le dedica en todo el filme.

Claramente “Tres cantos a Lenin” no será del gusto de la cúpula política soviética,

más aún en una época en que enfatizar el culto a Stalin era una verdadera política

de Estado en la URSS. Luego de este “fallido” trabajo, Dziga Vertov fue confinado

a trabajar en el noticiero estatal, el cual básicamente se limitaba a apelar a la

propaganda y al patriotismo en plena Segunda Guerra Mundial, un estilo muy

lejano a sus ideas. Vertov muere en 1954 olvidado por el mundo del cine, que

recién vendrá a redescubrirlo a fines de la década del sesenta de la mano de

Jean-Luc Godard y el documentalismo del “Grupo Dziga Vertov”, que el mismo

realizador francés forma y dirige bajo postulados muy parecidos a los del

documentalista ruso, pero ahora bajo el nombre de “cine directo”. Años antes de

morir, Vertov reflexionaba: “Si se me reclamaran filmes con la misma insistencia

con que se los reclaman, por ejemplo, al camarada Eisenstein, creo que pondría el

mundo patas para arriba. Pero nadie me pide nada”[21].

SINFONÍA DOCUMENTAL URBANA: UN HOMBRE CON UNA CÁMARA

El año 1929, luego de llevar casi una década trabajando en el noticiero estatal y

con una vasta producción a cuestas, Dziga Vertov estrenará esta que, a la postre,

será su obra decisiva. Más allá de los referentes previos en su carrera, fue en este

trabajo donde terminó por plasmar sus ideas acerca de la especificidad del cine

como lenguaje y su diferenciación definitiva de otras disciplinas afines como el

teatro o la literatura de la época, tanto por prescindir de un guión preestablecido,

como por la capacidad que tiene la cámara de registrar en una gama tan amplia

de planos el paisaje psicológico, social, urbano y geográfico de los pueblos. Desde

el comienzo de la película se nos informa que se trata de una obra sin libreto, sin

actores profesionales y sin escenografías. Por ello, la primera parte del

documental nos presenta a este hombre que cámara al hombro se inmiscuirá en

cada acción con que se encuentre en su azaroso recorrido por la ciudad de

Moscú, registrando imágenes de la vida misma sin ninguna intervención[22].

Tal idea de inspirarse en los hechos cotidianos que se dan cita en la urbe, Vertov la tomó

prestada de un trabajo anterior precisamente de su hermano Mijail: “Moscú”, un documental

de 1926 que mostraba algunas de las actividades de la capital y que se ordenaba bajo los

postulados del cine-ojo[23]. A propósito de los principios que sostenían el estilo documental de

los kinoks, Mijail Kaufman en una entrevista de 1959 recordaba y analizaba el estilo de trabajo

del grupo en aquella época: “Para mí, el Kinopravda era la verdad de la vida sobre una base

moral, la comprensión de la vida tal como es en realidad, la verdad del corazón, la verdad

como una de las grandes aspiraciones de todos los hombres… Hacia 1925, nuestro país

estaba todavía muy atrasado. Los analfabetos se contaban por millones. Los instrumentos

eran todavía rudimentarios y primitivos. Pero había que conducir a esos millones de

trabajadores, obreros y campesinos hacia la construcción de una vida nueva y alejarlos al

mismo tiempo de los medios retardatarios. Aun a los iletrados, a los hombres sin cultura, había

que llevarlos al encuentro del futuro. Para ellos, el cine era un medio sin par, pensábamos mi

hermano y yo. Pensábamos también que la cámara había sido dada al hombre para que éste

la utilice a fin de obtener lo que necesita”[24].

Hacia fines de la década del veinte el concepto de un cine documental que pretendiera

precisamente “documentar” la realidad, sin intervenirla demasiado, estaba ya bien afianzado

en el medio cinematográfico. Existía una escuela al mando de Robert Flaherty, y luego John

Grierson, que proponía un trabajo de observación y documentación de la realidad, para luego,

sobre la base de poner en escena algunos de estos hechos, recrearlos y exhibirlos como parte

de las costumbres y tradiciones de los pueblos o sujetos que se intentaba documentar. Es

precisamente a esta manipulación de la “realidad” que Dziga Vertov y el grupo de

los kinoks se oponían férreamente, pues incluso cuando un individuo es consciente de que

está siendo filmado cambia de actitud posando artificiosamente ante la cámara, por lo que se

pierde parte de la energía que proyecta el mundo “de improviso”. Se podría incluso oponer la

figura de Flaherty y Vertov como dos propuestas absolutamente disímiles y base de los

caminos que el cine documental ha adoptado a lo largo de los años. Pues mientras Flaherty

era un estudioso explorador de minas en Norteamérica que derivó en la realización, Vertov

proviene de la vanguardia futurista.

Tal filiación, como ya se mencionara, se adecuó a la extrema fragmentariedad que el montaje

de imágenes del cine-ojo proponía. Una construcción visual en la cual frente a nuestra mirada

desfilarán dinámicamente imágenes que en el caso de “El hombre con la cámara” reúnen una

incontable cantidad de planos que recorren actividades, calles, industrias, y todo tipo de

situaciones, construcciones y paisajes con las que se encontraron Mijail Kaufman y Dziga

Vertov en su recorrido. El resultado de esta forma de capturar y editar tal cúmulo de imágenes

terminará por generar un verdadero efecto hipnótico en el espectador, quien luego de

enfrentarse al cadencioso vaivén de este orgánico ordenamiento visual terminará por

enganchar ante la novedosa propuesta de esta cámara que nos enseña a ver y redescubrir el

mundo desde novedosos ángulos con plena libertad narrativa.

Otro de los espacios del trabajo de Vertov donde también es posible trazar una línea con sus

influencias de la vanguardia europea es en los afiches que publicitaban sus películas. Existe

en ellos un uso sistemático de fotomontajes, un tipo de collage construido con las mismas

imágenes que daban forma a los documentales y que desde este primer acercamiento nos

introducirán en ese estilo donde el libre montaje de los planos era la base y mayor

característica de la fragmentación del cine-ojo[25].

En términos ideológicos, Vertov entendía su trabajo documental como la búsqueda de un

estilo audiovisual en el cual un trabajador cualquiera del lugar que sea vea a otro trabajador

realizar una labor parecida a la suya, reconociéndose mutuamente. El propio Vertov lo define

así en sus escritos: “El obrero textil debe ver al obrero de una fábrica de construcción

mecánica cuando fabrica una máquina necesaria para el obrero textil. El obrero de la fábrica

de construcción mecánica debe ver al minero que proporciona a la fábrica el combustible

necesario, el carbón. El minero debe ver al campesino que le produce su necesario trigo…

¿Cómo pueden, entonces verse los obreros? Uno de los objetivos del cine-ojo es, justamente,

establecer una relación visual entre los trabajadores del mundo entero”[26]. En “El hombre con

la cámara” obreros de todo tipo realizan sus labores cotidianas absolutamente

despreocupados de la cámara que los registra tal y como los kinoks proponen como forma de

entender y plasmar el realismo en el arte cinematográfico.

Pero este compromiso con el mundo de los trabajadores es más evidente si se analiza con

detención el recorrido que Vertov realiza por la ciudad. Fiel a sus tendencias futuristas, el

mensaje es claro: el progreso está en la máquina, en la industrialización de los factores

productivos, y la belleza de la modernidad reside precisamente en los cambios que ello genera

en las ciudades. Pero la propuesta de este trabajo es mucho más densa que la mera

deconstrucción de un recorrido turístico urbano o una mirada idealizada y autocomplaciente

frente a los logros de la revolución, pues hay alusiones constantes a lo mucho que aún falta

para subsanar las desigualdades sociales. En particular, junto con el recorrido por una urbe

que despierta a un nuevo día de actividades, la persistente inserción de imágenes de

indigentes despertando por las mañanas luego de dormir en los bancos de las plazas o niños

de la calle con graves y evidentes carencias de todo tipo, se transformarán en una especie de

leitmotiv que instaría a los espectadores a reflexionar que, junto con la pujanza que promueve

el discurso oficial, existen grupos que no se han visto beneficiados con las bondades del

progreso, y que más aún, son una realidad que coexiste cercanamente en el centro mismo de

nuestras ciudades.

En cuanto al espíritu de pertenencia hacia el mundo obrero como sustento y base del gobierno

de los soviets, Dziga Vertov, los kinoks y concretamente “El hombre con la cámara”, no serán

ajenos a esa relación férrea entre el artista revolucionario y el proceso histórico que se está

viviendo. Precisamente una de las características de este trabajo es exhibir en cámara a los

encargados responsables de dar forma al documental. Por ello Mijail Kaufman, luego del

preludio en que una orquesta teatralmente lo despide, entrará una y otra vez en cuadro

acomodando su cámara sobre una enorme construcción, en una torre de alta tensión o un

vehículo en movimiento, siempre buscando la mejor toma. El camarógrafo expone así las

exigencias propias de su oficio como un trabajador más, sin un aura que busque intelectualizar

o elevar al artista creador por sobre el trabajo de un obrero, un minero o un campesino.

El otro miembro del “Consejo de los Tres”, la esposa de Vertov, Elizabeta Svílova, también

hará su aparición en pantalla en una de las operaciones más transgresoras y vanguardistas

del documental. Inesperadamente hacia la mitad del metraje, la cinta pareciera quemarse

frente a los ojos del espectador, asistiendo así al proceso previo de armado de los planos a

cargo precisamente de Svílova, es decir, al proceso de posproducción y montaje que no

vemos pero que producto de este “accidente” quedará expuesto frente a nuestros ojos. Una

suerte de puesta en abismo, de reflexión de un arte sobre los procesos mismos que le dan

forma, la manera que Vertov encuentra para sincerar su trabajo frente a los espectadores.

Exhibiendo con ello su compromiso y cercanía con el mundo de los trabajadores, al exponer

que toda construcción teórica inevitablemente se termina por encontrar con una practicidad

que no la diferencia demasiado de las líneas de trabajo de cualquier factor productivo.

Luego de este momento de reflexividad retornamos a la segunda parte de la película y

nuevamente al característico estilo documental de Vertov. La ciudad, que al comienzo estaba

recién despertando, ahora nos recibe en su momento más álgido, plena de movimiento y

dinamismo. Las industrias y sus obreros, unidos en una comunión de sincronizados

movimientos, trabajan coreográficamente mientras que en las calles las multitudes y los

vehículos repletan las avenidas. Una vez que las máquinas detienen su marcha y la jornada

laboral se termina, estas mismas hordas de trabajadores se movilizarán ahora al cine, alguna

tienda o algún parque para así aprovechar sus ratos de ocio. El día se acaba y Vertov prepara

un final en el mismo tono del ceremonioso preámbulo inaugural, antes que el hombre con su

cámara se aventurara en su recorrido callejero. Pues el grupo de personas que optó por el

cine se encontrará con un espectáculo fílmico en donde ellos mismos serán los personajes

centrales. El pretendido cine-ojo de este hombre con su cámara se desplegará triunfante

frente a los ojos de sus mismos protagonistas, y en las espontáneas reacciones de aquellos

elegidos se podrá advertir el asombro de reconocerse en sus labores habituales, a la vez que

un cierto dejo de extrañeza al verse tan directamente retratados en el celuloide.

Una masa que no solo se observará a si misma reflejada en la pantalla, sino que también

recepcionará una visión integral de las actividades de su ciudad como un espacio pleno de

dinámicas actividades, orquestadas integralmente por medio de este vertiginoso montaje. Para

ello, Vertov remarcará aún más la velocidad de la narración acelerando las imágenes finales

de esa urbe atestada de personas, que parecieran moverse aún más rápido producto de unos

cortísimos planos desde distintos ángulos montados en paralelo con los ojos de Svílova

observando aquel hormiguero humano[27]. Todo un cúmulo de operaciones que erigen a “El

hombre con la cámara” como la obra más representativa del concepto cine-cámara-ojo de

Dziga Vertov, al conducirse ordenada y disciplinadamente por los canales de este manifiesto

teórico que permitió vincular la vanguardia artística y el cine que le interesaba desarrollar en

sus primeros años a la revolución de los soviets, sin traicionar ninguno de ambos referentes.

BIBLIOGRAFIA

– Avilar Gavilán et al. (1999). La Edad Contemporánea S. XIX. Historia Universal. Barcelona:

Océano

– Campo, J. (2011). Dziga Vertov. Enfoco. Número 35, p. 4-11

– Coreth, E. et al (2002). La filosofía del S.XIX. Barcelona: Herder

– Llinás, F. (1973). El Cine-Ojo. Dziga Vertov. Madrid: Fundamentos

– Marx, K. (195-). El Capital Carlos Marx (resumido por Gabriel Deville). Madrid: Beltrán

– Marx, K. (2000). El Manifiesto Comunista. Barcelona: El Aleph

– Rousseau, J. (1983). El contrato social. Madrid: Sarpe

– Sadoul, G. (1971). El cine de Dziga Vertov. México: Era

– Sadoul, G. (1972). Historia del Cine. Buenos Aires: Nueva Visión

[1]“El hombre ha nacido libre, y en todas partes se halla entre cadenas. Créese alguno señor

de los demás sin dejar por esto de ser más esclavo que ellos mismos. ¿Cómo ha tenido efecto

esta mudanza? Lo ignoro. Qué cosas pueden legitimarla? Me parece que podré resolver esta

cuestión”. Capítulo I de “El contrato social”, Rousseu, 1983, p.17

[2] “(El) Propósito de Marx en su Kritik der politischen Ökonomie (Crítica de la economía

política) es demostrar que la sociedad con propiedad privada burgués-capitalista y productora

de mercancías fracasará inevitablemente en sus propias contradicciones, y precisamente esas

contradicciones forzarán, para su solución, a la eliminación revolucionaria de la propiedad

privada y a la creación de una sociedad sin clases con una comunión de bienes comunista.

Marx (y también Engels) sigue a Hegel en la hipótesis de que la sociedad es una totalidad que

se desarrolla a sí misma en la lucha y contradicción (dialéctica)”. Coreth et al. 2002, p. 200

[3] Los anteriores estadios evolutivos serían: “El ‘Antiguo-esclavista’ donde la filosofía no se

interesa de los problemas sociales, por ello el gran desarrollo de disciplinas como la

metafísica… el ‘Feudal-señorial’, Dios se vuelve central como ente ordenador de la cultura y la

economía”. Deville, 195-, p. 23-24

[4] “La circulación de mercancías es el punto de arranque del capital. La producción de

mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el comercio, forman las premisas

históricas en que surge el capital. La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI,

con el comercio y el mercado mundiales. Si prescindimos del contenido material de la

circulación de mercancías, del intercambio de diversos valores de uso, y nos limitamos a

analizar las formas económicas que este proceso engendra, veremos que su resultado final

es el dinero. Pues bien; este resultado final de la circulación de mercancías es la forma inicial

en que se presenta el capital”. Cap. IV de la sección segunda “De la fórmula general del

capital” de “El Capital”. Deville, 195-, p. 78

[5] “Los comunistas no se cuidan de disimular sus opiniones y sus proyectos. Proclaman

abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento

violento de todo el orden social tradicional. ¡Que las clases directoras tiemblen ante la idea de

una revolución comunista! Los proletarios no pueden perder más que sus cadenas. Tienen, en

cambio, un mundo por ganar. ¡PROLETARIOS DEL MUNDO, UNIOS!”. Marx, 2000, p. 89

[6] Marx, 2000, p. 23

[7] “Rusia estaba asentada en una economía agraria en las primeras décadas del siglo XX, el

80% de la población total era campesina y sólo el 13% vivía en las ciudades. A pesar de ser

mayoritario el sector agrícola, la población padecía importantes problemas de escasez de

alimentos, fundamentalmente porque era una agricultura atrasada, primitiva y tradicional que

no había incorporado ninguna mejora, ni adelanto alguno como sí había ocurrido en otros

países con la Revolución Industrial”. Avilar Gavilán et al., 1999, p. 978

[8] “Alejandro II, como respuesta a la derrota de su país en la guerra de Crimea (1853-56) y a

la insurrección polaca de 1861-62, había impulsado reformas esenciales como la

emancipación de los siervos (1861), la autonomía universitaria (1863), la independencia del

poder judicial (1864), la eliminación de la censura de prensa (1865) y la concesión de

autonomía administrativa a ayuntamientos y asambleas provinciales y de distrito (1864,

1870)”. Avilar Gavilán et al., 1999, p. 872-973

[9] “De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”. Célebre frase pronunciada

por Vladimir Ilich Lenin.

[10] “Si la propaganda es la unión de una obra con las realidades sociales y políticas, fue

realmente esa la característica esencial de la escuela soviética… El no conformismo soviético

fue tachado de propaganda porque iba al encuentro de esa corriente. No obstante, aún los

enemigos del régimen que permitió el nacimiento de esta escuela, tuvieron que reconocer que

no había impedido a los talentos desarrollarse plenamente y alcanzar el arte más completo y

más puro, sino muy por el contrario”. Sadoul, 1972, p. 217

[11] Vertov deriva del nombre vertev que significa girar, rodar. Llinás, 1973, p. 11

[12] Para conocer los principios futuristas que influyeron en Vertov, es preciso antes estudiar

el primerManifiesto de los músicos futuristas. El autor, Balilla Pratella preconizaba: “la

enarmonía, utilizando las más pequeñas divisiones de tonos, ofreciendo a nuestra sensibilidad

renovada el máximo de sonidos, […] la fusión de la armonía y el contrapunto para crear la

polifonía absoluta, […] la utilización del verso libre para los libretos de las óperas concebidas

como una forma sinfónica”. El deseo de Pratella es: “expresar el alma musical de las

multitudes, de los grandes talleres industriales, de los trenes, de los trasatlánticos, de los

acorazados, de los automóviles y de los aeroplanos […] la glorificación y el triunfo de la

electricidad”. Sadoul, 1971, p. 22-23

[13] Campo, 2011, p. 6

[14] “Ejecutando la resolución del Consejo de los Tres, publico (Vertov) los siguientes

extractos: 1. Tras examinar los films que nos han llegado de Occidente y de América y

teniendo en cuenta los informes que tenemos sobre el trabajo y las investigaciones llevadas a

cabo en el extranjero y entre nosotros, llego a la siguiente conclusión: La sentencia de muerte

pronunciada por los kinoks en 1919 contra todo los films sin excepción, sigue siendo válida

hoy. El más atento examen no ha revelado el menor film, la mayor búsqueda que traduzcan la

legítima aspiración de manumitir la cámara, reducida a una lamentable esclavitud, sometida a

la imperfección a la miopía del ojo humano. No tenemos nada que repetir sobre el trabajo de

zapa que el cine lleva a cabo contra la literatura y el teatro, aprobamos plenamente la

utilización del cine en todos los sectores de la ciencia, pero definimos estas funciones como

accesorias, como producto de ramificaciones secundarias. ‘Lo principal y lo esencial es la

cine-sensación del mundo’. Adoptamos, pues, como punto de partida, la utilización de la

cámara, en tanto que cine-ojo mucho más perfeccionado que el ojo humano, para explorar el

caos de los fenómenos visuales que llenan el espacio”. Llinás, 1973, p. 23-24

[15] Sobre las posibilidades que brinda el montaje para sus teóricos, muy en el estilo de los

postulados de Kuleshov y Eisenstein, Vertov sostiene: “… Hoy, en el año 1923, caminas por

una calle de Chicago y yo te obligo a saludar al camarada Volodarski, que camina, en 1918,

por una calle de Petrogrado y no responde a tu saludo”. Llinás, 1973, p. 25

[16] “Para Vertov, el empleo del intervalo, de la pegadura de un trozo de película con otro,

conduce a la construcción de un tiempo y un espacio fílmicos diferentes del espacio y el

tiempo reales. Esto es lo que ilustra (en lo que se refiere al espacio) con su construcción de

una “habitación de doce muros tomados de diferentes partes del mundo”, de esta “sala de

intervalos” que no tiene ninguna existencia, si no es a través del film y su montaje”. Sadoul,

1971, p. 74-75

[17] “El kinokismo es el arte de organizar los movimientos necesarios de las cosas en el

espacio, gracias a las utilización de un conjunto artístico rítmico conforme a las propiedades

del material y al ritmo interior de cada cosa”. Definición del propio Vertov sobre el

estilo kinoks recogida por Llinás, 1973, p. 18

[18] “En ese ballet de productos los objetos comienzan a adquirir vida y Vertov ensaya con los

materiales mediante la animación por el montaje, los huevos se colocan solos en las cajas que

se cierran cuando están completas y se estiban prolijamente sin la ayuda de trabajadores”.

Campo, 2011, p. 8

[19] Sin dudas, la industria soviética es la estrella y sobre todo la masificación del tendido

eléctrico domina, bajo la atenta mirada de un Lenin-Dios, las representaciones. Campo, 2011,

p. 8

[20] “La primera central Hidroeléctrica construida por los soviets, la pequeña Voljovstroi, es un

éxito celebrado en toda la URSS con entusiasmo”. Sadoul, 1971, p. 88

[21] Campo, 2011, p. 11

[22] El camarógrafo, protagonista e hilo conductor de la historia, es Mijail Kaufman, hermano

de Dziga Vertov y miembro del “Consejo de los Tres”. Campo, 2011, p. 9

[23] Según George Sadoul, el artista plástico alemán Walter Ruttmann como buen seguidor de

los kinoks se inspiró en este documental para realizar Berlín, Sinfonía de una ciudad de 1927.

Sadoul, 1971, p. 112

[24] Sadoul, 1971, p. 112-113

[25] “Este llamado a la realidad bruta tiene su origen, desde luego, en la práctica cotidiana del

montaje de las actualidades, reuniendo trozos de películas provenientes de todo el país y

algunas veces del extranjero, pero estuvo también, y sobre todo, ligado a las teorías de la

vanguardia, que se desarrollaron tanto en los “papeles pegados” de Picasso y Braque (1910)

como en los “cadáveres exquisitos” de los surrealistas (1928) o en los fotomontajes de los

dadaístas o los constructivistas (hacia 1920). Sadoul, 1971, p. 107

[26] Llinás, 1973, p. 64

[27] Este ojo que ve a través del lente de la cámara será otra constante y poco sutil metáfora

visual de las operaciones del cine-ojo. Campo, 2011, p. 9

Etiquetas:Dziga Vertov, El hombre con la cámara


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